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Juan Luís Vives - Índice... > Interpretación de las... > 7. Égloga quinta: Dafnis / Ecloga V. Daphnis

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Texto

[Texto latino en imágenes]

[Pg. 119] 7

ÉGLOGA QUINTA

DAFNIS

Menalcas    Mopso

La estructura interna de esta égloga es clara y, en cierto modo, simétrica. Se distinguen en ella las partes siguientes:

- Diálogo introductorio de Mopso y Menalcas (v. 1-19).

- Canción de Mopso, que lamenta la muerte de Dafnis (v. 20-44).

- Diálogo intermedio de Mopso y Menalcas (v. 45-55).

- Canto consolatorio de Menalcas en la apoteosis de Dafnis (v. 56-80).

- Diálogo final (v. 81-90).

Cabe considerar la canción de Mopso (v. 20-44) unitariamente junto con la de Menalcas (v. 56-80), a pesar de estar separadas entre sí por el diálogo intermedio (v. 45-55). Se advierten entonces en ellas reminiscencias de un esquema general y, en particular, de lugares comunes e, incluso, de ciertos motivos literarios o pensamientos concretos, propios de los epicedios. 1 Dentro de la poesía de carácter funerario se conocían con este nombre unas composiciones que contenían lamentos y consuelo ante la muerte de personas determinadas. El esquema aparece ya en alguno de los fragmentos conservados de Arquíloco y tuvo amplio desarrollo en la literatura griega de la época alejandrina y en la latina. Se comprueba en estas obras -lo mismo que en la canción triste de Mopso, a la que sigue la de tonos alegres y exultantes de Menalcas- un cambio profundo de sentimientos. Mopso parte del dolor y el luto ("lamentatio"; v. 20-28) por la pérdida de Dafnis y sigue con [Pg. 120] una alabanza del difunto ("laudatio"; v. 29-39) para terminar con una "descriptio" o descripción del sepulcro, que en los epicedios puede girar también en torno a los funerales o al momento de la agonía del moribundo o de la muerte. En el extremo opuesto, o sea, en la "consolatio" (v. 56-80), el poeta cambia de tono y de actitud y expone los motivos de consuelo, que sólo después de satisfecha la necesidad de desahogar el dolor, pueden devolver ahora la paz y el sosiego a quienes en un principio lloraban la pérdida. Tal es el efecto purificador, la "catarsis", que produce el llanto y el luto en el corazón humano.

I. DIÁLOGO INTRODUCTORIO (v. 1-19)

Por los versos introductorios conocemos el encuentro de Mopso con su interlocutor Menalcas, que le invita a cantar, alternando con él, cada uno sus propios versos (v. 1-17); Mopso acepta la invitación (v. 1-7); pero cuando Menalcas parece equiparar la valía sobresaliente de Mopso con la de un tercero llamado Amintas, a quien en realidad considera inferior a Mopso, éste se siente, por el contrario, a pesar de todo, como provocado a demostrar su propia valía y, aunque sigue dispuesto, como al principio, a enfrentarse con Menalcas, no excluye, por eso, competir luego con Amintas (v. 8-15). Sin embargo, Menalcas reconoce paladinamente la superioridad de Mopso sobre Amintas y todo queda, por fin, en lo que al principio parecía que iba a ser el encuentro: no más que una amigable confrontación de los poetas pastores (v. 16-19).

[Virgilio V, 1-19]

 

  Menalcas. ¿Quieres, Mopso, que nos sentemos,

juntos los dos como estamos aquí, entre olmos con

avellanos entreverados, tú, que tocas tan bien soplando

a la ligera las cañas, y yo, que tan bueno soy para

decir versos?

  
Mopso. Tú eres mayor que yo y es justo que yo a ti

te obedezca, Menalcas. Lo mismo me da: bajo estas

sombras que parecen temblar cuando las mueven los

céfiros... / o, si nos gusta más, entramos en la cueva.

5

[Pg. 121] Mira esta cueva: una parra silvestre con sus pobres

racimos la cubre...


  Menalcas. En nuestros montes el único que compite

contigo es Amintas.


  Mopso. ¿Y qué? ¡Si ese hasta podría competir con

Febo y vencerlo en el canto!


  Menalcas. Empieza tú primero, Mopso, si tienes

algo que cantar de tus ardientes amores con Filis / o

10

que alabar en Alcón o que escarnecer en Codro.

Empieza, sí, que Títiro ya guardará los cabritos que

pacen.


  Mopso. No, que quiero probar estos versos; poco

ha los grabé en la corteza aún verde de un haya y

canturreando les puse la música, verso tras verso. Tú

después mándale a Amintas que a competir venga

conmigo. /

15

  Menalcas. Todo lo que al lánguido sauce aventaja

el pálido olivo y al nardo silvestre los rosales

purpúreos, eso es lo que a Amintas, pienso yo, le aventajas

tú... Pero déjate de hablar más, zagal, que ya hemos

entrado en la gruta.

Luis Vives interpreta la égloga V en un sentido alegórico parecido al de la égloga anterior. El canto profético con el que aquí una sibila, en un principio, se habría querido referir a la futura muerte y ascensión de Jesucristo, más tarde lo habría entendido Virgilio erróneamente -según Vives- de la muerte y apoteosis del dictador Julio César, aunque aplicando a la persona cantada proféticamente por la sibila el nombre de Dafnis, creador mitológico de la poesía bucólica. Según otros autores antiguos -cuya opinión cita, aunque no comparte Vives-Virgilio en estos versos se habría referido simplemente, sin más (sin pensar para nada en la Sibila, como inspiradora primera del asunto cantado en la égloga) a la muerte de un hermano suyo más joven que él.

Vives distingue acertadamente las dos canciones principales de que consta la obra, puestas en labios de Mopso (v. 20-44) y de Menalcas (v. 56-80). Insinúa, además, que en los diálogos que acompañan, precediendo o siguiendo, a estas canciones, Virgilio habría añadido lo necesario para adaptar lo que la Sibila en su alegoría había profetizado [Pg. 122] de Jesús, a lo que él -Virgilio- en una alegoría distinta aplicaba a Julio César bajo el nombre de Dafnis, siendo así que desconocía la supuesta profecía de la muerte y la ascensión del Señor.

En los primeros 19 versos Luis Vives no intuye carácter alegórico alguno. En cambio, adivina allí un cierto tono jocoso (vid. al v. 8) -no muy justificado, por cierto, puesto que se trata más bien de una alabanza- cuando Menalcas, como excusa para rehuir -según cree Vives el enfrentamiento con Mopso, destaca la valía poética de éste y lo alaba afirmando que en aquella comarca nadie competiría con él más que Amintas. Engañado por la burla el joven Mopso se habría adherido -sigue pensando Vives- a la alabanza que había hecho Menalcas del arte divino de Amintas y compara a Amintas -quizá con un "lapsus calami"- con (la fuerza de) Hércules (al v. 9) y no con (el arte de) Apolo, que es el dios mencionado en este contexto por Virgilio. Insiste, por ello, Menalcas en oír el canto de Mopso "en serio" -dejándose de la pretendida broma (Vives al v. 10)-, a lo que Mopso responde que dará una prueba (al v. 15), pero no con el pretendido enfado que Vives atribuye al Mopso virgiliano, basándose para ello en la palabra "deinde" (vid. infra al v. 15). Menalcas dirime la cuestión, afirmando su preferencia por Mopso más bien que por Amintas, con lo que habría concluido la broma (a los v. 16 y 18).

[L. Vives]

En la égloga anterior [Virgilio] cantó acerca del nacimiento del Salvador, basándose en unos versos sibilinos que aplicó a Salonino, aunque mal se le acomodaban. Del mismo modo, partiendo de los cantos de otra Sibila, trata aquí de la muerte y ascensión también de nuestro Dios y Señor, que interpreta aplicándolas a Gayo Julio César, aun cuando dándole el nombre de Dafnis. Hay quienes dicen que el poeta llora la muerte de un hermano suyo; pero no: los vaticinios de la Sibila comienzan en los versos "...apagado... las ninfas..." [v. 20] y luego "resplandeciente, ...admira el umbral... del Olimpo, nunca pisado por él..." [v. 56]. Por ignorar el sentido verdadero y para que el vaticinio cuadre con el sentido que él le da, el poeta añade algo de lo suyo propio.

[Pg. 123] [L Vives al v. 8]

"En nuestros montes el único...". Como Mopso había dicho que mejor sería cantar dentro de la cueva, el más viejo, Menalcas, bromea con aquél, más joven, y le dice que [él, Menalcas] no se atrevería a hacer eso, porque Mopso cantando en aquellos montes no había sido vencido nunca y no había nadie entre los pastores de la comarca que compitieran con él en aquellos montes más que Amintas. Era éste un mozo de la edad de Mopso, émulo suyo.

[L Vives al v. 9]

"¿Y qué si... él...?". Tan inoportuna mención de un rival molesta a Mopso; y, sin embargo, responde cortésmente como corresponde responderle a un anciano: que no constituye una gran alabanza competir, sino vencer, que cualquiera podría luchar con Hércules, pero lo que no podría es superarlo.

[L. Vives al v. 10]

"Empieza tú primero Mopso". El anciano se pone a hablar ya en serio y sugiere asuntos que valdría la pena de ser cantados, como son lo insoportable de unos amoríos, la excelencia de un arte o el amor a la patria.

[L. Vives al v. 15]

"...tú después mándale". Dicho esto [por Mopso] con enojo: "Luego, cuando yo cante estos versos, ya verás que, tal como son, te dará vergüenza mencionar a Amintas". La palabra "deinde" ["después"], como eta en griego, tiene un matiz de indignación [!]. 2

[L. Vives al v. 16]

"Todo lo que el lánguido sauce...". Se ha dado cuenta [Menalcas] de que Mopso se ha ofendido y por eso le da a entender que él se lo había dicho de broma, pero que lo estima más que a Amintas.

[Pg. 124] [L. Vives al v. 18]

"...pienso yo...". No hace [Menalcas] una afirmación general, sino que dice que así le parece, prueba más que evidente de que no oculta adulación alguna, sino que habla de buena fe y es justo que Mopso acepte el juicio de aquel por quien se había sentido herido.

II. CANCIÓN DE MOPSO (v. 20-44)

a) Lamentos (v. 20-28). La canción de Mopso comienza con el duelo y los lamentos por la cruel muerte de Dafnis, llorado por las Ninfas, y con quejas, además, contra los dioses en labios de la madre de Dafnis, tal como avellanos y ríos así lo atestiguan (v. 20-23); la actividad de pastores y rebaños se paralizó entonces (v. 24-26) y hasta en África los leones salvajes gimieron; de ello pudieron dar prueba también (con el eco) los montes y los bosques (v. 27-28).

[Virgilio V, 20-28]

 

  Mopso. A Dafnis, con muerte cruel fenecido, las

Ninfas/lloraban (testigos sois vosotros, avellanos y

20

arroyos, que así visteis a las Ninfas), cuando su

madre, abrazada al cuerpo lastimoso del hijo llamaba

crueles a los dioses y a las estrellas... No hubo

quienes llevaran aquellos días los bueyes, ya apacentados,

oh Dafnis, para abrevarlos en frescas corrientes, ni

hubo oveja alguna / que libara las aguas del río o

25

tocara una brizna del césped. ¡Dafnis! por tu muerte

hasta los leones, en tierra púnica, han gemido: ásperos

montes y bosques así lo proclaman.

b) Alabanza (v. 29-39). En la "laudatio" recuerda Mopso que Dafnis -creador de la poesía bucólica 3 - dio a conocer "además" temas Propios de la poesía dionisíaca, como el cortejo triunfal de Baco en la Armenia sobre carro arrastrado por fieras tigresas ya amansadas o como [Pg. 125] la introducción del tíaso en el culto de aquel mismo dios (v. 29-31). Ampliando de esta forma la temática bucólica con mitos dionisíacos, Dafnis comunicaba "toda belleza" a los suyos, es decir, a los que cultivan su poesía ("tu decus omne tuis") (v. 32-34a); por eso, después de la muerte de Dafnis, Pales y Apolo -divinidades, una del campo y el otro de la belleza poética- han abandonado los campos (v. 34b-35) y tan sólo subsisten allí plantas estériles y carentes de belleza (v. 36-39). El motivo único y principal del encomio es, por tanto, la belleza que el joven desaparecido comunicaba a los campos.

[Virgilio V, 29-39]

 

  Dafnis fue también el primero que nos enseñó a

uncir las tigresas de Armenia a un carro, Dafnis, sí; y el

que trajo los tíasos de Baco, / entretejiendo en palos

30

flexibles tiernas hojas. Como la vid embellece los

árboles y como las uvas las vides; como los toros los

rebaños y las mieses los pingües campos embellecen,

así dabas tú toda belleza a los tuyos. Cuando los hados

se te llevaron de aquí, Pales abandonó por sí misma

los campos y Apolo, él mismo, los dejó. / En los surcos,

35

a los que tantas veces confiamos gruesa cebada,

nacen cizaña maldita y estériles avenas; donde antes

violetas delicadas y narcisos de púrpura había, nacen

ahora el cardo y el espino de punzantes púas.

c) Descripción del sepulcro (v. 40-44). El epitafio en la breve descripción del sepulcro proclamará la belleza del rebaño y la aun mayor belleza de Dafnis, su pastor, así como su fama, que ya grande en los bosques, llegará hasta las estrellas (v. 40-44). Con estas últimas palabras se establece una transición de la "lamentatio" a la apoteosis o divinización del difunto, objeto de la "consolatio", contenida en los versos siguientes que Menalcas va a cantar (v. 56-80).

[Virgilio V, 40-44]

 

  Extended enramada por el suelo, cubrid con sombra

las fuentes, /pastores: Dafnis quiere que esto a él

se le haga; levantad un túmulo y en él poned estos

40

[Pg. 126] versos: "Dafnis yo, conocido aquí, en los bosques, y

desde aquí hasta los astros, de hermoso rebaño

guardián, pero aún yo más hermoso".

a') Dolor por la pasión de Cristo (v. 20-28). Según Luis Vives, Dafnis era, en el mundo de la mitología antigua, hijo de Mercurio o un rico pastor de Sicilia, para algunos -añade enseguida- creador del canto bucólico, único rasgo éste que señala Virgilio; sin embargo, en la alegoría de Vives, Dafnis representa a Cristo: el duelo de la naturaleza por Dafnis representa el luto por la muerte de Cristo y el de las Ninfas se refiere a los espíritus celestes -los ángeles-, que gimieron por el mismo motivo (al v. 20); de su dolor habrían dado testimonio, además, los avellanos "conmovidos y transtornados" (al v. 21).

No menos arbitrariamente piensa Vives (a los v. 22-23) que la madre de Dafnis es la "Roma mate", divinidad epónima de la ciudad cabeza del imperio, "muy cercana a los dioses", según él, aunque su veneración, lo mismo que la que se llegó a dar a los emperadores, es de tiempos posteriores a Virgilio. 4 Las quejas contra los dioses dan pie a Vives para un comentario moralizante (al v. 23), advirtiendo que tal actitud era abominable y propia de los paganos, pero no de cristianos.

Se interrumpió la atención al rebaño en aquellos días por parte de los pastores, porque los apóstoles de Cristo dejaron de enseñar y de ser escuchados (a los v. 24-26).

Del dolor de los leones afirma Vives (al v. 27) que significaba el de los judíos y gentiles por la muerte de Cristo; entre ellos menciona al centurión, a Pilato y a los que regresaban a Jerusalén después de la crucifixión golpeándose el pecho. El rugido de los leones -dice refiriéndose al v. 28- pudo ser oído desde lejos por los hombres, mediante el eco con el que "resonaban" los montes y los bosques, y así testimoniaron a los hombres su dolor aquellas fieras, pues de otra forma no lo hubieran podido hacer, ya que los leones rehúyen el trato y compañía de los mortales. Antes (al v. 21) había dicho casi lo mismo, refiriéndose al dolor de las Ninfas, atestiguado por avellanos y ríos, que de otra forma, sin su testimonio, los hombres tampoco hubieran podido conocer, [Pg. 127] ya que el hombre no "convive" con las Musas. Volviendo al sentido alegórico del v. 28, aún añade Vives que el estrépito de los rugidos repetidos por el eco en los montes y los bosques podría contener una alusión a la ruptura de rocas, a los sepulcros abiertos y al terremoto que tuvieron lugar al morir el Señor.

[Vives al v. 20]

"...fenecido, las Ninfas...". Le da el nombre de Dafnis, porque Dafnis fue un muchacho muy apuesto, hijo de Mercurio, o bien por un hombre de Sicilia, rico en tierras y rebaños, a quien algunos atribuyen la invención de la poesía pastoril. Lo que sin ningún género de duda dice es que toda la naturaleza se condolió por la muerte de Cristo y, en primer lugar, las mismas Ninfas [semidiosas], esto es, los espíritus celestes.

[L. Vives al v. 21]

"...testigos, vosotros, los avellanos...". El cielo y los seres de aquí abajo, conmovidos y transtornados, atestiguaron cómo los de arriba habían sido afectados.

[L. Vives al v. 22]

"...cuando abrazaba a su...". Después de los dioses añade en seguida a "Roma madre", muy allegada a los dioses.

[L. Vives al v. 23]

"y a los dioses y a las estrellas...". Esto [está dicho aquel según las costumbres de los paganos, pero es abominable para nosotros. Porque ellos, cuando su Júpiter no les concedía lo que le pedían en sus votos, lo llamaban despiadado y cruel. Pero el nuestro, esto es, el Dios verdadero lo alcanza con su fortaleza todo, de un extremo a otro, y lo dispone todo con suavidad.

[L. Vives al v. 24]

"No hubo quienes... a los... apacentados...". Significa la consternación de los pastores, esto es, de los apóstoles de Cristo y la interrupción [Pg. 128] que se produjo en la enseñanza del Evangelio durante la muerte de Cristo, de suerte que no hubo quienes la enseñaran ni quienes la oyeran y la quisieran oír, apartadas como estaban de la salvación las mentes de todos.

[L.Vives al v. 27]

"Dafnis en tierra púnica...". Hasta los leones, o sea, hasta las bestias más fieras y apartadas de los sentimientos de los hombres se dolieron por la muerte de Cristo; así es sabido lo que sucedió con muchos de los judíos y de los paganos, como el centurión, Pilato y los que volvían a Jerusalén golpeándose el pecho.

[L. Vives al v. 28]

"...y los ásperos montes". Los hombres, en efecto, pudieron oír de lejos el rugido de los leones, repetido por el eco de montes y bosques. Los avellanos y los ríos atestiguaron el luto de las Ninfas y sin este testimonio suyo de otro modo no lo hubiéramos podido conocer, dado que no tenemos trato alguno con ellas; asimismo los montes y bosques dieron testimonio del duelo de los leones, puesto que rehúyen nuestro trato y compañía. Quizás también hay una alusión a la rotura de las piedras, a que los sepulcros se abrieron y al terremoto.

b') Luces y sombras en la pasión (v. 29-39). En los versos virgilianos de carácter encomiástico (v. 29-59) descubre Vives unos pocos, breves destellos de alabanzas a Cristo, como fundador del Nuevo Testamento y domeñador de sus enemigos, lo mismo que Baco en la Armenia (al v. 29), así como cabeza del mundo y gloria de los hombres (al comentar en el v. 32 que la vid supera en belleza a los demás árboles). Pero todo ello queda más bien oscurecido a causa de la extensión con que destaca la predicación del Evangelio interrumpida (al v. 34) y la dispersión de los apóstoles (al v. 36) durante los días aciagos de la pasión. Correcta es la crítica a la falsa noticia de Servio acerca del dios Liber Pater (= Baco) (al v. 30), que le lleva a reafirmarse en la interpretación alegórica de Dafnis = Cristo y la abona, al parecer, con la etimología antigua que relacionaba "Liber" con la purificación y liberación de los espíritus.

[Pg. 129] [L. Vives al v.29]

"Dafnis... de Armenia...". Cristo, fundador de la religión nueva y eterna, amansó las cervices indómitas y ferocísimas de los tigres y los acostumbró a soportar el yugo.

[L. Vives al v. 30]

"...fue el que trajo los tíasos...". Servio [comentando este pasaje] dice que esto hace referencia a un hecho histórico, porque César fue el primero que instituyó en Roma los cultos sagrados de Líbero Padre. 5 No recuerdo haber leído esto en ningún otro autor, ni es ello verosímil, porque antes de César ya existían en Roma los cultos sagrados de Baco. Sin embargo, nosotros seguiremos la forma [alegórica] de interpretar el texto que hemos propuesto antes. Recuerda [Virgilio] los cultos sagrados de Baco, sobre todo, porque los antiguos creyeron que tenían relación con la purificación de los espíritus y que se llamaba Líbero por esto, porque liberaba los espíritus de cuidados y molestias.

[L. Vives al v. 32]

"Como la vid... a los árboles". Cristo es cabeza del mundo y gloria de todas las almas.

[L. Vives al v. 34]

"Cuando los hados se te llevaron de aquí...". No debe entenderse esto como si después de la muerte de Cristo todo hubiera quedado convertido en un desierto, puesto que enseguida [v. 40] añade: "Extended enramada por tierra". Por el contrario, tan sólo durante la pasión de Cristo fue cuando cesó la enseñanza del Cielo y la instrucción de los apóstoles en la piedad, como si sus mentes se hubieran agotado y hubiera crecido en ellas el temor -en vez de la confianza- y la deserción los hubiera llevado a huir de su propia vida y de su salvación; de todo lo cual se trata en lo que sigue.

[Pg. 130] [L Vives al v. 36]

"...a los que gruesas...". A los apóstoles, que fueron los primeros cultivados con la enseñanza e instrucción de Cristo, se les habían entregado y confiado las semillas de la felicidad eterna para que la percibieran ellos y la transmitieran y divulgaran entre los demás; primero dieron ellos flores, pero degeneraron de la semilla y de los frutos que de momento habían producido.

c') Después de la resurrección (v. 40-44). Innovación, alegría nueva (al v. 40), memoria eterna de Cristo muerto y resucitado, representada en el sepulcro y en el epitafio (al v. 42-43): Cristo, pastor aún más hermoso quiere hacer hermosos también a los suyos; con unas citas más bien libres de los psalmos 16(15), 5-6; 45(44), 3.

[L. Vives al v. 40]

"Extended enramada por tierra". Después de la resurrección de Cristo se produce la innovación y reparación de todas las cosas y una nueva alegría se mostró a los pastores, es decir, a los apóstoles, que el Señor a su grey entregó como pastores.

[L. Vives al v. 42]

"Levantad un túmulo...". Es la memoria eterna de la muerte de Cristo, que la Iglesia tiene siempre ante sus ojos. Porque ¿qué otra cosa es el túmulo más que un recuerdo de la muerte?

"...y sobre el túmulo poned estos versos". Esta será la inscripción a la muerte de Cristo, éste su epitafio.

[L. Vives al v. 43]

"Dafnis yo en los bosques". No pongáis como a los otros muertos: "Aquí yace aquél...", porque éste vive no sólo en la tierra, sino que también es conocido entre las estrellas y es amado por hombres y ángeles.

"...desde aquí hasta los astros...". El Hijo de Dios bajó del cielo para hacerse hombre; hecho hombre, ascendió a su vez desde la tierra al cielo; por eso, Cristo comenzó a ser conocido como hombre, empezando por la tierra y llegó a serlo hasta en el cielo.

[Pg. 131] [L Vives al v. 44]

"...de hermoso rebaño guardián...". Él, hermosísimo, purísimo y óptimo no admite en sus pastos y en su reino más que a los hermosos, puros y buenos. Y así hace a los que se confían a él para ser del todo reformados y remodelados. Esto está en el Psalmo XV [16(15), 5-6], en el que el Señor es el que dice: "La suerte que me ha tocado en herencia me ha asignado bienes magníficos, y así mi herencia es magnífica para mí". Consiguió Cristo en suerte ángeles y hombres santos; ésos son el rebaño de un pastor que aventaja en preciosísima belleza a los hijos de los hombres y en cuyos labios está derramada la gracia [cf. Psalmo 45(44), 3].

III. DIÁLOGO INTERMEDIO (v. 45-55)

Propiamente la transición del lamento a la consolación se prolonga -después de iniciada en la descripción del sepulcro, como se ha dicho arriba- también en este corto diálogo que media entre ambas canciones, cuando Menalcas interviene para felicitar a Mopso por el efecto consolatorio de sus palabras (comparado con el del sueño y el de la sed para quien los ha satisfecho). Su mérito tan sólo lo ha superado el propio maestro de Mopso, cuyo nombre e identificación queda oculto y desconocido en la égloga. Menalcas anuncia que va a exaltar en su canción al difunto y lo hace con palabras desprovistas ya de lamentos, puesto que Dafnis también a él lo amaba (v. 45-52). Mopso expresa a Menalcas su gratitud (v. 53-55).

[Virgilio V, 45-55]

 

   Menalcas. Estos versos son para mí, divino poeta,/

45

como para el cansado es el sueño en el césped, como

en el estío es apagar la sed con dulce agua en el arroyo

que salta. Y no sólo te igualas en la flauta, que

también en la voz a tu maestro. Afortunado muchacho,

tú [Mopso] después de él [de Dafnis], serás ahora el

segundo. Mas yo quiero decirte, comoquiera que sea,

a mi vez, estos versos a ti / y pondré en las estrellas a

50

tu Dafnis. Llevaré hasta las estrellas a Dafnis, también

a mí Dafnis me ha querido.
[Pg. 132]   Mopso. Pero ¿es que habría para mí mayor recompensa

que esa? Porque el muchacho mereció ser cantado

y, además, Estimicón ya tiempo hace que me

alabó esos versos.

Al comenzar el comentario a la égloga ha negado Vives carácter alegórico a éste y a los otros dos diálogos que preceden o siguen a las canciones de ambos pastores. Más bien estos diálogos, según él, eran un recurso necesario, añadido por Virgilio para adaptar a Julio César y a su muerte la profecía de la sibila, que el poeta pagano no había podido entender en sentido alegórico-cristológico. Sin embargo, el pasaje (v. 45) sugiere a Vives una consideración piadosa mediante una simple comparación: si Menalcas había oído con tanto agrado aquellos versos sobre la muerte de César, cuyas consecuencias amargas, perjudiciales o inútiles, habían sido siempre tan negativas, con cuánto mayor agrado hemos de recordar la muerte de Cristo, de la que se siguió la salvación eterna para el género humano.

Según la interpretación de Vives al v. 8, Mopso se había indignado, cuando Menalcas inoportunamente, "en broma", afirmaba que Amintas era el único rival con quien Mopso podía competir. Ahora (al v. 48) Menalcas, despreciando a Amintas, exalta a Mopso, estimándolo semejante a su propio maestro. Porque si antes, en los versos 16-18 ya había valorado a Mopso por delante de Amintas, lo había hecho -según piensa Vives- para aplacar el enfado de Mopso; pero ahora (al v. 48) lo dice "con más verdad" y no de improviso como antes, cuando lo hacía movido por las circunstancias, para aplacar a Mopso.

Entiende Vives, en efecto, aquí (al v. 50) que Virgilio había expresado, mediante el adjetivo posesivo "tu" en las palabras "tu Dafnis", una especial relación que unía a Mopso con Dafnis, pero afirmada además y puesta en labios de Menalcas que habla en 1.ª persona; en el v. 51 dice Menalcas: "Llevaré hasta las estrellas a tu Dafnis, ...también Dafnis a mí me ha querido". Piensa Vives que esta relación consistía tan sólo en que Mopso había mencionado ya con anterioridad a Dafnis (como si Menalcas dijera "Dafnis del que estás hablando"). O, en otra alternativa, lo que habría tratado de afirmar era una relación de Mopso con Octaviano más íntima y familiar que la que tenía el mismo Menalcas con este último. Octaviano habría sido designado aquí (al v. 51) por Vives con la palabra "el heredero" sin más, porque [Pg. 133] efectivamente fue heredero de su padre adoptivo, el dictador Julio César, a quien Virgilio, según Vives, designaba en la égloga con el nombre de Dafnis (vid. supra). En todo caso, la disyuntiva no permitía aclarar con certeza a Vives cuál de los dos pastores representaba a la persona de Virgilio en la poesía de forma clara y terminante. Sin embargo dirime la cuestión a favor de Menalcas, porque Virgilio "nunca fue conocido de Julio César" (al v. 52), mientras que Menalcas afirma que a mí "Dafnis (Julio César) me ha querido" y no otra es la razón por la cual "llevaré hasta las estrellas a tu Dafnis" (a pesar de que Virgilio tenía con Octaviano, su heredero, una relación de amistad aún más íntima y familiar que él).

A las palabras de Menalcas responde Mopso, ya aplacado después del enfado que Vives le había atribuido al comentar los versos 8 y 48. A la modestia con que Menalcas se había prometido corresponder, no sabía cómo, a la canción de Mopso ("sea como sea"), éste (al v. 53) le augura los mejores resultados, dada la abundancia de la materia utilizable en aquel encomio (que Dafnis bien merecía) y dado también que un tal Estimicón conocía ya esos versos y se los había alabado a Mopso.

[L. Vives al v. 45]

"Tus versos son para mí... como...". Si esta poesía acerca del asesinato de César -amargo, por lo demás, para los amigos de Octaviano, que perjudicó a muchos y no aprovechó a nadie- tan grata fue al pastor [a Menalcas], ¿qué será para nosotros el recuerdo del suplicio de Cristo, por el que redundó la salvación eterna para el género humano?

[L. Vives al v. 48]

"Y no sólo te igualas en la flauta...". Mopso, furioso por la mención que [Menalcas] había hecho de su rival [de Amintas en el v. 8], le había dicho [v. 15]: "Tú después mándale a Amintas que compita"; por eso, ahora [v. 48] Menalcas, despreciando al competidor [de Mopso, o sea, a Amintas] proclama a aquel [a Mopso] igual a su maestro y esta alabanza le resulta tanto más agradable a Mopso, porque la anterior "Todo lo que el lánguido sauce, etc." [v. 16 ss.] podía parecer 6 que había sido pronunciada y añadida para suavizar [Pg. 134] su ánimo irritado; pero ahora, como se había podido comprobar con su canto [v. 20-44], resultaba más veraz y basada en un juicio más seguro, que nacía de la experiencia y no de improviso.

[L. Vives al v. 49]

"Afortunado muchacho...". Exclamación [de Menalcas] no sólo de aprobación sino también de admiración por aquel canto.

[L.Vives al v. 50]

"Mas yo... comoquiera que sea...". Aprueba [Menalcas] el canto de Mopso, hasta el punto de decir que él no va a hacer otros versos parecidos, pero que de cualquier modo cumplirá con su turno y cantará su canción.

[L. Vives al v. 51]

"...a tu Dafnis...". "Porque tú [oh Mopso, a Dafnis = Julio César] lo has recordado y alabado antes [v. 20-44], o porque tú estás más vinculado con su heredero Octaviano [hijo adoptivo de Julio César].

[L. Vives al v. 52]

"...también a mí Dafnis me ha querido". No puede entenderse esto como referido a Virgilio, ya que éste, según creo, nunca fue conocido de [Julio] César ni siquiera visto por él; porque Virgilio [nacido el año 70] era aún un muchacho [?] cuando [Julio] César fue asesinado [el año 44]. Tampoco vio ni oyó nada de Virgilio Cicerón, que apenas sobrevivió dos años a César. Además es falso lo que escribe no sé quien en una vida de Virgilio lo mismo que otras muchísimas noticias tomadas allí de conversaciones o habladurías de la gente: que Cicerón exclamó: "¡Otra esperanza de Roma la grande!". Así, pues, el que habla aquí en persona de Menalcas es mayor en edad que Virgilio; sin embargo, es dudoso saber quién es la otra persona que [si no es Menalcas] representa a Virgilio. Con razón celebra las alabanzas de alguien que lo habría amado y ¿a qué no está obligado el que es amado, que no mira los bienes del amante, sino al propio amante?

[Pg. 135] [Vives al v. 53]

"Pero ¿es que habría para mí...?" "Blanda respuesta" -según dijo el Sabio [Proverbios 15, 1]- "desbarata la ira". Mopso, ya más aplacado y agradable, responde a lo que [Menalcas] había dicho: "comoquiera que sea" [v. 50]. "Es más, no dudo" -dice- de que tu canción va a ser muy buena, porque el asunto da de sí tanto y, además, porque ya hace tiempo que me la alabó Estimicón, que yo estimo puede decidir en este asunto y, por eso, consideraré un gran regalo poderla oír.

IV CANCIÓN DE MENALCAS (v. 56-80)

El canto de Menalcas desarrolla el lugar común de la "consolatio", completando así el esquema de los epicedios. El motivo consolatorio es la entrada de Dafnis en la mansión de los dioses en el cielo (v. 57). El pensamiento se amplía con la alegría que de ello repercute en la tierra: en bosques y en el dios Pan, y en pastores y Dríadas (ninfas de los bosques), asimismo se amplía con la paz de que gozan rebaños y ciervos, libres de engaños de lobos y cazadores; los montes manifiestan su gozo y rocas y arboledas anuncian al propio Menalcas la apoteosis de Dafnis en el cielo (v. 58-64). A él, como a un dios se le dará culto lo mismo que a Febo (v. 65-75) y a Baco y a Ceres (v. 76-80).

[Virgilio V, 56-80]

 

  Menalcas. Dafnis, resplandeciente, admira el umbral

del Olimpo nunca pisado por él, y a sus pies contempla

nubes y luceros. Por eso, gozoso placer embarga

a los bosques y a cuanto hay en los campos, a

Pan, y a los pastores y a las doncellas Dríadas. Al

rebaño no acecha ya el lobo ni a los ciervos la trampa

de las redes, / que Dafnis en su bondad tan sólo

60

quietud ama. Montes en los que jamás entró el hacha

también alegres hacia los astros lanzan sus voces,

también los riscos resuenan ya en cantos y hasta los

matorrales: "¡Dios, un dios es él, oh Menalcas!" ¡Sé tú

65

[Pg. 136] bueno y bienhechor con los tuyos! Aquí hay cuatro

aras: / mira, dos para ti, oh Dafnis, y otras dos, altares
para Febo. Prepararé para ti todos los años dos

copas espumantes de fresca leche y dos crateras de

pingüe aceite; y alegrando yo, como el que más, los

convites con abundante licor de Baco, derramaré con

mis copas junto al fuego, si hace frío, si es en la siega,

a la sombra, / vinos de Ariusia [famosos, de la isla de

70

Quios], cual néctar recién libado. Cantarán para mí

Dametas y Egón el de Licto; a los sátiros danzantes

remedará Alfesibeo. No te faltará nunca esto a ti,

cuando cumplamos votos solemnes a las Ninfas, ni

cuando purifiquemos los campos. /Mientras el jabalí

75

ame las serranías y los peces amen los ríos, las abejas

el tomillo liben y el rocío las cigarras, así también

siempre perdurarán tu honra, tu nombre y tu alabanza.

Como a Baco y a Ceres así a ti con votos se obligarán

los labradores todos los años, y también tú,

oyéndolos, harás que tengan que cumplirlos. /

80

Vives reanuda aquí (v. 56-80) sus alegorías cristológicas, centradas ahora en torno a las realidades que siguieron a la muerte de Jesús, como fueron su ascensión y su reino eterno. En cuanto hombre, Cristo goza al contemplar cómo, según se lee en las Escrituras, todo le está sometido (al v. 56): los seres todos del cielo y de la tierra, representados en la égloga por las nubes los de la tierra y por las estrellas los del cielo (al v. 57). Esta alegría es la que dimanó después de la ascensión, sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y luego sobre todos los hombres (al v. 58). Esta es la paz de Cristo, representada alegóricamente en la convivencia pacífica de lobos y rebaños y en la paz de que disfrutan los ciervos, libres de los peligros de la caza (al v. 60-61). Aquí Vives ha citado, sin duda, de memoria, un conocido texto de San Pablo (Filipenses 4, 7), que habla propiamente no de la paz de Cristo -como escribe Vives- sino de la de Dios: ella es la que supera, porque iguala, los más diversos sentimientos mediante la caridad, que aleja los peligros y aporta seguridad. Y como Dafnis ama el descanso, así es como la caridad es para Cristo precepto peculiar suyo, paz y herencia que ha dejado a los suyos. La alegría de que habla Virgilio con la 75 80 [Pg. 137] que los montes "hacia los astros lanzan sus voces" (v. 62) es la que nos invade, cuando "el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones por Jesucristo". Vuelve a citar Vives aquí a San Pablo con cierta libertad, ya que lo que éste dice es que "la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (Romanos 5, 5). Llenos, pues, de esta alegría (que despierta el Espíritu Santo), es como confesamos la divinidad de Jesucristo; y lo prueba aduciendo un texto de San Pablo y otro de Jesús contenido en el evangelio de San Mateo. Vives identifica a los montes, las rocas y los arbustos con los próceres (jerarquía) y los doctores, con los de mediana condición y con el pueblo más bajo de la Iglesia, respectivamente, acordes todos ellos en confesar y adorar la divinidad de Jesucristo.

En el v. 64 los elementos de la naturaleza dirigen a Menalcas una exclamación y en ella proclaman a Dafnis como un dios. Al comentar Vives el pasaje retrocede por un momento a la situación de duelo y tristeza por la muerte de Cristo, que parecía haber abandonado. En este verso 64 sitúa Vives el paso de la tristeza a la consolación, exhortando a las alegrías y esperanzas de felicidad que suscitó en los suyos el Resucitado. En la exhortación parafrasea las palabras que a María Magdalena le dirigieron los ángeles cuando lloraba junto al sepulcro y ve en ellas representadas alegóricamente las palabras que en Virgilio aparecen dirigidas al pastor Menalcas: "Mujer, ¿por qué lloras?" (Juan, 20, 13) y "Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" (ibíd. 20, 15). Adapta aquí en singular a la Magdalena las palabras dirigidas, según Lucas (24, 5), en plural a las mujeres ("¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?"). En el verso siguiente (65) transforma Vives la exhortación en plegaria y petición de que Cristo con su ayuda haga realidad lo que promete al cumplimiento de sus mandatos y haga asimismo del todo suyos a los que le imploran.

La alusión de Virgilio (v. 66) a los sacrificios paganos en honor de Dafnis y de Apolo hace difícil a Vives pensar que procede de la Sibila y mucho menos que tales sacrificios admitan una interpretación alegórico-cristológica. Con gran amplitud describe Virgilio un sacrificio que Vives cree ofrecido a Apolo (v. 65-75) y no a Dafnis, a pesar de que es Dafnis y no Apolo el mencionado en 2.ª persona en los versos 66-68. Consecuente con este supuesto y pensando que se trata del sacrificio ofrecido a Apolo, señala Vives las razones que pudieron mover a Virgilio a dar mayor extensión a la descripción del rito. Estas [Pg. 138] razones no fueron otras que la relación de Apolo con la poesía pastoril, con los poetas e incluso con el emperador César Augusto (hijo adoptivo de Julio César). Sin embargo, la especial relación de Augusto con el dios Apolo, a quien éste atribuyó la victoria definitiva de Accio, que puso fin a las guerras civiles en el año 31 a. de Cr., era todavía inexistente en el año 40, cuando Virgilio escribía la obra.

Si, por el contrario, estos versos procedieran de la Sibila, en ellos se significaría -así lo explica Luis Vives- el culto a la humanidad de Cristo en el de Dafnis y a su divinidad en el de Apolo. Por eso habla de cuatro aras, dos de las cuales serían para el héroe-semidiós Dafnis y dos -que propiamente habría que llamar "altares" ("altaría")- para el dios Apolo; y aun podría apoyarse entonces la identificación de Febo (Apolo) con Cristo, puesto que Cristo es el sol (Febo) de la justicia y la verdad (al v. 65). Sin embargo, la diferencia entre "ara" y "altaria" (piedra sacrificial dedicada a un mortal luego divinizado o a un dios respectivamente) no encuentra apoyo lexicográfico actualmente. Este culto será celebrado con alegría, puesto que Cristo ahora vive y reina y es mediador de paz y gracia ante el Padre (al v. 69); asimismo este culto y su sacrificio se celebrarán en la Iglesia sin fin, mientras exista el género humano, según el texto de la institución de la Eucaristía ampliado en el Canon romano de la Misa ("testamento nuevo y eterno; cf. I Corintios 11, 26 "hasta que venga"); finalmente, lo mismo que a Baco y Ceres, dioses del vino y del pan, sumamente necesarios para la vida, así se ofrece también el sacrificio a Dios no menos poderoso que aquellos (hipérbole atribuible a un "lapsus calami") para atender nuestras súplicas (!) (al v. 79).

[L. Vives al v. 56]

"Resplandeciente... que no acostumbraba...". Primero ha cantado la Sibila la muerte, y aquí la ascensión a los cielos y eternidad de su reino. La humanidad de Cristo elevada al cielo goza al contemplar que todo le está sometido y así lo aprendemos en las Sagradas Escrituras.

[L. Vives al v. 57]

"...nubes y luceros...". Todos los seres del cielo y de la tierra [le están sometidos].

[Pg. 139] [L. Vives al v. 58]

"Por eso gozosos los bosques...". De la Ascensión de Cristo al cielo provino máxima alegría, primero, a los apóstoles por la misión del Espíritu Santo y, luego, a todos los hombres. "Al subir -dice [San Pablo, Efesios 4, 8]- a lo alto llevó cautiva consigo nuestra cautividad y dio dones a los hombres".

[L. Vives al v. 60]

"Ni acecha el lobo al rebaño ni las redes...". La paz de Cristo, "que excede todo sentimiento" [cf. Filipenses 4, 7] supera los sentimientos de los más altos con los de los inferiores, los sentimientos de ferocidad con los de mansedumbre, los de los astutos con los sencillos, puesto que la caridad todo lo iguala y todo lo deja sin peligro y seguro.

[L. Vives al v. 61]

"...Dafnis en su bondad... ama el descanso...". La caridad, en efecto, es precepto peculiar de Cristo y es paz y herencia suya.

[L. Vives al v. 62]

"...con alegría... ellos...". El Espíritu Santo "ha sido derramado en nuestros corazones" por Jesucristo, dice Pablo [cf. Romanos 5, 5]. Repletos de alegría por ello, reconocemos quién es Cristo Jesús y confesamos que es Dios. Porque "nadie dice: ¡Señor, Jesús!, si no es en el Espíritu Santo" [I Corintios 12, 3]. Y en el Evangelio [Mateo 16,17] leemos: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque ni la carne ni la sangre te lo ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos". Pero los montes (las dignidades de la Iglesia y los más doctos de todos), las rocas (esto es, los medianos) y los arbustos (o sea, el pueblo más bajo), todos, confiesan abiertamente la divinidad de Cristo y la adoran.

[L. Vives al v. 64]

"¡Menalcas!". Afligido y lamentándose como está por la muerte de Cristo se le dice: "¿Por qué lloras tú? [cf. Juan 20,13 y 15] ¿Por qué no estás más bien muy alegre? Puesto que él es Dios.

[Pg. 140] ¿Por qué lo buscas, vivo entre los muertos?" [cf. Lucas 24, 5]. Es Dios y vive eternamente. Con ello vuelve la alegría a los corazones y la mejor de las esperanzas en nuestra felicidad. Y en el verso siguiente [65] implora además que confirme este augurio y quiera él que se cumpla lo que nosotros nos prometemos de él, siguiendo sus preceptos y su mandato.

[L. Vives al v. 65]

"Sé tú bueno y bienhechor con los tuyos". "Bien sea para los tuyos que en ti confían, que se unen a ti en todo lo que pueden y se refugian bajo tu patrocinio como en lugar de asilo. Y haz plenamente tuyos a todos los que te imploran".

"...aquí hay cuatro altares...". Quizá añadió esto Virgilio por su cuenta, de acuerdo con las costumbres de los paganos; pero se extendió mucho al hablar de Apolo, ya sea porque el asunto era pastoril, ya porque es el dios de todos los poetas, o a causa de César Augusto. Pero si esto procede también de la Sibila, entonces se significa con ello la adoración a la humanidad de Cristo en Dafnis y a su divinidad en Apolo. Por eso, en tal caso, mencionaría de Dafnis las aras y de Apolo el altar, porque el altar se dice de los dioses supremos, como las aras se dicen de los mortales que han sido divinizados; además de que Cristo es Febo, o sea, el sol de justicia y de la verdad.

[L. Vives al v. 69]

"...y con abundante... como el que más...". Los cultos a Cristo se celebran no con tristeza, como a un muerto, ni con silencio y luto, sino con alegría y regocijo, como a que vive y reina y es mediador eterno de nuestra paz y de la gracia ante el Padre.

[L. Vives al v. 74]

"Nunca te faltará esto a ti". El sacrificio de Cristo y su culto en la Iglesia no tendrán otro final que el del género humano y la transmutación del mundo. Dice: "Este es el cáliz del testamento nuevo y eterno". Pablo: "Cada vez que comáis este pan y bebáis del cáliz anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga".

[Pg. 141] [L. Vives al v. 79]

"Como a Baco y a Ceres...". "Lo mismo que a los dioses que son sumamente necesarios para nuestra subsistencia y sin los cuales los hombres no podemos conservar la vida, así también a ti [oh Dafnis] se te harán votos y tú no puedes menos que ellos, porque, del mismo modo que ellos acceden a las súplicas así también lo harás tú".

V. DIÁLOGO FINAL (v. 81-90)

En el diálogo final intercambian los dos contrincantes regalos valiosos: una zampoña y un cayado de pastor (v. 81-90).

[Virgilio V, 81-90]

 

  Mopso. ¿Qué regalos a ti por tales versos daré?

Pues ni me agrada tanto el silbido del viento que llega

de oriente, ni las playas por las olas golpeadas, ni las

corrientes que bajan saltando entre pedregales por los

valles.

  
Menalcas. Antes yo te voy a regalar esta delicada

flauta de cicuta. / Con ella aprendí aquello de "Coridón

85

ardía por el apuesto Alexis " [égloga II 1]; y con

esa también aprendí lo de "¿De quién es el rebaño?

¿De Melibeo? " [égloga III 1]

  Mopso. Pues tú toma para ti mi cayado. Antígenes

me lo pidió muchas veces, pero no se lo llevó (y eso

que entonces merecía mi afecto), precioso cayado de

nudos iguales y adornos de cobre, Menalcas. /

90

[L. Vives al v. 86]

"Este... me... por el hermoso...". De esto algunos podrían colegir que Menalcas, es Virgilio, pero no parece que sea así, porque Virgilio no suele poner por delante de otro a la persona que él asume: "Tú eres mayor y es justo que yo te obedezca, Menalcas" [v. 4]; y cuadra mejor a Virgilio aquella alabanza: "Y no sólo te [Pg. 142] igualas en la flauta, sino también en la voz a tu maestro" [v. 48]. Quizá son dos pastores distintos, dejada de lado la persona de Virgilio.

Comentando este pasaje (al v. 86), Vives tan sólo observa que Menalcas no puede representar en la égloga, contra lo que piensan algunos, a Virgilio, porque éste no suele atribuirse en la obra una dignidad superior, preponderante sobre el otro pastor. Así puede comprobarse en los versos 4 y 48, que Vives cita. Y aún admite Vives la posibilidad de que el autor, Virgilio, no haya querido aparecer representado por ninguno de los dos personajes.

Dafnis no es más que un símbolo, es decir, un signo en el que se da "un rudimento de vínculo natural entre el significante y el significado". 7 Dafnis es pastor y creador de la poesía bucólica. En Virgilio 8 es, además, símbolo de la belleza que él con su propia belleza comunica a este mundo bucólico: Dafnis da belleza completa a los suyos (v. 34). Finalmente, el contraste entre ambas canciones -la triste de Mopso y la alegre de Menalcas- añaden un nuevo rasgo que complementa el simbolismo. La muerte de Dafnis significaba alejamiento de los dioses protectores del campo y de la poesía -Pales y Apolo (v. 34 s.)- y proliferación de plantas inútiles y carentes de belleza (v. 35-39). En su apoteosis, Dafnis vive en el cielo entre las estrellas una vida divina (v. 51-52, 56 ss., 64), comparable a la descrita en el Sueño de Escipión, de Cicerón, y en otros autores antiguos y ama la paz (v. 61). 9 Luis Vives, en parte y con él coinciden algunos eruditos modernos- 10 pone en relación este rasgo significativo con la historia de Roma. Dafnis llorado por su cruel muerte y deificado luego en el cielo simbolizaría la muerte cruel y la apoteosis de Julio César, que tuvo lugar en aquellos tiempos, el 4 de julio del año 42 a. de Cr. con ritos religiosos. 11 Queda abierto así el camino para ver en la oración y culto [Pg. 143] que la égloga promete a Dafnis (v. 65-80) las esperanzas de paz que en medio de las luchas civiles se concebían a la sazón en Roma, igualmente expresadas, por otra parte, en otras églogas, como la IV.

Dafnis no pudo representar, contra lo que se pensó en la antigüedad a Flacco, un hermano de Virgilio, muerto prematuramente, puesto que no cuadran con él, como simple mortal que era, los predicados que se atribuyen a Dafnis en estos versos. 12

En cambio, el tránsito de la primera canción a la segunda, del luto al gozo, lo hemos intentado justificar arriba y, en todo caso, lo justifican los poetas latinos y griegos en los epicedios y en los antecedentes de estas composiciones que se remontan hasta Arquíloco. Contra este cambio de actitud psíquica tan humano se muestran reacios los filólogos modernos. 13 Bien es verdad que en este contexto Büchner 14 habla "de la fuerza de purificación del luto, en cuanto que éste es superado en la 'nueva' canción".

Otros personajes secundarios no llegan a identificarse. Así Amintas, competidor de Mopso en el canto, queda fuera de la égloga y tan sólo es mencionado en ella de pasada (v. 8-9), como posible participante en el certamen, inferior siempre a Mopso, según afirma Menalcas (v. 15-20).

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1 Vid. mi tesis doctoral Die Trauer- und Trostgedichte in der römischen Literatur, München, 1962, págs. 113 ss., 118.

2 Vives extiende a "deinde" el matiz de indignación que efectivamente tienen a veces las frases interrogativas iniciadas en griego por eta y en latín por "itane (vero)"; vid. Liddell-Scott, A Greek-English Lexicon, Oxford, 1940, s. v.; vid. también Oxford Latin Dictionary, s. v. "ita" 12.

3 Vid. Knaack, RE IV 2 (1901), s. v. Daphnis 1), 2143, 28.

4 El culto a Roma y a Venus, madre de los romanos, como expresión de lealtad al Estado, no está documentado hasta el año 121 d. de Cr.; vid. K. Latte, Römische Religionsgeschichte, München, 1960, pág. 317.

5 Vid. Schur, RE XIII 1 (1926), s. v. Liber pater, 75, 16: "Ya César edificó un templo a un Dióniso, quizá oriental, con el nombre de Liber, en Roma (Serv. Ecl. 5, 29)".

6 Corregimos la evidente errata "videre" (en la edición de Mayans) por "videri" (en la edición príncipe).

7 Vid. F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, 1968, pág. 369, s. v. símbolo; y también arriba, pág. 101 con nota 5.

8 Dentro de la amplia evolución que experimentó la figura de Dafnis en el mundo de la mitología (vid. Knaack 1. c. 2142 ss.), en nuestra Égloga V y en Silio (XIV, 466) representa un caso de ficción libre; vid. ibíd. 2146, 24.

9 Vid. Büchner, RE VIII A 1, 1216, 8.

10 Vid. Suetonio (César, 81) y Büchner, 1. c. 1218, 44 ss.

11 Vid. Büchner, 1. c. 1218, 50-58.

12 Vid. ibíd., 1218, 35 ss.

13 Vid. ibíd., 1215, 24-47.

14 Vid. ibíd., 1215, 51.

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