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Juan Luís Vives - Índice... > Epistolario de Juan Luis Vives > Juan Luis Vives a Erardo de la Marca

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Texto

[Texto latino en imágenes]

22. VIVES A ERARDO DE LA MARCA

 

JUAN LUIS VIVES AL RVMO. DON ERARDO DE LA

MARCA, OBISPO DE LIEJA Y ARZOBISPO ELECTO DE

VALENCIA, SALUD

¿Para quién será mí primera felicitación, Rvmo. Padre y Príncipe Ilmo., por haber sido nombrado arzobispo de Valencia, para ti o para mí y para mis conciudadanos? Para ti, a quien ha correspondido ese arzobispado que tanto por la condición cristiana de su pueblo, como por la amenidad de la región 1, no puede menos de serte muy placentero y agradable. 2. Aquella gente es por su natural alegre, bullanguera, entusiasta, afable, obsequiosa, obediente; para con sus príncipes y magistrados tiene singular gratitud y benevolencia y un celo increíble para las cosas de la Iglesia, y las órdenes de sus sacerdotes las cumple con diligencia y sumisión. La nobleza que hay en esa ciudad es grande en número, espléndida, maravillosa, magnífica, modelo de cortesía y humanidad, de cuya familiaridad y trato nunca se apoderará de ti ni el enojo ni el hastío. 3. Aquella región bañada, como cantó Claudiano, por el hermoso Turia, con sus flores, sus rosas, sus riberas, goza de una tierra fértil, tanto que no existe en ningún lugar del mundo ni fruto, ni mies, ni linaje alguno de hierba saludable, que no lo produzca ella y lo ofrezca de modo ubérrimo. Su campo es tan hermoso y ameno, que no hay estación del año en que sus prados y sus muchos árboles no estén vestidos primorosamente de flores, de vitalidad y variedad de colores. 4. Su clima es claro, puro, suave, indulgente; ni áspero por el rigor del frío, ni encapotado de nubes, ni extenuante y encendido de calores sofocantes, y así, gracias a su clima tan admirable, la salud de todos sus habitantes es óptima a lo largo de toda la región, y su vitalidad exuberante y segura. Pero estos elogios, que tal vez no sean propios ni de este lugar ni de este momento, son mayores que los que pueda abarcar una simple carta. Yo en particular me veo obligado a hablar con más pudor por tratarse de mi propia patria, que si hablara de mi persona, para no dar lugar con mis palabras a ninguna sospecha de jactancia.

5. Pero también nosotros tenemos que alegrarnos sobremanera porque hemos tenido la suerte de que nos asignaran un tal y tan gran prelado, de quien esperamos que regirá aquella iglesia de tal forma que la luz de su continencia, de su doctrina, de su caridad, de su santidad de vida brille a la posteridad con todo resplandor. Y no dudo que estas virtudes aumentarán en él con el gobierno de nuestra iglesia y ello con el ejemplo de tu vida, ya que no puede haber para tus sacerdotes ni mandato más eficaz, ni prescripción más urgente. 6. Y te digo todo esto cara a cara y con no menos respeto, para que nadie me tache ahora de adulador, como antes me pudo tildar de jactancioso, ya que ambas cosas responden igualmente a la más diáfana verdad. Por eso, en previsión de aquel momento, en que tú tanto a nosotros como a los demás nos has de hacer, como espero, tan felices y tan rebosantes de toda virtud, me entretuve en componer sobre este punto una especie de Sueño, como introducción al Sueño de Escipión 2. 7. Añadí una Vigilia mía al mismo Sueño de Escipión. Este libro constituye un doctrinal para la formación e instrucción del príncipe perfecto en el gobierno del Estado, ya que no hay en toda la filosofía ocupación más noble y más divina que ésta. Y no anduve buscando títulos sublimes, prometedores de grandes cosas. 8. Lo llamé Sueño, porque ¿qué puede pensarse más humilde y llano que esto? ¿Qué más trivial? Es como decir fruslerías. En efecto, no quiero que se tenga por realidad lo que yo digo, aunque algunos se me enfaden. Y luego, la Vigilia, tratadito muy parecido al anterior, título éste que puso a su obra Bibáculo, poeta con mucha sal. Y, a decir verdad, mucho tuve que velar en la exposición de este Sueño, porque la mucha y variada sabiduría que contiene requiere un expositor bien despierto y dueño de sí y a la vez lleno de una imaginación sosegada y sobria.

9. Ambos trataditos te los dedico a ti, Ilustrísimo Príncipe, con todo derecho. El primero, porque tú, según tus fuerzas, que no son exiguas, contribuirás eficazmente al advenimiento de esa edad de oro, tiempos de felicidad, que yo, aunque soñando, presagio al mundo. El segundo, como al que está llamado a gobernar el estado de nuestra iglesia, que yo desearía el más feliz de todos, a quien quisiera que fuera propuesto como ejemplar y dechado más completo del más acabado príncipe, a cuya imitación se amolde y cuyas huellas siga, como tú lo haces. Adiós.

Lovaina, 28 de marzo de 1520

Ma V 62-63

Ri I 603-604

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1 Vives, aunque alejado ya hace años de su querida Valencia, no puede ocultar su entusiasmo incoercible por la ciudad que le vio nacer. Su «laudes Valentiae» admiten un punto de comparación con los «laudes Italiae» de Virgilio y los famosos «laudes Hispaniae» de Isidoro de Sevilla.

2 En Hom Vi Louis J. Swift, de la Universidad de Kentucky, en Estados Unidos, acaba de publicar un estudio muy detenido poniendo en parangón el «Sueño de Vives» y el «Sueño de Escipión», de Cicerón. Su título es: «Somnium Vivis»» y el «Sueño de Escipión». Hom Vi págs. 89-112.

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