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Gregorio Mayans y Siscar -... > Bibliografía > Biografía - Don Gregorio... > VI. El solitario de Oliva (1739-1767). La buena acogida de los europeos

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VI. EL SOLITARIO DE OLIVA (1739-1767)

La buena acogida de los europeos

Los estudios de Vicente Peset, con su capítulo "Els amics estrangers de Mayans", incluido en Gregori Mayans y la cultura de la Il·lustració (1976), y los articulos de Mestre sobre las relaciones con Muratori, Meerman y los corresponsales alemanes publicados en Influjo europeo y herencia hispánica (1987) y completados por las cartas de don Gregorio en su Epistolario, Mayans y los libreros publicado por el mismo Mestre en 1993, han demostrado hasta la evidencia la importancia de las relaciones culturales de Mayans con los hombres de letras de Europa. Pero el contraste entre la frialdad, y aun hostilidad, con que fue recibida la obra de don Gregorio en España y la calurosa acogida con que fue aceptada en Europa, continúa siendo un hecho difícil de explicar.

Las razones del contraste son múltiples. Factores políticos, en primer lugar. Mayans era miembro de una familia austracista, como ya vimos, y la herencia política familiar fue motivo de protección del cardenal Cienfuegos, pero al mismo tiempo se convirtió en una acusación fácil para sus émulos, y de motivo de desconfianza de los políticos, empezando por Patiño. Al origen familiar austracista se unió pronto la independencia intelectual de don Gregorio que no aceptó las directrices culturales fomentadas por el Gobierno central y las instituciones (Reales Academias de la Lengua y de la Historia) y de los círculos literarios de la Corte (Diaristas o feijonianos). A todo esto, habría que añadir su formación humanista que lo entroncaba con la mejor tradición humanista española, erasmistas y humanistas cristianos, frente al influjo francés propiciado por los grupos cortesanos. Estaba, además, su crítica, sistemática, racional y metódica, que censuraba la hipocresía cultural en la interpretación del pasado o de las falsas glorias del momento. Y esta crítica provocó resentimientos en quienes no se consideraban bien tratados, o cuando veían nuestro pasado observados con objetividad y rigor y no coincidentes con su interpretación política. Todo ello, al margen de la fácil excusa del carácter difícil del erudito, que fue un mito, creado en parte por sus émulos que no perdonaron su independencia, y en parte por los mismos favorecidos (como Jover) que la utilizaron para justificar la ingratitud. Estas razones explican que el planteamiento cultural de Mayans sea el de un solitario, bien simbolizado por su aislamiento en Oliva durante los años más fecundos de su vida

Los planteamientos de reforma y los proyectos mayansianos fueron ignorados y marginados por el poder y los círculos dominantes. Don Gregorio era un intelectual incómodo. En consecuencia, políticos, instituciones o grupos que se consideraban representantes de la cultura procuraron marginarlo. Así se explica la indolencia de sus "protectores" (Clarke o el marqués de la Compuesta), el silencio administativo de Patiño ante los programas reformistas, la acusación de antiespañol (Diaristas y Gobernador del Consejo de Castilla), oposición de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, la nula valoración de los trabajos regalistas, no premiados por Jover-Fèvre y conscientemente ignorados por Carvajal, la "quejilla" del P. Rávago por la actitud crítica mayansiana, la pregunta de Ensenada por el "genio acre" del erudito o el desprecio del duque de Huéscar.

Con ello los poderes fácticos ¿políticos, eclesiásticos, culturales¿ despreciaban la línea reformista mayansiana: la crítica constructiva, el desmontaje del mesianismo político-cultural basado en una historia fingida o adobada, la herencia del humanismo erasmista contraria a una religiosidad hueca, la oposición al afrancesamiento cultural... Miradas las cosas con frialdad, a la distancia de dos siglos y medio, era muy difícil que la sociedad hispana de la primera mitad del XVIII pudiera comprender la mentalidad de don Gregorio y los proyectos reformistas expuestos con rigor.

El contraste con Europa resulta evidente. Celebrado con elogios, consultado con interés y criticado con respeto, don Gregorio encontró en los hombres de letras europeos afinidad intelectual y de espíritu. Las diferencias políticas o religiosas no impidieron una colaboración intelectual fructífera. Buscaban en España un interlocutor válido y Mayans lo fue.

Ahora bien, una serie de razones explican esta coincidencia. El hecho de haber quedado marginada España de las corrientes culturales europeas a lo largo del siglo XVII, suscitó un acusado interés por conocer el estado de nuestra cultura. Ante los tópicos desprecios de la Leyenda Negra, continuados por los racionalistas franceses (Montesquieu, Voltaire, Masson), otros hombres de letras italianos (Muratori), alemanes (Mencke, Plüer, Froben), suizos (Haller) u holandeses (Meerman), desearon conocer el estado de la cultura y el nivel de las publicaciones hispanas. El editor ginebrino Gabriel Cramer solicitaba noticias sobre libros recientemente aparecidos en España, "ya que no son conocidos por estos lugares". Meerman, por su lado, escribía a don Gregorio que "los libros editados entre vosotros son raros como navegantes en alta mar (y) pude componer un cuidado catálogo de aquellos libros que podían gustar a mi paladar" (15-V-1748). Y el agregado cultural inglés en Madrid, Darley-Waddilove, escribía en 1778 a nuestro erudito: "Yo soy un poco curioso y algunos de mis amigos también, y quieren aprovechar de mi residencia en España para obtener mejores luces de este país de (las) que se hallan en algunos libros que presumen haber hecho su descripción".

Frente a los tópicos de viajes ¿reales o ficticios¿ por España tan frecuentes en la época, o la información de nuestros gobernantes y de sus portavoces, más o menos oficiales, los hombres de letras europeos, serios y con espíritu ilustrado, prefieren los datos que les aporta el solitario de Oliva sobre nuestro pasado cultural o las novedades literarias. El rigor científico y el método riguroso en sus trabajos le hacen acreedor del respeto y confianza. El gran jurista alemán Heinecio, que admiró la Bibliotheca iuridica de don Gregorio, creyó oportuno replicar, dentro del mayor respeto, a la metodología utilizada por el valenciano. Y respecto a esta crítica, que Mayans consideró un elogio, escribía Strodtman, el autor de Geschichte des edlen Herrn Gregorius von Mayans (1746): "Es una pena que Mayans no haya leído los nuevos epistolarios, pues sus juicios son cortos, fundamentados. Heinecio, que propone muchos epistolarios para cartas filosóficas, matemáticas, filológicas, críticas, teológicas, preconiza para las cartas jurídicas sólo el de Mayans". En esa línea, Muratori escribía al mismo Mayans: "Si España tuviera seis hombres, tan justamente animados e impertérritos en su carrera hacia de las mejoras cosas con laudable celo como eres tú, el triunfo de las buenas letras entre vosotros estaba asegurado" (25-VI-1739). Y en otro ámbito político, social y religioso, el diplomático inglés en San Peterburgo, Louis de Visme, que residente en Madrid había vistado a Mayans en Oliva, manifestaba su alegría porque le habían asegurado que nuestro erudito vivía "ocupado en desterrar la barbarie escolástica y en establecer en los estudios el imperio de la razón".

En el ambiente propio de esa disponibilidad, hay tres cualidades en don Gregorio que lo hacen especialmente aceptado en Europa: crítica, obsequiosidad y tolerancia. Crítica de nuestro pasado, como vimos, y del momento que le tocó vivir, aplicada a la historia, a la literatura o a la política. Pero también dispuesto a aceptarla y, en consecuencia, a corregir sus deficiencias. Además de la docilidad con que aceptó las críticas del deán Martí, tenemos el ejemplo de humildad con que aceptó la censura de Meerman a su trabajo sobre los incunables españoles destinado a Origenes typographicae (1768), porque el valenciano ignoraba importante bibliografía europea, la básica obra de Maittaire, entre otras. Mayans solicitó nuevas noticias a sus amigos, corrigió su trabajo según las indicaciones del jurista holandés y volvió a remitirlo a Holanda. Era la aceptación de la crítica como medio de reforma literaria y superación intelectual.

Frente a la tradicional imagen de un erudito uraño, orgulloso y displicente, está la realidad de un Mayans generoso y servicial. En realidad, era obsequioso con quienes se acercaban a él en busca de noticias literarias. Obsequiosidad con los estudiosos españoles, entre otros, con Burriel, en su larga correspondencia, con Flórez en la entrega de manuscritos personales inéditos y valiosos, con Finestres en la corrección de la Sylloge inscriptionum romanarum quae in Principatu Catalauniae vel extant vel aliquando extiterunt (1762), con el jesuita Mateo Aymerich cuando preparaba el Episcopologio de la diócesis de Barcelona... Los ejemplos podrían multiplicarse.

Pero si esta obsequiosidad con los hombres de letras hispanos no sirvió para ganarle las simpatías públicas, la generosidad manifestada con los europeos le hizo famoso entre los círculos literarios europeos. Ante la solicitud de una noticia o la sugerencia de un proyecto literario, don Gregorio trabajaba con los libros de su rica biblioteca y, si no podía complacer a su interloctor, preguntaba a sus amigos. En unos casos, compró los libros para enviarlos, en otros remitía su ejemplar y, en no pocos, mandaba los manuscritos. Sólo así se explica su colaboración con Meerman en Novus thesaurus Iuris civilis et canonici, en que su generosidad fue tal que el jurista y político holandés le dedicó el Conspectus en que presentaba en sociedad el proyecto de su ambiciosa obra. O las aportaciones a Opera omnia de Antonio Agustín emprendida por el editor de Luca José Rochi. Obsequiosidad con el conde de Linden, o con el editor ginebrino hermanos Tournes, y con tantos otros. Es una faceta de su carácter que honra a nuestro erudito y que le fue agradecida con generosidad por sus interlocutores europeos que la alabaron públicamente en muchas ocasiones, con no oculta envidia por sus émulos hispanos.

Y en una época de incomprensiones, en un país donde existía todavía la Inquisición, Mayans fue tolerante. Quizás el ejemplo más clamoroso fue aceptar la correspondencia literaria, aunque breve, con Voltaire, con todo el simbolismo que conllevaba, frente a la incomprensión de la confesada intolerancia de García de la Huerta. Don Gregorio, católico sincero e inconmovible, fue respetuoso con las ideas religiosas de sus corresponsales. Tolerancia no siempre comprendida. Finestres, más pacato y amigo de los jesuitas, manifestaba el reparo de que todos los miembros de la Academia Latina de Iena, que habían hecho académico al valenciano, eran protestantes. Pero don Gregorio aceptó el nombramiento con naturalidad y gratitud. Otros coetános no fueron tan prudentes. Así el jesuita Antonio Eximeno censuró, en presencia del erudito invitado al acto literario, sus relaciones intelectuales con herejes. Ante semejante noticia, Meerman escribió con delicadeza que se privaría de su apreciable correspondencia, si creaba problemas al valenciano. Pero la respuesta de Mayans fue tajante: el diálogo con personas de otro credo religioso no está prohibido y es practicado por papas y reyes. La correspondencia con Meerman le honraba y continuó, por supuesto, hasta la muerte del holandés.

Finalmente, el instrumento de su comunicación con Europa: la correspondencia en latín. Porque, aislado en Oliva, el único medio que tenía a su alcance para seguir la evolución cultural española y europea era la correspondencia, que utilizó profusamente y de manera continuada. Ahora bien, con los europeos se valió de su fabuloso dominio del latín, que continuaba siendo en el XVIII el vehículo transmisor de cultura. Las cartas de los extranjeros le llegaban escritas en castellano (Deville, Cramer, Tournes, Keene), italiano, francés o latín. Don Gregorio respondía en castellano, a quienes así le escribían. A los restantes ¿concretamente a holandess y alemanes¿ en un latín claro, preciso y exacto, que le servía como un instrumento de comunicación intelectual.

Como es lógico, Mayans no fue igualmente reconocido y apreciado en todos los países. Su formación y el carácter de sus estudios coincidían plenamente con las preferencias intelectuales de unas nacionaes, mientras eran menos apreciados en otros círculos intelectuales. Así los impresores Deville, cuando recibieron la solicitud de nuestro erudito de distribuir por Europa las Epistolarum libri sex, confesaron que no sabían si "serán recibidas con aplauso en los reinos extranjeros a donde los hemos de enviar para hacerlas conocer principalmenre en el Imperio, Flandes e Italia" (25-I-1732). En efecto, los Deville acertaron. La correspondencia literaria de nuestro erudito fue mejor acogida en esos tres países, donde el humanismo, la crítica histórica y la jurisprudencia teórica ¿campos de la actividad mayansiana¿ eran cultivados con mayor asiduidad. Don Gregorio había encontrado una lengua y un tema d estudio comunes. Estaba e su mundo.

   Meerman, el interlocutor ideal

Para entender el alcance de las relaciones culturales entre Mayans y los hombres de letras europeos es menester distinguir entre la receptividad del valenciano respecto a las corrientes intelectuales europeas y su difusión de la cultura española en Europa. Separar los dos campos resulta difícil, porque aparecen en la práctica íntimamente imbricados. Para una más clara exposición, me serviré de un método geográfico, señalando en cada caso la capacidad de recepción del erudito y sus límites de la realización de su gran ideal: difundir las aportaciones culturales hispanas en Europa, según los deseos de sus interlocutores.

Los inicios de su apertura a Europa ya los conocemos: las consecuencias de la crisis de 1730, con el conocimiento de los editores Deville para Francia, y del barón Schönberg para Alemania y Holanda. Conocemos, asimismo, las razones del escaso interés suscitado en Francia: despreocupación del cardenal Fleury a la Dedicatoria de Epistolarum libri sex, interés de los Deville por la jurisprudencia práctica, la negativa de los impresores de Lyon a editar las cartas latinas del deán Martí y, en el fondo, de los clásicos castellanos indicados por don Gregorio y, finalmente, el fracaso financiero de los Deville. Nuestro erudito les compró libros importantes de jurisprudencia (Godefroy, Tomasin, Gibert), humanismo (Vossius, Casaubon), historia (Graveson, o la Historia de las Indias de Herrera), teología (Duhamel), o las obras de Bacon de Verulam. Y en compensación envió obras españolas: su propios libros, Feijoo, Diccionario de la Real Academia, las Epístolas de Guevara, las obras de santa Teresa o de Ribadeneira. Esta frustración explica la marginación de los intelectuales franceses entre los corresponsales de Mayans. De encontrar buena acogida por parte de Fleury, o de los impresores Deville, ¿hubiera desarrollado don Gregorio una correspondencia continuada con los intelectuales franceses? Es una pregunta sobre un futurible, que nada resuelve. Lo cierto es que el conocimiento de las grandes aportaciones de la Ilustración francesa le vino a Mayans, como veremos, por medio de los impresores suizos.

Mejor acogida tuvieron las cartas latinas en Alemania, y la actividad difusora de Schönberg tuvo buena acogida en Leipzig, tanto por parte de Mencke en Acta eruditorum, como por parte de juristas (Heinecio, Everhard Otto) y de humanistas (Jenichen) que procuraron reeditar Epistolarum libri sex en 1737. Esta buena acogida explica que Strodtman publicara una biografía de don Gregorio, Geschichte des edlen Herrn Gregorius von Mayans , dentro de la gran colección de Geschichte jetzlebender Gelehrten Europas, aparecida en Celle en 1746. La Geschichte estaba basada en las noticias literarias incluidas en las cartas latinas .

Pero el verdadero esplendor de la relación de Mayans con Europa vino durante los años del retiro en Oliva y, sobre todo, a partir de 1747, en que aparece la figura de Gerardo Meerman. Los Deville habían facilitado a don Gregorio las señas de Iselin, con quien, como vimos, mantuvo una interesante correspondencia, aunque breve, basada en el proyecto de completar el Thesaurus Iuris de Everhard Otto, con la inclusión de juristas españoles. El proyecto pareció muy ambicioso a los editores suizos, Luis Brandmüller y Enrique A.Gosse, y quedó aparcado. Gosse alegó que, dadas las dificultades financieras, provocadas por la guerra, los españoles le debían 30 mil libras, y que los proyectos mayansianos tenían especial interés para España.

También fueron los Deville quienes propiciaron la relación de Mayans con Meerman. He aquí la noticia esencial, en carta de Pedro Deville del 16 de septiembre de 1747: "Envío a Vm. incluida una carta de monsieur Meerman, el cual, aunque no tenga más de 25 años, me parece hombre muy letrado y que merece mucho. Éste es caballero holandés muy curioso, con el cual he estado mucho mientras el poco tiempo que se ha entretenido aquí. Nuestras pláticas, habiendo estado siempre sobre las letras, no pude faltar de hablarle muchas veces de Vm. y encareciéndose la voluntad de establecer con Vm. correspondencia de letras, no pude también impedirme, de emplearme en esto, ofreciéndole de remitir a Vm. su carta; mucho merecería que me alargase sobre su asunto, pero ya he molestado mucho a Vm.". Fue el mayor servicio que hicieron los Deville a don Gregorio. Los proyectos que había expuesto a los europeos y no entendieron, o no pudieron realizar, los llevaría a cabo el holandés.

La respuesta de Mayans a Meerman fue rápida y de circunstancias. Expresaba su buena disposición, pero debía saber su interlocutor, que vivía aislado, sólo disponía de su biblioteca, aunque ofrecía sus conocimientos y sus libros. Y desde el primer momento aparece su idea básica: difundir la cultura española. Envió los libros solicitados, "y añadiré algunos míos, para que te dediques a la lengua española, de cuyo conocimiento no deben carecer los hombres eruditos, como tú ciertamentemente eres". Así, puesto que ya conocía la Bibliotheca hispana de Nicolás Antonio, le envió Escritores del reino de Valencia de Vicente Ximeno (7 IX-1747)). Meerman quedó gratamente sorprendido y envió dos índices de libros españoles que deseaba adquirir. Los índices estaban basados en la Bibliotheca hispana de N. Antonio, y en la Bibliotheca iuridica del mismo Mayans. Buscaba, en primer lugar, libros de jurisprudencia aparecidos después de la obra de Nicolás Antonio, pero también manuscritos de buenos autores para editar en Holanda. Estamos ante el primer esbozo del Novus thesaurus Iuris civilis et canonici. Pedía libros españoles, "de los que apenas tengo", y se ofrecía a enviar al valenciano lo que necesitara y no pudiera conseguirlos en España.

Muy pronto quedó claro que Mayans había encontrado la persona adecuada para llevar a cabo sus ideas de difundir la cultura española en Europa y lo aprovechó. Meerman informó del estado de los estudios de Jurisprudencia y de las Humanidades en Holanda y en el Imperio: la muerte de los grandes tratadistas, Schulting, Bynkershoek, Wieling, Barbeyrac y de Heinecio, "la gran luz de la Jurisprudencia en Alemania", así como la dedicación a la política de Otto y de Noordkerk, y la presencia de nuevos tratadistas alemanes (Senckenberg, Boemer y Ritter). No tardó el holandés en perfilar la idea del Novus thesaurus. En palabras de Meerman, "contendrá los mejores y más raros escritos de los más prestigiosos intérpretes que ilustraron ambos derechos desde fuentes limpias y letras huamans, que será la continuación del Thesaurus Iuris aparecido con prólogos de Otto". Ante semejante perspectiva, el valenciano pensó que debía esforzarse para que quedaran incluidas las obras de los grandes juristas hispanos, que habían sido marginados en la obra de E. Otto y, desde el primer momento, indicó que debían incluirse Antonio Agustín, Ramos del Manzano, Fernández de Retes, De exiliode Nicolás Antonio, Nebrija, González Téllez...

La idea inicial fue perfilándose. Mayans envió obras impresas, desconocidas por Meerman, y también manuscritos, solicitadospor Meerman que pedía "también, si pueden hallarse entre vosotros algunos códices manuscritos de buena nota y antiguos, sobre todo de autores clásicos de ambas lenguas". Una descripción minuciosa de la colaboración desbordaría los límites de esta semblanza biográfica, pero quede claro que se trata de una aportación de primera magnitud para el conocimiento de la historia de la Jurisprudencia española. Baste señalar las aportaciones mayansianas de las obras impresas, entre otros autores, de Ramos del Manzano y de Fernández de Retes, con algunas todavía manuscritas, de Altamirano, Fernández de Castro..., con las biografías de Ramos del Manzano y de Fernández de Retes. Conviene señalar, en este particular, la defensa de la paternidad de Juan Lucas Cortés respecto de la Sacra Themidis Hispanae Arcana, que había sido apropiada por el danés Franckenau y publicada en su nombre. Los argumentos de don Gregorio convencieron a Meerman, que le escribió complacido: "Leí, en primer lugar, con sumo gusto lo que escribiste más cumplidamente y con trabajo esforzado para reivindicar para su autor, Juan Lucas Cortés, los escritos que desvergonzadamente publicó Franckenau en su nombre" (14-VII-1751). Para Mayans constituyó una satisfacción personal reivindicar la valía intelectual de un novator, amigo de Nicolás Antonio, e iniciador de los estudios de crítica histórica en el campo de la Jurisprudencia. Un buen detalle por parte de Meerman: le gustó la Vida de Ramos del Manzano y, dado el interés de nuestro erudito por Juan Lucas Cortés, le regaló los manuscritos del jurista sevillano, que el holandés había comprado al adquirir la fabulosaa biblioteca del barón Schönberg.

Ahora bien, Meerman no estaba interesado exclusivamente por la Jurisprudencia. Deseaba conocer asimismo nuestros grandes humanistas, nuestros historiadores y las obras que iban apareciendo en el mercado español. El jurista holandés, con gran curiosidad intelectual y mucho dinero, se interesó por la cultura hispana en todos sus aspectos. Empezó pidiendo una serie de libros, nada fáciles de conseguir: las Cartas de Rúa contra Antonio de Guevara, los siete libros De la Música de Francisco de Salinas, las Bibliothecas griega y latina de Antonio Agustín, de Juan Bautista Cardona, de Pedro Núñez de Guzmán...Y, sobre todo, solicitó con insistencia la Biblia Políglota de Alcalá: "Si pudiera encontrar en ellos la Biblia de la edición complutense, deseo un ejemplar de óptima impresión y no roído por los gusanos, ni infecto de cualquier modo, y lo más importante del asunto, completamente perfecto de tal forma que esté también el Nuevo Testamento griego que se me ha dicho falta muchas veces" (20-VII-1748). Mayans pudo complacer a su amigo holandés. Compró un ejemplar perfecto del librero madrileño Mena, y en 1758 le envió una larga carta suya al embajador inglés Benjamín Keene sobre la composición y los biblistas que participaron en la edición de Alcalá.

Era imposible saciar la curiosidad de Meerman, pero el valencano cumplió su tarea de difundir nuestras aportaciones culturales en el campo del humanismo: compró por su cuenta y le regaló las Institutionum rhetoricarum libri quinque de Pedro Juan Núñez, envió las adiciones a los capítulos VIII y IX de la Minerva del Brocense y se ofreció a escribir su Vida, le regaló las obras de Fr. Luis de León y de Pedro Simón Abril. En ese sentido, Meerman, expresando su más profundo sentimiento, escribía a nuestro erudito: "Ciertamente mucho te debe España porque sacas a luz en la forma más brillante las más raras y excelentes obras de vuestro idioma, limadas por tus cuidados" Claro que, en compensación, el holandés envió a don Gregorio las mejores ediciones de los clásicos greco-latinos: Herodoto, Diodoro Sículo, Suidas, el Itinerario de Antonino, la Geografía de Ptolomeo, Hesiodo, entre otros, o, en otro campo, la Historia gothorum de Grocio. Valga, como anécdota, que Mayans consiguió por medio de Meerman una colección de cartas de Vives así como del erasmista Juan Gélida y de otro valenciano, jesuita en este caso, Pedro Juan Perpiná.

Y puesto que hablamos de historia, don Gregorio instruyó a su amigo holandés en el valor de los historiadores españoles. Meerman conocía a Nicolás Antonio, Mariana y Ferreras. Pero nuestro erudito le hablo de Ocampo, Garibay, Morales, y, metidos en meotología crítica, le explicó el valor de Juan Bautista Pérez, José de Pellicer, Nicolás Antonio, Mondéjar. Puede comprenderse con facilidad que enviara a Holanda la Censura de historias fabulosas de Nicolás Antonio, Obras cronológicas de Mondéjar, Advertencias a la Historia del P. Mariana de Mondéjar, Biblioteca valentina de Rodríguez, Escritores del reino de Valencia de Ximeno, Museo de Lastanosa, Biblioteca Lusitana de Machado...Desde esa perspectiva, resulta lógico que Meerman pretendiese comprar la biblioteca del beneficiado de la catedral de Valencia, Francisco Pascual Chiva. Meerman puso una condición: sólo la compraría si estaban los grandes historiadores españoles. Mayans fue el encargado de informar y aconsejar. Se trataba de 636 volúmenes y allí podría encontrar "muchísimos que tú deseas tiempo ha y de ningún modo pueden encontrarse venales. Está, además, la Historia de Ferreras con todos sus impugnadorres, libros que, además de no estar venales, se valoran en más de 100 florines" (5-XI-1757). Y, como el dueño sólo ponía una condición, vender la biblioteca en bloque, los libros fueron a engrosar la riquísima biblioteca de Meerman.

El jurista holandés quería conocer, además, el estado del mundo cultural hispano. Y don Gregorio le fue dando a conocer, sin marginar a sus émulos, los autores que pudieran interesar. Entre los juristas, preparó los Tractatus academici de su antiguo profesor Borrull, que quedaron inéditos, y aunque puso en contacto al holandés con Finestres y le alabó su Hermogeniano, estos trabajos no fueron editados por Meerman. Sólo el interés del holandés logró, después de muchas gestiones con los impresores, editar las Disputationes Iuris de don Gregorio (1752).

Y en el campo del humanismo y de la cultura en general, nuestro erudito envió a su amigo holandés la Bibliotheca arabico-hispano-escurialensis de Miguel Casiri, las Observaciones astronómicas y físicas de Jorge Juan y Antonio Ulloa, la Flora española de José Quer, y, no podían faltar, el libro de Velázquez, Ensayo sobre las monedas desconocidas de España, que suscitó la curiosidad de Meerman, y los 9 primeros volúmenes de la España sagrada de Flórez, "deseando de tí los restantes cuando aparezcan (donde) encontré muchas antiguas inscripciones y monedas, lo que no esperaba. Ojalá sean todas genuinas y estén copiadas con exactitud" (5-X-1755).

Y Feijoo. Dada la fama y méritos literarios de Feijoo, resulta curioso el juicio de Meerman. He aquí dos textos, que explican las razones de lo que deseaban los intelectuales europeos de los escritores españoles. "El año pasado conseguí el Teatro crítico de Feijoo junto con los escritos de aquellos que mantuvieron guerra literaria con el autor. Pero, aunque esta obra no debe ser privada de su mérito, es de poca utilidad para quienes conocen la lengua francesa e inglesa en que hay escritores mucho mejores en este género. Ciertamente siguió muchas veces los principios de los antiguos en filosofía natural, censurados con mucha razón por los modernos, lo que es menos de extrañar porque el nombre de Newton fue desconocido casi hasta ahora en España, divulgado entre vosotros por Ulloa y Juan, en cuanto sé" (23-IV-1755). No puede negarse que Meerman estaba bien enterado de la la lentitud en la penetrción de la ciencia moderna, y en concreto de Newton, en España.

Mayans debió quedar muy contento de la crítica de Meerman a Feijoo, y aprovechó para hablar del bajo concepto que tenía del benedictino, de sus escasos conocimientos en la retórica y en el latín. Pero diez años después, sin razón aparente, Meerman vuelve a hablar de Feijoo: "Sobre Benito Feijoo pienso como tú, varon esclarecido. Tuve en otro tiempo su Teatro crítico, pero después lo dí a un amigo, porque nada encontraba en él que no estuviese sacado de los escritos de Malebranche, Locke, Newton y otros filósofos" (23-XII-1765). A Meerman, por lo que se ve, le interesaba la jurisprudencia, el humanismo y la historia, y Mayans era un interlocutor válido. En cambio, el campo del ensayo y la divulgación científica, dominado por Feijoo, no despertaba el mínimo interés: nada aportaba a los estudios físico-matemáticos, más desarrollados en Europa que en España.

Claro que el mundo cultural holandés no quedaba reducido a Meerman, y don Gregorio conoció y mantuvo correspondencia con otros hombres de letras residentes en los Países Bajos

   Linden, Ruhneken, Hultmann y Burman

Aunque la mayoría de los corresponsales holandeses de Mayans vinieron propiciados por Meerman, el caso de Otto Friedrich, conde de Lijnden, vino gracias a Iselin. Éste había sido propuesto para la cátedra de Derecho Civil y Público de Leyden, que no aceptó por causa de su deficiente salud, pero habló de Mayans al noble holandés. Linden escribió a Mayans solicitando obras de Martí y de Mayans para publicarlas. Don Gregorio lamentó no poder enviar los manuscritos de Martí, porque, salvo el Etymologicon, los había remitido a Meerman, así como sus Disputationes Iuris. Y, como siempre, aprovechó la ocasión para enviar sus publicaciones: Antonio Agustín, Nicolás Antonio, Mondéjar. Linden las agradeció, asegurando que le hubieran producido mayor alegría, si hubieran estado escritas en latín. Al obsequio del valenciano, Linden correspondió con el regalo de la Historia Universal de J. A. de Thou, (7 vols.). Además, Linden envió De rebus bello Pannonico ab Eugenio Principe gestis, de Guido Ferrari, con un prólogo de C.V. Vonck, Consejero del Elector Palatino, en que hacía mención honrosa de Mayans.

Estas cartas son de 1749. Al año siguiente, las ideas cristalizaron. Linden preguntó por los autores citados en Epistolarum libri sex (Bolifón, Lorga, Miñana), y solicitó manuscritos que, a juicio de Mayans, pudieran ser impresos. Don Gregorio expuso varias posibilidades: De bello rustico valentino de Miñana, las Cartas del bachiller Rúa contra el obispo Antonio de Guevara, De la música de Francisco Salinas o los Tratados del P. Mariana. La elección de Linden fue clara: escogió la obra de Miñana sobre la Guerra de Sucesión en Valencia, y en La Haya apareció en 1752. Don Gregorio redactó una biografía del autor e incluyó el mapa del reino de Valencia del P. Casaus. El historiador italiano Giovanni Stiffoni quiere ver en esta edición una intencionalidad política por parte de Mayans, en un momento desfasado e inoportuno para sus ideas austracistas. Pero la realidad de los datos aportados por la correspondencia personal entre Linden y Mayans demuestra que fue decisión personal del noble holandés. Mayans se limitó a seguir su táctica: editar donde, cuando y lo que podía. Los otros proyectos quedaron en agraz. Tradujo las cartas de Rúa al latín, las envió a Linden, pasaron a manos de David Clement en Hannover, y al final quedaron inéditas. Sólo pudo conseguir la publicación del De bello rustico valentino. Lo que sí hizo, fue lamentar la pérdida de los fueros de Valencia con motivo del Decreto de Nueva Planta, y como de costumbre, envió ejemplares a políticos (Ensenada, Rávago) para demostrar su interés y trabajo en la difusión de la cultura hispana en Europa.

Más aún. Dado que Pedro Nicolás Jausoro había hecho reimprimir unas adiciones de Sánchez de las Brozas a los capítulos VIII y IX de la Minerva, Mayans, que tuvo noticia de la edición por medio de su discípulo Andrés I. Orbe, envió un ejemplar a Linden, que los proporcionó a Wesseling, al tiempo que preparaba una nueva edición de la Minerva en que ya incluyó las adiciones del Brocense. Y, por medio de Linden, proporcionó Mayans a Vonck unas notas de Diego de la Serna a la obra de Coripo. Así nos lo confiesa Mayans: "Mr. Iselin me escribe de León de Francia, que ...me envía el Coripo Africano, con notas de D. Diego de la Serna que yo presté (a Vonk), libro único en el mundo, porque toda la impresión pereció" (4-III-1765).

Hemos visto que Mayans no pudo enviar los manuscritos de Martí, porque con anterioridad los había remitido a Meerman. En efecto, el jurista holandés entregó los manuscritos a David Ruhneken, célebre filólogo de la Universidd de Leyden. De la versión de Homero por Eustacio, Ruhneken aconsejó que se publicasen sólo las notas de Martí, porque hacía pocos años se había publicado otra versión latina, y que el mismo Mayans completase la Vida de Martí, que había sido escrita antes de la muerte del Deán. También quería una reordenación del Etymoligicon, asimismo enviado por nuestro erudito, para su mejor uso y aprovechamiento de los lectores. Pero, a pesar de las buenas relaciones entre el filólogo holandés y Mayans, con la admiración por el saber de Martí, las diferencias de criterio sobre el modo de editar los manuscritos, nopermitieron que el proyecto llegase a buen término.

Dos epigrafistas holandeses llegaron a establecer relación literaria con Mayans gracias a los buenos oficios de Meerman. Juan Andrés Hultmann, letrado de Zutphen, preparaba, a principio de 1756, una obra destinada a completar el Novus thesaurus de Muratori y, por consejo de Meerman, se dirigió a don Gregorio. Éste excusó su colaboración debido a sus numerososas ocupaciones, pero para demostrar su afecto, le escribió una carta latina, en que exponía los medios para probar la ficción de numerosas inscripciones latinas atribuidas a España, que nadie había visto, y demostraba, a su juicio, la ficción de la de los Toros de Guisando. La carta de Mayans, escrita el 26 de marzo de 1756, llegó cuandoHultmann había muerto, pero Joost Schomaker, que cuidó de la edicón, incluyó el texto enviado por don Gregorio en Miscellaneorum epigraphicorum liber singularis (Zutphen, 1758), con palabras llenas de elogios al "nobilísimo Mayans", a quien calificaba como "casi el únio adorno y ornamento de las decaídas letras de su España".

De hecho Mayans gozaba de gran fama entre los hombres de letras holandeses, y quiso aprovecharse del buen concepto para que se publicasen allí varias obras de autores coetáneos, como su maestro Borrull o el catalán Finestres. Pero Meerman había empleado 7 grandísimos volúmnes en folio de su Novus thesaurus y, pese a su buena voluntad, no acabó la edición de estos trabajos jurídicos. A Mayans le dolió que no se publicase el Hermogeniano de Finestres, y tuvo que emplear toda su fuerza moral para que le publicasen las Disputationes Iuris en 1752. Por cierto, que Finestres, que en otras ocasiones le manifestó los defectos de sus obras con sinceridad, en este caso se declaró entusiasmado: "Doy a Vm. las debidas gracias por el precioso regalo, y muchos parabienes de que sus Disputationes Iuris estén tan bien impresas como merecen; y en mi juicio son mucho mejores que los tratados de Retes, Ramos y Nieto, en casi todos los cuales, aunque buenos, encuentro prolijidad enfadosa, con ciertos resabios de escuela española y embarazos de citas inútiles; y no con aquella lisura y magisterio grave de las obras legales de franceses". Al mismo tiempo confiesa su temor de que no guste a los salmantinos por la crítica que hace de la célebre Universidad, pero también señala, a su juicio, un error sobre cierta cantidad, que indica debe mirar con atención.

Y también en el campo de la epigrafía hay que recordar la colaboración de don Gregorio con Pedro Burman, que en 1757 preparaba una Anthologia veterum latinorum epigrammatum et poëmatum". Fue de nuevo Meerman quien le aconsejó que escribiese al valenciano. Así lo hizo Burman, y don Gregorio solicitó ayuda a Burriel y a Finestres. Los datos adquiridos fueron expuestos en una larga carta latina sobre inscripciones latinas en verso, que encantó a Meerman y a Burman. Ambos solicitaron a Mayans que continuase el trabajo y completase la idea del deán Martí, de una Hispania Antiqua. Burman, con el fin de no retrasar la edición, publicó el primer volumen, si bien anunció el trabajo de Mayans, e incluyó dos cartas del valenciano en el segundo tomo, aparecido en 1773. La carta es un nuevo síntoma del espíritu crítico del valenciano, basado en las fuentes originales y con un riguroso examen de las incoherencias de tiempo, pero también una aportación de datos personales y de otros proporcionados por Finestres y sus amigos andaluces (conde del Águila, Cevallos o Villacevallos)

Es una breve, pero interesante, prueba de la fama que don Gregorio gozó en una país como Holanda, cuyos hombres de letras miraban con tanto recelo las cosas de España. La línea, iniciada en la década de 1730 con la edición de la Historia de Mariana, encontró años después una plenitud insospechada: edición de los grandes juristas hispanos (Meerman), colección de libros españoles que fueron a enriquecer las bibliotecas holandesas, ediciones de autores españoles (reedición de Martí, Miñana y las Disputationes Iuris del mismo Mayans), envío de las obras de los autores coetáneos más prestigiosos (Feijoo, Flórez, Casiri o Velázquez) y el reconocimiento, gratitud y elogios que los holandeses le tributaron por su erudición, generosidad y apertura de espíritu.

   David Clement y el "Specimen" de la biblioteca mayansiana

La gran aportación de Meerman no se limitó a la publicación de los grandes juristas hispanos en el Novus thesaurus, ni la acumulación de libros españoles en su magnífica biblioteca, fuente de conocimiento de nuestra cultura en Holanda. Fue, además, el medio de introducir el mundo cultural mayansiano, y cuanto implicaba, en Alemania.

A principios de 1751, Meerman comunicaba a don Gregorio que había impreso el Conspectus del Novus thesaurus, dedicado al valenciano con un texto muy elogioso:"Gerardo Meerman saluda al clarísimo y eruditísimo varón Gregorio Mayans, en otro tiempo catedrático de Código de Justiniano en la Universidad de Valencia y biblioteario del rey de España. Cuando en gracia a la República Literaria, hago público el índice de la vasta obra, no puede en justicia elegirse mejor patrón que aquel que logró para el Thesaurus tanto esplendor y gloria. A ti me refiero, doctísimo varón". Eran las primeras palabras del Conspectus que llevaron el nombre de Mayans a todos los rincones del mundo culto europeo, especialmente en Alemania.

Apenas dos meses después, Meerman enviaba a Oliva una carta del impresor de Hannover, David Clement, conocido por el proyecto de editar una colección que con el título de Bibliotheque curieuse et critique, abarcaría 16 volúmenes, en que podrían verse los catálogos de famosas bibliotecas. Clement suponía que Mayans estaba en posesión de una espléndida biblioteca, y, en consecuencia, solicitó a Meerman que intercediera ante su amigo valenciano para que le redactase un catálogo. Al mismo tiempo comunicaba que no poseía la Biblioteca valentina de Rodríguez, ni Escritores del reino de Valencia de Ximeno, ni la Censura de historias fabulosas de N. Antonio. Mayans se apresuró a enviarlos a Hannover, pero respecto al catálogo solicitado de su biblioteca, confesaba la verdad: no lo tenía, ni podía realizarlo, pues necesitaría más de un año y no disponía de ese tiempo. Sin embargo, para complacer al amigo de Meerman y mostrar su buena voluntad, añadía: "Trabajaré para que entienda que su voluntad me ha sido gratísima, y compondré el índice de algunos escritores españoles, que sean como un Resumen (Specimen) de una biblioteca crítica y la degustación de la mía" (22-V-1751).

Ahora bien, el valenciano desde el principio había dispuesto su plan: limitar el catálogo a los españoles que "enseñaron o escribieron sobre Gramática o Retórica". El paralelismo con la Bibliotheca Hispana surgió enseguida en la mente de Mayans y no dudó en expresar su criterio. La enumeración del nombre del autor, título y las señas de identificación, como hiciera Nicolás Antonio, no le parecía suficiente. Además, al famoso autor de la Bibliotheca podía objtársele que se limitó, la mayoría de las veces, a copiar las noticias de catálogos, sin haber leído las obras. De ahí que aparecieran alabados autores que no lo merecían. mientras otros, dignos de alabanza, apenas eran aludidos. En contraste, Mayans piensa ser más riguroso, pues dará su juicio personal, después de haber leído cada una de las obras citadas. He aquí su intención: "En lo que atañe a la Biblioteca, que decidí escribir, tengo intención de competir con Nicolás Antonio sobre la supremacía de la historia literaria española, no por emulación ¿pues contemplo y admiro a tan gran varón¿ sino por el deseo de propagar la fama de los escritores españoles más prestigiosos y la gloria que se les debe" (26-II-1752).

El Specimen constituiría el anticipo del catálogo de su biblioteca, que iría expuesto por autores, ordenado dentro de cada una de las ciencias. Y ese es el sistema utilizado en los dos catálogos suyos que conocemos: la Bibliotheca iuridica y el Specimen. Pero esa idea nunca llegó a la práctica. Redactó el Specimen que envió a David Clement y fue publicado en Hannover en 1753, pero el catálogo general de su biblioteca nunca fue empezado. Ese mismo año 1753, don Gregorio se excusaba ante Meerman: necesitaba dos años para realizar la catalogación y se veía precisado a retrasar la empresa por trabajos inaplazables. Nosotros sabemos que se trata de la redacción de las Observaciones al concordato de 1753, encargadas por el marqués de la Ensenada Y a continuación se vio sumergido en la tarea de preparar la edición de las obras de Tosca y completarlas con la redacción de Philosophiae moralis libri tres (1754). En octubre de 1754, Mayans ya no hablaba a Meerman de las Observaciones o de la Filosofía Moral, sino de la Retórica y de la copia de las cartas latinas que le habían solicitado con insistencia, entre otros el mismo Meerman. El catálogo de la biblioteca general de Mayans había quedado marginado.

De cualquier forma, el Specimen constituyó una aportación fundamental para el conocimiento de la cultura española en Alemania. Humanistas de reconocido prestigio (Nebrija, Brocense, Vives, Núñez), retóricos (Garcia Matamoros), tratadistas de Gramática (Correas o Simón Abril) y tantos autores apenas conocidos en el extranjero, aparecían reseñados con un juicio crítico. Con esa obra don Gregorio puso al alcance de los estudiosos de la cultura española un instrumento fundamental y una guía en sus investigaciones.

Es menester confesar que David Clement no cumplió todos los proyectos diseñados con el valenciano. Porque dos trabajos de Mayans (la traducción latina de la censura de los Escritores del reino de Valencia de Ximeno y una larga carta sobre la ficción de la Crónica del moro Rasis) llegaron con retraso y no pudieron ser incluidos en el Specimen. Clement solicitó entonces que Mayans añadiera otros artículos, impresos o inéditos, para que formaran un buen volumen y lo publicaría a sus expensas. En efecto, don Gregorio recogió los artículos, doce en total, algunos tan interesantes como la carta a Keene sobre la Biblia Complutense o la escrita a Plüer sobre los estudios del árabe y el hebreo en España. Pero la obra, que debía titularse, Opuscula varia literarii argumenti de Gregorio Mayans no llegó a ver la luz pública. La muerte repentina de Clement en 1760 le privó del mayor promotor. La correspondencia Mayans-Clement, ya publicada, demuestra el interés de Clement por publicar los Opuscula y el trabajo de Mayans por escoger el conjunto de ensayos. La repentina muerte de Clement interrumpió el curso normal de la impresión. Según los estudios de Jorge Benavent, que prepara su tesis doctoral sobre las relaciones intelectuales de don Gregoiro con el círculo ilustrado de Göttingen, en la biblioteca de dicha Universidad se conserva el conjunto de documentos relativos al proyecto de edición de Opuscula, con la correspondencia cruzada entre F.W. Duve, Rud E. Raspe, C.C Plüer y el geógrafo Büshing, en su intento de hacerlos públicos. Pero la empresa no llegó a buen puerto

 

   Mayans, miembro de la Academia Latina de Iena

Dado el renombre de Meerman en Alemania, no puede sorprender que hablara de su amigo y corresponsal Mayans a sus interlocutores germanos. Así lo hizo con los miembros de la Academia Latina de Iena, y en concreto con sus director Jo. Ernest Inmanuel Walch. En 1754 Meerman avisaba al valenciano que la Academia Latina lo había nombrado "socio honorario", y no tardó Mayans en recibir el despacho firmado por su presidente , Walch, y por el Secretario, Jo. Götfried Muller.

A don Gregorio le halagó el nombramiento. Así se deduce del hecho de que se apresurara a participar la noticia a sus amigos. Ya vimos que Finestres se atemorizó porque todos los Académicos eran protestantes. Pero Mayans no dio a esa circunstancia el menor valor. Porque también lo avisó al jesuita Burriel, para quien copió el despacho. Y añadía: "He copiado aquí este despacho para que V.Rma. esté menudamente informado de mis cosas y especialmente de ésta que tengo por muy honrosa" (16-XI-1754).

Ahora bien, todos los miembros de la Academia le avisaron de la necesidad de entregar un trabajo de investigación para ser investido como socio honorario, y don Gregorio emprendió el trabajo con rapidez. A finales de 1755 estaba terminado y su título era Tractatus de hispana progenie vocis Ur. Como Alemania estaba sumergida en la Guerra de los Siete Años, el erudito quiso asegurar que el manuscrito llegara a Iena. Hizo dos copias. Envió una por medio del embajador inglés en Madrid, Benjamin Keene, y otra por medio del embajador del Imperio conde de Migazzi, futuro arzobispo de Viena. Debía salir en el volumen IV de las Actas de la Academia, pero llegó con retraso, no pudo incluirse en el volumen V, y las ruinas que produjo la guerra anularon las posibilidades de edición. Las lamentaciones de Walch ante las terribles consecuencias bélicas en Sajonia produjeron en Mayans, fervoroso partidario de la Emperatriz María Teresa, mayor odio contra Federico II de Prusia. El Tractatus apareció en Madrid en 1779, dedicado al ministro Manuel de Roda; y aunque, a juicio de Tovar, contiene algunas intuiciones valiosas, expresa los límites del estado de los estudios arqueológicos y filológicos del momento. Según Tovar, apenas contribuyó al desarrollo de los estudios posteriores. No fue citado por Hübner, que posiblemente lo hubiera conocido, de haber sido impreso en Alemania, y tampoco influyó en Hervás y Panduro por esas fechas ya exiliado en Italia.

   Pero Mayans, con motivo del nombramiento de socio honorario, mantuvo una breve pero intensa correspondencia con Walch, centrada en el estudio de las inscripciones. Dos aspectos quisiera resaltar. El criticismo de don Gregorio que negaba autenticidad a la inscripción sobre los mártires de la persecución neroniana en España, mientras Walch la creía auténtica. Es un tema recurrente. Mayans seguía el criterio de Martí. Walch se manifestaba en la misma línea que Francisco de Almeida y el P. Flórez.    El segundo aspecto al que quisiera aludir es la espléndida carta de Mayans a Walch en que el valenciano hace un elenco de todos los tratadistas de inscripciones latinas en España: Ciriaco Anconitano, Beuter, Escolano, Ambrosio Morales, Mariana, Resende, Zurita, Antonio Agustín... Además del sentido crítico, sobresale la erudición en un tema que conocía bien. En el fondo, la carta de Mayans a Walch es el desarrollo y complemento de los comentarios que hiciera años antes a Muratori en su colaboración del Novus tesaurus. La larguísima carta al Director de la Academia Latina de Iena sobre los colectores de inscripciones latinas en España constituye el más completo hecho hasta entonces, y sólo superado por Hübner un siglo después. La correspondencia continuó después de la Guerra de los Siete Años, pero ya las circunstancias habían cambiado. Walch fue nombrado profesor de poética y rector de la Universidad, envió algún trabajo epigráfico y finalmente solicitó de nuestro erudito la Sylloge inscriptionum romanarum... de Finestres, que Mayans le envió con generosidad.

 

   Strodtman y la "Maiansii Vita"

   Meerman fue asimismo el intermediario que puso a Mayans en relación epistolar con el Rector del Gimnasio de Osnabrück, Strodtman, el autor de la Geschichte des edlen Herrn Gregorius Mayans und Siscar. La alegría del Rector del Gimnasio fue extraordinaria al poder entrar en correspondencia con su biografiado: escribió a don Gregorio, solicitó noticias sobre los personajes que aparecían en Epistolarum libri sex (Borrull, Chafreón, Isla, Finestres...), pero pidió más datos para redactar unas notas biográficas de estos personajes, y sobre todo, del propio erudito y ampliar su biografía (28-II-1752)

   Don Gregorio dio noticia sobre los personajes indicados por el Rector del Gimnasio de Osnabrück y, como tenía miedo a suscitar envidia, redactó una amplia exposición de su vida, escrita en latín, y la envió a Strodtman, exigiendo que nunca saliera a luz a nombre del mismo Mayans: "En cuanto a mí atañe, te comunicaré las causas que tuve para escribir los opúsculos que edité; las cuales, si te parece, darás al público en tu nombre o el de otro, ocultando mi nombre por completo, para evitar la vanidad y la envidia"(2-IX-1752). Así lo hizo el Rector del Gimnasio de Osnabrück, que publicó la biografía mayansiana bajo su propio nombre. En 1756 aparecía en Wolfenbüttel, Gregorii Maiansii, generosi valentini, Vita, auctore C.C Strodtman. Nadie sospechó la paternidad del erudito, pero el cotejo, hecho por Mestre entre el autógrafo de Mayans y la Maiansii Vita aparecida en Wolfenbüttel, demuestra que se trata del mismo texto, sin modificación alguna. Claro que el erudito nunca lo confesó. Celebró los elogios que le tributaban pero ocultó su paternidad, hasta a los más íntimos. A Velasco le sorprendió la fidelidad de los datos biográficos, con la exactitud de las citas bibliográficas con sus ediciones, y don Gregorio se permitió decirle que había enviado al autor unos apuntes para ilustrar al autor.

   Al margen de la vanidad que pueda entrañar el hecho de que el mismo Mayans redactara una autobiografía elogiosa de su persona y obra, la forma en que está redactada viene a paliar, si cabe, esa sensación de egolatría. Maiansii Vita está redactada en tercera persona y dentro de un carácter objetivo: referencia de hechos básicos en su vida, pero sobre todo, constituye una guía segura en la indicación de ediciones, fechas y circunstancias concretas. Para los hispanistas alemanes interesados era una referencia de obras que habían repercutido en la evolución intelectual hispana: Orígenes de la lengua española; Vida deM iguel de Cervantes, Vida de Antonio Agustín, Censura de historias fabulosas... Todavía hoy puede servir para el lector que quiera conocer las interioridades e intenciones del erudito, o las diferentes ediciones de sus obras llevadas a cabo en ese momento.

 

   Plüer y la Universidad de Göttingen

   El proceso de las relaciones mayansianas en Alemania, sigue una línea de conexiones personales: De Meerman a David Clement, de Clement a Plüer y de los tres a Göttingen. Porque Carlos C. Plüer, nativo de Hannover, pastor luterano y agregado cultural de la embajada de Dinamarca en Madrid, pasó por Hannover en 1758 camino de su sede diplomátca. Clement aprovechó la ocasión para transmitir sus saludos al erudito de Oliva y presentar, al mismo tiempo, al agregado cultural de la embajada danesa.

   Plüer escribió a Mayans, solicitando información, en nombre del orientalista David Michaëlis, profesor en Göttingen, sobre el estado de los estudios arabistas en España. El contenido abarcaba cinco preguntas: si había manuscritos árabes venales; a qué precio podrían adquirirse los manuscritos del Antiguo Testamento; si podría conseguir copia de los manuscritos árabes conservados en archivos españoles; si podrían conseguirse, con las debidas garantías, manuscritos árabes para copiarlos y devolverlos y quiénes eran los eruditos que se dedicaban al estudio de las lenguas orientales (28-I-1758).

   Don Gregorio aprovechó la ocasión para hacer un estudio sobre la evolución de los estudios arabistas entre nosotros: elogios de los arabistas y hebraístas del siglo XVI, espléndido conocimiento del hebreo por parte de los conversos, idea de Cisneros en la Políglota, méritos de Arias Montano. Pero también habló de las persecuciones que sufrieron los conversos, de los estatutos de limpieza de sangre, del temor a los judaizantes y del olvido de la lengua. Los manuscritos, decía, se conservan en El Escorial, Toledo y Alcalá y, por supuesto, no pueden copiarse sin licencia del monarca. Y, en concreto, respecto a la lengua árabe, celebraba el valor de filósofos, matemáticos y médicos en la Edad Media o el favor de Alfonso el Sabio. Asimismo señalaba la actitud de los vencedores, tanto autoridades civiles por cuestiones políticas, como eclesiásticas por apostolado, y el hecho de que el abandono oficial de la lengua fue acompañada del descuido de su estudio por parte de los cristianos. Los manuscritos más importantes se encontraban en El Escorial, donde fueron a parar los obsequios de intelectuales a Felipe II. Hoy, añadía, no hay profesores de árabe, ni libros impresos o manuscritos en librerías o bibliotecas privadas. Sin embargo, Mayans pudo obsequiar a Michaëlis con un manuscrito árabe que le habían ofrecido por su trabajo en la recuperación de los manuscritos recientemente encontrados en Libros (Teruel), y con una página de la Bibliotheca arabico-hispana-escurialensis de Casiri, cuya impresión todavía no había finalizado.

   La correspondencia de Plüer con Mayans ha sido analizada recientemente por Mestre y constituye un caso de sincera colaboración intelectual. Don Gregorio presentó Plüer a sus amigos: Burriel, Martínez Pingarrón o Velasco, que trataron al agregado cultural con respeto y obsequiosidad. Velasco, por ejemplo, escribió a sus amigos de Valladolid para que le abriesen las puertas de Simancas. Plüer, que quería escribir una historia de España, recibió consejos y bibliografía por parte de nuestro erudito, especialmente historiadores que pudieran facilitarle la comprensión de nuestro pasado: Antonio Agustín, Flórez, Velázquez, Campomanes, Terreros. Sólo quisiera aludir a la difusión de la cultura hispana en Europa, especialmente en Alemania, gracias a la colaboración Mayans-Plüer. Porque Plüer se convirtió en uno de los consejeros para la formación de la magnífica biblioteca de temas españoles que se iba formando en la Universidad de Göttingen y que constituyó uno de los focos del hispanismo germánico.

   Don Gregorio convenció a Plüer de que Juan Lucas Cortés era el verdadero autor de la Sacra Temidis publicada como propia por Franckenau. Y, convencido, el agregado cultural danés intentó traducir el trabajo mayansiano, y lo consultó con los profesores de Göttingen y las autoridades danesas. Pero una cosa es la verdad histórica, y otra, muy distinta, los intereses político-sociales. Franckenau tenía descendientes en altos cargos en Viena y no procedía un desengaño: "Ves, por tanto, varón celebérrimo, que la verdad es odiosa en todas partes y acepta a pocos". De Mayans se sirvió Plüer para corregir los juicios del geógrafo Antonio Federico Büshing, en su Conspectus geographicus sobre el reino de Valencia. Plüer traducía el texto al francés para que el valenciano lo revisara. También corrigieron los Mayans las anotaciones de Antonio Capdevila a las noticias relativas a Córdoba y Jaén, que Büshing incluyó en la cuarta edición de su libro, según confirmaba Plüer.

   Plüer puso a Mayans en relación con Eduardo Clarke, miembro de la embajada inglesa en Madrid y autor de unas cartas en que deseaba dar su visión de España. El libro, publicado bajo el título de Letters concerning the Spanish Nation: Written at Madrid during the Years 1760 and 1761 (Londres 1763), obtuvo resonancia europea, y en la obra estaban incluidas varias cartas del mismo Mayans. Plüer comunicó a Clarke la carta, antes citada sobre los estudios orientales en España, y con posterioridad añadió la carta de nuestro erudito al embajador Keene sobre la Biblia Políglota Complutense. Solicitada por Plüer, le fue enviada por el erudito el 21 de julio de 1761, y ambas fueron incluidas por E. Clarke en su libro sobre España. El libro fue traducido al alemán y las cartas mayansianas tuvieron amplia difusión en Europa. Valga, como anécdota, el hecho de que muchas de estas y otras noticias corrieron por Europa sin atribuirse al verdadero autor. Así ocurrió con las noticias que facilitó Antonio Capdevila al famoso Albert Haller. Éste las incluía en sus famosas Bibliotecas. Así lo demostró Vicente Peset y la correspondencia entre Capdevila y Haller, recientemente publicada por Barona, lo ha confirmado. No deja de ser curioso que en el siglo XIX fueran utilizadas como novedad por los historiadores de la medicina que recurrían a los trabajos de Haller.

   Dos aspectos más conviene precisar en relación con Plüer y Göttingen. Meerman, que ya había publicado Origines typographicae sobre el origen de la imprenta, quiso averiguar el origen del papel en Europa, y promovió un concurso en relación con la Universidad. Solicitó la colaboración de los hombres de letras, concretamente en España, pidió noticias a varios eruditos. Mayans tomó el asunto con interés. Pidió ayuda a sus amigos: Pérez Bayer en Toledo y Velasco en Madrid, entre otros, y envió fragmentos de papel del siglo XIII, añadiendo una serie de trabajos, en forma de cartas latinas, en que demostraba que en Xátiva había que buscar el primer papel fabricado en Europa. Aunque Meerman no parece haber quedado plenamente convencido, decidió premiar el trabajo de Mayans por las aportaciones más originales. También lo creyeron los profesores de Göttingen que nombraron a Mayans miembro de la Academia, como consta de la breve correspondencia cruzada por nuestro erudito con Murray. Las aportaciones mayansianas pueden verse en G. Meerman et doctorum virorum ad eum Epistolae atque observationes de chartae vulgaris seu lineae origine (1767). Por cierto, hay una reedición, exclusivamente de las cartas mayansianas sobre el tema, al margen de las respuestas del holandés, en Cartas a Gerardo Meerman sobre el origen del papel común o de hilo, en edición bilingüe, preparada por Castelló Mora (1997).

   El segundo aspecto de difusión cultural que llegó a Alemania por medio de Plüer fueron las aportaciones de don Gregorio a la edición de Alcuino realizada por Froben, Abad de san Emerano y Príncipe del Imperio. Froben preparaba una edición de las obras de Alcuino y, dada la intervención del maestro de la Escuela Palatina en la condena del adopcionismo de Elipando, necesitó conocer las obras del arzobispo de Toledo. La solicitud llegó, por medio de Temler, Secretario de Estado de Dinamarca que se sirvió de Plüer.El encargo le llegó a Mayans en 1763, y el erudito envió, en primer lugar, el volumen de la España sagrada en que Flórez había publicado tres cartas de Elipando. Conste que, según Froben, supo de la existencia de Flórez por la noticia que le facilitara el valenciano. Pero , en su obsequiosidad, quiso conseguir de Toledo otra carta de Elipando, esencial para comprender el problema. Pidió colaboración a sus amigos del cabildo: al deán Aurelio Beneito, a Pérez Bayer y a Lorenzana, futuro arzobispo, hasta conseguir una copia que envió a Froben. Éste publicó las cartas de don Gregorio a Plüer en que narraba todas estas gestiones y el resultado de su investigación y, años después, Migne las incluyó en el volumen correspondiente a Alcuino en su Patrologia latina. Sin embargo, no pudo complacer al Abad de san Emerano en el cotejo, que deseaba Froben, de los textos de los tratados de Eterio y Beato, los enemigos de Elipando, publicados por Stewart en el siglo XVI, con los manuscritos conservados en el archivo catedralicio de Toledo. Froben obsequió a Mayans con un ejemplar de la edición de Alcuino, y nuestro erudito correspondió con el envío de un lote de libros relativos a la historia literaria valenciana y de sus propias ediciones. Una embajada más, entre tantas, de la cultura hispana en Europa.

   Éste es, en apretada síntesis, el estado de la investigación de las relaciones de Mayans con el mundo cultural alemán en este momento. Sin duda pronto será ampliado el conocimiento de las aportaciones mayansianas al conocimiento de la cultura española en Alemania. La ya aludida tesis doctoral, en curso de elaboración, de Jorge Benavent, aportará, sin duda, nuevas noticias. Baste, por el momento, indicar, según me asegura, que en la biblioteca de la Universidad hay 35 obras de Mayans. Entre ellas, están las obras básicas del pensamiento del erudito: literarias, históricas, filósoficas y jurídicas. Y un detalle curioso: existe un ejemplar de la Defensa del rey Witiza del erudito traducida al alemán.

 

   La Alemania Católica. Harrach y Senckenberg

   Puede sorprender, a primera vista, que los principales interlocutores alemanes de Mayans fueran protestantes, mientras los católicos de Baviera o Austria fueran menos en número y entidad cultural. Pero también hubo austríacos entre los corresponsales. El conde Ernesto Guido de Harrach, nieto del que fuera embajador imperial en España durante el reinado de Carlos II y miembro del Consejo Áulico, visitó Madrid en 1752. Como el profesor de historia de Estrasburgo, Schoepflin, le había hablado de Mayans y solicitado le saludara en su nombre, Harrach quiso conocer al erudito e inició su viaje hacia el Sur de la península por Valencia, con el deseo de pasar por Oliva. Mayans se adelantó, viajó a Valencia, hablaron de letras, visitaron Sagunto y copiaron inscripciones latinas. La visita a la casa del erudito, que había buscado un cocinero alemán, quedó suspendida por temor del conde a las tercianas que ese año se difundieron con furor por la Safor.

   Pero, al regresar a Madrid, después del viaje por Andalucía y Portugal, Harrach envió a don Gregorio los Elementos de Física de Musschenbroek que le ofreciera en sus conversaciones sobre Filosofía Moral que preparaba el erudito. La correspondencia, a través del embajador imperial en Madrid, conde Migazzi, continuó después del regreso de Harrach a Viena. Mayans envió el texto de las inscripciones transcritas en la visita a Sagunto y Harrach regaló al erudito Commentariorum de Augustissima Bibliotheca Caesarea Vindobonensi libri VIII de Lambeck (Lambecius) en 8 vols., más otro del Suplemento de Nessel, ejemplar rarísimo en España, quizás único, que fue utilizado por Pérez Bayer en la catalogación de los manusritos de la biblioteca de El Escorial.

   La correspondencia continuó. Harrach solicitó una colección de "proverbios españoles o refranes", y Mayans le envió la Filosofía vulgar de Juan de Mal-lara, así como su Retórica, en 1757. Pero, como la correspondecia tenía por intermediario al embajador imperial, Mayans entró en relación con Migazzi a quien obsequió con unos lotes de monedas antiguas y, años después, cuando Migazzi era arzobispo de Viena, le envió las monedas arábigas que poseía para que fueran publicadas por algún erudito y, por su puesto, también remitió su Retórica.

   Sin embargo, el mejor servicio de Harrach fue poner a Mayans en relación con el barón H.C. Senckenberg, miembro del Consejo Áulico. Como sabemos, nuestro erudito envió a Jena dos ejemplares del Tractatus de hispana progenie vocis Ur. Ahora bien, como Migazzi residía en Madrid, se valió de Harrach en Viena, y el conde, ante los avatares bélicos y por el gusto que tenía en leer el Tractatus, lo retuvo en su poder y habló del trabajo a Senckenberg. Éste quería consultar sobre el Breve de Urbano IV, citado por Zurita, acerca del origen de los electores imperiales y entablaron una cordial correspondencia. Mayans ya conocía una obra del jurista austríaco, que había comprado por indicación de Meerman, y el concepto que tenía de sus obras puede verse por la carta a Vega Canseco: "Ahora estoy leyendo algunas obras que me ha regalado el Papiniano de Alemania, el barón de Senckenberg. Aquel sí que es sabio de primera clase. Peritísimo en el Derecho Romano, en el canónico, en el Germánico, en Teología, en Historia, en conocimiento de los libros, en todo género de ciencias; hombre de lectura maravillosa y regalista el mayor del mundo, como lo acreditará en su grande obra de las libertades de Germania, que constará de seis tomos en folio de piezas pertenecientes a dicho asunto, de las cuales tengo la idea" (12-I-1760).

   Se trata del Corpus Iuris Germanici antiqui, que fue regalando a don Gregorio, de quien ya conocía la carta a Walch sobre inscripciones latinas. Hablaron de la situación cultural de ambos países, en un sentido no siempre positivo. Mayans envió el Hermogeniano de Finestres, su Specimen, que Senckenberg consideró utilísimo, y su Filosofía Moral que fue muy alabada por el jurista austríaco, el Episcopologio de Aymerich, la España sagrada de Florez y la Bibliotheca arabico-hispana escurialensis de Casiri. Era, como puede observarse, un buen testimonio de la actividad intelectual hispana. Por su parte, Senckenberg le proporcionó a Rigger, como traductor de la Vida de Antonio Agustín, a quien el erudito dio noticias para su ampliación, le envió el Conspectus sobre la biblioteca imperial redactado por Adam Francisco Kollar de Kereszten y un ejemplar de su Ius Patronatus Regium Hungaricus. Mayor alcance tuvo la correspondencia, también propiciada por Senckenberg, con Eusebius Beger, consejero de la ciudad libre de Ulm. Beger deseaba publicar un Corpus de Derecho Civil, y ya que necesitaba ciertas noticias, recurrió a don Gregorio por medio de Senckenberg. El valenciano respondió con amabilidad y erudición, y Beger reprodujo, con elogios, las dos cartas de Mayans, incluidas en su Corpus Iuris Civilis (1767). Como el valenciano le había enviado el libro de Diego Vicente Vidania sobre el Código de Justiniano para unas consultas, al devolverle la obra, le comunicaba que le dedicaba Codicis Iustinianei ilustrationes a Triga eruditorum profectae, con una disertación de Senckenberg también dedicada a Mayans.

 

   La Ilustración francesa viene de Ginebra: correspondencia con Voltaire

   Mucho menor fue la relación con los hombres de letras franceses, hasta el extremo de que Mayans dijera a su corresponsal sevillano José Cevallos: "Con ningún erudito francés tengo comunicación" (24-I-1763). Después observaremos que no era exacta tal aseveración. Pero, de hecho, es menos importante, salvo el caso de Voltaire. Las razones, además de la actitud del cardenal Fleury y del fracaso de los Deville, habría que buscarlas, en gran parte, en la animosidad con Nasarre, medio por el que le llegó la invitación a colaborar en Memoires de Trevoux. Sin embargo, algunas relaciones tuvo, como con el P. Panel que, aunque antiguo émulo mientras estuvo en Madrid, solicitó en 1758 unos datos sobre las corridas de toros, y nuestro erudito le contestó con amabilidad. Por lo demás, Burriel hizo llegar a don Gregorio la reseña aparecida en Memoires de Trevoux de Escritores del reino de Valencia de Ximeno, que contenía un elogio de nuestro erudito, donde podía leerse: "actualmente es, por excelencia, la luz pública de su nación y el literato más célebre al otro lado de los Pirineos... No hace falta, sino seguir sus consejos, para ver, en poco tiempo, muchas reformas en los estudios de aquel país", como puede verse en sus Epistolarum libri sex (mayo de 1750). En otro sentido, el conde de Valrromé se dirigió a Mayans en busca de información, porque un amigo suyo, que preparaba un Methode pour aprendre la Jurisprudence, necesitaba resolver unas cuestiones relativas a los estudios jurídicos en Salamanca, y Mayans contestó con amabilidad y satisfacción del corresponsal (30-IV-1757).

 

   Pero la más importante relación con el mundo cultural francés le vino desde Ginebra. Porque, si Meerman mantenía cordiales relaciones con intelectuales e impresores de Holanda y Alemania, sus medios económicos, su fama y su actividad política le permitían gozar de prestigio en toda Europa y, por supuesto, en Suiza. En 1747 (la primera carta no tiene fecha, ni lugar) los socios Cramer et Philibert se dirigían a don Gregorio. Habían sabido, gracias a Meerman, sus señas y deseaban consejo sobre ediciones que pudieran interesar en España. Ya imprimieron algunas obras de juristas y acababan de emprender la edición de las obras de Heinecio, "autor germano muy célebre en todas las Universidades, y si Vmd., o sus amigos, lo desean y otros libros, lo serviremos con muy (sic) atención y precios muy ventajosos". Los Cramer deseaban que Mayans contribuyera a difundir el catálogo de sus impresiones entre los hombres de letras y planteaban un intercambio: ellos podían enviar libros a España, pero también solicitaban noticias de libros españoles, "pues no se conocen en estas partes".

 

   Como siempre, don Gregorio fue amable, y respondió el 11 de noviembre de 1747 y no dudó en exponer sus grandes proyectos que pudieran contribuir a difundir la cultura hispana en Europa: ediciones de autores que completaran la Bibliotheca hispana de Nicolás Antonio: García Matamoros, Taxandro, Andrés Scot... Y en cuanto a las obras de Heinecio, las conocía bien, y aun había discrepado del jurista alemán. Años después, cuando recibió los primeros volúmenes, escribió a los Cramer: "Yo estoy muy bien informado de la utilidad de dichas obras, y puedo decir que soy el que las ha dado a conocer en España años ha; pero como, cuando vienen, paran en manos de teólogos revisores de libros, que no atienden sino a si ven algunas proposiciones contrarias a los dogmas católicos, nadie es capaz de impedir que se delaten a la Inquisición y se expurguen, que es lo menos que puede suceder, o se prohiban absolutamente, por huir del trabajo de ir particularizando las proposiciones".

 

   Los Cramer tenían buena información sobre los proyectos editoriales españoles y conocían la intención de publicar la Bibliotheca hispana. Y, aunque lamentaron la posible prohibición de Heinecio, enviaron cinco tomos al erudito y una serie de catálogos para que los difundiera. Pronto quedó claro que los editores ginebrinos no editarían libros españoles, ni tampoco la revista sobre nuestros libros, de que hablaron, pues quedó descartada después que Mayans alegó su imposilidad de colaboración, dado su retiro en Oliva. España era un mercado de venta de sus impresiones. Don Gregorio aceptó ese juego, y buscó en sus corresponsales la posibilidad de adquirir libros. Así, para evitar problemas con la Inquisición, dio en 1751 el nombre del Nuncio del Papa en Madrid (Enrico Enriquez), y en 1753 el del marqués de la Ensenada, a cuyo nombre podrían enviar los libros solicitados.

   Ahora bien, en 1749, Gabriel Cramer hizo un viaje por España. Estuvo en Valencia, admiró la plaza de toros, asistiendo a una corrida, admiró la Albufera, pero también visitó a don Gregorio en su casa de Oliva. A partir de ese momento las solicitudes de libros por parte de Mayans se multiplican. El primer pedido conocido contiene, entre otros, los siguientes títulos: "Asimismo espero L¿Esprit des lois y Principes du Droit natural para Mr. Burlamaqui; y estos dos libros duplicados, porque los quiere también mi amigo D. Juan Cabrera, el cual desea también las obras legales de Samuel de Cocceiis", y, además de obras de Vosio, Plutarco, Virgilio, "Pufendorf, De iure naturae et gentium cum notis Hertii, Barbeyracii et Mascovii" (31-X-1750). Mayans ya conocía la obra de Pufendorf, y sabía por comunicación de Iselin de la edición con las notas de esos comentaristas, pero ahora pedía el texto latino.

   Ahora bien, la gran sorpresa del erudito surgió cuando leyó L¿Esprit des lois de Montesquieu. Él, que consideraba esencial la subordinación del derecho natural a la existencia de Dios y, en consecuencia, la subordinación de la política a las normas cristianas reveladas, quedó sorprendido ante la lectura de Montesqieu, y no dudó en manifestar su pensamiento. Así, en carta a los mismos Cramer, comunica su criterio: "Ahora estoy leyendo el Espíritu de las leyes. Las noticias son exquisitas, pero su doctrina es reprobable en muchas cosas" (14-VIII-1751). Y al mismo Cabrera, para quien compró un ejemplar, escribe: "Montesquieu en su Espíritu de las leyes me parece un político más diabólico que Maquiavelo. Le leeré con atención para impugnarle en mi libro de la sabiduría cristiana. Con todo dice muchas cosas excelentes y es muy erudito" (24-VII-1751). Sólo en 1753 en carta del 16 de junio al pavorde Asensio Sales, futuro obispo de Barcelona, establece un paralelismo entre el jansenismo y el materialismo naturalista. Los jansenistas mueven mucho ruido, pero son más peligrosos los naturalistas, y, entre ellos Montesquieu. Claro que no todos sus corresponsales participaban de su juicio sobre el político francés, como Meerman, que no dudó en manifestar su sorpresa por las censuras mayansianas. En cambio, respecto a Burlamaqui, prohibido por la Inquisición en la misma fecha que Montesquieu, se expresó con más complacencia: "He leído con mucho gusto los Principios del derecho natural de Mr. Burlamaqui" (14-VIII-1751).

   Más receptivo estuvo ante la Enciclopedia. Porque los Cramer avisaron con la máxima celeridad de la aparición del Proyecto de la Enciclopedia. Así el 29 de enero de 1751, a la lista de libros remitidos, añadía una noticia: "Se imprime ahora en París una obra muy limitada y curiosísima, intitulada Encyclopedie. Pondré dentro de la paca una minuta de esta empresa, y yo espero que esto dará gusto a Vm.". El hecho tiene su importancia, sobre todo si pensamos en la respuesta del erudito: "Agradezco el Proyecto de la Enciclopedia o diccionario racional de las ciencias; y así como se vaya imprimiendo, envíeme Vmd. sucesivamente los libros encuadernados, procurando que el encuadernador sea uno mismo para que la encuadernación sea uniforme y procurando dejar en ella todos los márgenes posibles para que se vea la magnificencia de la obra" (14-VIII-1751).

   Los Cramer avisaban de las grandes ediciones que emprendían: comunicaron la impresión del Código Prusiano o de Federico y del Corpus Iuris cum notis Gothofredi, tan alabado por Mayans, pese a las críticas de Burriel por su naturalismo que comparaba con Grocio. Pero el aspecto más importante de los impresores ginebrinos en su relación con Mayans fue, sin duda, las noticias que proporcionaron sobre Voltaire. El 28 de mayo de 1756, Gabriel Cramer escribía que Voltaire se había retirado, desde hacía 18 meses, al campo en una casa proporcionada por los impresores, y estaba dedicado a preparar sus obras, edición que corría por su cuenta. En efecto, enviaban 10 volúmenes del célebre "filósofo", y se comprometían a enviarle muy pronto otros volúmenes, que contendría el Essay sur l¿histoire generale, et sur l¿esprit et les moeurs des nations despuis Charles Magne jusqu¿à nos jours". Y quizás más interesante todavía: "Monsieur de Voltaire conoce desde hace mucho tiempo todas vuestras obras y él sabe el caso que ellas merecen. Yo le he dicho que tengo el honor de conoceros personalmente; y él me ha encargado haceros mil cumplimientos de su parte".

   Mayans recibió con alegría los volúmenes de Voltaire, porque, como decía al impresor ginebrino, su lectura le desempalagaba de tantos libros insulsos, pero también quería guardar sus espaldas. Así, apenas recibidos los libros, escribió al obispo de Barcelona, su amigo Asensio Sales): "Mr. Voltaire está en una casa de campaña de Ginebra donde ha reconocido todas sus obras para hacerlas imprimir en 16 tomos, de los cuales hay impresos diez que me envía Cramer por decisión suya, con memorias del autor, que bien sabe V.S.Ilma que es uno de los mayores ateístas que viven hoy. Y así habré de estudiarle para impugnarle cuando quiera Dios que yo escriba sobre el Derecho Natural" (3-VII-1756). De cualquier forma, Cramer continuó enviando las obras de Voltaire: El Ensayo sobre la historia general en 1760, al tiempo que empezaba a remitirle la Historia del Imperio de Rusia bajo el Zar Pedro I, que el "filósofo" había preparado con documentación remitida por la zarina Catalina II, y aprovechaba cualquier ocasión para transmitir a nuestro erudito el cordial saludo de Voltaire.

   En esas circunstancias, se comprende que, con motivo de la polémica mantenida por Voltaire con los miembros de la Academia Francesa sobre el paralelismo de unos versos de Corneille en el Heraclius con un pasaje de En esta vida todo es verdad y todo es mentira de Calderón, el "filósofo" recurriese a nuestro erudito. Loa Académicos creían que Calderón los había tomado de Corneille, mientras Voltaire pensaba que el dramaturgo francés los había copiado del español. Cramer comunicó los datos de la polémica a Mayans y solicitó su colaboración. En efecto, el mismo Voltaire se dirigió a nuestro erudito en una carta simpática, cuyo saludo demuestra ya respeto: "Voltaire, hombre libero besa las manos del señor, el quale merece de ser libero así". En la carta fechada en Ferney el 1 de abril de 1762, exponía su criterio sobre la originalidad de los dramaturgos españoles, que podrían tener sus defectos, pero eran originales y nunca habían copiado de los autores franceses: "No veo ningún español que se haya dignado imitar algo de otras gentes. La fábula de Heraclio, escrita por Calderón, parece haber brotado de la genuina fuente del autor. Nada hay semejante en nuestros dramas. Invención, disposición, diálogos, costumbres difieren totalmente". Y el respeto hasta en la despedida: "Por lo demás, yo agradezco a Calderón y a Corneille el haberme procurado la correspondencia de un hombre de vuestro mérito. Nosotros amamos los dos la verdad y la libertad, y yo me siento aficionado a vos, como si hubiese tenido durante largo tiempo el honor de conoceros".

   Mayans, al margen de sus creencias religiosas, había respondido con anterioridad y lo había hecho con amabilidad y respeto. Según su actitud tolerante, preguntó a sus amigos de Valencia (Agustín Sales), Sevilla (José Cevallos) y Madrid (Martínez Pingarrón), aunque en ningún caso dijo para quién buscaba la comedia de Calderón. Supo por el director de una compañía de cómicos que los versos de Corneille en Heraclius estaban tomados de En esta vida todo es verdad y todo es mentira, buscó la comedia calderoniana y, conseguida, la envió a Voltaire, a la dirección indicada por Cramer, al duque de Choiseul en París, el 14 de febrero de 1762. La carta, que demuestra sus gustos literarios neoclásicos, basados en las comedias latinas de Terencio y Plauto, y con poca admiración por el teatro español del Siglo de Oro, demuestra un profundo conocimiento de las obras teatrales del Gran Siglo francés tomadas de los dramaturgos españoles. Voltaire volvió a escribir al erudito de Oliva, agradeciendo las noticias, pero solicitando con seguridad la fecha en que fue representada En este mundo todo es verdad y todo es mentira (16-VI-1762). Como Mayans no lo sabía, probablemente no contestó. Al menos yo no encontré la respuesta.

   La correspondencia con Voltaire demuestra algunos aspectos interesantes. En primer lugar, el respetuo mutuo entre el "filósofo" y nuestro erudito, dentro de las diferencias religiosas por ambos conocidas. Además, nos manifiesta el profundo conocimiento que tenía Voltaire de la literatura española, no sólo del Siglo de Oro, sino también de sus coetános, pues conocía a la perfección las obras de don Gregorio. Pero, al mismo tiempo, nos da una prueba más de la erudición mayansiana, al exponer el influjo de los escritores españoles en un gran número de poetas y dramaturgos franceses. Finalmente, nos manifiesta el desconocimiento que se tenía en Valencia de las obras dramáticas de Guillén de Castro, pues, como Voltaire pedía sus dos dramas sobre el Cid, don Gregorio no pudo encontrar ninguna de ellas para servir con delicadeza al señor de Ferney. Pero, en el fondo, las gestiones realizadas por el erudito de Oliva demuestran, una vez más, su obsequiosidad en servir a sus interlocutores.

   Ahora bien, si Cramer es el impresor que más contribuyó en abastecer la curiosidad intelectual del erudito respecto a las corrientes ilustradas francesas, otros impresores ginebrinos colaboraron en el intento de don Gregorio de difundir en Europa la cultura española. En este sentido, es menester aludir a los hermanos Tournes. Si bien los prestigiosos editores habían despreciado los ofrecimientos del joven Mayans en 1727, años después, cuando ya era un famoso hombre de letras buscaron su relación. Así en 1761, que viajaron a España, visitaron a don Gregorio en su casa de Oliva. Hablaron, como era lógico, de libros, de ediciones, de Jurisprudencia, de humanistas... El primer fruto de esta visita se hizo visible en 1764. El erudito, que había escrito un valioso estudio, Ad triginta iurisconsultorum fragmenta quae extant commentarii, no había logrado editarlo en Holanda. Meerman encargó la edición a Daniel Fellengerg, hijo del senador de Berna, que deseaba editar una serie de trabajos sobre la historia de la Jurisprudencia. Puesto en contacto con nuestro erudito, encontró demasiado ambiciosos los proyectos del solitario de Oliva. Mayans le compró los tratados de Sepúlveda y de Lorenzo Santayana, y continuó su correspondencia. Aunque la empresa suscitada por Fellengerg no llegó a buen puerto, el impresor de Berna guardó el manuscrito de Ad triginta iurisconsultorum fragmenta, y buscó editor en el impresor de Lausana Marcos M. Bousquet, que tampoco se atrevió con la empresa. Sólo los Tournes se hicieron cargo de la edición y la obra apareció en Ginebra en 1764, con un retrato de Mayans. Cuando Meerman, el promotor inicial de edición, vio el retrato, lo besó con lágrimas en los ojos, al conocer la imagen de su amigo y colaborador.

   Samuel Tournes estuvo en la casa de Mayans en Oliva en 1761 y, al ver la espléndida biblioteca del erudito, hablaron de ediciones de humanistas españoles. Entre los posibles autores, que merecían la edición (Nebrija, Vives, Sánchez de las Brozas, Pedro Juan Núñez, Pedro Simón Abril) los Tournes escogieron las obras de Sánchez de las Brozas, famoso en Europa por su Minerva, tantas veces impresa. Y encargaron a don Gregorio la preparación de los textos, con una biografía que acompañara Opera omnia. De hecho el erudito tenía la mayoría de las obras del Brocense, pero solicitó ayuda al bibliófilo Fernando de Velasco, su corresponsal, que con generosidad le facilitó cuantas obras poseía y le faltaban a Mayans. La correspondencia demuestra una sincera colaboración. La edición apareció en Ginebra en 1766, y todavía no ha sido en su conjunto superada. No gustó plenamente al exigente erudito, porque los Tournes suprimieron alguna de las primeras gramáticas, pues pensaron que habían sido superadas por obras posteriores, pero Mayans creía que su edición permitiría el conocimiento de la evolución del pensamiento filológico del Brocense.

   La edición de los otros humanistas no se llevó a cabo. Velasco lamentaba que editor y erudito no se atrevieran con Nebrija, uno de sus autores predilectos y de quien poseía numerosas ediciones. También Mayans poseía un número elevadísimo de obras de Nebrija, como puede verse en el Specimen bibliothecae hispano-maiansianae, pero se trataba de una gran empresa que asustó al editor. Velasco se expresaría con claridad. No vería la edición de Opera omnia de Nebrija, porque, nadie, salvo Mayans, era capaz de llevar a cabo una empresa semejante: "Fuerte desgracia es también de toda España y del Cl. Nebrija, que no pueda Vm. resucitar y ensalzar su glorioso nombre, dándonos una digna y correcta edición de todas sus obras; pues no ejecutándolo Vm., esto se acabó usque in saecula, en mi sentir (7-II-1764). Ni que decir tiene que también compró Mayans libros a los Tournes. Solicitó en repetidas ocasiones la Historia crítica de la filosofía de Brucker , y los Tournes le hablaron de la edición completa de las obras de G.G. Leibniz, preparada por Dutens.

   Otro impresor suizo pasó por Oliva. Se trata de Francisco Grasset, de Lausana, que se presentó en casa de don Gregorio con saludos del médico Antonio Capdevila, admirador de Mayans, y del famoso Albert Haller. Habló con Mayans de posibles ediciones. Al parecer, parecían interesarle las obras de los tratadistas españoles contra los jesuitas: Melchor Cano, Mariana, Arias Montano. Mayans procuró complacerle y le entregó un ejemplar valiosísimo de Tractatus del P. Mariana. Pero la despreocupación de Grasset fue la tónica general en sus relaciones con Mayans. Al pasar por Marsella, el impresor dejó olvidada la obra en su almacén, y las reclamaciones del erudito, que exigía la devolución del precioso texto, único completo que conocía, tardaron en ser atendidas por Grasset que ignoraba dónde había dejado la obra. De todos los proyectos, Grasset sólo llevó a cabo la edición de Clarorum valentinorum... orationes (1767), en que incluía discursos latinos de Pedro Juan Núñez, Bartolomé Pasqual, Martí y el resto de Mayans, aunque algunos aparecían en nombre de los amigos para quienes habían sido escritos. No hace falta decir que don Gregorio compró libros a Grasset, entre los que sobresale De universi iuris uno principio et fine uno (1720) y Principi di una Nuova Scienza (1725), ambos de Juan Bautista Vico.

   En términos de reflexión final. Los impresores suizos, Ginebra, sobre todo, pero también de Lausana y Berna, se convierten en un instrumento de recepción de los libros básicos de la Ilustración europea, especialmente de los "filósofos" y de la Enciclopedia. También, aunque en menor escala, en difusores de la cultura española en Europa. En este caso, se cumplía uno de los fines pretendidos por Mayans con la correspondencia con los hombres de letras extranjeros.

 

   Los países latinos: Italia y la edición de Antonio Agustín

   La aparición de Epistolarum libri sex y la importancia de El orador cristiano, junto con la correspondencia con Muratori y el recuerdo del deán Martí, habían dado noticia de la persona y actividad literaria de Mayans en Italia. Pero, cesada la correspondencia con el bibliotecario de Modena en 1743, sólo la relación epistolar con el nuncio Enriquez desarrolló sus relaciones con los italianos. Iniciada para evitar la condena de la Filosofia morale de Muratori, pronto la correspondencia tomó un cariz literario de altura. El nuncio le comunicó la aparición de la Respublica Iurisconsultorum de Giuseppe Aurelio Gennaro y de la Storia ecclesiastica del cardenal Orsi. Pero, muy pronto, las confidencias aumentaron. Mayans habló de los intelectuales del momento, sin ningún reparo, contó las peripecias que había experimentado y, sobre todo, reveló su colaboración con Jover en la polémica regalista, precisamente contra el mismo Nuncio. Éste agradeció la sinceridad, y continuó la amistosa correspondencia, hasta el extremo de que Mons. Enriquez solicitó una copia de la carta del erudito a Borrull criticando las ideas literarias de Feijoo, y nuestro erudito, que no había podido lograr la renovación para leer libros prohibidos del Inquisidor General, la consiguió directamente del Papa, por medio del Nuncio.

   Ya sabemos que fue el Nuncio el único a quien don Gregorio se atrevió a exponer su criterio negativo sobre las tradiciones jacobeas (tanto la venida de Santiago, como la autenticidad de los restos del Apóstol en Compostela, o de la tradición de la Virgen del Pilar), aunque no permitió que se publicase traducido al italiano o al latín en Italia. Y a Mons. Enrique también envió el erudito la Oratio sobre el Derecho Natural de Boturini con la censura del mismo Mayans, que gustó mucho al Nuncio. Nombrado cardenal en 1753, Enríquez marchó a Ravena y desde Italia comunicó noticias literarias, y también don Gregorio participó noticias españolas, y no todas agradables, como las persecuciones sufridas por Berní, que había editado las Partidas, o Burriel, que había sufrido la orden de entregar los manuscritos copiados en la Comisión de Archivos. Vicente Peset cree que fue Enriquez quien habló de Mayans al cardenal Passionei, uno de los más apasionados jansenistas de la Curia Romana. Y con Passionei mantuvo el valenciano una breve pero curiosa correspondencia: hablaron de los jesuitas, de los historiadores españoles y de las Décadas da Asia de Joao de Barros que don Gregorio buscó con interés para el cardenal, cuya preciosa biblioteca, a la muerte del purpurado, intentó que fuera adquirida por el arzobispo Mayoral.

 

   Pero las relaciones con los hombres de letras italianos fueron más amplias.Sobre la fama de que gozaba Mayans en Italia tenemos frecuentes testimonios. Por medio de Finestres, supo nuestro erudito la admiración del jesuita Lagormarsini, como se trasluce de la carta de Finestres a Ignacio de Dou: "La Epístola de Mayans puesta en mi Hermogeniano le gustó en extremo, y dice que él y yo somos sus autoress clásicos" (30-VIII-1759). Además de que el jesuita era un admirador del deán Martí, y alabó con generosidad la Retórica mayansiana. Por lo demás, también gustó la Retórica al catalán, como con toda sinceridad confesaba al erudito.

   Otra fuente de noticias sobre la fama de Mayans en Italia nos viene por las cartas de Pérez Bayer. El hebraísta fue muy bien acogido por los admiradores de don Gregorio: el conde Maffei en Verona, el cardenal Quirini en Brescia o el cardenal Passionei que, como bibliotecario de la Vaticana, sólo gracias a la intervención de nuestro erudito permitíó al hebraísta la consulta de los fondos allí conservados. En este sentido, resulta curiosa la noticia facilitada por Bayer de los autores que gozaban de fama en Roma: "De los sujetos ahí famosos, como Vm. me dice, aquí ne verbum quidem. Sarmiento ni Feijoo aquí no se conocen. Flórez casi lo mismo, no obstante la impugnación de Mamachi. Más estimación ha merecido el libro de Velázquez, Ensayo sobre las monedas desconocidas, pero la obra que sostiene algún tanto el honor de la nación es el Viaje de D. Jorge Juan" (11-IX-1756). Y a los pocos meses, comentando sus reuniones literarias y su defensa de los literatos españoles, añadía: "A Vm. ya le conocen y yo en otra ocasión les dije lo de la Retórica española que Vm. estampa y sus circunstancias" (27-III-1757). Claro que Mayans se apresuró a enviar su Retórica a Italia, "para que Vm. haga ver esta obra a esos maestros de la elocuencia" (21-V-1757).

   Sin embargo, fue Roda quien habló a Giuseppe Rochi de que la persona adecuada, para colaborar en la edición de Opera omnia y aumentar la Vida de Antonio Agustín, era, sin duda, Mayans. Así la invitación de Roda y de Pérez Bayer, que ofrecieron los manuscritos y cartas del arzobispo de Tarragona, le llegó al erudito en mayo de 1762. En principio, parece que no creyó que la edición de Luca era tan ambiciosa y se conformaba con corregir y aumentar las noticias de la Vida de 1734, para la traducción latina propuesta por Senckenberg. Así lo comunicaba a Roda el 10 de mayo de 1762: "Ahora se me añade la esperanza de que, viendo por medio de V.S. muchos manuscritos que no he leído, y ayudado en algunas cosas de la buena diligencia de nuestro amigo D. Francisco Pérez, a quien he dicho lo que vi en la librería del Escural, podré escribir una vida cumplidísima".

   Roda celebró la ampliación de la Vida de Antonio Agustín y que se tradujese al latín, y aclaró algunas ideas confusas. Roda no era el encargado de preparar la edición de las obras del Arzobispo de Tarragona, y comunicó el plan de Rochi. Más aún, "desde luego hice entender aquí a las personas que promueven esta edición las faltas y equivocaciones que se padecen en la noticia de las obras, y que la vida que prometen de este nuestro insigne escritor ha de ser muy diminuta si sólo se saca de los elogios que hay impresos; les di noticia de que Vm. la tiene publicada muy completa pero, como la dio Vm. en lengua española, no ha llegado por acá, ni les sirve para su idea. Por eso deseaba que Vm. la tradujese en latín y la imprimiese" (10-VI-1762). En esa carta, el Embajador ante la Santa Sede daba una serie de preciosas noticias sobre los manuscritos que se conservaban en la Biblioteca Vaticana y estimulaba a don Gregorio a colaborar en la edición de Opera omnia de un autor de tanto mérito. "Si sale bien, ha de ser de grande utilidad del público y de mucho honor a España".

   Ahora bien, la invitación formal de Rochi es del 16 de mayo de 1764, y en su carta no alude a Roda, sino a Meerman. El impresor de Luca se toma la libertad de escribir a don Gregorio, confiado en su erudición y en su cortesanía; "e perche il chiarissimo letterato Sigr. Gerardo Meerman mi da coraggio di rivolgermi a Lei e mi fa sperare che será ella per favorire la mia edizione". El mismo Merman le había dicho que el erudito estaba aumentando la Vida ya publicada. Rochi deseaba traducirla al latín e incorporarla a la edición de las Opera omnia de Agustín. A partir de ese momento hubo una sincera colaboración entre Mayans y Rochi. La Vida fue ampliada con noticias nuevas y enviada a Luca, pero, además, la correspondencia, publicada por Mestre, demuestra que la colaboración de nuestro erudito fue mayor: envió obras que no tenía el editor, añadió manuscritos inéditos, insistió en la necesidad de publicar obras menores, que Rochi no pensaba incluir en la edición. La correspondencia continuó hasta 1775, y constituye un espléndido testimonio de las aportaciones intelectuales de don Gregorio a la difusión de los grandes autores españoles en Europa.

   En consecuencia, resultan lógicas las noticias que se conocen de la década de 1760 sobre la fama de Mayans en Italia. Antonio Ponz, el autor del Viaje de España, escribió a don Gregorio y, en su primera carta, se manifestaba muy respetuoso: "Yo he celebrado esta ocasión para ofrecerme a un sujeto tan conocido en el mundo literario como lo es Vm., principalmnete en Italia, donde he permanecido algunos años" (Julio 1762). Dos años después, Roda escribió a Ignacio de Heredia, secretario del conde de Aranda, comentando que podría ver a Mayans en uno de los viajes del erudito a Valencia, y solicitando le pida disculpas por el retraso en responderle. Sus palabras han sido conservadas en carta de Heredia al erudito: "Ahora me han venido de León de Francia sus dos tomos de Fragmentos de Jurisconsultos que han impreso los hermanos de Tournes. Creo que ha sido regalo del mismo autor y se lo he estimado mucho. El librero de Roma, a quien los impresores han remitido la obra, han despachado luego más de cuarenta ejemplares, porque ha sido recibida con aplauso, y lo merece. Es lástima que no imprima todas las obras jurídicas que tiene trabajadas, porque le adquieren mucho honor en todos los países" (12-X-1764). Y unos meses antes, Pérez Bayer escribía al erudito, comentando la crítica hecha por un amigo italiano del trabajo del P. Panel sobre las monedas de Aurelio Sulpicio Uranio Antonino, y en la obra hablaba elogiosamente de los esfuerzos de don Gregorio por acabar con la barbarie, basado en sus estudios sobre la antigüedad, la jurisprudencia y las más selectas disciplinas (21-I-1764)

 

   Los oratorianos de Lisboa y el episcopalismo de Pereira

   Si la primera etapa de las relaciones de Mayans con los hombres de letras portugueses acabó con la muerte del conde de Ericeira (1744) y de Francisco de Almeida (1745), la fama del erudito era lo suficientemene amplia para que algún historiador interesado se dirigiera al valenciano. En esta segunda etapa, aparecen historiadores (Tomás Caetano de Bem y López Caldeira) y, sobre todo, los oratorianos, entre los que sobresale el P. Antonio Pereira. Bem solicitó ideas para la edición de los Concilios portugueses y el erudito le escribió una larga carta sobre el método a seguir, que Bem incluyó en su obra. López Caldeira fue miembro de la Real Academia de la Historia y aprovechó su discurso de recepción para celebrar los méritos del valenciano.

   El tema ha sido analizado por Peset, Mestre y, de manera específica, por M. H. Piwnik, en su Echanges erudits dans le Peninsule Iberique, 1750-1767 (1987). La conexión portuguesa nació de Felipe Seguer, oratoriano discípulo de Tosca y amigo de Mayans, a quien proporcionó datos para la redacción de la Vida de Tosca, incluida en la reedición de 1754. Los oratorianos de Lisboa presumían de mayor progreso en el cultivo de la filosofía y de mayor radicalidad contra la escolástica que sus socios de Valencia. De hecho, Seguer puso en contacto a nuestro erudito con el P. José Clemente, que celebró la idea de reeditar el Compendium philosophicum de Tosca y alabó después la Filosofía Moral del mismo Mayans.

   Sin embargo, la importancia de la obra regalista de Antonio Pereira, el ideólogo de la política eclesiástica de Pombal, ha eclipsado a los otros interlocutores. En este sentido, el juicio de Menéndez Pelayo ha desviado la atención de los historiadores. Decía don Marcelino en su Historia de los heterodoxos españoles: "Los regalistas castellanos recibieron con palmas el libro de Pereira (Tentativa theologica) y felicitaron al autor en largas epístolas, que se guardan en la Biblioteca de Évora entre los papeles que fueron de fray Manuel do Cenáculo. Mayans fue uno de los más entusiastas pereiristas". Que la Tentativa theologica fue recibida con aplauso y que muchos españoles escribieron a Pereira y a Manuel do Cenáculo es cierto, y lo ha confirmado minuciosamente Madame Piwnik. Pero que Mayans "fue uno de los más entusiastas pereiristas", carece de sentido, entre otras razones, porque todos los trabajos regalistas y episcopalistas del valenciano son anteriores a la relación epistolar con Pereira. Sólo una frase de Mayans, en abril de 1773, podría inducir a pensar en una sintonía ideológica: "Oí preclarísimos testimonios de tus excelentes escritos. Te preparaste una gloria inmortal, luchando en favor de la religión y del rey, no sin grande y gravísimo peligro". Si el "oí" parece indicar distancia, los elogios de sus trabajos parece sincero, pero de tal manera es vago el elogio que no permite aseverar afinidad espiritual. Y, sobre todo, es un testimonio tan tardío en la vida de Mayans, que nada implica en la redacción de sus trabajos regalistas que son de las décadas 1740 y 1750.

   El análisis minucioso de la correspondencia cruzada entre Mayans y Pereira demuestra el predominio absoluto del humanismo y del estudio de los clásicos y, como consecuencia, la común oposición a los jesuitas. Don Gregorio escribía a su amigo Seguer que animase a los oratorianos de Lisboa, "porque deseo que sean los restauradores de las letras de aquel reino, para que se propaguen a esta nación, que lo desea y practica los medios contrarios, valiéndose de ignorantes" (24-XI-1752). Y Seguer comunicó al solitario de Oliva las publicaciones de sus compañeros de orden religiosa y que, aunque, como portugueses, no dejan de vanagloriarse, "son dignos de alabanza por su gran aplicación. Espero de día en día la Gramática y Vm. me ayudará a complacerles en los que piden, iustitia mediante" (7-II-1753).

   Se trataba de Novus methodus latinae gramaticae de Pereira, cuya prublicación había constituido un escándalo por sus ataques a la pedagogía jesuítica y en concreto del manual del P. Álvarez, texto utilizado en los colegios d la Compañía. Pereira acompañó su Gramática con una carta latina a Mayans, lamentando las acusaciones de que había sido víctima, pues sus émulos no habían utilizado razones, sino dicterios. Como en España, "no se puede encontrar nadie más sabio e ilustre" que don Gregorio, "ornamento y eximia gloria de España", le envía su Gramática (14-V-1754). Los estudios de humanidades constituyeron el tema básico de la correspondencia entre Mayans y Pereira, que duró 23 años. El oratoriano había tocado un tema sensible para don Gregorio, que pronto lanzó sus acusaciones contra el método de los jesuitas que habían preferido la Gramática de Álvarez, mientras marginaban la Minerva de Sánchez de las Brozas, que había sido el maestro de Europa. Algunos han abierto los ojos y celebra que uno de ellos haya sido Pereira. Humanidades, animosidad antijesuítica y comunidad de ideas en el estudio de los clásicos son los puntos básicos de la correspondencia conservada. El 1 de noviembre de 1755 tuvo lugar el maremoto de Lisboa y la desgracia ocupó la atención de ambos. Pereira narró la ruina de la ciudad, la destrucción de iglesias y grandes edificios, la pérdida de las bibliotecas... Mayans, por su parte, escribió una bella carta latina que constituye un canto a la antigua grandeza de Lisboa con un aliento de esperanza para el futuro.

   Pero el tema básico es la enseñanza del latín y la crítica de los jesuitas. Pereira fue tan contundente que hasta sus enemigos le dieron la razón y al comunicar la irritación de los jesuitas por su Apparatus criticus, comentaba: "Pero no son dignos de ajena misericordia, los que aprovechan todas las cosas ajenas con cierta fastuosidad como hereditaria" (21-II-1755). Y don Gregorio añadió mayor acritud al narrar el gesto del jesuita Antonio Eximeno que censuró sus relaciones con heterodoxos en un acto académico al que había sido invitado. El comentario de Pereira es duro: la actitud de Eximeno más provoca risa que vómito. Por lo demás, hubo intercambio de libros y, entre noticias culturales, el atentado contra el rey José I y las primeras palabras con que el P. Clemente comunica el hecho demuestran su intencionalidad contra los jesuitas: "Entre esta Corte hubo grandes novedades de que hice un sumario que remito al P. Seguer, con obligación de lo enviar a Vm. Dios nos libre de semejantes absurdos, como éstos, en que se precipitaron unos hombres que tenían obligación de dirigir las almas a la salvación y no a tan gran atentado, que se atreviesen a poner las manos sacrílegas en su rey" (23-I-1759).

   Después de unos años de silencio, en 1760 Mayans volvió a la correspondencia con Pereira: la Carta al pavorde Calatayud, los estudios de teología de Pereira, su abandono de la congregación del Oratorio y el envío de sus trabajos humanísticos, teológicos y regalistas, De suprema regum etiam in clericis potestate y espera hacer lo mismo con el tratado De potestate regni (20-III-1766). No poseemos la respuesta inmediata de Mayans, pero la amistad continuó y volvieron a hablar de humanidades y, en este caso, de la Gramática latina de Mayans. Dentro del conjunto de las relaciones culturales hispano-portuguesas, en el caso concreto de Mayans, la correspondencia con Pereira constituye un intermedio, antes de llegar a la compleja personalidad de Manuel do Cenáculo Villasboas, que ocupará la atención de nuestros ilustrados, también de Mayans, después de 1768.

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