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Juan Luís Vives - Índice... > Interpretación de las... > 8. Égloga sexta: Sileno / Ecloga VI. Silenus

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[Texto latino en imágenes]

[Pg. 145] 8

ÉGLOGA SEXTA

SILENO

El esquema, algo desdibujado en el comentario de Luis Vives, en Virgilio es como sigue:

 I.

Proemio-dedicatoria a Varo (v. 1-12).

II.

Relato introductorio: situación poética (v. 13-30).

III.

Relato del canto del Sileno (v. 31-81).

IV.

Final (v. 82-86).

I. PROEMIO-DEDICATORIA AVARO (v. 1-12)

El autor en primera persona -Virgilio- afirma haber iniciado en Roma el cultivo de la poesía bucólica al estilo de Teócrito de Siracusa y que por mandato de Apolo ha renunciado a cultivar la poesía épica para dedicarse a esta otra, a la bucólica, más humilde que aquélla con mucho. Y aunque por haber renunciado a emplearse en la épica, se veía forzado a dejar de cantar en concreto con versos épicos las hazañas bélicas de (Publio Alfeno) Varo, no por eso la poesía pastoril, que había escogido en cambio, dejaría de cantar también sus glorias, ya que él -Virgilio- le dedica la égloga en estos primeros versos y por estar a él dedicada, será además lo más grato que complacer pueda a Apolo.

[Virgilio VI, 1-12]

 

  Mi [musa] Talía es la primera que [en Roma] se ha

dignado juguetear con versos del de Siracusa [de Teócrito,
[Pg. 146] poeta de esta ciudad de Sicilia] sin avergonzarse por

eso de vivir en los bosques: que cuando iba a cantar

yo de reyes y de batallas, [Apolo] el que en el [monte]

Cintio naciera, de la oreja me tiró y me lo advirtió:

"Títiro, lo que tiene que hacer un pastor es criar

gruesas ovejas, pero hilar por lo fino sus versos"./

5

Por eso ahora yo (puesto que tú, Varo, de sobra tendrás

quienes ansíen cantar tus alabanzas y componer

tristes guerras) yo ensayaré al tenue son de la flauta

lo que canta mi Musa en el campo. Voy, pues, a cantar

como me lo han mandado, y así y con todo, si ya hay

quien, además, quiera leer estos versos y, por amor

cautivado, los lea, será a ti, Taro, a quien mis tamarices/

han de cantar y cantará a ti la floresta entera:

10

que no hay página alguna a Febo más grata que la

que lleva en cabeza el nombre de Varo.

II. RELATO INTRODUCTORIO: SITUACIÓN POÉTICA (V. 13-30)

Los pastores Cromis y Mnásilo -a los que se les une la ninfa Egle- encuentran a Sileno embriagado y dormido en una cueva y le obligan entre bromas y travesuras a que les cante algo que otras veces en vano les había prometido (v. 13-26a). El canto desde el primer momento conmueve de gusto a álamos, alimañas y encinas -a la naturaleza- tanto como se goza el monte Parnaso con Apolo o la Tracia con la voz de Orfeo (v. 26b-30). Y así los conmoverá durante todo el día, puesto que -como se lee en los versos finales (v. 84-86)- los valles, resonando, aún dejan oír aquel canto hasta las estrellas llegado el atardecer, cuando el Véspero -lucero de la tarde- abandonando a la fuerza el Olimpo, reaparece y avanza en el firmamento (v. 84-86).

[Virgilio VI, 13-30]

 

  Piérides [Musas], seguid. Los zagales Cromis y

Mnásilo vieron a Sileno en su gruta, echado por

tierra, durmiendo, con las venas henchidas -así

siempre- con el Baco de ayer; / sólo que por tierra de la

15

[Pg. 147] cabeza las guirnaldas le habían caído y lejos yacían, y

el jarro, pesado, colgaba del asa por tanto roce gastada.

Se dejan caer sobre él y como más de una vez el

viejo a los dos había engañado cuando esperaban

oírle cantar, con esas mismas guirnaldas lo atan. Se

les junta aliada con ellos y, asustados como están, les

ayuda Egle, / Egle bella entre las náyades bellas, y

20

cuando él tenía ya los ojos abiertos, le pinta ella la

frente y las sienes con moras como la sangre rojas. Le

da risa a él el engaño y "¿A qué sujetar aún con un

nudo estos lazos? " -les dice- "soltadme, zagales,

basta, ya se ha visto que podíais hacerlo; escuchad

cantos, como queréis, tened cantos / en recompensa

25

vosotros, que ella otra paga recibirá ". Al punto

empieza a cantar

  Habrías visto entonces a faunos
y fieras bailar a

compás y mover las copas recias encinas. Que no

goza tanto con Febo el abrupto Parnaso ni tanto admira

el [monte] Rodope y el Ismaro a Orfeo [el poeta]. /

30

Antes de comentar en particular los versos de la composición virgiliana, Luis Vives incluye una introducción de carácter más general en torno a las Musas y a Sileno e identifica a Sileno con una de las Musas. Con tan extraña identificación Vives intentará fundamentar el carácter alegórico que -arbitrariamente- va a atribuir a esta Égloga. En primer lugar celebra la virtualidad y poder de las Musas, cuya etimología (aún hoy en día no totalmente aclarada) ya de por sí indica, según él, que lo conocen todo: el origen del mundo, la "teología pagana" de los dioses gentiles, también héroes y grandes hombres y los secretos más íntimos de la naturaleza; sería injustificado, por tanto, el desprecio que los indoctos hacen de ellas y por eso termina corroborando la estima en que deben tenerse con palabras del propio Virgilio.

En cuanto a Sileno admite Vives una dualidad de figuras que llevaron este nombre en el mundo mitológico, aunque en realidad se trata de un mismo personaje que él desdobla en dos, pensando quizá que son distintos porque de él hablan dos noticias distintas escritas en distintas épocas. Hablando de la segunda y más tardía de estas noticias afirma Vives que fue Creso (el rico rey de Lidia, que vivió en el siglo v antes de Cr.) la persona a quien Sileno manifestó su profundo pesimismo [Pg. 148] ante la vida. 1 Más importante es el hecho de que Vives a la otra y más antigua de las dos figuras que, según él, llevaron el nombre de Sileno, le asigna, al parecer sin apoyo en la tradición, la función de educador de Baco, y no a las ninfas, como de ordinario se piensa en la tradición mitológica. 2 Para reforzar esta afirmación Vives destaca el paralelismo entre Baco y Apolo: ambos son dioses de los poetas; el Parnaso, monte de las Musas, tenía una cumbre dedicada a Baco y otra a Apolo y los poetas eran coronada con el laurel de Apolo y con la hiedra de Baco; ante este paralelismo le parece razonable y proporcionado entender, en su alegoría, las palabras puestas por Virgilio en labios de Sileno como si las hubiera dicho una musa educadora de Baco: en tal supuesto, si Sileno había sido el educador de Baco y ante los puntos de contacto comunes que Baco y Apolo mostraban en relación con el mundo de la poesía y, sobre todo, siendo como era el monte de las Musas lugar común para las cimas consagradas a los dos dioses, ello supondría una aproximación tal que permitía -si no identificar del todo- al menos aprovechar la relativa semejanza para tomar a Sileno como base para la alegoría y ver en él representada a la Musa. Ello equivaldría a traspasar los límites -así lo concede Vives- de la poesía bucólica consagrada siempre al dios Pan, mientras que la que a Baco se le asigna es la poesía ditirámbica o dionisíaca. En esta última observación da la impresión Vives de estar polemizando con otras opiniones u objeciones a nosotros desconocidas.

[L. Vives]

Esta égloga trata de asuntos recónditos, como son los comienzos de las cosas y la teología de los paganos, y pone de manifiesto la virtualidad de las Musas, que todo lo conocen, celebran a dioses y héroes y a grandes hombres, como Galo y Varo, y además penetran en lo más íntimo de la naturaleza, por lo que se les ha llamado ¦pÕ toã mñsqai 3 que quiere decir investigar y conocer, puesto [Pg. 149] que tienen conocimiento de todas las cosas. De ahí que sea ridícula la opinión de los indoctos cuando estiman que las Musas sólo están relacionadas con cantos y cancioncitas, puesto que la experiencia de lo divino y de lo humano es ya una musa, como lo declara también Virgilio en el libro segundo de las Geórgicas [v. 475]: "Antes que nada recíbanme primero dulces las Musas, cuyo culto celebro transido de ingente amor, y muéstrenme ellas las estrellas y sus caminos en el cielo".

Sabemos, además, que hubo dos Silenos: uno, el más antiguo, educador y maestro de Baco y otro mucho más tardío que éste, sabio de tiempos de Ciro, de quien es la sentencia que dijo a Creso, rey de los lidios: "Lo mejor es no nacer, lo más cercano a esto es morir pronto". Baco es el dios de los poetas, como Apolo, y el Parnaso es el monte de las Musas, que tiene dos cumbres, una consagrada a Febo y la otra a Baco; añádase a esto que los poetas se coronaban tanto con hojas de laurel, que era el árbol de Febo, como de hiedra, que lo era de Baco. Por eso, parece apropiado entender en Sileno, maestro de Baco, a la Musa, por la que había sido instruido el dios de los poetas Baco y por eso dicen que también esta égloga se sale de la materia pastoril.

[L. Vives al v. 1]

"...la primera... se ha dignado... 4 de Siracusa...". Estos versos yo los entiendo así: "Nuestra Talía, esto es, la Musa que preside los campos, se ha dignado por primera vez cultivar versos como los de Teócrito y se ha dedicado a cantar asuntos campestres". La llama [Virgilio] "nuestra" porque esta poesía era suya o bien porque él era pastor de origen, o por el argumento de la obra.

[Pg. 150] [L.Vives al v. 7]

"... Varo... ansíen... tus...". Quintilio Varo, jefe del ejército, dispersó varias veces grandes ejércitos de los germanos, pero a la postre le infligió una gran derrota el germano Arminio y en tal ocasión se suicidó [año 9 d. de Cr.], no soportando vivir después de tan gran deshonra; aunque cuando esto sucedió, ya había muerto Virgilio [en el año 19 a. de Cr.]. 5

[L. Vives al v. 10 ]

"...por amor cautivado los lea...". Con cuánta modestia dice Virgilio de sí mismo: "No porque estos versos merezcan tener un lector, a no ser que se sienta atraído por su benevolencia hacia mí".

"...a ti, Varo,... mis tamarices... ". "Serás celebrado, cuando este poema bucólico alguien lo lea".

[L. Vives al v. 11]

"...que no hay... alguna a Febo más grata...". Para ningún canto inspira Febo su favor, gracia y belleza tanto como para el que se canta en honor de Varo.

[L. Vives al v. 13]

"...Cromas y Mnásilo, etc...": dos jóvenes que [en la alegoría] despiertan a las Musas, las cuales en su época aletargadas dormían.

[Pg. 151] [L. Vives al v. 15]

"...henchidas con el... de ayer..." Como convenía a un acompañante y educador de Baco [cual era Sileno; véase arriba] y también a aquel gran poeta [Homero], de quien en una sátira de Horacio [más bien en la Epístola I 19, 6] está lo de que "por sus alabanzas del vino se arguye que Homero del vino era aficionado". También lo dice Ennio, entre otros, y el proverbio: "Si agua bebes, buena poesía no harás".

"...de ayer...". "El que cree que Acerra huele al vino de ayer se equivoca: Acerra bebe hasta que se hace de día", lo dice Marcial [Epigramas I 28].

[L. Vives al v. 16]

"...sólo que... las guirnaldas a lo lejos...". En aquella época [de Sileno] no se apreciaban ni el honor que se da a los poetas ni la cultura y no había nadie que deseara recibir una corona. El sentido de este verso es que junto a él [a Sileno] no había nada más que las guirnaldas que le habían resbalado de la cabeza y yacían lejos; y esto se refiere a lo que luego [v. 19] dice: "Con las guirnaldas lo atan", porque no tenían [los dos pastores] otra cosa a mano para atar al viejo.

[L. Vives al v. 18]

"...como el viejo más de una vez... cuando esperaban...". No hay que cejar en adquirir pericia; si el primer intento no tiene éxito, hay que probar otros: "El trabajo ímprobo todo lo vence" [Virgilio, Geórgicas 1, 145].

[L. Vives al v. 19]

"...con las guirnaldas lo atan...". La honra que da la sabiduría cautiva los nobles talentos para que quieran detener junto a sí a las Musas y quieran animarlas: unos llevados por el deseo de gloria, otros más elevados por el deseo de saber, porque las guirnaldas miran más bien al honor que da el saber unas veces por la belleza que brilla en el conocimiento, otras veces por el deseo de destacar.

[Pg. 152] [L. Vives al v. 20]

"Se les junta, aliada...". Entre aquellos espíritus varoniles se mezclan otros blandos y femeninos [como la náyade Egle] que quieren poseer las ciencias con la mira puesta en las ganancias o en algo semejante.

"...y, asustados como están, los sorprende Egle...". Angustiados y preocupados de que Sileno se les soltara y se marchara.

[L. Vives al v. 21] 6

"...cuando tenía ya los ojos abiertos...". Los muchachos [Cromis y Mnásilo] despiertan [a Sileno] para que les cante, la muchacha [Egle] se burla de él cuando ya está despierto: el saber que acuñan los espíritus elevados, lo orientan los corrompidos a la consecución de placeres y dinero.

[L. Vives al v. 22]

"...la frente... con moras como la sangre rojas...". Los muchachos atan y retienen a Sileno, pero la muchacha [Egle] se burla de él y lo pone en ridículo. Los espíritus nobles cultivan con diligencia y trabajando y retienen cabe sí a las Musas; los hombres viles y de espíritu abyecto las deforman y deshonran y por el modo de tratarlas las exponen a ser objeto de risa por parte del vulgo.

[L Vives al v. 23]

"Le da risa a él [a Sileno] el engaño...". Muchos se excusan porque la sabiduría es fugaz y no puede ser retenida con facilidad, pero la culpa radica en nosotros, que no queremos ejercitarnos, y no en las cosas, que siempre las tenemos preparadas y puestas a nuestra disposición.

[L. Vives al v. 24]

"...basta, ya se ha visto, que podíais hacerlo...". "Basta con que vosotros hayáis encontrado una vez a las Musas, después ya no huirán más, sino que con facilidad y con gusto se os entregarán".

[Pg. 153] [L Vives al v. 25]

"...cantos como queréis... "Vosotros, como hombres, recibiréis la sabiduría que elijáis, ésta será la recompensa de vuestro trabajo; pero para los que obran con espíritu femenino, será el dinero la paga de sus cuidados".

[L Vives al v. 27]

"...entonces a compás...". A todos alegra una sabiduría de expresión tan armoniosa como se dice que tenía la lira de Orfeo y a esto asigna la creación de las ciudades Marco Cicerón [De la República II, 42, 69, citado por S. Agustín en La ciudad de Dios 2, 21].

"Habrías visto... a Faunos y fieras ...". Porque los espíritus feroces se apaciguan y amansan con la sabiduría.

[L.Vives al v. 28]

"...o mover sus copas recias encinas...". Alusión a lo que se dice de Orfeo en Cicerón "pro Archia" [8,19]: "Los bosques [en Cicerón: "las rocas»] y los yermos responden a su voz y las bestias salvajes a menudo se doblan con el canto y se detienen".

[L. Vives al v. 29]

"Que no... tanto con Febo...". Febo y Orfeo cantan con mayor dulzura, pero en el canto de Sileno hay mayor sabiduría y conocimiento del mundo y, por eso, produce mayor deleite.

III. EL CANTO DE SILENO (V. 31-81)

Desarrolla tres grupos de temas que hallan escaso eco en el comentario de Vives. Por ello seremos más bien breves en su exposición.

A) Los orígenes del mundo (v. 31-40) y breve mención de los orígenes del hombre, de la edad de oro de Saturno y del castigo de Prometeo por el robo del fuego (v. 41-42).

[Pg. 154] [Virgilio VI, 31-42]

 

  Porque cantaba cómo por el vacío inmenso las semillas

de la tierra, del aire y del mar se habían conglomerado

y a la vez también las del fuego brillante, y

cómo de éstos primeros principios los elementos

todos de las cosas y la redondez aún tierna del mundo

se habían formado; el suelo comenzó luego a endurecerse

y a dejar encerrado en el ponto a Nereo [dios

del mar] / y a tomar poco a poco las figuras que tienen las

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cosas; con estupor la tierra veía que el sol nuevo

empezaba a brillar y que, al alejarse las nubes, desde

más alto caían las lluvias, mientras brotaban los

primeros bosques y animales escasos recorrían montes

desconocidos, vagando. /

40

  Relata luego [Sileno] lo de los guijarros arrojados

por Pirra hacia atrás [convertidos en otras tantas mujeres],

el reinado [feliz] de Saturno, las aves del Cáucaso [el

águila que torturó a Prometeo] y el hurto [del fuego] de

Prometeo.

B) Varias fábulas de carácter amatorio: la de Pasifae (45-47; 52-60), a la que precede la de Hilas (v. 43-44) y dentro de la cual se inserta la de las hijas de Preto (48-51), terminando todo con breves alusiones a Atalanta (v. 61) y a las hermanas de Faetón (62-63).

[Virgilio VI, 43-63]

 

  A esto añade [Sileno] lo de la fuente en la que unos

navegantes a gritos llamaban a Hilas y toda la playa,

donde lo habían dejado, en el eco repetía: ¡"Hilas"!

¡"Hilas"! /

44

  Y a Pasifae consuela -¡dichosa ella si nunca hubiera

habido rebaños de toros!- por su amor a un níveo

novillo: "¡Ay, doncella infeliz! [-dice Sileno-] ¿qué

locura te había tomado?: las hijas de Preto llenaron

los campos de falsos mugidos y, con todo, ninguna de

ellas a coyundas tan feas con bestias llegó como tú,

por mucho que el arado hubieran temido / o hubieran

50

[Pg. 155] querido hallar cuernos en su frente tan tersa. ¡Ay

doncella infeliz! Corres [tú, Pasifae] ahora por los montes

sin rumbo, mientras que aquél, su níveo costado reposando

sobre blandos jacintos, rumia hierbas pajizas

bajo sombría encina o va siguiendo a una vaca en un

gran rebaño ". "Oh ninfas, / ninfas [-dice Pasifae-], las de

55

[la montaña cretense de] Dicte, dejad cerrados, bien

cerrados los pasos a través de vuestras florestas, no sea que

a mis ojos se ofrezcan quizá al pasar las errabundas huellas

de mi novillo y a él, por verde hierba cautivado o

siguiendo los rebaños, no falten vacas que lo arrastren

hasta los establos [de la ciudad cretense] de Gortina". /

60

  Canta [Sileno] luego a [Atalanta], 7 la doncella que las

manzanas de las Hespérides se detuvo a mirar, y luego

a las hermanas de Faetonte las va revistiendo con

amarga corteza de musgo y las hace surgir del suelo,

convertidas en esbeltos alisos.

C) Consagración, como poeta, de Cornelio Galo. Una de las musas lo había llevado hasta la fuente consagrada a estas diosas en la cumbre del monte Helicón, de la que nace el río Permeso; acogido Galo por ellas, el mítico poeta Lino le entrega la siringa (compuesta por varias cañas) para que cante el origen del oráculo consagrado a Apolo en el bosquecillo sagrado de la ciudad de Grinia (v. 64-73). También en estos versos destaca Virgilio el poder del canto con el que Hesíodo fue capaz de conmover hasta los árboles.

Los amores desdichados de Escila y los de Tereo (v. 74-81) terminan el relato de los versos que había cantado Sileno a requerimiento de los dos zagales.

[Virgilio VI, 64-81]

 

  Canta luego a [Cornelio] Galo, cuando vagaba por

las riberas del río Permeso hacia los montes de los
[Pg. 156] [antiguos] Aones [en la Beocia], cómo guiado hasta allí

por una de las hermanas [las Musas] / que formaban el

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coro de Apolo lo habían acogido a él aunque era un

mortal, todas de pie; y cómo Lino, el pastor, con un

canto divino, orlado el cabello de flores y amargo

apio, tales palabras a él le decía: "Toma estos cálamos,

las Musas a ti te los dan; antes que a ti al anciano

de Ascra [Hesíodo] ya se los dieron y cantando con

ellos muchas veces hacía bajar / por los montes los

70

olmos más firmes. Cuéntanos tocando con ellos los

orígenes de la floresta de Grinia para que no quede

ya bosque alguno del que Apolo pueda jactarse aún

mas"

  ¿Para qué hablar de Escila, la [hija] de Niso, que

cual decía la fama, ceñidas las blancas ijadas por

monstruos que lanzaban ladridos / había maltrecho

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las naves del de Duliquio [de Ulises] y en un remolino

profundo ¡ay! a los navegantes aquellos, atemorizados,

los habían despedazado sus perros marinos; también

[contaba Sileno] cómo se habían cambiado los

miembros de Tereo [en los de una abubilla], y con ellos

qué manjares a él Filomela en obsequio le había guisado,

por dónde había partido ella a parajes desiertos

y con qué [nuevas] alas, / desdichada, había revoloteado

80

sobre un techo que antes suyo había sido?

El criterio que presidió en Virgilio la selección de estos temas mitológicos es problemático y discutido aún hoy en día.

[L. Vives al v. 31]

"Porque cantaba cómo...". Explicaba el comienzo de las cosas y sus más profundos orígenes, partiendo de los conocimientos más recónditos de la filosofía. Aquí no hace falta ninguna alegoría, por sí mismo todo es suficientemente grandioso y digno de ser cantado.

[Pg. 157] [L. Vives al v. 35]

"...a dejar encerrado en el ponto a Nereo...". Es separar de la tierra el mar de Nereo [dios del mar].

[L. Vives al v. 41]

"Luego los guijarros arrojados por tierra...". Después de la creación del mundo, continúa [Sileno] con el curso de la vida de dioses, héroes y hombres: no está esto en desacuerdo con el comienzo, sino que lo continúa y se adapta a él.

[L. Vives al v. 45]

"...¡dichosa ella si nunca hubiera habido rebaños de toros"!. El sentido oscuro de estas palabras es quizá este: que introduce a Pasifae, consolándose por su amor al novillo, de suerte que las palabras que siguen son de la propia Pasifae: "¡Ay doncella infeliz!", y con ellas se consuela a sí misma de la ausencia del toro y reprende su propia locura, en segunda persona, dejándose llevar por el afecto como en "¡Ay, Coridón, Coridón! ¿qué locura te ha tomado?" [Égloga II, 69]. Luego [v. 57] sigue en primera persona: "No sea que a mis ojos se ofrezcan quizás al pasar...", esto es, "si intentara venir hacia aquí, si dirigiera hacia mí su camino, cerrad -dice- los pasos para que no venga, porque es posible que venga, buscando la verde hierba o siguiendo alguna vaca, y, por eso, apartadlo dentro de los bosques, para que allí al menos con la ausencia se calme esta locura suya de amor tan feo y no se excite al verla".

[L. Vives al v. 64]

"Canta luego... cuando vagaba...". No hay en toda esta obra palabras más bellas o cantadas con inspiración más profunda de las Musas: es una gran alabanza a Cornelio Galo, que también fue poeta, de quien trata en el "Alexis" [Égloga II] y luego en el "Galo" [Égloga X].

"...cuando vagaba...". Cuando [Galo] se ocupaba en los estudios de la sabiduría, y su ingenio vagaba por parajes consagrados a las Musas.

[Pg. 158] [L. Vives al v. 65]

"...hacia los montes de los Aones, cómo guiado...". El estudio de una disciplina lleva poco a poco a conocer las otras.

[L. Vives al v. 66]

"...y cómo... de Febo... a él, que era un mortal...". Las mismas Musas admiraron su ingenio [el de Cornelio Galo] y una vez visto y conocido empezaron enseguida a amarlo y se le mostraron accesibles, benévolas y muy amigas.

[L. Vives al v. 67]

"...y cómo Lino el pastor, con un canto divino... estas palabras él...". Un canto "divino" como excelente que era, o bien porque este héroe [Lino] era hijo de [la musa] Calíope, o porque era adivino, como dice Servio.

[L. Vives al v. 72]

"Cuéntanos tú tocando con ellos los orígenes de la floresta de Grinia...". La floresta de Grinia, en la Jonia, estaba consagrada a Febo. Sobre esta floresta y lo allí sucedido -tal como la adivinación 8 de Mopso y Calcante- y sobre lo referente al dios Apolo escribió un poema Euforión de la Cálcide. [Cornelio] Galo con gran acierto lo tradujo al latín, conservando el argumento y la forma de tratarlo más bien que las palabras y lo hizo tan suyo como Virgilio la Eneida y las Bucólicas en las que emuló a Teócrito y Homero (retengamos en la memoria esto que hemos de aprovechar luego en la égloga décima); por eso dice [el Sileno a Cornelio Galo]: "Después de recibir estos cálamos, cuéntanos con ellos cómo tuvieron principio las glorias de la floresta de Grinia, para que seas tú, más [Pg. 159] bien que Euforión, el autor que las haya creado y, por haberlas cantado y celebrado tú, aunque Febo tenga otros muchos templos y bosques sagrados, en ninguno se gloríe y se goce más que en éste, recomendado de este modo por ti".

IV. FINAL (v. 82-86)

[Virgilio VI, 82-86]

 

Aquel [Sileno] sigue cantando todo cuanto, ejecutado

por Febo, el [río] Eurotas, feliz, en otro tiempo

había escuchado y a sus laureles había mandado

aprender y hacia las estrellas en el eco lanzado,

conmovidos lo repiten los valles- hasta que mandó recoger

las ovejas en los apriscos y recontarlas / el Véspero

85

[estrella de la tarde], que mal de su grado desde el

Olimpo avanzaba.

La idea fundamental que da unidad a la égloga no es otra que el poder y la fuerza con que el canto, la poesía y la música, cautivan y arrastran el mundo mediante una inagotable abundancia de obras, reflejada en el catálogo inacabado, interminable de los mitos recordados por Sileno y también mediante el efecto con que muchos de ellos conmueven el mundo de la naturaleza. Así se insinúa en varios pasajes, como los versos 27 ss., al comienzo, y en este final e igualmente en los versos 70 s. En su conjunto la égloga es, por tanto, un símbolo del inagotable influjo que ejerce el canto en el mundo.

En estos últimos versos la investigación moderna se plantea un problema todavía vivo hoy en día cuando se pregunta si dichos versos son como un compendio de los mitos precedentes o aluden a una nueva serie de relatos del Sileno. 9 Vives se preguntaba algo parecido: ¿eran de Apolo (de Febo) los cantos de Sileno reproducidos en los versos precedentes (v. 31-81) lo mismo que los que Apolo acostumbró a cantar en otras ocasiones? ¿O, por el contrario, a lo que había cantado Sileno por su cuenta en los versos anteriores 31-81 habría que añadir [Pg. 160] aparte los que cantó Apolo cuando servía como pastor a Admeto? Esta interpretación parece ser más aceptable y así lo piensa el propio Vives. Sin embargo, el servicio de Apolo al pastor Admeto que menciona Vives se localiza en el río Amfrisio de Tesalia 10 y no puede relacionarse con la presencia del dios en el río Eurotas de la Lacedemonia, que es lo único recordado en la égloga (v. 83).

[L. Vives al v. 82]

"Todo cuanto... Febo... en otro tiempo...". Es dudoso saber si estos mismos versos que [Sileno] ha cantado [v. 31-81] forman parte de las canciones de Febo, en cuyo caso la conclusión en fin de cuentas sería que él [Sileno] cantó esto [v. 31-81] y todo lo demás que Febo acostumbraba a cantar con tanta armonía, o si por separado y además de los versos ya indicados [v. 31-81] Sileno cantó los que cantó Febo, cuando era pastor de Admeto y apacentaba sus rebaños [v. 82-84]. Parece mejor esto último.

[L. Vives al v. 83]

"...el Eurotas... feliz...". Porque disfrutaba con tal voz [con la voz de Febo].

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1 Transmite la noticia Artistóteles, Fragmentos (Ross), págs. 18 y 19; Kl. Pauly III (1969), 1288; pero no menciona a Creso, sino al mítico Midas (el que todo cuanto tocaba lo convertía en oro).

2 Vid. Kern, RE VI (1903), s. v. Dionysos 2), 1036.

3 La primera edición de 1539 contiene ya, sin corregir en la fe de erratas, y la edición de Mayans repite todavía, la palabra inexistente, evidentemente equivocada 149 mws­qai, en vez de la correcta mñsqai, infinitivo de mñmai, "seek after, meditate or purpose"; vid. Liddell-Scott, s. v., que remite a mñsi

4 En la fe de erratas de la edición príncipe, Vives hace constar que, además de la palabra DEDUCTA -que literalmente reproduce en el v. 1 de Virgilio que va a comentar- "en otras variantes se lee `dignata¿"; sin embargo, de forma sorprendente al desarrollar el comentario emplea la expresión "dignata est", con lo cual implícitamente acepta esta última, que otras ediciones posteriores, como las de 1547, 1555, la de Mayans y, en general, las ediciones actuales de Virgilio reproducen asimismo.

5 Los datos biográficos aportados por Vives impiden identificar al Varo (Varus) citado aquí por Virgilio con Publio Quinctilio Varo, que en el año 40 a. de. Cr. -cuando Virgilio escribía esta égloga (vid. Büchner, RE VIII A1, 1254, 59)- estaba siendo educado después de la muerte de su padre (el año 42) por un conocido pariente, lejos aún de iniciar su vida pública; vid. Walther John, RE XXIV (1963), s. v. Quinctilius 20), 208, 16 ss. Probablemente se trata en realidad de Publio Alfeno Varo, contemporáneo de Virgilio y amigo suyo, no sólo aquí en la Égloga VI 7, 10 y 12, sino también en la IX 26-28; vid. Büchner, RE VIII A1, 1053 y Klebs, RE 12 (1894), s. v. Alfenus 8), 1472, 56.

6 El comentario de Vives al v. 22 precede al de este v. 21, en la edición primera de 1539 y en la de Mayans.

7 Hipómenes para conseguir a Atalanta en matrimonio compite con ella en una carrera y la vence cuando ella se detiene para admirar unas manzanas de las Hespérides que él arroja a su paso; vid. Escher, RE 2 (1896), s. v. Atalante 4), 1890, 45 ss.

8 Alude a la solución de varias adivinanzas o acertijos que, según Euforión, en un certamen se propusieron ambos videntes, Mopso y Calcante; vid. Heckenbach, RE X 2 (1919), s. v. Kalchas, 1554, 29-34 y Jessen RE VII 2 (1912), s. v. Gryneios 1901; Skutsch, RE VI 1 (1907), s. v. Euphorion 1187, 59 ss. Por el comentario de Servio sabemos que Euforión había tratado estos temas en una colección de poesías, traducidas luego al latín por Cornelio Galo.

9 Vid. Schanz-Hosius, 1. c. II, 42; Büchner, RE VIII A 1, 1222, 31 con bibliografía.

10 Vid. Wentzel, RE I, 1 (1893), s. v. Admetos 1), 378, 63 ss.

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