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Gregorio Mayans y Siscar -... > Epistolario > Volumen XVI : Mayans y los... > Estudio Preliminar. La amistad de dos bibliófilos

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ESTUDIO PRELIMINAR

LA AMISTAD DE DOS BIBLIÓFILOS

LA correspondencia de Mayans con Velasco constituye un caso singular dentro de la mantenida con los otros consejeros. Podemos observar, sin duda, múltiples aspectos vistos en el volumen anterior: asuntos locales relativos a la administración municipal, problemas de agua o personales del mismo erudito. Pero resulta evidente un tono distinto y, sobre todo, en el largo y continuado intercambio epistolar se descubren una serie de intereses culturales propios que distinguen este Epistolario y le conceden un carácter personal y específico.

Entre los múltiples asuntos abordados en el intercambio epistolar, sobresalen cuatro aspectos que merecen especial atención: la bibliofilia y búsqueda de libros; las dificultades de Mayans con la censura; las diferencias en la valoración de los Colegios Mayores y los problemas por la reforma de los estudios y de manera especial de la gramática latina. Pero antes de entrar en el análisis pormenorizado de estos aspectos, conviene analizar la carrera judicial de Velasco y la relación con don Gregorio.

1. FERNANDO JOSÉ DE VELASCO, UN ILUSTRE ILUSTRADO

Antiguos trabajos, como los publicados por Mateo Escagedo Salmón en 1924 o Marcial Solana en 1925, 1 y estudios más recientes, como las aportaciones de Janine Fayard, 2 Francisco Andújar 3 o Gregorio de Andrés, 4 han contribuido a un conocimiento mejor y más abundante sobre la figura y la obra del consejero y camarista de Castilla, Fernando José de Velasco. 5 Mucho más que por su dimensión pública, Velasco es recordado por su amor a las letras, una circunstancia que el epistolario que hoy ve la luz ratificará de manera palmaria. D. Fernando no sólo fue propietario de una de las mejores bibliotecas y monetarios de su tiempo, sino también uno de los académicos (de la Historia) más consciente e incansable epistológrafo. Entre sus muchos corresponsales, Bruna, Campomanes, Cerdá Rico, Cevallos, Díaz Ayora, Espinel, el P. Flórez, Goyeneche, B. Iriarte, Ordeñana, Panel, Roda, Rodríguez Mohedano, Salazar y Castro o Sarmiento, no cita Gregorio de Andrés a los Mayans y Siscar. 6 Sin embargo, en el Colegio del Corpus Christi, en la Biblioteca del Archivo Municipal de Valencia y en la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva una notabilísima colección de cartas cruzadas entre nuestro magistrado y varios miembros de la familia Mayans, encabezados por su patriarca D. Gregorio, cuya edición -sin duda- permitirá perfilar con nitidez a sus protagonistas y ayudará a mejor comprender el movimiento ilustrado español de la segunda mitad del siglo XVIII.

D. Fernando pertenecía al tronco mismo del hidalgo linaje montañés de los Velasco. Había nacido el día 9 de marzo de 1707 en la aldea de Las Presillas, en el santanderino Valle de Toranzo. Era el tercer hijo de D. Gaspar Teodoro de Velasco Ceballos y de su segunda esposa, D.ª María Celedonia Fernández de Isla. 7 En su tierra santanderina había cursado estudios elementales, trasladándose después a Salamanca para iniciar los de filosofía y jurisprudencia en su prestigiosa Universidad. 8 Hacia 1725 ó 1726 obtuvo plaza en el Colegio Mayor del Arzobispo Alonso de Fonseca, circunstancia ésta que marcaría su carrera en más de un sentido. D. Fernando ya debía profesar en aquellos días la curiosidad erudita de la que hizo gala a lo largo de su vida. En la correspondencia sostenida con D. Gregorio Mayans son abundantes las alusiones a las bibliotecas y a los bibliotecarios de los colegios mayores salmantinos, instituciones con las que el consejero continuaba teniendo estrecha relación desde sus tiempos de estudiante. Su propuesta como juez de la Audiencia de Canarias en 1732 no prosperó a pesar de los magníficos informes emitidos por los ministros Núñez de Castro y Martínez Carvajal. Diez años después, y sin que conozcamos muy bien las circunstancias, D. Fernando ya se hallaba en Madrid. En 1737 ingresó en la Academia de la Historia. Gregorio de Andrés opina -con muy buen criterio, por otra parte- que su reconocida afición a la arqueología y la numismática fue el principal aval de su temprana incorporación al docto organismo. Sin embargo, las cartas que hemos reunido demuestran que el origen de su imponente colección de monedas antiguas es bastante posterior a su ingreso en la Academia. 9

No hay razones para dudar de que Mayans y Velasco se conocieron precisamente durante los años de residencia del primero en Madrid como bibliotecario real (1733-1739). Este dato aparece consignado en sendas cartas escritas por el valenciano. La primera, fechada el 17 de noviembre de 1759, estaba dirigida al mismo D. Fernando. En ella, el erudito decía textualmente: "yo he dicho varias a mis amigos que lo mismo fue empezar a oír hablar a V. S. en la librería de Francisco López, 10 que formar juicio verdadero de su dotrina y grande espíritu". La segunda, escrita en los últimos días de su vida, parece delimitar con extrema precisión el origen de aquella amistad: "desde que salí de Madrid en el año 1739 para vivir retirado en Oliva, mi patria, he tratado familiaríssimamente con el Sr. D. Fernando de Velasco, i he experimentado una siempre fiel i constante amistad en las cosas prósperas y adversas". 11 Sin embargo, resulta curioso que el epistolario que publicamos desmienta al autor de estas frases, puesto que, a despecho de tan tempranos vínculos, el intercambio de misivas entre Velasco y Mayans no parece haberse iniciado antes de julio de 1753, habiendo actuado como intermediario entre ambos el joven Manuel Villafañe. 12 Sabemos -y la presente colección de cartas lo ratifica- que las relaciones entre D. Gregorio Mayans y el "joven círculo" del arzobispo Mayoral se deterioraron como consecuencia de la reforma educativa de Carlos III. El erudito no dejó de tratar ni a D. Francisco Pérez Bayer ni a D. Manuel Villafañe, pero nunca olvidó lo que consideraba ni más ni menos que una traición. Es posible, pues, que esta especie de insistencia en hacer arrancar la amistad con Velasco del año 1739, en el fondo, no fuera sino el medio para soslayar la intervención de Villafañe, a quien, después de todo, parece deberse el origen de esta correspondencia sostenida durante cerca de treinta años. 13

Por supuesto, no cabe dudar de las palabras de Mayans. Por descontado que el entonces bibliotecario real y el abogado Velasco debieron coincidir en la librería de Francisco López en un momento indeterminado de la primera mitad del año 1739. Ahora bien, ¿qué palabras pudieron cruzar entonces un académico de la Historia como D. Fernando y alguien que, como Mayans, no sólo había rehusado pertenecer a la Academia, sino también había escrito una contundente crítica contra un trabajo avalado por la docta institución? Recordemos que los mayansianos comentarios contra la España Primitiva (1738) del también académico de la Historia Francisco X. Huerta y Vega, habían sido precedidos por una campaña pública de desprestigio por parte del cuerpo editorial del Diario de los Literatos de España que acabó decidiendo a D. Gregorio a abandonar la corte y retirarse en Oliva durante algo más de un cuarto de siglo. Éstas no parecen, pues, las circunstancias más idóneas para el comienzo de una amistad que, sin duda, otros derroteros y una notable afinidad espiritual acabarían por consolidar.

D. Fernando tampoco iba a continuar mucho tiempo en Madrid. Apenas dos meses después de la partida de D. Gregorio a Valencia, Velasco fue nombrado alcalde del crimen de la Audiencia de Zaragoza, trasladándose de inmediato a aquella ciudad, donde residió por espacio de doce años. En efecto, Velasco ocupó aquel cargo hasta comienzos del año 1752, ya que sendas propuestas de ascenso a una plaza de oidor dentro de la misma Audiencia de Aragón, en mayo y agosto de 1748, nunca llegaron a prosperar, pese a que el magistrado santanderino era considerado "sujeto de bastante literatura, de juicio y prudencia". El 30 de agosto de 1741, D. Fernando contrajo matrimonio con D.ª Nicolasa Montoya de la Riva Aguero. Con ella tendría el magistrado a sus tres únicos hijos, dos varones, ambos militares, y una mujer, D.ª María Joaquina de Velasco, monja de la orden de S. Bernardo (1764) en el convento de S. Quirce de Valladolid. El primogénito, José María de Velasco y Montoya, era teniente del regimiento de infantería de Murcia a comienzos del año 1768. 14 Más tarde heredó de su padre el mayorazgo de Mújica y el título nobiliario de Barón de Velasco, otorgado por el rey Carlos III a D. Fernando el 9 de abril de 1782, e inmediatamente resignado a favor del mayor de sus hijos, por aquel entonces capitán del regimiento provincial de Valladolid. 15 D. José M.ª falleció en Valladolid en septiembre de 1785, tres años antes que su padre, según consta en una carta dirigida por el camarista a Juan Antonio Mayans el 23-IX-1785. Su segundo hijo, D. Fernando José, también siguió la carrera militar. Hacia 1775 era alférez en el primer batallón del regimiento de Mallorca. 16 Andando el tiempo, alcanzaría los galones de capitán de infantería y la condición supernumeraria de caballero de Carlos III (3-X-1783).

Desde luego, no deja de resultar curiosa la trayectoria profesional de los dos hijos varones del ilustre jurista, bibliófilo y anticuario que fue D. Fernando de Velasco, un no tan típico representante de aquella Ilustración española, en buena medida cimentada socialmente sobre la magistratura y administración de los Borbones. No faltaban, sin embargo, antecedentes militares dentro de la familia. Así, D. Pedro de Ceballos, mariscal de campo y comandante militar de Madrid, era pariente de nuestro protagonista y tuvo una destacada intervención a finales de 1762 en el conflicto con Portugal. El mismo D. Fernando fue asesor del Consejo de Guerra entre septiembre de 1770 y diciembre de 1773 y, aunque perdió su plaza como consecuencia de la reforma del consejo, mantuvo pensión anual de 5.000 reales. 17 Con todo, el santanderino no dejaba de encontrarse a disgusto con aquella situación, que, de manera harto sorprendente, achacaba a la reiterada negativa del P. confesor del rey a concederle una renta eclesiástica para que su segundogénito cursase carrera de letras (10-VII-1770). Consciente de que el desinterés de sus hijos por la erudición podía redundar en la disgregación de la biblioteca y monetario que con tantos desvelos económicos y personales había conseguido reunir, D. Fernando llegó a encomendar a Mayans que gestionase su venta al arzobispo Fabián y Fuero. He aquí sus expresivas palabras: "ese Sr. arzobispo penó en comprar toda mi librería i también mi numeroso i selecto monetario -del que he proyectado deshacerme en vida, por no aver heredado mi afición a libros i medallas ninguno de los dos hijos militares que me concedió el Altísimo-" (30-XI-1773).

Como consecuencia del nombramiento de D. Fernando como oidor de la Chancillería de Valladolid (16-III-1752) por ascenso de D. José Güell y Serra a la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, los Velasco abandonaron Zaragoza y se trasladaron a la ciudad del Pisuerga. Aunque allí murió D.ª Nicolasa Montoya en los últimos días del mes de febrero de 1755, 18 la familia del magistrado estableció vínculos muy estrechos con aquella ciudad, a la que por tantos motivos permanecería unida. Un año después de su incorporación a la Chancillería, D. Fernando pudo conocer a D. Manuel Villafañe, en aquellos días de paso por Valladolid para resolver unos asuntos relacionados con su familia. Ambos congeniaron de inmediato y, a raíz de una conversación sostenida en los primeros días de mayo de 1753, D. Fernando solicitó formalmente a Villafañe que encomendase al prestigioso erudito Gregorio Mayans la compra de la perdida primera parte de la Crónica de Rafael Martí de Viciana y la Biblioteca de Antonio Agustín (9-V-1753). Dos semanas después, D. Manuel remitía esta carta de Velasco, dentro de otra de su puño y letra, a D. Gregorio, iniciándose de este modo una estrechísima relación epistolar, llamada a perdurar hasta más allá del fallecimiento del sabio de Oliva. 19

Velasco residió en Valladolid por espacio de unos siete años y medio. Allí se vinculó a la Academia Geográfica e Histórica de Caballeros de Valladolid, de cuya junta directiva salió la invitación que llevó a Mayans a componer su Defensa de Witiza (29-XI-1758). El 16 de octubre de 1759, sin embargo, el magistrado comenzó a remitir sus cartas desde Madrid: "Mui Sr. mío i amigo. Para ver, si quiere Dios, que nos toque alguna de las muchas plazas altas que ai vacantes, he hecho mi caminata a esta corte. En donde, como en todas partes, sabe Vm. quánto debo i apelo servirle (...)". A finales de año D. Fernando daba muestras de hastío ante la lentitud con que marchaban los asuntos oficiales. Poco después, sin embargo, añadía: "quedo con el debido reconocimiento a las finas expresiones que se sirve reiterarme Vm. en asunto de mis ascensos. Sobre el que sólo puedo decir hoi que tengo fundamento sólido para creer que en la Cámara de mañana miércoles se me consultará para consexero de Órdenes después de ese decano Dávila; i que si vaja en él la expresada plaza, seré atendido en la Regencia de Zaragoza o, a lo menos, en una de las alcaldías de Corte que ai vacantes" (15-I-1760). No se equivocaba Velasco. Tras haber sido rechazada su propuesta como alcalde de Casa y Corte (30-I-1760), "estos Srs. camaristas me han propuesto 2.° lugar para Regente de Zaragoza y en 1.°, nemine discrepante, para Fiscal de esta Sala de Alcaldes de Corte, pues, aunque yo aspiraba a una de las dos plazas del Consejo de Órdenes que estaban igualmente vacantes, con todo no hemos salido mal, según la infinidad de pretendientes que avía descubiertos i mis pocos valedores, a lo menos que merezcan este nombre" (6-II-1760). Ese mismo día, la Cámara aceptó la propuesta de D. Fernando como Fiscal de la Sala de Alcaldes, designándolo oficialmente el día 24-II-1760 por ascenso de D. Francisco J. Herrán al Consejo de Hacienda. Velasco comunicó a Mayans su nombramiento en los siguientes términos: "me tiene ya Fiscal de la Sala de Corte para quanto guste mandarme: I que esta friolera me ha costado el mayor triunfo del mundo, por averse atravesado terriblemente el embaxador de Francia, marqués de Osun, de orden de su corte, con la más eficaz recomendación a fabor del abogado de su nación, Dn. N. Galbes" (26-II-1760).

Pese a su inicial contento, resulta evidente que Velasco no se sentía a gusto al frente de su Fiscalía. En las cartas de estos años son abundantes las referencias al mucho y comprometido trabajo de aquel cargo "perrero" que apenas si dejaba tiempo -por no hablar de la retribución- al curioso magistrado para culminar sus propios trabajos 20 o colaborar con Mayans en la investigación sobre los orígenes de la tipografía europea auspiciada por el sabio holandés Geert Meerman. 21 Aquello, sin embargo, no era lo peor. El progresivo distanciamiento del gobierno de la vieja élite colegial pro-jesuita ya había comenzado a afectar a Velasco, 22 que tal vez se hallase ya desposado con su segunda mujer, D.ª Paula de Quevedo Hoyos y Colmenares, heredera del mayorazgo de Quevedo en Silió (Santander). Su propuesta como fiscal del Consejo de Castilla fue rechazada el 5-VI-1762. También lo fue su designación como consejero el 27-VII-1765, previsible -por otra parte- tras el siguiente informe: "es jesuita profeso, y de ningún modo convendría para presidente de Chancillerías, que es todo su deseo, o entrar en el Consejo, y en qualquier parte sería dominado de la ropa para todo lo graciable; en una plaza de Órdenes, que resiste, es donde pudiera colocársele, pues en Indias, o Castilla o presidencia pudiera tener inconveniente por lo expuesto, asegurándose como notorio, que no es para Fiscal de la Sala". 23 Más adelante comprobaremos la tremenda decepción que para Velasco supuso el desinterés de D. Francisco Pérez Bayer, figura en la que el fiscal había depositado la esperanza de una promoción que no llegaría de la mano de Roda, sino de la del conde de Aranda.

En efecto, uno de los aspectos más relevantes del epistolario que publicamos es la constatación de la estrecha sintonía reinante entre D. Fernando de Velasco y el conde de Aranda. Más tarde llegaría la amistad con Roda, en esta ocasión gracias al común amor a las letras que profesaban ambos políticos. Aranda y Roda son calificados como "patrones" tanto por el santanderino, cuanto por el valenciano. Y en verdad lo fueron. Ahora bien, mientras Velasco se encargaba de gestionar la recompensa otorgada por el conde a D. Gregorio, su propia candidatura al Consejo de Castilla era nuevamente rechazada (28-IV-1766). Hacia mediados de año, sin embargo, D. Fernando escribía a Mayans: "Como yo no tengo aquí otro ascenso que me acomode i sea proporcionado a mi mucha antigüedad, sino plaza en el Consexo Real o el de Indias, i ambos destinos los contemplo dificultosísimos de conseguir, según me consta por repetidas experiencias i cómo van las cosas preparándose a fabor de otros sugetos en competencia mía, me he visto precisado a pensar en la Presidencia de Granada, aunque con la mayor repugnancia mía, por mil razones que omito referir por falta de tiempo" (17-VI-1766). Velasco, en efecto, había sido propuesto como presidente de la Chancillería en primer lugar. El 24 de junio de 1766 escribirá: "antes de ayer reciví del Sr. conde de Aranda el papel de aviso de avérseme conferido la presidencia de Granada, cuyo nuevo destino ofrezco gustoso a la disposición de Vm. con las veras que sabe deseo servirle en todos tiempos i asuntos".

Vino D. Fernando a substituir al recién ascendido consejero Andrés Maraver y, pese a su mucha antigüedad, debió permanecer en la ciudad de la Alhambra durante algún tiempo más que el preceptivo trienio para el que había sido designado. El santanderino no se hallaba excesivamente a gusto en Granada. Aunque alejado de la corte, de la Academia, de sus librerías y tertulias, no por ello abandonó sus aficiones de siempre, hallando en su correspondencia con Mayans, en las curiosidades granadinas de 1754 y en la visita que le giró el P. Manuel del Cenáculo (14-VI-1768) no pocos motivos se satisfacción. Sus dos propuestas como consejero de Castilla, en octubre de 1768 y en 1769, esta vez con motivo de la jubilación de su amigo Juan Curiel, fueron nuevamente rechazadas. A finales de enero de 1770, sin embargo, D. Fernando fue consultado en primer lugar a plaza vacante en el Supremo de Castilla por ascenso de D. Simón de Anda y Salazar a la Capitanía General de las Filipinas. Designado consejero el 10-II-1770, Velasco recibió una calurosa felicitación de su amigo Mayans el 20-III-1770. Poco imaginaba el erudito que el magistrado cántabro iba a recibir un atentado contra su vida -afortunadamente sin consecuencias- poco antes de abandonar Granada. 24

La elevación de D. Fernando a la dignidad de consejero de Castilla, pronto recamada con su designación como consejero de la Suprema (31-VII-1770) y asesor del Consejo de Guerra (IX-1770 a XII-1773), supuso -como veremos- un importante giro en los términos de la relación que mantenían nuestros dos viejos corresponsales. Sin duda, Velasco se convirtió en uno de los más firmes e incondicionales apoyos del erudito en el seno del Consejo y de su Sala Primera: tanto en el dilatado y farragoso asunto de la gramática latina, cuanto en el canonicato de Juan Antonio o la promoción de su hijo José Mayans. Abundantes y muy enjundiosas son las confidencias de esta etapa, especialmente en materia de reforma de los estudios universitarios. D. Fernando se mostró en todo momento como amigo verdadero, aunque también como ministro fiel del rey Carlos III. No en vano, el consejero montañés será distinguido con la dignidad de caballero pensionario de la Orden de Carlos III (22-IV-1777), tras haber superado las pruebas iniciadas el 12-III-1776 que demostraron la hidalguía notoria de sangre, al uso y fuero de España, de los Velasco Ceballos y de los Fernández de Isla.

Tras el fallecimiento de D. Gregorio, Velasco mantuvo viva la correspondencia con su hermano y heredero espiritual, Juan Antonio Mayans. Aunque menos abundantes, la intensidad de su contenido nos ha movido a publicar también esta pequeña junta de cartas entre el santanderino, elevando a la Cámara de Castilla el 23-X-1785, y el canónigo y ex-rector de la Universidad de Valencia. D. Fernando de Velasco falleció en Madrid el día 1 de agosto de 1788. Una de las grandes preocupaciones de su viejo amigo, compañero de Academia y Consejo y presidente, el conde de Campomanes, fue la preservación de su imponente biblioteca de más de 10.000 volúmenes. D. Pedro envió al domicilio del camarista a D. Manuel de Lardizábal y Uribe, quien, junto a D. Antonio Murillo, se comprometió a velar por el registro e integridad de aquellos valiosos fondos. Tras referir los empleos sucesivos que el camarista había desempeñado a lo largo de su vida, D. Manuel destacó algunos de sus principales cometidos: "presidente de la Junta de Tavacos y últimamente de la Cámara de Castilla. Obtuvo las concesiones de Juez Privativo de Imprentas, Asesor de la Sumillería, Junta del Bureo, Presidente de la del Código Civil y Criminal, Vocal de la Junta Magna de Obispos, Presidente de Honrrado Concejo de la Mesta; todas las que desempeñó con el celo y desinterés que es notorio. Su inteligencia en las antigüedades, su profundo conocimiento de la Historia, su amor a la sabiduría, hacen sensible su pérdida a todos los literatos españoles". Sin duda, un magnífico epitafio.

2. LA PASIÓN POR LOS LIBROS

Entre la numerosa correspondencia con los altos cuadros de la administración borbónica, el punto esencial que da carácter propio al intercambio epistolar de Mayans con Velasco es, sin duda, la pasión por los libros. No puede extrañar, por tanto, que los libros fueran la ocasión, suscitada por Villafañe, antiguo corresponsal de Mayans y compañero de Velasco en los tribunales de la Chancillería de Valladolid, de establecer esta interesante correspondencia.

Velasco solicitó la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Palencia de Viciana y la Bibliotheca de Antonio Agustín, libros que esperaba conseguir por medio de Mayans, "a qualquier precio que sea" (9-V-1753). La buena acogida del erudito fue el inicio de la correspondencia, aunque por las palabras de Velasco deducimos que admiraba los méritos literarios de don Gregorio. Sin embargo, parece que ambos corresponsales habían mantenido con anterioridad un encuentro personal. Así se deduce de las palabras del erudito. "Yo he dicho varias veces a mis amigos que lo mismo fue empezar a oír a V.S. en la librería de Francisco López, que formar juicio verdadero de su dotrina i grande espíritu" (17-XI-1759). Como don Gregorio no había vuelto a la Corte desde su retiro en Oliva, se deduce que el encuentro tuvo lugar en Madrid, durante sus años de bibliotecario real. Pero, con anterioridad a la mediación de Villafañe, no hay testimonio alguno de intercambio epistolar.

Don Gregorio, pese a solicitar los libros a sus amigos, no pudo satisfacer el deseo de su nuevo corresponsal. Viciana no apareció en Valencia (1-XII-1756), ni tampoco se pudo adquirir la Bibliotheca de Antonio Agustín. Velasco fue relativamente más afortunado. De hecho consiguió un ejemplar de la Bibliotheca, pero incompleta, pues carecía del capítulo de "mixtos impresos de varias lenguas"; es decir, Bibliotheca mixta ex libris editis variarum linguarum. Y dada la imposibilidad de encontrar el texto en Valladolid, "a causa de no hallarse un solo exemplar de dicha obra en las librerías de todo este pays", solicitó del erudito la copia del citado capítulo (3-VII-1754). No deja de sorprender las dificultades de Mayans para encontrar un buen copiante. El 19 de marzo de 1755 el erudito envió la copia. Velasco quedó complacido y, aunque ofreció pagar los gastos de la copia, no fue aceptado su ofrecimiento. En el fondo, Velasco se mostraba orgulloso "de poseer el inestimable tesoro de las obras de nuestro héroe literario incomparable, el ynsigne Dn. Antonio Agustín", puesto que eran tan escasas las bibliotecas de Europa "en que se hallan juntas todas ellas" (28-VIII-1754).

Los datos sobre bibliotecas constituyen un apartado esencial en este Epistolario. Las noticias contribuyen a esclarecer los medios utilizados por eruditos y bibliófilos para formar sus bibliotecas. En primer lugar, la compra de bibliotecas ya formadas que se vendían a la muerte del propietario. Se trata de un medio ya analizado por Mestre en los estudios introductorios al Epistolario Mayans-Martínez Pingarrón, y por nosotros mismos en el primer volumen del Epistolario con los altos cuadros de la magistratura y administración borbónica, al estudiar el caso de González de Barcia. Así, Velasco vio despertar su pasión por los libros y monedas antiguas por la compra de una biblioteca particular. "Aunque compré más de 600 volúmenes de la biblioteca de Pedro Valero Díaz, y entre ellos diferentes manuscritos del grande Dn. Antonio Agustín y de otros escritos" (1-I-1755).

Pero no faltó el intercambio de libros con monasterios y conventos. Es conocida la adquisición de preciosos libros que hizo Pérez Bayer en el monasterio de San Jerónimo de Cotalba en 1744. Idéntico sistema utilizó Velasco. Sus palabras constituyen la mejor expresión del sistema. "También me tiran más a mí los libros de nuestros españoles que los extrangeros, i es constante que no se han de buscar aquellos en las librerías venales, sino en las de los monasterios i conventos, que suelen ser depositarios de los selectos o raros, i estimarlos en tan poco, pero les parece hacen grande negocio en lográndolos cambiar por otros modernos de sermones, moral o ascéticos, como no ha un mes me sucedió con cierta comunidad que, por libros fáciles de hallarse, me alargó a la primera insinuación los quatro tomos de Alonso de Palencia de su Dictionario Universal Latino-Hispano, i de los Varones ilustres de Plutarco, traducidos al castellano, i el no menos singularísimo libro De regimine principum de Aegidio Romano, traducido por Dn. Bernardo obispo de Osma, para la educación del Infante Dn. Pedro, rey después de Castilla 1.º, único de este nombre, impressos todos cinco en Sevilla, los dos primeros apud Paulum de Colonia, cum suis sociis, anno salutis millesimo quadringentessimo nonagessimo, los de Plutarco en el año siguiente de 1491, por Paulo de Colonia, Juan de Nuremberg, Magno i Tomás, ambos alemanes. I el último libro en el de 1494, por Reynardo Ungut, alemán, y Stanislao Colono, a expensas de maestre Corvado, alemán, y Melchor Gunrizo, mercaderes de libros. Cuyas obras ya ve Vm. lo difícil que huviera sido hallarlas venales en ninguna librería de nuestros mercaderes" (18-IX-1754).

Como puede observarse, se trata de un intercambio provechosísimo para Velasco. Al prior le interesaban más los libros de ascética o sermonarios, que utilizaba, y, por supuesto, ignoraba el valor de tales tesoros bibliográficos de que se desprendía. Lo curioso, en este caso, es que encontró la réplica de otro bibliófilo que, después de celebrar la adquisición de tan buenos libros, añadía: "porque tengo el Regimiento de príncipes de la misma impressión, i el Universal vocabulario en latín i en romance, colegido por el Chronista Alfonso de Palencia, libro que estimo mucho por ser un inestimable thesoro de la lengua castellana, conocido de pocos; i porque es el mismo egemplar que su autor regaló a la reina D.ª Isabel. No tengo Varones de Plutarco, que tradujo el dicho Palencia, pero sí los de Francisco de Enzinas, impressos en Argentina, en casa de Agustín Frisio, año del Señor de 1551" (12-X-1754).

Y junto a bibliotecas ya formadas de personajes difuntos y de los fructíferos intercambios con conventos o monasterios, la compra a libreros, especialmente extranjeros, que con frecuencia enviaban sus catálogos. En este sentido, son frecuentes las alusiones a libros adquiridos por parte de nuestros corresponsales, preferentemente en Alemania, Holanda o Francia. Valgan, como ejemplo, las palabras de Velasco: "Repito mil expresivas gracias a Vm. por la fineza con que se sirve tomar a su cargo el cotexo de la copia consabida, i por la remesa del catálogo de libros de Pedro Hondt, que no tenía, aunque sí poseo más de otros treinta de España, Francia, Italia, Flandes, Holanda i Alemania" (18-IX-1754).

Estamos ante una sana rivalidad. Erudito y juez presumen de poseer una espléndida biblioteca, aunque es menester confesar, desde el primer momento, su colaboración en empresas que contribuyeron al conocimiento de los grandes tesoros de nuestro pasado cultural. El momento clave tuvo lugar en 1755, cuando Velasco recibió el Specimen bibliothecae hispano-maiansianae, publicado por don Gregorio en Hannover en 1753. Después de muchas gestiones para adquirir en Valencia un ejemplar, Mayans lo envió el 9 de agosto de 1755. Cuando Velasco vio el libro, no pudo reprimir su satisfacción y orgullo personal, al comprobar que poseía muchos de los volúmenes allí reseñados: "Ya llegó, gracias al cielo, llegó a mis manos el tan deseado Specimen de Vm., a quien repito mil expresivas gracias por semejante inestimable don, i le aseguro con toda ingenuidad que me ha deleitado en extremo su lectura y llenado perfectamente la idea alta que tenía formada de tan precioso libro. Por el qual vengo en conocimiento de lo rica y escogida que es su biblioteca de Vm., sirviéndome al mismo tiempo de no pequeño gusto el verme yo también en posesión de los más apreciados libros que contiene dicho su Specimen" (15-X-1755).

Sin afán de especificar todos los casos de colaboración en asuntos bibliográficos, conviene indicar los más significativos. Es bien conocida la amistad, intensa correspondencia y fructífera colaboración intelectual entre don Gregorio y el jurista y síndico de Rotterdam, Gerardo Meerman. En este sentido, la aportación mayansiana de mayor alcance puede verse en el Novus thesaurus iuris civilis et canonici, donde aparecen las obras de los grandes juristas españoles de los siglos XVI y XVII. Era la compensación a la notable ausencia de los nuestros en el Thesaurus de Everhard Otto. Pero el intercambio epistolar entre Mayans y Meerman fue más amplio. El valenciano compró obras españolas para la riquísima biblioteca del holandés, y Meerman envió libros jurídicos, las mejores ediciones de los clásicos y de los grandes magistrados europeos, al tiempo que puso en contacto a don Gregorio con los centros culturales del Imperio, de Suiza y de Holanda.

Pues bien, Velasco siguió, por medio de la correspondencia, todo este proceso, procuró adquirir los libros, sin regatear dinero, y colaboró con generosidad aportando ejemplares raros o únicos a Mayans, que lo agradecía públicamente con el debido reconocimiento. Velasco celebró el nombramiento del valenciano como miembro de la Sociedad Latina de Jena, compró los volúmenes de las Acta, siguió el proceso de redacción del discurso mayansiano, De hispana progenie vocis Ur, el envío a Jena y el retraso de su edición (sólo aparecido en Madrid en 1779) debido a las perturbaciones de la Guerra de los Siete Años.

Más aún, Meerman escribió un interesante libro sobre el origen de la imprenta, Origines typographycae (1765), y quiso que Mayans colaborase con un estudio sobre los libros publicados en España antes de 1500. Las condiciones en que trabajaba el valenciano no eran las mejores para cumplir con decoro el encargo. Sólo podía contar con los libros de su biblioteca. La primera redacción latina sobre el origen de la imprenta en España no gustó a Meerman y aconsejó una revisión que don Gregorio hizo con datos proporcionados por sus amigos. Aunque había pedido su ayuda desde un principio, las nuevas exigencias de rigor crítico pedían mayor colaboración y la ayuda de Velasco fue valiosísima. La solicitud de Mayans es del 4 de marzo de 1758, y en páginas aparte, puede leerse una relación de los incunables de que disponía Velasco. Hela aquí: Comprehensorium (Valencia 1475); In libris ethicorum de santo Tomás (Barcelona 1478); In libros politicorum de santo Tomás (Barcelona 1478); Fasciculum temporum (Sevilla 1480); Confutatorium errorum contra claves Ecclesiae de Pedro Ximénez de Préxamo (Toledo 1486); Doctrinal de los cavalleros (Burgos 1487); Introductiones latinae de Nebrija (Zamora, antes de 1490); Suma de casibus conscientiae de Bartolomé de Sancto Concordio, O.P. (Barcelona 1480); Vocabulario de Nebrija (Salamanca 1492); De las mujeres ilustres en romance de Juan Bocacio (Zaragoza 1494); Contra hereticam pravitatem de Gundisalvus de Villadiego (Salamanca 1496); Expositio arboris consanguinitatis, editado por Martín Fernando Endrino (Salamanca 1496), Vita Christi de sor Isabel de Villena (Valencia 1497); La crónica de Hyspaña (Salamanca 1499); Glosa sobre las Trezientas del famoso poeta Juan de Mena de Hernando Núñez de Toledo (Sevilla 1499); Coronación compuesta por el famoso poeta Juan de Mena al muy ilustre cavallero don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (Zaragoza 1499); Libro de los santos ángeles de Fr. Francisco Ximénez, O.F.M. (Burgos 1490). Y a continuación añade otra lista de incunables, que no poseía, pero que había visto en otras bibliotecas, que había podido ver personalmente.

Meerman, que esta vez valoró el trabajo mayansiano, como llegó con excesivo retraso, lo envió a David Clement, el editor del Specimen, pero la muerte del impresor alemán no permitió su edición. Por cierto que se creó una confusión sobre el destino de un ejemplar de Origines typographycae, enviado por Meerman con destino a Pérez Bayer, cuando en realidad iba destinado a Velasco. Una serie de cartas entre Mayans-Velasco y Mayans-Meerman, que puede seguirse con nitidez en este volumen, clarificó finalmente el asunto: el jurista holandés corrigió el error, llegó el ejemplar para Velasco y nuestro bibliófilo quedó contento (12-VIII-1765 y ss.).

Más afortunados fueron los dos corresponsales en una especie de concurso, organizado por la Universidad de Gottingen, sobre el origen del papel. Meerman solicitó la colaboración de varios españoles: Pingarrón, Casiri, Burriel, Agustín Sales, Finestres y también Mayans. El valenciano recurrió a quienes, habiendo manejado archivos antiguos, podían facilitarle datos de primera mano, entre ellos, Velasco y Pérez Bayer. Ambos colaboraron con generosidad y desprendimiento. Haciendo uso de la supuesta amabilidad de Velasco, don Gregorio envió a Meerman "la mitad de la hojita polillada del papel que V.S. me ha comunicado, i le digo de quién la he recibido. Sé que V.S. lo aprobará, viendo para qué obra ha de servir, la qual se está ya imprimiendo con mucho coste" (24-V-1762). Había supuesto bien el erudito, pues Velasco se apresuró a contestar: "De la hoja suelta de papel antiguo que está allá, disponga Vm. como de la cosa más propia suya. I lo mismo de quanto yo poseo pueda servirle" (25-V-1762).

También Mayans fue generoso y redactó una serie de testimonios públicos del favor debido a Velasco. En repetidas ocasiones, y no sólo según las palabras remitidas a Velasco el 31 de mayo de 1762, aparece la gratitud de don Gregorio en Gerardi Meerman et doctorum virorum ad eum epistolae atque observationes de chartae vulgaris seu lineae origine (1767). La satisfacción fue mutua, pues el premio fue otorgado a don Gregorio. Éste demostró que el origen del papel en Europa tuvo lugar en España y, aunque los holandeses tenían sus reservas, dieron el premio al trabajo mayansiano. Así consta en carta de Meerman a Michaelis, director de la Academia de Göttingen: "At quum ita sese res habeat, praemio, quod constitueram, honorandus mihi videtur ille, qui etsi res ad liquidum producere non potuerit, attamen et summo ingenii acumine et maiori prae ceteris eruditionis apparatu ad hanc materiam exornandam accessit, Maiansius inquam noster, orbis literati, praesertim hispanici, eximium decus" (4-IV-1763). Fue un premio del que el erudito se sentía orgulloso, como demuestra su carta a Roda: "He escrito en latín del origen i progresso de la imprenta en España hasta el año 1500, distinguiendo i señalando las impressiones por las ciudades de España con diligencia no vulgar. Otro tratado también latino sobre la antigüedad del papel de lino de que usamos, en que yo llevé el premio i España la gloria de su antigüedad en Europa" (10-II-1766). 25

Dada la imposibilidad de seguir con detenimiento todos los actos de colaboración intelectual entre Mayans y Velasco, es preciso indicar la importancia de las aportaciones del juez a la edición de Opera omnia de Sánchez de las Brozas, preparada por Mayans y aparecida en Ginebra, en casa de los hermanos Tournes, en 1766. Velasco envió el testamento del Brocense, que Mayans consiguió asimismo por otro conducto (15-V-1762), proporcionó una Gramática en castellano (7-VIII-1764), unos versos latinos desconocidos (12-VII-1765)... Precisamente el préstamo de esa Gramática produjo un gran desasosiego a Velasco que la creyó extraviada. Mayans le recordó que se la había enviado: "Es sensible pérdida la de la Gramática española del Brocense, pero me parece que solamente traspapelado. I que V.S. la tendrá donde menos piense. En todo caso V.S. tendrá su copia impressa. Será mui possible que V.S. tenga el original entre sus correspondencias" (13-VIII-1764). Y, en efecto, entre la correspondencia apareció. La intensidad de semejante colaboración puede verse en el cotejo entre la carta de 5 de abril de 1762, en que don Gregorio exponía las obras que poseía del Brocense, y las del 17 y 24 de mayo siguiente, en que el erudito especifica los libros enviados por Velasco, o la relación de los libros que fueron de Julián de Dios y en ese momento estaban en manos del catedrático salmantino Francisco de Mesía (25-V-1762). Resulta lógico, por tanto, que don Gregorio agradeciera públicamente la generosidad de Velasco.

También aparece la gratitud de Mayans por la ayuda de Velasco para ampliar la Vida de Antonio Agustín, que apareció en latín en Opera omnia realizada por Rochi. A don Gregorio le llegó la noticia del proyecto por muchos conductos: Meerman, Roda, Pérez Bayer. Y desde el primer momento solicitó el favor de Velasco (4-VI-1764) que, como de costumbre, colaboró con generosidad. Y también don Gregorio dejó constancia de las aportaciones de Velasco en Antonii Augustini Vita.

No quisiera finalizar este apartado sobre la bibliofilia de los dos corresponsales, sin aludir a la obsesión de Velasco por Nebrija y su interés por los libros valencianos del XV. Respecto a Nebrija, Mayans incluyó en su Specimen la relación de obras del humanista que poseía. Ya indicamos que la lectura del catálogo mayansiano suscitó un enorme interés por parte de Velasco y, de manera especial, por los datos relativos a Nebrija. Así podemos observar la relación de las 4 ediciones diferentes que poseía de las Instituciones de Gramática (15-X-1755). La correspondencia demuestra, además, el intercambio de obras del gran humanista: hablaron de las Quinquagenas (18-I-1765), de las Repetitiones, especialmente De asse y De ponderibus et mensuris (21-IV-1766), de la  Apología a Cisneros, o de la carta al cardenal sobre la Biblia Complutense, que interesaba especialmente a don Gregorio porque tenía que escribir sobre la Biblia Complutense a sus amigos protestantes sobre la fidelidad del texto impreso a los mejores códices (21-IV-1766).

Velasco prestó con generosidad los libros y manuscritos que poseía (6-V-1766), aunque Mayans no consideró oportuna la publicación de la carta. He aquí sus palabras como testimonio de la actitud de aquellos hombres: "He recibido la carta del M.° Lebrija al cardenal Cisneros, con las otras dos piezas que la acompañan. Me parece que la carta no deve publicarse, no solamente porque es mui burlona, sino porque disminuye la autoridad de la Biblia Complutense. Pero me aprovecharé de ella para confirmar lo que ya tengo escrito, que el cardenal Cisneros hizo seguir en la impressión los egemplares hebreos, griegos i latinos más antiguos. Pues la controversia de los alemanes i dinamarqueses es sobre si aquellos hombres doctos, que intervinieron en su impressión, alteraron o no el texto; i de Lebrija consta lo que ellos digeron en su Prefación i el mismo Cardenal a León X, que no le alteraron, sino que siguieron los mejores egemplares de la Vaticana, i de las sinagogas de España, i el egemplar escrito en letra góthica, que ya tendrá ahora mil años. En efeto, el fragmento, que trata de As i de sus partes, es parte de la Repetición De ponderibus et mensuris, i le faltan las dos hojas antecedentes; i si V.S. no tiene aí dicha Repetición, se copiará aquí lo que falta. Dice mui bien V.S. que la pieza que Lebrija escrivió contra Erasmo es sobre el capitulillo 45 de la Quinquagena tercera" (13-V-1766).

Desde esa perspectiva, se comprende el sentimiento de Velasco al conocer que el erudito no iba a publicar Opera omnia de Nebrija. Porque, después de la visita del editor ginebrino Samuel Tournes a su casa de Oliva, don Gregorio expuso la posibilidad de las de ediciones de Nebrija, Sánchez de las Brozas, Pedro Simón Abril o Pedro Juan Núñez. Los Tournes escogieron el Brocense, a cuya edición colaboró, como vimos, Velasco y, en consecuencia, los otros humanistas quedaron aparcados de momento. Como por otro conducto (Rochi) se preparaba la edición de Antonio Agustín, Velasco celebraba ambos proyectos (así como la decisión de Mayans de redactar una Gramática y una Retórica latinas) y añadía: "Fuerte desgracia es también de toda España i del Cl. Nebrixa, que no pueda Vm. resucitar i ensalzar su glorioso nombre, dándonos una digna i correcta edición de todas sus obras; pues no egecutándolo Vm., esto se acabó usque in saecula, en mi sentir" (7-II-1764).

El afán de Velasco por adquirir libros era realmente extraordinario y no le detenían molestias o gastos. Así el 19 de junio de 1764 escribía con verdadera euforia: "Un día destos logré adquirir, entre otros libros bien raros, uno en folio, bellamente conservado, que es la Vida de Christo del Kempis, traducida en valenciano por Sor Isabel de Villena, abadesa de la Santísima Trinidad de Valencia, i publicada en esta ciudad, año de 1497, por Lope de la Roa, alemán, de orden de Sor Aldonza de Montsoriu, abadesa del mismo monasterio, el qual libro le tengo por rarísimo". Velasco había visto muy por encima la Vita Christi de sor Isabel de Villena y pensó, en un principio, que se trataba de la traducción del Kempis. Pero Mayans, que conocía bien la literatura valenciana del XV, precisó los datos: "La traducción del Contemptus mundi no es de sor Isabel de Villena, sino de Miquel Pérez, que se la dedicó. Tengo este libro que es exquisito. Pero más estimable es el Salustio que V.S. tiene impreso en Valencia; no sé si es el Mela. Me parece que el otro en folio que V.S. tiene de Sor Isabel de Villena es el Vita Christi del año 1497, que yo tengo del año 1513" (25-VI-1764). Velasco confirmó que tenía la Vita Christi de sor Isabel de Villena, la traducción de Miquel Pérez del Contemptus mundi (atribuida a Gerson), 26 "junto con un Confesional en el propio idioma lemosino, impresos ambos libros en Valencia, año de 1491 i de 1493, siendo lástima que estén algo maltratados de la polilla" (17-VII-1764). Y en cuanto al Mela, señalado por Mayans, confiesa que posee la edición valenciana de 1482.

Puede comprenderse fácilmente que los gastos para adquirir y conservar semejante ritmo de adquisiciones de estos tesoros bibliográficos eran grandes. Pero Velasco estaba orgulloso de su biblioteca, y cuando supo que la del cardenal Passionei, riquísima por los libros raros y selectos, se puso en venta, comentó: "La mía también es poco numerosa, pues harto será que pase de siete mil volúmenes, entre los quales no puedo negar que ai muchos singulares i selectísimos en todos asuntos; pero ay también no pocos de los regulares como es preciso que suceda" (21-IX-1762). Lo cierto es que Velasco murió, siendo Consejero de Castilla, en posesión de toda su biblioteca. Fueron sus herederos los que la vendieron a la Real Biblioteca. Así consta en unos datos del catálogo de la Biblioteca de Velasco, conservada en la Bibioteca Nacional de Madrid, mss. 13.601 y 13.602. El volumen I abarca 3.520 títulos y el vol. II contiene 3.309 títulos. En una ficha conservada en el vol. II, puede leerse: "Son unos 10.000 vols., y aparte los manuscritos (78, tachado), que aquí no está(n). Hubo lista aparte de incunables. Nota de V.M.G." Ahora bien, al final del vol. II, puede leerse la siguiente nota que, por su interés, transcribo entera:

Digo yo el abajo firmado, que he visto, reconocido y tasado los libros contenidos en este catálogo, 2 tomos en folio, que fueron del Ilm. Sr. Dn. Fernando de Velasco del Consejo y Cámara de S.M. A los quales he dado el valor, según su respectivo estado y mi saber y entender. Madrid 3 de junio de 1791. Antonio Baylo.

Reconocida y examinada de nuevo por los Srs. interesados la suma de libros tasados en estos dos tomos, parece se advirtió que havía equivocación de 1.388 reales vellón puestos de menos. Los quales añadidos a los 231.563 reales que se sacan arriba, importa y asciende (no haviendo equivocación de suma u otra alguna) a 232.951 reales vellón y se advierte que, si se separan de éstos 2 tomos varios libros que hay en ellos anteriores al año de 1500 para pasarlos al catálogo de los del siglo 1.° de la imprenta, el importe de ellos, según su tasación, será menos valor y se rebajará de la total suma de estos quadernos. En cuya conformidad lo firmo en Madrid, a quatro de octubre de mil setecientos noventa y uno. Antonio Baylo. 27

3. DIFICULTADES DE MAYANS CON LA CENSURA

Y en relación con los libros, Velasco tuvo que recurrir en repetidas ocasiones a los resortes de su cargo en la administración de justicia para defender a Mayans. El primer caso tuvo lugar en 1760 y estuvo centrado en la polémica con el pavorde Vicente Calatayud, que ya fue estudiado por Mestre, basado en amplio epistolario, también con el uso de las cartas cruzadas con Velasco que ahora hacemos públicas.

Mayans conoció a Curiel durante los años de estudiante en Salamanca. En la primera carta a Curiel encontrada, el erudito señala que se vio favorecido por Curiel desde 1719. El valenciano, como se sabe, llamó la atención entre profesores y estudiantes por su conocimiento de la lengua latina, sobre todo después del discurso pronunciado el 10 de febrero de 1722, con motivo de la investidura de doctor de José Borrull. Entre las noticias que transmite a su padre, notificando la buena acogida que han tenido sus palabras, señala: "Galeote está en Madrid, Curiel también. Y así buenos procuradores tengo por sus padres" (28-II-1722). Después, Curiel desaparece del ámbito intelectual de Mayans, aunque vuelve al primer plano en la perspectiva mayansiana cuando Curiel fue nombrado Juez Privativo de Imprentas, por el rigor que implantó en la censura de libros.

Para Curiel, según su biógrafo González Palencia, "en la letra de imprenta, en una palabra, estaba el peligro". 28 Era, por tanto, el personaje ideal para el cargo de Juez Privativo de Imprentas, cargo para el que fue nombrado en 1752. Apenas transcurridos unos meses, Curiel dio un auto que regulaba el examen de libros con anterioridad -es decir, censura previa- y su comercio (22-XI-1752). El auto revestía especial gravedad. No se trataba de evitar las alabanzas, más o menos exageradas, tributadas a los autores, sino del control ideológico, aparte del factor económico que pudiera deducirse de la prohibición de importar libros. Algunos de los 19 capítulos son ridículos, pues exigía la licencia del Consejo para imprimir cualquier papel "aunque sea de pocos renglones" (art. 1). Otros eran especialmente duros, como la pena de muerte y perdimiento de bienes a quien imprimiera libros dogmáticos, sin licencia, o prohibidos por la Inquisición (art. 5), o la prohibición de introducir en España o vender libros españoles impresos en el extranjero bajo pena de muerte y pérdida de bienes (art. 13).

Puede comprenderse el temor suscitado entre impresores, libreros y escritores. En consecuencia, 33 libreros elevaron su protesta. Como Curiel había dictado el auto, sin recurrir al Consejo, apelaron al supremo órgano de justicia. Llamado Curiel, explicó las razones del auto, basado en leyes de monarcas anteriores. Los Fiscales del Consejo aceptaron el informe el 13 de enero de 1753 y rechazaron la protesta de los libreros. En esas circunstancias, llegaron al monarca dos memoriales, que Fernando VI pasó al Consejo. Estudiados por los Fiscales, fueron rechazados, y uno de ellos, redactado por Manuel de Roda, fue considerado ofensivo a los decretos reales así como para los ministros.

Roda, que mantenía correspondencia con Mayans desde el pleito por la sucesión al ducado de Gandía-condado de Oliva, por muerte sin sucesión de los Borja, envió el memorial al erudito, solicitando su consejo. Don Gregorio redactó unas Reflexiones que hoy conocemos. 29 Se unía al criterio de Roda, que merecía gratitud, y no persecución, y prometía enviar unas reflexiones que no tardó en remitir: expuso una serie de ejemplos históricos que confirmaban los planteamientos del futuro de Secretario de Gracia y Justicia. Pero, en el fondo, sobresale la idea básica: no se pongan trabas a la relación de los intelectuales españoles entre sí, ni con los europeos, cuyas ideas conviene conocer, ni prohibir editar libros españoles fuera de España, pues las mejores ediciones se han hecho fuera de nuestras fronteras. Pero, sobre todo, no puede impedirse el libre comercio de los libros, pues como finaliza sus Reflexiones: "la utilidad de los buenos libros pide libertad en su comercio".

La primera carta del erudito al Juez Privativo de Imprentas es de 1755, en que habla del favor de Curiel desde 1719, y pide se acelere los trámites para la edición de sus Cartas castellanas (16-VIII-1755). En la respuesta, Curiel fue amable, y respondió que la fama adquirida por don Gregorio por sus trabajos y méritos, facilitaría la rápida concesión de la licencia solicitada (30-VIII-1755). Pero en 1760 las cosas cambiaron.

Vicente Calatayud era un prestigioso tomista, que desempeñaba la pavordía de teología en la Universidad-catedral de Valencia. Había adquirido fama, gracias a su obra Divus Thomas, un tratado en 5 vols. en folio, en que combatía el molinosismo. Tan satisfecho quedó de su trabajo que lo envió al papa Benedicto XIV, famoso jurista y conocido por su apertura intelectual. Al leer aquellos voluminosos infolios, exclamó, según cuenta Mayans, "non aveva potuto soffrire si gran seccatura". Lo cierto es que, con el apoyo del arzobispo Mayoral, fervoroso tomista, los dominicos de la escuela y sus numerosos discípulos, Calatayud se consideró una autoridad. Así en réplica al libro de Andrés Piquer, Discurso sobre la aplicación de la Philosophía a los assuntos de la religión para la juventud española (1757), inició la publicación de una serie de artículos que con el título de Cartas eruditas aparecieron en Valencia de 1758 a 1760. Piquer aconsejaba el conocimiento de la filosofía escolástica para quienes debían dedicarse al estudio de la teología, porque había sido el sistema empleado por los teólogos durante los últimos cinco siglos. En cambio, confesaba que para los estudios de las ciencias, el aristotelismo escolástico de nada servía.

Ese planteamiento escandalizó a Calatayud que empezó censurando a Piquer. Pero pronto creció su atrevimiento: criticó el humanismo de Vives, al deán Martí, la historia crítica (en especial a Nicolás Antonio por los ataques a los errores históricos del Martirologio Romano) y acabó atacando con dureza a Mayans, editor de Martí y de Nicolás Antonio. El erudito, pese a las advertencias de sus amigos de Valencia, despreció los ataques del pavorde. Después pensó resolver el asunto por correspondencia al arzobispo Mayoral y a su amigo Felipe Seguer (oratoriano como Calatayud) pidiéndoles que aconsejaran al pavorde prudencia y respeto. Ahora bien, cuando Agustín Sales, su colaborador en la edición de la Censura de historias fabulosas, le envió las Cartas eruditas, don Gregorio montó en cólera. Sales había visto prohibidos por la Curia diocesana sus trabajos en defensa propia, pero el erudito pensó que el arzobispo Mayoral no se atrevería a prohibir su Carta apologética de su labor intelectual. Redactó su Carta entre el 19 y el 25 de abril de 1760 y la envió, con una carta personal al arzobispo Mayoral y otra al Vicario General de la diócesis Pedro Albornoz y Tapies, compañero de estudios en Salamanca.

Mayans no midió las fuerzas sociales que apoyaban al pavorde. Vicario General y tomistas, con el favor del arzobispo, montaron una estrategia de desgaste. Filtraron la Carta mayansiana entre los amigos de Calatayud, presionaron a quienes debían redactar la censura y retrasaron el imprimatur. Da la impresión de que deseaban que Calatayud, presente en Madrid como representante de la Universidad para saludar a Carlos III, consiguiera el obispado de Orihuela vacante por esas fechas. Dos frases de la correspondencia del cronista Sales, el representante del erudito en estas gestiones, inducen a pensar así: "Ese mismo día (22 de mayo) supe que a las esquelas había repartido Calatayud en Madrid sobre que no repugnaría la mitra de Orihuela si se la daban" (28-V-1760). No menos clara de la implicación del arzobispo es la noticia de que "la carta de recomendación del Ilmo. a algunos de la Corte cuando pasó Calatayud, decía: Ahí pasa el mayor teólogo que tiene España" (4-VI-1760).

Las conversaciones del Vicario General con Teodomiro Caro, delegado de Curiel en Valencia, y la actitud del mismo arzobispo, producen la impresión de que, al menos como mal menor, pensaban en la intervención del juez de imprentas para que paralizase la edición. Esto es lo que ocurrió. A principios de junio, el mismo día que el Vicario General daba el imprimatur, llegó a Valencia el oficio de Curiel exigiendo el envío de la Carta, porque siendo contra Calatayud, "aquí (en Valencia) se regateaban y aun se negaban las licencias".

Mayans había iniciado con anterioridad su movilización particular contra los obstáculos que encontraba su Carta. Había escrito a su confidente en la Real Biblioteca, Martínez Pingarrón, al abogado Víctor de Comba, a Orobio Bazterra Fiscal en la Suprema de la Inquisición y a su amigo Velasco. Más aún, había enviado dos memoriales a Carlos III: el primero el 17 de mayo por medio del Secretario de Estado (Ricardo Wall), y el segundo, una semana después, por medio de sus amigos para que lo entregaran personalmente al monarca. Desde ese momento fue Velasco quien se hizo cargo del problema y dirigió con habilidad y energía los trámites.

En principio rechazó el envío de los memoriales a Carlos III e inició unas tortuosas negociaciones con Curiel, que se mostró hermético. Ni Velasco, ni Martínez Pingarrón, consiguieron averiguar la persona a que se encargó la censura, ni, pese a sus protestas, acelerar los trámites. Las cartas de esas fechas demuestran una tensión inusual. Al final, el problema quedó centrado en el cumplimiento exacto y riguroso de la censura: suprimir un párrafo y modificar unas palabras consideradas ofensivas. De nada sirvieron las protestas del erudito, ni la dignidad ofendida que exigía la legítima defensa. En la correspondencia cruzada entre ambos, a partir de mayo de 1760, puede seguirse todo el proceso. Velasco consiguió convencer a Mayans de que era preferible ceder en matices sin importancia, antes que dejar inédita la Carta. La actitud de don Gregorio, herido en su orgullo, fue, en principio, numantina: "Lo que se pretende que haga yo es una cosa injusta. Si acudo al Consejo para que me haga justicia y no la hace, ¿yo qué perderé? Nada. Antes bien ganaré mucho, porque en tiempo en que prevalece la ignorancia, la barbarie i la fuerza, que suele acompañarlas, mantengo constantemente la verdad. I el Consejo ¿qué fama ganaría por oprimirme? V.S. lo dirá, que no me atrevo. Con todo esso, porque suficientemente he hecho lo que he podido, i porque no tengo brazos para defenderme contra la violencia, porque no me conviene apesadumbrarme por la inocente familia que tengo, porque V.S. lo quiere; i finalmente -i estoi por decir únicamente- porque creo firmemente que ai Dios misericordioso i vengador, cederé" (19-VII-1760).

Después, aceptó, dejando la corrección a criterio de Velasco, siempre "con el ayre y sigilo que la cosa requiere", porque su decoro no aceptaba que se conociera haber sido censurado, sin saber en qué y las razones de su censura. Aceptó la supresión del párrafo 30 (cuyo texto puede leerse en carta de 19 de julio de 1760) porque, "aunque se omita, no hará falta. En quanto a las otras palabras, o expressiones, quando V.S. me dirá quáles son, responderé lo que devo, teniendo respeto a mi decoro. Digo esto debajo de la condición de que todo lo que trataremos i convendremos con el Sr. Curiel, será secreto, porque no es conforme a mi estimación que se diga que mi Carta sale reformada, sin saberse en qué, pues, si se supiera, yo estaría mui contento de ser notado en cosas en que las notas descreditan a los notadores" (26-VII-1760).

Habiéndose conformado con la voluntad y correcciones impuestas por Curiel, Mayans pidió que se le permitiera imprimir la Carta en Valencia. Era una pequeña venganza ante las trabas y obstáculos puestos por la Curia diocesana para su edición. Y, pese a la lentitud del impresor Benito Monfort y las exigencias del Juez Privativo de Imprentas de cotejar el texto impreso con el original, la Carta de don Gregorio al pavorde Calatayud vio la luz pública en diciembre de ese mismo año. La descripción de Agustín Sales de la forma de difundirla (entrega personal a Calatayud y a sus partidarios -secretario del Arzobispo, Rector de la Universidad-, inquisidores, pegatinas por las esquinas, estupor de quienes pensaban que nunca se le permitiría la edición...) constituye una página de costumbres inimitable. "Día 31 amanecieron llenas de carteles las puertas de las iglesias y esquinas principales de la ciudad; en el ámbito de mi iglesia aún quedan 4 y otro en la puerta de mi casa" (2-I-1761). Alegría en los partidarios de don Gregorio, estupor en el pavorde y en sus protectores. Y, por supuesto, Velasco participó de la alegría por el triunfo en un asunto en que demostró habilidad, pero también paciencia.

En otro asunto relacionado con la censura tuvo Mayans que solicitar el favor de Velasco. Hemos aludido antes a la intervención de Mayans contra el decreto de censura de libros dado por el Juez Privativo de Imprentas, apoyando al procesado Manuel de Roda. Entre los capítulos del decreto, había uno sorprendente y especialmente molesto para los intelectuales: nadie podía introducir o vender libros españoles impresos en el extranjero bajo pena de muerte y pérdida de bienes (art. 13). Don Gregorio, que había expuesto en sus Reflexiones remitidas a Roda los ejemplos de escritores que habían publicado fuera de España sus libros después de 1610, en cuyo decreto se basaba Curiel, se encontró con la actitud intransigente de Curiel, cuando llegaron los ejemplares de Opera omnia de Sánchez de las Brozas. Curiel detuvo el tomo IV, alegando que contenía textos en castellano. De nada le valió al erudito alegar que se trataba de textos complementarios. Sus protestas no fueron atendidas. En esas circunstancias acudió a Velasco (16-VI-1766), que redactó el memorial en nombre de Mayans para exigir la libertad del volumen detenido. Y como acababa de ser nombrado Presidente de la Chancillería de Granada, lo envió a Roda, suplicando la mayor rapidez posible (24-VI-1766).

Esta vez las gestiones fueron mínimas, porque don Gregorio recurrió a los más altos cargos de la administración. Se dirigió a Roda, Secretario de Estado de Gracia y Justicia, así como al conde de Aranda que era Presidente del Consejo de Castilla. Fue, en este caso, Aranda quien decretó la libertad de Opera omnia del Brocense, como dice don Gregorio en carta a Velasco: "La resolución del Exmo. Sr. Presidente de mandar que no se impida el curso a las obras castellanas del Brocense, ha sido como suya, i me ha librado de la molestia de solicitar lo que tarde o nunca se conseguiría" (21-VII-1766).

4. DIFERENCIAS DENTRO DE LA SINCERA AMISTAD

La correspondencia demuestra sincera amistad y confianza mutua. Admiración de Velasco por la capacidad intelectual de Mayans a quien proporciona los libros y manuscritos de que dispone para la perfección de los trabajos intelectuales del erudito. Confianza absoluta de don Gregorio en la habilidad del jurista práctico en los negocios.

Hay, sin embargo, una diferencia de criterio respecto a los Colegios Mayores. Mayans era manteísta y, aunque tenía muchos amigos colegiales, observó desde sus años de estudiante en Salamanca, los defectos que aquejaban al grupo colegial: juegos de naipes en los Colegios, inasistencia a clase, sustituciones por alquilones, control de las cátedras... Y dado su carácter, censuró estas deficiencias en la Vida de José de Retes, incluida en Novus thesaurus iuris civilis et canonici de Meerman. Hoy, después del libro de Sala Balust 30 y la publicación por Mestre del Memorial por la libertad de la literatura española de Pérez Bayer (Alicante 1991), así como del Epistolario Mayans-Pérez Bayer (1977), conocemos bien el proceso, así como la actitud del hebraísta valenciano, de la que participaba don Gregorio. Por lo demás, Velasco, siempre que la ocasión lo permitía, celebraba los méritos de los Colegiales, lamentaba la antipatía del Consejero de Guerra Gil de Jaz, corresponsal de Mayans (24-IV-1764), hasta el extremo de solicitar de don Gregorio que consiguiera de Meerman el aumento de dos o tres volúmenes del Novus thesaurus para incluir obras de los Colegiales (16-IV-1755).

Pero en 1765 se hace más visible la preocupación de Velasco. José Rojas Contreras, marqués de Alventos y hermano del Gobernador del Consejo de Castilla, preparaba la Historia del Colegio de san Bartolomé de Salamanca (1766-1770). Y dada la confianza con don Gregorio, Velasco le escribió lamentando las frases publicadas en la Vida de José de Retes, ofensivas a los Colegiales que, por ser bachilleres, no estaban obligados a asistir a sus clases, ni a los ejercicios académicos. "Con mucha freqüencia -sin hablar de las continuas sabatinas i a que argumentan frecuentemente en sus rectorales- o sea, en las explicaciones de extraordinario, oposiciones a cáthedras i desempeño de éstas, en nada han cedido jamás a los profesores manteístas ni graduados, pues si los ha avido en todos tiempos mui sobresalientes, en este Gremio, lo mismo se ha verificado siempre en el nuestro, como es bien notorio a toda la nación, i se va a demostrar en la citada Historia por el adicionado" (15-I-1765). El marqués de Alventos se había quejado a Velasco, conocedor de su amistad con Mayans, manifestando que se vería obligado a contradecir las afirmaciones del valenciano, pese a la admiración que siente por sus obras.

Don Gregorio contestó con amabilidad. Desde joven en todos sus escritos había manifestado siempre su deseo de mejorar las costumbres y las letras, indicando lo que debía enmendarse. Reconoce que esa actitud le ha producido la aversión de algunos, que ha soportado. Pero, después del "amigable aviso de V.S. sobre lo que dige en la Vida de D. Joseph de Retes, tocante a colegiales, confiesso que me causó novedad. Leí el núm. 47 i reconocí que únicamente dige lo que vi, i que aún hoi ven i justamente reprehenden muchos. Los colegiales deven darme las gracias por el aviso, dejando la farsa de los alquilones i de los maestrillos alquilados i oyendo a los grandes maestros" (28-I-1765). Velasco no quedó contento y volvió a defender los grandes méritos de los Colegiales, lamentando "semejantes expresiones, no necesarias i que en pluma de un sabio de primer orden como Vm. nos son tan perjudiciales, disimúlense o no" (19-II-1765). En esa línea, el 5 de marzo insistió en que el marqués de Alventos confesaba que no tendría más remedio que censurarle en la obra que preparaba.

Ahora bien, la Corte debía ser un mentidero y la noticia llegó a oídos de Pérez Bayer, especialmente sensibilizado por el tema y que con anterioridad había solicitado de Mayans la redacción de un Memorial al rey contra los Colegiales. Así, el 25 de diciembre de 1770 escribió a don Gregorio, solicitando noticias de la actitud de Velasco para que el erudito retractase, o al menos suavizase, esas expresiones, "y que Vm. respondió como quien es: que la verdad es una, y que lo dicho lo era". La respuesta de Mayans fue clara y sin tapujos: "El hermano del Sr. Rojas, Governador entonces del Consejo, se ofendió de lo que escriví en el número 47, i un amigo de Vm. i mío me insinuó que podía moderarlo. Respondí que avía escrito lo que era público i notorio" (1-I-1771).

Sin embargo, esas diferencias no enturbiaron la amistad, ni disminuyeron la confianza. Velasco, que ayudó a Bayer en la catalogación de los manuscritos de El Escorial, facilitándole bibliografía (3-IX-1765), insinuó al hebraísta que consiguiera el favor de Roda para mejorar su situación en la carrera judicial. De cualquier forma, ni Velasco, ni Mayans, confiaban en el favor de Bayer, pese a que sabían el poder que tenía ante el Secretario de Gracia y Justicia. Don Gregorio solicitó para Velasco el favor de Bayer (22-VII-1765), que no parece apoyó la solicitud ante Roda (24-IX-1765). Y en el caso del favor para el mismo Mayans, el erudito afirmaba: "El prebendado logrará lo que querrá, pero por mí no hará nada.. La entereza junta con la ciencia i fortaleza hace miedo; i éstas son partes que hoi no son atendidas" (20-V-1765).

Todos estos pronunciamientos se pusieron a prueba al año siguiente. Porque, a partir del conocimiento personal de Aranda siendo Capitán General de Valencia y el nombramiento de Roda como Secretario de Estado de Gracia y Justicia, don Gregorio empezó a pensar en su situación y la forma de superar su retiro. La frecuente correspondencia con sus interlocutores nos permite conocer el proceso paso a paso. Por un lado, Gil de Jaz lo puso en contacto con Aranda, y el mismo Velasco, que siempre se expresó elogiosamente del Conde, le habló de los méritos de don Gregorio. Por lo demás, el mismo erudito felicitó a Roda por su nombramiento y volvió a mantener una correspondencia más fluida, que había sido muy reducida durante los años en que Roda permaneció como embajador ante la Santa Sede.

Después de la muerte de su hija María Gregoria, ocurrida el 23 de mayo de 1765, el erudito recibía una noticia facilitada por Martínez Pingarrón sobre el sistema beneficial, que correría por el P. Confesor, pues "quiere el rei que el Sr. Roda se ponga de acuerdo con su Confesor y yo creo que Roda no descontentará a su Sría. Rma". Pero Pingarrón añadía un comentario luminoso; supuesta la confianza de Roda y que el Confesor "atenderá a Vm. siempre que se ofrezca. Bayer es buen amigo para ambos" (16-VII-1765).

Con estos datos, don Gregorio trazó su plan que indicaba con brevedad en la carta a Pingarrón de 22 de julio de 1765. La Gramática latina, que estaba finalizando, sería adoptada por los escolapios con el favor del arzobispo Mayoral. Todavía no había hablado con Aranda, que había ido a despedir a la Infanta, pero ganó a la condesa. Al Conde dedicaría la Introducción a la sabiduría de Vives, según la traducción de Astudillo. Encontraría un obsequio adecuado para Roda, a quien años depués dedicaría la Defensa del rei Witiza y el Tractatus de hispana progenie vocis Ur. Al P. Confesor, a quien no ha tratado, le enviará la Introducción a la sabiduría, "pues quando el público avrá visto que merezco lo poco que puedo pedir, pediré algo para mi Pepe. Tengo los pensamientos mui moderados", aunque lamenta la muerte de Gil de Jaz en "quien yo confiaba mucho i me conocía bien".

El proceso para conseguir el premio gubernamental deseado por el erudito resulta sinuoso y tiene múltiples vertientes. El primer dato explícito de solicitud salió del mismo Mayans. El 3 de febrero de 1766 don Gregorio escribía a Roda. Había perdido ya toda esperanza de premio, pero con su nombramiento de Secretario de Estado de Gracia y Justicia ha recobrado su esperanza e ilusión, pues Roda informa al rey de quiénes han trabajado con desinterés. Sólo desea un acomodo para trasladarse a Valencia y poder casar a sus hijos e hijas. Desea un beneficio eclesiástico para su hijo José, pues en Oliva vive acomodado, pero en Valencia sufrirá estrecheces. Más aún, en la carta siguiente, el erudito, después de enumerar los trabajos que tiene redactados y desea publicar, especifica las cosas que todavía podría llevar a cabo (10-III-1766). En esa línea, apenas unos meses después, solicita de Aranda, ya Presidente del Consejo de Castilla, una pensión para dedicarse a publicar sus obras (26-V-1766).

Pero Mayans necesitaba, no sólo la decisión de las autoridades políticas superiores, sino también de personas de confianza que recordaran a los políticos sus compromisos. Y si Bayer fue buen instrumento ante Roda, Velasco (además de Heredia) hizo su papel ante Aranda. Del hebraísta tenemos unas cartas confirmando sus gestiones ante Roda y el P. Confesor, 31 tanto en el momento de iniciar las gestiones como durante la residencia de Mayans en la Corte. En cambio, el Epistolario que ahora publicamos clarifica la actividad desarrollada por Velasco ante Aranda.

Aunque con anterioridad Velasco había hablado al conde de Aranda y habían sido bien acogidas sus palabras de elogio de Mayans, avisa que había recibido "carta del Sr. Conde de Aranda desde Valencia, así puede Vm. pasar a verle el día que quiera, suponiendo que será bellamente recibido, según merece de su S.I., a quien se servirá decirle Vm. de mi parte quanto le parezca a su discreción" (3-IX-1765). En efecto, Mayans se trasladó a Valencia y habló con Aranda, "i le dige ser favorecidíssimo de V.S. (Velasco). Me ha recibido con mucho agrado todos los días" (10-IX-1765).

Mayans comunicó la lentitud del impresor de la Introducción a la sabiduría, que iba a dedicar a Aranda (9-XII-1765) y del ritmo de las impresiones del Brocense en Ginebra, de Antonio Agustín en Lucca y Velasco transmite los elogios de Roda a la edición de Vives, o noticias del Motín de Esquilache con el error de quienes aconsejaron al rey que marchara a Aranjuez (25-III-1766). Pero el 8 de abril de 1766 Velasco comunica a Mayans que acababa de hablar con Aranda, ya como Presidente del Consejo, y "me citó para hablar mañana largo i tendido sobre las cosas del tiempo, i no dejará Vm. de salir a la conversación, según corresponde a mi fina amistad". Don Gregorio celebró el nombramiento del Conde como Presidente del Consejo de Castilla, después del Motín de Esquilache, y participó su alegría a Velasco: "Quiera Dios dar al Exmo. Sr. conde de Aranda la gloria de ser el restaurador de España desterrando de ella a los codiciosos, premiando a los beneméritos i usando de clemencia con los que aman al rei i la pública libertad" (21-IV-1766). Velasco, en respuesta, comunica la toma de posesión de Aranda el 1 de abril de 1766, así como "los superiores talentos" que ha demostrado desde el primer momento, que lo proclaman el mejor Presidente de Castilla del siglo. Y añade unas palabras que no podemos minimizar, "i si le acomoda algún destino por acá -de lo que me complacería yo infinito, manos desde luego a la obra, i que quente conmigo Vm. para quanto puedan valer mis eficacíssimos oficios con este Exmo., al qual no dudo que le tendremos mui propicio para lo referido, por constarme que conoce el agigantado mérito de Vm. i que le estima mucho por sabio i por hombre de bien a todas luces" (22-IV-1766).

Mayans recoge la invitación. Expone su avanzada edad, su familia numerosa y sin colocar. "Los honores no dan que comer. Pero pueden ser pretexto de algún provecho. Una buena pensión con el destino de trabajar en el bien público de las letras sería lo más proporcionado para facilitar el sacar a luz pública tantas i tan útiles obras, como tengo trabajadas en el discurso de mi vida" (28-IV-1766). Curiosamente coincide con el proyecto que Bayer exponía a Roda, según confiesa a Mayans: "El Sr. Roda conoce el mérito de Vm., el honor que nos hace a todos, y seguramente le ama de veras, pero no siempre puede lo que se quiere. Mi propuesta era que a Vm. se le diessen honores del Consejo, y añadía yo: con alguna maior razón que al P. Feixoo. No pedía yo honores estériles, sino para asidero de una buena pensión o beneficio simple para Miguelito, y assí se lo signifiqué al Sr. Roda" (31-VIII-1766).

Y volviendo a Velasco, Mayans recordaba a su corresponsal que la idea de Aranda "de facilitarme una buena pensión agregada a los honores de ministro, ha sido toda mi vida el blanco de mis deseos, i que sólo puedo conseguirlo mediante su protección" (19-V-1766). Mientras, Velasco, por su cuenta, había hablado con Aranda e insistido en la idea de "la pensión i honores de Vm., esforzando todo lo posible sobre la brevedad". Pero dadas las ocupaciones de Aranda, convendría que don Gregorio se dirigiera al Conde y le recordara su compromiso.

Mayans siguió el consejo. A vuelta de correo escribió al Presidente del Consejo de Castilla, solicitando explícitamente de Aranda una pensión para dedicarse a la reforma de las letras, con la publicación de las obras que tenía escritas. "Es la mayor (gracia) que yo puedo recibir la que sé que V.Exa. me hace, acordándose de conservar su pensamiento de facilitarme el logro de una buena pensión, arrimada a los honores de ministro real..." (26-V-1766).

Pero Velasco era también pretendiente. Quería abandonar la Fiscalía que le cargaba de trabajo, y no veía posibilidades de ser nombrado Consejero de Castilla. En consecuencia, solicitó la Presidencia de la Chancillería de Granada, que le fue concedida. El nombramiento (22-VI-1766), honorífico y garantía de futuro Consejero de Castilla llegaba en mal momento para Mayans. Pero Velasco cumplió con los deberes de amigo. Así, en repetidas ocasiones recuerda al conde de Aranda la "especie de pensión i honores de Vm. i me contestó bellamente" (8-VII-1766). Y cuando debe marchar a Granada, sin haberse confirmado la gracia para don Gregorio, aprovecha la ocasión en que solicita el levantamiento de la retención del IV volumen de Opera omnia del Brocense, para recordar el asunto de la pensión y honores. "I por lo mismo, i saber que merece toda la confianza del gefe, he comenzado ya a recomendarle con eficacia las cosas de Vm., para quando yo me ausente, i no dudo que nos desempeñará si corresponden las obras a sus palabras, como debo creerlo interin no experimentamos lo contrario" (15-VII-1766).

En efecto, la decisión de Mayans de trasladarse a Madrid y agilizar sus asuntos coincidió con la ausencia de Velasco, que ya ejercía la Presidencia de la Chancillería de Granada. Pero don Gregorio comunicó desde Madrid con alegría la concesión de la gracia de Alcalde de Casa y Corte y la pensión vitalicia, que Roda y Aranda consiguieron del Secretario de Estado de Hacienda, después de la recepción de Carlos III al valenciano.

5. DECEPCIONES Y ANTAGONISMOS: MAYANS Y VELASCO FRENTE A PÉREZ BAYER 

A lo largo de treinta años de comercio epistolar, Velasco y Mayans intercambiaron opiniones, noticias, libros y obsequios. D. Gregorio solicitó el favor del magistrado santanderino tantas veces cuantas juzgó oportuno. Al reclamar su mediación ante Curiel frente al pavorde Calatayud o el apoyo a la promoción de su hermano e hijos, el erudito trabajaba para sí. Al procurar por los intereses de José Almunia, Jaime Barcalli, Francisco Cerdá Rico, Francisco Galiano Espuche, Juan Bautista Hermán, Ramón Lázaro Dou, Pascual Llanzola, Joaquín Marín, Antonio Martínez Pons, Vicente Polop, Francisco Saavedra o José Vives de Cañamás, los Mayans demostraron velar también por su círculo de relaciones y amistades. Velasco estaba predispuesto a satisfacer todas aquellas demandas. Albergaba un sentimiento fraternal sin fisuras hacia nuestro erudito y sus hechos avalaban la honestidad de la que solía hacer gala: "toda mi vida he sido la suma formalidad e incapaz de decir jamás una cosa por otra". 32

Mayans no ignoraba cómo devolver las mercedes recibidas. Aunque práctico por su profesión, Velasco gustaba contarse entre los miembros más conspicuos de la "república de las letras" y nada podía satisfacerle tanto como verse inmortalizado por la pluma de quien consideraba uno de los gigantes de su siglo. Su colaboración en la gran encuesta europea sobre el origen de la imprenta y del papel auspiciada por Geert Meerman fue protocolizada hasta la saciedad por D. Gregorio, quien, más adelante, compondría una bella oración latina agradeciendo al jurista montañés el patrocinio de la segunda edición aumentada de su Filosofía Moral (30-III-1778). Bajo semejantes presupuestos, no deja de resultar sorprendente la ausencia de lo que podríamos denominar auténticas confidencias "políticas" hasta la llegada a Madrid de Aranda e, incluso, hasta la designación de Velasco como consejero de Castilla a comienzos del año 1770. Por supuesto, no hablamos de aquellos acontecimientos que D. Gregorio podía conocer por otros conductos, como sus amigos madrileños, Martínez Pingarrón o Cerdá Rico, o a través de la Gaceta.

¿Hasta dónde alcanzaba la confianza que Mayans sintió por Velasco antes de 1765? ¿lo consideraba tan faccionario de colegiales y jesuitas como sugerían aquellos informes reservados que venían obstaculizando su promoción al Consejo de Castilla desde 1762? ¿precisaba el erudito de un signo externo, oficial, para abrir total y definitivamente su corazón al viejo corresponsal? La respuesta no puede ser rotunda. Al menos, no puede serlo hasta la entrada en escena del conde de Aranda. Hasta ese momento, la exquisita prudencia del valenciano, después de todo, resultaba perfectamente natural. Ignorado, defraudado y hasta perseguido, D. Gregorio se contenía incluso con los más allegados; ¿tendría Velasco derecho a reclamar un trato especial? Creemos que no; al menos, no de momento. ¿Y D. Fernando? ¿podía confiar en el antiguo manteísta, en un hombre no excesivamente bien visto por la Compañía, en un fugitivo de la corte y sus espejismos literarios? Aparentemente, tampoco él pareció desear poner a prueba al solitario de Oliva antes de 1766.

Ahora bien, resulta evidente que Mayans no precisaba una prueba de fidelidad y adhesión tan notable como el anuncio del premio concedido al erudito por el conde de Aranda para desnudar gran parte de sus sentimientos al magistrado cántabro. La confianza entre ambos corresponsales había ido creciendo de una manera paulatina, aunque, sin duda, un aspecto clave había contribuido a robustecerla: la actitud de D. Francisco Pérez Bayer. La figura del preceptor de los reales infantes, señalada como responsable de infortunios y blanco de críticas, otorgará una cierta unidad temática al epistolario mayansiano entre 1770 y 1778. 33 Pérez Bayer, catedrático de hebreo de su querida Universidad de Salamanca, amigo íntimo de su joven colega Manuel Villafañe, protegido de los PP. jesuitas Fèvre, Panel y Rávago y anticuario de fama, no era un desconocido para Velasco. Al mencionarlo por vez primera, señalándolo como uno de los recipiendarios de su incipiente colección de monedas, Mayans no tuvo que molestarse en identificar al personaje (2-XI-1754). En aquellos instantes, el hebraísta acababa de iniciar su viaje de estudios por Italia. Esta circunstancia le franqueará el trato con sus dos grandes protectores: D. Manuel de Roda y Arrieta, a quien Bayer conoce en Roma, y el futuro Carlos III, entonces titular del trono napolitano.

Su nombre no reaparecerá de nuevo en la correspondencia que publicamos hasta comienzos de 1762. Interesado en satisfacer la curiosidad bibliófila del santanderino, Mayans le comunica entonces la comisión recibida por Bayer para catalogar los libros hebreos, griegos y latinos de El Escorial, así como su deseo de que el puntilloso Francisco Cerdá Rico pudiese colaborar en aquella empresa (25-I y 6-XII-1762). A finales de aquel mismo año, Velasco trasmite a D. Gregorio rumores sobre la substitución del bibliotecario mayor Juan de Santander. Pérez Bayer parecía el candidato mejor situado (23-XI-1762). D. Gregorio manifiestará su alegría (29-XI-1762). Sin embargo, una semana más tarde es la designación del propio Mayans la que parece inminente, circunstancia ésta que Velasco aprovecha para hablar en favor de Cerdá (30-XI-1762). El erudito responderá rotundo: si Santander abandona la biblioteca real, su sucesor nunca será otro que D. Francisco Pérez (27-XII-1762). 34 Más aún, el hebraísta estaba llamado a desempeñar un papel de primera magnitud en la reforma de los estudios. Al menos, eso pensaba Mayans a comienzos de 1763 (10-I-1763). Y no se equivocaba.

Sabido es que la substitución de Santander resultó un fiasco. Tras los primeros momentos de tribulación, Bayer parecía resignado a reconducir su carrera ascensional por los caminos algo menos meteóricos de la pura erudición. En efecto, durante los primeros días de febrero de 1763, Velasco y Mayans intercambiaron comentarios acerca de la lectura efectuada por D. Francisco de las monedas púnicas halladas en Cádiz. Año y medio después, D. Gregorio recibió la visita de Pérez Bayer en Oliva. El erudito estaba muy satisfecho. Hacía casi dos décadas que no veía a su paisano (16-VII-1764). De momento, nada hacía presagiar un vuelco de la situación, ni en la corte, ni en el papel que hasta la fecha había venido desempeñando el canónigo Bayer. Sin embargo, las consecuencias del fallecimiento del marqués de Campo Villar y la designación de Roda como Secretario de Gracia y Justicia no pasaron desapercibidas a Velasco. 35 Nuestro fiscal auguraba a Mayans un augusto destino a la sombra de Roda, "sugeto literato, que parece es mui singular amigo de Pérez Bayer, i por consiguiente podrá ser especial mecenas de Vm." (18-I-1765).

D. Fernando, por supuesto, también pensaba en sí mismo: "i pues hablamos de este ministro (Roda), he de deber a Vm. que, si se le proporciona murmurar en alguna carta de mí, se sirva egecutarlo con la piedad i en los términos que no dudo de su fineza. (...). Parece que el amigo Pérez Bayer merece mui especiales confianzas al Sr. Roda, según lo he oído asegurar; i así, anímese Vm. -i fuera cobardía- en escribirle de quando en quando, pues sabe que Fr. Modesto nunca fue guardián, como solía decir a cada paso D. Josef Patiño" (30-IV-1765). Velasco esperó algunos meses y, finalmente, decidió pasar a la ofensiva: "el otro día estubo a ver mis libros Dn. Francisco Pérez Vayer, i, aunque le parecieron bien i se explicó en todo, de pasar sus oficios con el Sr. Roda para sacarme de esta perrera fiscalía (de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte) -como realmente puede proporcionarlo si quiere- me parece que haría mucho al caso alguna eficaz insinuación, como de oficio, de parte de Vm. para el expresado fin, según se lo suplico i lo espero de su fabor" (12-VII-1765).

D. Gregorio cumplió el encargo eficazmente. Velasco, sin embargo, no tardó en mostrar los primeros síntomas de su desengaño: "estimo como debo el oficio tan fino de Vm. con Dn. Francisco, pero ni por esas -según solemos decir- me persuado que se acalore mucho este amigo por mí, ni por nadie que no le interese de cerca, a lo que voi observando de su carácter, poco benéfico o demasiado tímido" (30-VII-1765). Aparentemente, eran demasiadas las notas que militaban en contra del santanderino. ¿Estuvo Pérez Bayer en el secreto de las mismas? He aquí las palabras de D. Gregorio: "Mui Sr. mío. V.S. i yo tenemos demasiado mérito. I assí conviene que no seamos atendidos. Si no ¿qué sería de los ignorantes? Por éstos, años ha que he renunciado a la toga blanca. D. Francisco Pérez me ha respondido que, antes de que yo le hiciesse la petición por V.S., ya avía hablado al Sr. Roda, como V.S. lo sabe, i que el Sr. Roda tiene por machacas a los que le inculcan las peticiones; que por la misma razón se escusó de darle un memorial de V.S. acompañado de una esqueña suya. Yo (le) alabo la ingenuidad, pues ni engaña a V.S. ni a mí" (12-VIII-1765).

Aun así, Pérez Bayer no deseaba pasar por desconsiderado y continuaba porfiando ante Mayans que hacía cuanto estaba en su mano por la promoción de Velasco (10-IX-1765). 36 La respuesta del fiscal, sin embargo, no admitía apelación: "si Dn. Francisco Pérez avía de hacer algo por mí con el Sr. Roda, ésta era la ocasión más oportuna, pues tengo dado por su mano memorial a sueldo i antigüedad del Consexo de Castilla -en cuya última plaza vacante fui consultado por el Sr. Monsoriu- i me armaba lo que no es decible la consecución de esta gracia, como así se lo expuse más hace de un mes sin saber ahún que lo aya egecutado. En cuyo caso, parecía regular que me lo huviese escrito, i la respuesta del ministro, para mi govierno, a quien añado que sólo en carta del amigo Cerdá se insinuó por entonces que recomendaría dicha mi pretensión, sin que después aya buelto a tomar en boca semejante especie, no obstante de escribirle dos veces cada semana. De todo lo qual he querido informar a Vm. para que sepa lo ocurrido sobre el asunto, i si tengo razón para desconfiar de quien toma las cosas con tal tibieza, por no decir frialdad, aquí para entre los dos" (24-IX-1765).

Apenas unos cuantos meses habían bastado a Velasco para desengañarse de Pérez Bayer. Desde aquel mismo instante, una común desconfianza hacia el rutilante canónigo, bonificada por un sinfín de sospechas y humillaciones, iba a fortalecer la amistad entre el erudito y el magistrado hasta convertirla en una sólida alianza. De momento, sin embargo, Mayans parecía confuso. Dudaba si los honores y pensión que le anunció Velasco en mayo de 1766 podrían ser el preámbulo de una comisión oficial para dirigir la anhelada reforma universitaria. Tampoco dejó de sorprenderle el nombramiento del santanderino como presidente de la Chancillería de Granada (20-VI-1766): ¿se trataba de un auténtico ascenso o -por el contrario- representaba un alejamiento forzoso de la corte? Sea como fuere, está claro que el erudito prefirió guardar silencio. Permitió que D. Fernando considerase el nombramiento de Bayer como preceptor de los príncipes antesala de una responsabilidad mayor en el campo de la reforma de los estudios (14-IV-1767), y cuando fue sondeado sobre los rumores de su entrevista con Roda, flemáticamente respondió: "creo que ha nacido la noticia de saber que yo intento reformar lo tocante a la Gramática, Rhetórica, etc., publicando lo que tengo escrito; i si lo consigo no haré poco" (16-IV-1767). 37

Mayans -por supuesto- no mentía. Tampoco decía toda la verdad. En efecto, cerca de quince años hacía que acariciaba la idea de componer una vasta colección de textos para la enseñanza y el aprendizaje del latín. 38 El extrañamiento de los jesuitas y la magnífica acogida de Roda le habían animado a acelerar aquel proyecto. Velasco recibió el primer tomo de la antología latina titulada Tulio, junto con la Idea de la Gramática Latina, el 16 de agosto de 1768. Una semana después, la mayansiana Prosodia Latina salía hacia Granada en busca de la biblioteca de D. Fernando. A vuelta de correo, D. Gregorio pudo leer precisamente las palabras que más anhelaba: "i no ay duda en que si me hallara al presente entre los PP. conscriptos del Consexo mobería cielo i tierra porque se mandase enseñar en toda España la latinidad por la Gramática de V.S. si fuese menester; que tal no es de esperar con que solamente quiera promover la especie el Sr. conde de Aranda. I más si la promoviesen los Sres. Rolo y Pérez Bayer, según me parece que debemos prometérnoslo de todos tres. Sin hablar del Sr. Campomanes, por tener bien conocido su carácter en estas materias" (2-IX-1768). Velasco parecía más cercano que nunca y Mayans más proclive a relajar su pluma. Habiendo olvidado por completo el sambenito jesuita de su corresponsal, D. Gregorio se atrevía a calificar de triunvirato anti-lainezio a sus protectores Aranda, Roda y Campomanes (16-XII-1768), mientras el presidente Velasco pronunciaba favorables votos por el futuro del erudito y su gramática (27-XII-1768).

Mayans mantuvo a D. Fernando al corriente de los progresos de su monumental curso de latinidad. Entre 1768 y 1769 le remitió a Granada los tres primeros tomos de su gramática latina y las cinco primeras entregas de su antología temática, esto es, Fedro, Mela, Paterculo, Octavio y Apicio. A comienzos de 1770, Velasco recibió asimismo las constituciones para la enseñanza del latín que D. Gregorio había hecho aprobar en su teatro de operaciones olivense, más el libro quinto de su gramática y el Terenciano o arte métrica. Sin embargo, la felicidad que ambos corresponsales compartían por los éxitos literarios del valenciano y la promoción del santanderino al Consejo de Castilla (10-II-1770) muy pronto iba a verse ensombrecida por los manejos y componendas de D. Francisco Pérez Bayer. Mayans no podía perder un solo instante y, antes de que Velasco partiese a Madrid, expidió dos misivas a Granada en las que refería los movimientos adversos de su paisano (18 y 22-V-1770). El preceptor del infante D. Gabriel no sólo había proscrito de la biblioteca de su pupilo la antología mayansiana, sino que parecía resuelto a interponerse en el camino hacia el canonicato de Juan Antonio Mayans y -lo que era más grave incluso- estaba decidido a patrocinar la gramática latina de Iriarte de inminente publicación. 39

D. Gregorio era perfectamente consciente de la alteridad reformista que, tanto en la corte como en Valencia, representaban él mismo y Pérez Bayer. Sabía que el único modo de conseguir el triunfo de su proyecto universitario y de sus manuales -los propios y los ajenos- era alcanzar la dirección de estudios de la Universidad de Valencia, institución que deseaba ver convertida en centro de experimentación o prueba viviente de las bondades de sus ideas académicas. No ignoraba que debía ser cauto y proceder de manera ascendente, escalando desde los cursos literarios, a los filosóficos y científicos, hasta los jurídicos y teológicos. Un proceso tan lento le hacía temer la intervención implacable de D. Francisco, a quien no dudaba en culpar del lastimoso estado al que sus protegidos, Segarra y Lasala, estaban reduciendo el antiguo seminario jesuita de San Pablo de la ciudad de Valencia. 40 En este sentido, pues, Mayans confiaba que Velasco, del mismo modo que el fiscal Rodríguez Campomanes, patrocinase su candidatura a la dirección académica de la Universidad de Valencia. El consejero santanderino, efectivamente, estaba dispuesto a prestarle todo su apoyo. Visitó en persona a D. Manuel de Roda en su domicilio, pero la desdicha quiso que lo hallase acompañado nada menos que del mismísimo Pérez Bayer y de su paisano Fr. Raimundo Magí (10-VII-1770). En compensación de aquella gestión frustrada, D. Fernando reiteró el apoyo incondicional de los señores Mata Linares, Heredia, Campomanes, Roda y Aranda y se mostró dispuesto a defender -como había sugerido Mayans- la candidatura de Finestres, Hermán, Casamayor y Fr. Juan Lutre como consultores del Consejo de Castilla en materia de renovación de la bibliografía universitaria.

D. Gregorio auguraba una oposición activa por parte del preceptor áulico. Sopechaba que, junto con Losella y Magí, podía estar presionando para conseguir el nombramiento del obispo auxiliar Rafael Lasala como director de estudios de la Universidad de Valencia (13-X-1770). Lejos de conjurar estos temores, las cartas que desde Madrid remitía Velasco los fomentaban. Ahora era el antiguo discípulo Manuel Villafañe quien visitaba con frecuencia a Bayer y Magí y -sin duda- nada bueno cabía esperar de aquellas reuniones (14-XII-1770). No sin amargura, D. Gregorio apenas salía de su asombro. Con profundo dolor acusaba la traición de Villafañe. Él mejor que nadie sabía que el erudito nunca había actuado ni por interés ni animado por una apreciación oportunista de las circunstancias, pues, años atrás, había asistido, acompañando al obispo Mayoral, a la conferencia en la que el rector de los escolapios valencianos había encomendado a D. Gregorio la redacción de una nueva gramática latina. Por si esto fuera poco, el propio hijo de Villafañe estaba aprendiendo latín con la gramática mayansiana, mientras su padre auspiciaba públicamente el texto iriartino. No obstante, Mayans reservaba sus dardos más afilados para el escolapio Benito Feliu de San Pedro, para Magí, Losella y para quien consideraba responsable último de aquella guerra sin tregua contra sus textos de latinidad, D. Francisco Pérez Bayer (18-XII-1770).

La franqueza y reserva con que Velasco transmitía sus partes desde Madrid, unida a la dinamización de las discusiones sobre la reforma universitaria en el seno de la Sala Primera de Gobierno del Consejo de Castilla a la que pertenecía nuestro magistrado, convencieron a Mayans de la pertinencia de una definitiva alianza con su antiguo corresponsal. Hasta el momento, su intercambio de misivas se había reducido a ponderar las virtudes de la gramática mayansiana y a deplorar la indigna actitud del preceptor real. Esta situación iba a experimentar un notable cambio de rumbo a partir del mes de febrero de 1771. La carta remitida por D. Gregorio a Velasco el 2-II-1771 no sólo constituye un inequívoco punto de inflexión en las relaciones entre el erudito y el consejero, sino también un verdadero compendio -a juicio de Mayans, claro está- de los obstáculos que amenazaban el éxito de las reformas.

Significativamente, el primero de ellos no era otro que D. Francisco Pérez Bayer, cuyo renombre entre políticos y eruditos estaba completamente injustificado. Mayans utilizará una de las grandes "obsesiones" arqueológicas de su paisano, los monumentos granatenses apócrifos hallados en 1754, 41 para descubrir su falta de originalidad y la extrema cortedad de sus argumentos: "en Oliva instruí yo a D. Francisco Pérez Bayer para que pudiesse combatir las láminas de Granada, i después escrivió contra ellas; i me comunicó un grande volumen escrito con suma flogedad". El segundo escollo era la tozudez con que Bayer perseguía los proyectos literarios de mérito, los únicos capaces de restablecer las ciencias y el pensamiento en España. Mayans presentaba su gramática latina como testigo de cargo contra su antiguo discípulo, dispuesto a encumbrar ahora, con el apoyo de Castro y Cerdá Rico, la mediocre gramática de Iriarte: "yo he sido el instrumento principal de la opinión que ha ganado i él quien más esfuerzo ha puesto, i pone, para que mi Gramática no se enseñe i mis ideas literarias no se accepten".

No obstante -y en ello radica la importancia de esta carta- el obstáculo más grave de todos era el desconocimiento que el Consejo de Castilla tenía de la mayansiana Idea del nuevo método que se puede practicar en la enseñanza de las Universidades de España, proyecto reformista encomendado por Roda y concluido por Mayans el 1 de abril de 1767. 42 Como recordaremos, Velasco había tratado de sondear al erudito sobre el contenido de este texto en una fecha tan temprana como el 14 de abril de 1767, aunque sin éxito. D. Gregorio había tenido poderosas razones para guardar silencio. El ministro Roda le había encargado secretamente aquel informe y Mayans había sabido callar confiando que su proyecto serviría para encauzar la reforma universitaria que el gobierno deseaba aplicar tras el extrañamiento de la Compañía. Pero el tiempo había transcurrido y nadie parecía haber considerado el contenido de la Idea. El erudito se hallaba atrapado, pues, entre la obligación de mantener silencio y el anhelo de dar a conocer su ideas. Nadie mejor que el amigo y confidente Velasco para convencer a Aranda de que solicitase un informe académico, que Mayans se comprometía a tener concluido en un par de días, pues bastaba mudar la cabecera y final de la Idea de 1767. D. Gregorio estaba convencido de que éste era "el único medio que ai para que, sin revelar yo que he trabajado, pueda yo presentarlo (el plan de 1767) al Consejo en fuerza de la obediencia que devo. Esta es la suma de mis deseos, que no puedo explicar a otros que a V.S. Ilma., de cuyo buen corazón espero quantos buenos oficios puedo confiar de su bondad".

La respuesta de Velasco (5-II-1771) demuestra que el mayansiano proyecto de reforma universitaria no era tan desconocido como creía el erudito. El conde de Aranda -en efecto- se había excusado de aceptar la sugerencia de D. Fernando alegando que en Madrid había varias copias de la Idea y, consecuentemente, estaba de más solicitar otra. El magistrado santanderino, lejos de compartir esta pequeña frustración, estaba encantado con el rosario de confidencias que había comenzado a recibir de su viejo amigo; tanto, que se atrevió a deplorar abiertamente la actitud de Bayer respecto de los papeles de Granada y la gramática iriartina (5-II-1771), y también a solicitar un resumen del informe de 1767 con el fin de defender personalmente su contenido ante los miembros de la Sala Primera del Consejo. La respuesta de Mayans, fechada el 12-II-1771, no sólo constituirá una clarificadora condensación de la Idea, sino también un avance de los proyectos mayansianos en materia de manuales universitarios.

La ortografía, como tantas veces habían acordado en sus cartas, debía ser enseñada por el Nebrija. Para el estudio de la gramática, la prosodia, la métrica y la retórica latinas bastaba con el curso completo de latinidad publicado por Mayans. La poética, sin embargo, debía ser abordada con Vossio. Corachán había compuesto un magnífico manual de matemáticas. Las restantes ciencias disponían de buenos compendios aceptados en las mejores Universidades europeas. La filosofía era materia del Compendio del P. Tosca, complementado con la Filosofía Moral escrita por D. Gregorio. Los estudios de leyes poseían tres métodos o sistemas distintos para el primer y segundo curso y un colofón común, las Paratitlas sobre el Código de Jacques Cujas, en el tercer curso. Vinnen, con su Instituta anotada y sus Particiones, era la primera vía; Heinecke, con sus dos Elementa -de las Instituta y de las Pandectas- la segunda; Westemberg, con sus dos Commentarii -sobre la Instituta y sobre las Pandectas- la tercera. Para el Derecho Natural, Mayans había proyectado escribir un manual; entre tanto, bastaba el Heinecke censurado, una expurgación -por cierto- dos veces realizada ya y en dos ocasiones depositada en las dependencias de la Suprema. Para el estudio del derecho español y municipal Mayans proponía la redacción de sendas Institutas y Paratitlas originales. Las Sagradas Escrituras debían estudiarse a través de sus textos originales, mientras que la Teología Moral, Dogmática y Escolástica debía abordarse mediante compendios.

Velasco estaba en extremo satisfecho con las noticias de Mayans; tanto más, cuanto que éstas solían venir aderezadas con hirientes comentarios hacia el detestado Pérez Bayer: "lo que escrivió (Bayer sobre Granada) casi todo fue congetural, de manera que, aviéndome dicho después el deán de Toledo que le avía instado para que su libro se pusiesse en el archivo de Toledo, le dige en confianza que antes (lo) desautorizaría que honraría, por la flogedad con que trató tan grave asunto" (12-II-1771). La alegría con que el consejero cántabro transmitió a D. Gregorio la orden del Consejo declarando su gramática texto privativo para la enseñanza del latín en la siete Universidades de la Corona de Aragón fue inmensa (5-III-1771). Mayans la agradeció con no menos efusividad (12-III-1771). Sin embargo, la alargada sombra de D. Francisco Pérez no podía dejar de proyectarse contra una decisión política de tan hondo calado académico como la que acababan de aprobar los protectores de D. Gregorio en el seno del Consejo: Aranda, Campomanes, Mata Linares y el propio Velasco. La reunión del Claustro Mayor de la Universidad de Valencia, celebrada el día 20 de marzo de 1771 para notificar públicamente las órdenes del Consejo sobre la enseñanza del latín, había resultado absolutamente tormentosa.

Mayans escribió a Velasco que los partidarios de Bayer, el regidor decano D. José Caldés -a quien, por cierto, el erudito proponía destituir- y el canónigo Joaquín Segarra, director del Seminario de San Pablo y familiar de D. Francisco, habían conseguido paralizar el cumplimiento de la misma y habían mostrado su intención de recurrirla (23-III-1771). Dos nuevas juntas del Claustro Mayor durante mayo de 1771 sólo habían servido para enconar más aún los ánimos. Y todo ello a pesar del éxito manifiesto que -según el erudito- estaban teniendo los estudios de latinidad en Oliva o de la preferencia que los profesores de la Escuela Pía mostraban por el manual mayansiano, aunque no recomendasen su estudio a sus alumnos, aquellos mismos estudiantes que habían abandonado las aulas que regía Segarra, para incorporarse a los estudios de la calle de los carniceros. D. Gregorio sabía cómo doblegar a los partidarios de Pérez Bayer. En primera instancia, había que convocar oposiciones públicas para que todos los maestros de gramática del reino pudiesen ser examinados. Si esto no bastaba, siempre se podría destituir a Segarra, sustituyéndolo por un director de estudios más competente (1-VI-1771).

Las cosas no iban mejor para su Gramática en Orihuela, Gandía y, especialmente, en Zaragoza y Huesca, donde el Hospital General y la Universidad contaban con sendos antiguos privilegios de impresión que debían ser respetados. Frente a ellos, Mayans aspiraba a percibir derechos de autor a lo largo de toda su vida y durante la de uno de sus hijos a quien pensaba designar como beneficiario de aquellos gajes. También en esta ocasión contó con el apoyo del Consejo de Castilla, cuya resolución favorable comunicó Velasco el 9-VII-1771. Apenas una semana después, D. Gregorio podía escribir que, finalmente, la Universidad de Valencia había aceptado el uso de sus manuales de latinidad (17-VII-1771), aunque ahora el problema era disponer del papel necesario para ejecutar una nueva edición (20-VII-1771). Los escolapios parecían proclives a obedecer la orden del Consejo, tal vez porque consideraban su cumplimiento una baza importante en el pleito que venían sosteniendo sobre la enseñanza pública del latín con la Universidad de Valencia y el Seminario de San Pablo (10-VIII-1771). Segarra, sin embargo, continuaba en sus trece; una circunstancia que permitía sospechar a ambos corresponsales que su patrón Pérez Bayer estaba maquinando desde la corte una nueva jugarreta.

No andaban muy desencaminados nuestros dos viejos amigos. Coincidiendo con la publicación de la segunda edición de la Gramática Latina y el inicio del nuevo curso académico, el profesor de retórica del Seminario de San Pablo y amigo personal de D. Gregorio, Dr. José La Plana, fue sometido a un proceso disciplinario instado por tres de los más conspicuos partidarios de Pérez Bayer en Valencia: el obispo auxiliar Rafael Lasala, el corregidor Diego Navarro Gómez y el canónigo Joaquín Segarra. Mayans sentía la reclusión de La Plana en el convento de carmelitas descalzos de la ciudad de Valencia como un ataque hacia su persona y una maniobra preparatoria de la candidatura de Segarra al rectorado de la Universidad de Valencia. Así se lo hizo saber al consejero Velasco (16-XI-1771). D. Fernando debió considerar muy pequeña su competencia en la materia y prometió poner el asunto en manos del fiscal Campomanes (22 y 29-XI-1771). Más adelante sabremos por el propio Mayans que tal vez lo que retraía a D. Fernando eran los poderosos puntales de Bayer y Magí: D. Manuel de Roda, por supuesto, pero también D. José Moñino y D. Juan Félix Albinar (21-I-1772). De ahí que, finalmente, el consejero se atreviera a indicar a D. Gregorio la conveniencia de escribir directamente al conde de Aranda (31-I-1772).

El erudito parecía esperanzado en la creciente oposición a Segarra que creía haber advertido entre los miembros del claustro de catedráticos de la Universidad de Valencia tras la elección como nuevo rector del deán D. Manuel Salvador, así como las pesquisas abiertas por el Real Acuerdo sobre el caso del Dr. La Plana. Aunque estas esperanzas se habían desvanecido ya a comienzos de marzo de 1772, mientras duró aquella euforia D. Gregorio no dudó en emprenderla de nuevo contra el camaleónico Bayer: "lo más duro de lo que ha dicho el Dr. La Plana es que Bayer es autor de una nueva secta; pero a eso tiene la salida de que Bayer, que ha sido tan grande perseguidor de los que no regentavan cáthedras jesuíticas, sino las que se llamavan anti-thomistas, en la aprovación del Mercurio Sacro i Poético, su author Thomás Serrano, de la Compañía, aunque publicado en nombre de D. Joaquín Castelví, dijo que los de la Compañía tenían el Don del Espíritu Santo para enseñar la divinas i humanas letras. Proposición que ninguno de los mismos expulsos se atrevió jamás a proferir. Por esso se dice que D. Francisco Cerdá tuvo comissión de D. Francisco Pérez para comprar todos los Mercurios Sacros i Poéticos que pudiesse encontrar, aunque fuesse a doblón cada uno" (1-II-1772).

La defensa del Dr. La Plana, sus críticas contra Segarra y su protector en Madrid, sus informes sobre los que consideraba mejores textos para la enseñanza universitaria y su nunca enmascarada aspiración a la dirección de estudios de la Universidad de Valencia, no constituían para Mayans sino facetas distintas de un mismo y único problema: el éxito o el fracaso de las reformas académicas emprendidas por el gobierno de Carlos III. De ahí que los dardos contra Bayer aparezcan entremezlados con elogios a la gramática griega de Pedro Simón Abril, que de la inobediencia hacia las órdenes del Consejo sean responsabilizados Lasala, Magí y Bayer, que la elección de obras ridículas para la enseñanza de la filosofía y teología en Valencia sea considerada por nuestro erudito como reflejo de un rechazo hacia la reforma o que D. Gregorio temiese que sus informes originales sobre los estudios de leyes y cánones pudiesen llegar al Consejo de Castilla resumidos -esto es, cercenados- por los delegados del claustro de catedráticos de la Universidad de Valencia. Gracias a un intercambio de cartas casi semanal, D. Fernando de Velasco estaba completamente familiarizado con los problemas, los argumentos y hasta las manías de D. Gregorio. Y así, ninguno de los dos perdió la oportunidad de colocar a D. Francisco Pérez en el lugar que creían le correspondía en los momentos previos a la magna edición de Salustio traducido por el infante D. Gabriel (23-X-1772). 43 En aquellos días, Mayans acariciaba una nueva -y, a la vez, vieja- ambición. Deseaba promover a su hermano al canonicato vacante por la muerte de D. Pedro Núñez, con la esperanza de que algún día Juan Antonio pudiese ser elegido Rector de la Universidad de Valencia y, desde su cargo, pudiese establecer las reformas académicas proyectadas tiempo atrás (22 y 25-V-1773). No se ocultaban a Velasco las dificultades de aquella empresa. Muy poco era cuanto podía hacerse, por un lado, para propiciar la voluntad del confesor real. Por otro, Pérez Bayer andaba vigilante ante cualquier movimiento de los Mayans. Sin embargo, las esperanzas parecieron renacer durante los meses de junio y julio de 1773. La presencia de D. Francisco Pérez en Benicássim y, por lo tanto, su ausencia de la corte, podría permitir a Velasco impulsar la candidatura de Juan Antonio (10-VI-1773). El fracaso de este intento, de nuevo atribuido a Bayer, abría -no obstante- la posibilidad de contar con el apoyo de D. Tomás Sabogal, cuñado del fallecido Agustín Orobio Bazterra e íntimo del confesor. Desgraciadamente, cuando Velasco instó a Sabogal, éste ya se había comprometido con otro aspirante (23-VII-1773). La designación de Juan Antonio Mayans como arcediano de Culla fue un jarro de agua fría -uno más- para aquellos dos hermanos, enfrentados ahora a una dramática disyuntiva: aceptar el nombramiento y tener que separarse o rechazarlo, exponiéndose a no alcanzar nunca el anhelado canonicato (4-IX-1773).

Una vez más, Pérez Bayer parecía haber ganado la partida. Con la excepción de D. Pedro Rodríguez Campomanes, ninguno de los camaristas se interesaba ya por Juan Antonio. Velasco sólo venía una solución: echar el resto con Roda (30-X-1773). D. Gregorio, sin embargo, continuaba confiando en su viejo amigo Mata Linares y -sobre todo- en la condesa de Aranda, a quien pidió por carta que visitase D. Fernando (7-XII-1773). Finalmente, Juan Antonio obtuvo su canonicato y su erudito hermano las más efusivas felicitaciones del consejero montañés (29-III-1774). La dicha sólo iba a durar unos meses. Aprovechando la licencia otorgada por el Consejo de Castilla a la Universidad de Valencia en orden a elección de textos gramaticales, los viejos enemigos de D. Gregorio, secundados por el arzobispo Fabián y Fuero, habían visto la oportunidad de batir el texto mayansiano, imponiendo la gramática de Iriarte (11-XI-1774, 4-IV y 4-VII-1775). En esta ocasión era muy poco cuanto podía hacer su viejo amigo Velasco. Apesadumbrado por la ausencia de D. Pedro Abarca de Bolea, D. Fernando informó a su corresponsal que era ya muy poco cuanto podía hacer por su manual, tanto en Oliva cuanto en Valencia, puesto que ya había abandonado la Sala Primera de Gobierno del Consejo de Castilla (18-VII-1775). Pero esto no era todo. Lo peor -a juicio de Velasco- era la defección de Campomanes, empeñado ahora en la defensa de Iriarte tras la caída de Aranda (25-VIII-1775).

Gracias a los partes remitidos por Velasco, D. Gregorio había comenzado a ser perfectamente consciente de que sus dos únicos valedores en la corte eran el propio D. Fernando y el duque de Almodóvar. Mata Linares y Rodríguez Campomanes continuaban mostrando simpatía hacia Mayans, aunque día a día resultaban más inasequibles. De D. Miguel M.ª Nava Carreño era ya muy poco cuanto cabía esperar. Al parecer, Pérez Bayer proyectaba viajar a Valencia en compañía del cosmógrafo de Indias, Juan Bautista Muñoz. Sospechosamente, aquella visita coincidía con una nueva turbación: la persecución del catedrático de hebreo de la Universidad de Valencia, el Dr. Pascual Llanzola, amigo íntimo de Mayans (9 y 16-VII y 10-VIII-1776). 44 El caso Llanzola estaba llamado a convertirse en un dilatado empapelamiento que acabaría superponiéndose con el último episodio de la pugna Mayans-Pérez Bayer por el control de la Universidad y del mundo cultural valenciano del último tercio del siglo XVIII. Nos referimos a las cartas apócrifas contra la gramática mayansiana remitidas a diversos centros de estudios y Universidades extranjeras durante el rectorado de Juan Antonio Mayans. 45

Este turbio asunto, destinado a desprestigiar -como sabemos- los textos de latinidad compuestos por D. Gregorio, 46 llenará buena parte de la correspondencia cruzada entre el erudito y Velasco durante los últimos meses de 1777 y la primera mitad de 1778. Mayans sabía perfectamente que el responsable de aquella ficción no era otro que D. Matías Perelló. Aun así, el falsario no estaba solo: había sido ayudado por Berní y, en última instancia, había sido inspirado por Pérez Bayer. Una vez más -aunque la última, por cierto- las palabras del anciano Mayans resonaban acusadoras en las misivas dirigidas a aquel gran aliado suyo en el Consejo de Castilla que fue D. Fernando de Velasco: "el origen primero fue Pérez Bayer, que para autorizar a su pariente, el canónigo Segarra, hizo que el intendente le nombrasse director del Seminario de S. Ignacio, contiguo al Colegio de S. Pablo de los expulsos, i no quiso admitir mi Gramática, i después se hizo enemigo capital de mi hermano i mío, haciendo uno i otro alianzas diabólicas con el obispo de Orihuela, i el de Elna i otros, entendiéndose al mismo tiempo con el de Huesca y esculapios, i negociando ahí por Magí, Benito Monfort i otros que dejo de nombrar. Aquí Perelló, i varios amotinadores, han hecho todo lo que el diablo les ha dictado" (20-XII-1777).

6. VELASCO, IMPULSOR DE LOS PROYECTOS MAYANSIANOS: LA COLABORACIÓN CON CERDÁ RICO

La amistad entre D. Fernando de Velasco y D. Francisco Cerdá Rico era conocida desde 1928. 47 Años después, Mestre contextualizó las raíces valencianas de la formación del futuro académico e insistió en la responsabilidad de Mayans en el viaje de Cerdá a la corte (1760) y en su aceptación en el círculo del entonces fiscal de la Sala de Alcaldes. 48 Con justicia puede ser considerado el alicantino discípulo de D. Gregorio. A las tres inquietudes comunes establecias por Mestre -jurisprudencia culta, erudición e historia literaria-, habría que añadir la juventud de Cerdá: apenas veintiún años cuando visitó al erudito en Oliva y veintidós cuando trabó amistad con Velasco tras establecerse en Madrid. Paulatinamente, D. Francisco irá convirtiéndose en uno de los personajes imprescindibles para la buena marcha de las fluidas relaciones eruditas entre Mayans y Velasco. Su curiosidad, su amor por el detalle, su prolijidad, aunque hacían del alicantino un personaje exasperantemente lento, eran virtudes que explican bien la enorme confianza que depositaron en él D. Gregorio y D. Fernando.

Las primeras alusiones a Cerdá aparecen a mediados de 1762. Mayans preparaba entonces la edición de las obras del Brocense y D. Francisco fue encargado de copiar algunos ejemplares que poseía Velasco y de reunir algunos otros de las bibliotecas real y de El Escorial (17-V-1762). Poco después, Velasco remite a Mayans una copia ejecutada por Cerdá de la Crónica Abreviada de Diego Valera, según la impresión burgalesa de 1487 (15-VI-1762). En julio del mismo año, el alicantino visita la biblioteca de los duques de Medinaceli y obtiene nuevos datos sobre Sánchez de las Brozas (3-VIII-1762). En septiembre, suministra información sobre un nuevo proyecto editorial de las obras del humanista Antonio Agustín (28-IX-1762). Sin duda, Cerdá merecía una recompensa. D. Fernando aprovecha los rumores sobre la designación de Bayer, y del mismo D. Gregorio, como directores de la Biblioteca Real para solicitar favores para su protegido. Mayans ya había escrito a Pérez Bayer ponderando las habilidades como paleógrafo de Cerdá. Esperaba que el canónigo utilizaría sus servicios en la trascripción de los manuscritos de El Escorial. Era todo cuanto podía hacer en aquellos momentos (6-XII-1762).

Nueve meses más tarde, Cerdá pretendió ingresar en la Academia de la Historia. No lo conseguirá hasta 1775. 49 Ni Mayans ni Velasco pudieron ofrecerle entonces algo más que una eficaz recomendación para D. Juan de Santander (19-IX-1763). Nuestro alicantino, jurista de formación, también estuvo interesado por la expurgación que D. Gregorio hizo del Derecho Natural de Heinecke, con el fin de que la obra pudiese ser utilizada como manual universitario (III y IV-1764). Finalmente, a mediados de 1764, D. Fernando de Velasco (19-VI-1764) sugiere que sea Cerdá el traductor de la mayansiana biografía de Antonio Agustín que, junto con sus obras, se proponía editar el impresor de Luca, Giuseppe Rocchi. 50 El proyecto no llega a cuajar. D. Francisco, por otra parte, cae enfermo a finales de ese mismo mes de junio, llegando nuestro fiscal incluso a temer por su vida. "Nuestro Cerdá ha estado apretadísimo, mas ya queda medio bueno gracias al Todopoderoso" (10-VII-1764). El 17-VII-1764 el enfermo ya se levantaba de la cama y recibía las primeras noticias sobre la traducción de la biografía de Agustín. De nuevo se abrían esperanzas de traducir la biografía. El 12 de noviembre de 1764, sin embargo, Mayans comunica a Velasco que el austriaco José Antonio Riegger ha traducido la Vida de Agustín que el de Oliva había compuesto, siendo definitivamente innecesaria la intervención de D. Francisco Cerdá. Los desvelos de Velasco, por fin, dan sus frutos. El 14 de enero de 1766, el santanderino escribe: "a Nro. Cerdá le tenemos ya en la Biblioteca Real con la mayor complacencia mía, pues aunque entra, según merece, en ella, bueno es comenzar; i no dudo que se hará luego buen lugar en la estimación de quantos le tratan, etc.".

La partida de Velasco a Granada para hacerse cargo de la Presidencia de su Chancillería colocó a Cerdá en el papel de puente entre el erudito y el magistrado. En febrero de 1767, D. Fernando encargó a Mayans que entregase al bibliotecario alicantino un ejemplar de los Orígenes de la Imprenta, donde tantas pruebas había de la colaboración anticuaria entre ambos amigos, con el fin de que éste lo hiciese llegar a Granada. Poco después, será D. Gregorio quien anuncie a Velasco que Cerdá se ocupa en la edición de Matamoros (16-III-1767), circunstancia que el presidente ya conocía (27-III-1767). La edición estaba concluida a finales del mes de julio (8-VIII-1767). Por aquellos días, comenzaron a menudear las críticas del magistrado sobre el talante tardo del alicantino, que todavía retenía en su poder las obras del Brocense que le pertenecían. Arrecian éstas a partir de mayo de 1770, al desvelarse que Cerdá colaboraba con Bayer, Santander y Castro en la edición de la gramática latina de Iriarte (22-V-1770). La colaboración de Cerdá con Iriarte sentó muy mal a D. Gregorio, que siempre le consideraría responsable del buen puerto a que había llegado aquella obra que "más de treinta años hacía que estaba escribiendo D. Juan" (2-II-1771).

Año y medio después, las aguas parecían algo más calmadas. D. Fernando escribió entonces a Mayans: "Don Francisco Cerdá, como abogado que es del duque de Arcos, se queda disponiendo para pasar a Santiago de Galicia a asistir de su parte al cotejo de los ynstrumentos de que intenta valerse aquella santa yglesia en el expediente que la ha suscitado el duque sobre la contribución del llamado Voto de Santiago" (23-X-1772). Aun así, apenas si volveremos a oír hablar de Cerdá Rico dentro de esta colección de cartas hasta mediados de agosto de 1775. A lo largo de estos tres años, había ido gestándose un nuevo motivo de colaboración entre Velasco y Mayans que muy pronto haría imprescindible la intervención del bibliotecario y flamante nuevo miembro de la Real Academia de la Historia. Nos referimos a la edición de los inéditos del marqués de Mondéjar, las Memorias históricas de los reyes Alfonso el Sabio y Alfonso el Noble de Castilla, y a los textos latinos del propio Mayans, De hispana progenie vocis Ur y Filosofía Moral, empresas éstas en las que el consejero de Castilla tuvo un principalísimo protagonismo, como veremos seguidamente. 51

Velasco siempre se había mostrado interesado por las joyas literarias que atesoraba y producía su amigo Mayans. Los trabajos inéditos del marqués de Mondéjar aparecen mencionados por primera vez a finales de 1765, siete años después de que D. Gregorio hubiese ofrecido al librero Manuel Cabero editar las Crónicas de los reyes de Castilla publicadas en el siglo XVI, corregidas por Zurita y Mondéjar y anotadas por él mismo. La composición del tratado de la voz Ur había sido comunicada a Velasco mucho antes, el 25 de enero de 1755 y, de alguna manera, implicaba también al marqués, ya que el entonces oidor calculaba que el erudito estaría utilizando la rarísima Población de España de Ibáñez de Segovia (4-VI-1755). Este trabajo, compuesto en honor de la Sociedad Latina de Jena, cuyo director, Walch, había invitado a D. Gregorio a formar parte de la misma, ha sido objeto de estudio en un reciente trabajo de investigación. 52 Algo semejante sucedió con la primera edición de la mayansiana Filosofía Moral, calificada por su autor como utilísima continuación del sin par Compendio del P. Tosca, aunque ruinoso negocio desde la óptica económica (22-II-1755).

Pues bien, en la edición y supervisión de todas estas obras -y alguna más de la que también trataremos- cumplió un papel de primer orden a Velasco, según demuestra la junta de epístolas que se publican. A comienzos del año 1773, coincidiendo con la lujosa edición de las obras de Salustio prologadas por Pérez Bayer, el consejero se mostraba vivamente interesado por el proyecto de edición de las Memorias históricas del rey Sabio (19-II-1773). Mayans se limitó, en aquella ocasión, a apuntar la defección de Cabero. Dos años más tarde, Velasco retomó el asunto (2-V-1775). Sin duda, los rumores que nuestro consejero había escuchado eran ciertos. D. Gregorio -en efecto- contestó que había enviado el manuscrito que poseía de esta obra al librero Valentín Francés Caballero con el fin de editarla. Francés Caballero no era un desconocido para el bibliófilo santanderino. Sin ir más lejos, Caballero había actuado como intermediario en el obsequio que Mayans hizo a Velasco del Órgano Oratorio y Retórico (11-XI-1774). La respuesta del erudito, sin embargo, no dejó de contrariar al magistrado. Aun así, Velasco apuntó que si Caballero cejaba en su empeño, él podía ocuparse de relanzar el proyecto (27-VI-1775). Mayans se excusó: si hubiera sabido que Velasco estaba interesado en las Memorias no se hubiera puesto en contacto con Caballero (1-VII-1775). Ahora bien, el erudito estaba en condiciones de complacer a su amigo con otros manuscritos: la Vida del rey Alfonso VIII el Noble de Castilla del marqués de Mondéjar o las Instituciones de Filosofía Moral corregidas y aumentadas del propio Mayans (8-VII-1775).

Velasco se encontró de pronto atrapado por sus propias demandas. Pero siguió adelante. Por una parte aseguró al erudito que contaba con un mecenas para la edición del Mondéjar y, por otra, prometió interesarse por una posible edición de Philosophiae Moralis libri tres (11-VII-1775). La oferta sedujo a D. Gregorio y le impulsó a proponer una especie de giro del proyecto inicial. Tal vez Francés Caballero y el anónimo patrocinador del que hablaba el consejero podría ponerse de acuerdo para financiar mancomunadamente una edición mucho más apropiada de la Vida del Sabio e, incluso, este acuerdo podría abrazar una empresa de mayor envergadura, como la edición de manuscritos fundamentales para la historia del pensamiento español, como, por ejemplo, la Exposición del Salterio de Juan de Soto (11-VII-1775). Mayans prometió enviar a Madrid su ejemplar de Mondéjar (15-VII-1775), pero no cumplió su palabra hasta el día 29, tras haberle confirmado Velasco que se aceptaba su propuesta. D. Gregorio ofreció entonces un nuevo triunfo al bibliófilo cántabro. Apuntó que Caballero aceptaba la asociación y designó a Velasco como director de la doble impresión de Mondéjar (15-VIII-1775). D. Fernando se atrevió entonces a desvelar el nombre de su patrocinador. Se trataba del impresor Joaquín de Ibarra, en cuyas manos se hallaban ya las dos crónicas referidas. La edición estaba, además, garantizada por la minuciosidad y buen hacer de Cerdá Rico, a quien Velasco había comprometido para la corrección (15-VIII-1775).

El trabajo comenzó a avanzar de forma muy prometedora. A comienzos de septiembre Ibarra remitió a Mayans una prueba y, durante el resto del mes, el erudito y Velasco trataron de las características de la edición: márgenes, columnas, letra, páginas. El 24 de octubre de 1775, D. Fernando anunció que Ibarra había iniciado ya las operaciones de impresión de la Vida del Sabio, bajo los cuidados, vigilancia y corrección de Cerdá. La edición de Alfonso el Noble, sin embargo, no podría ser tan rápida como resultado de una sugerencia de D. Juan de Santander que Velasco aceptó de inmediato. Enterado de la empresa, el bibliotecario había ofrecido una fundición de bella letra atanasia que entonces estaba siendo utilizada en otra obra y una serie de manuscritos mondejarinos breves, cuya edición podría hacer que el volumen de la Vida del Noble igualase a la del Sabio en extensión y número de páginas (7-XI-1775). Mayans, en principio, se mostró de acuerdo (11-XI-1775). Desde entonces hasta finales de enero de 1776, el consejero no dejó de informar al erudito sobre los progresos de la edición. El 26 de enero de 1776 se produce una novedad. Velasco solicita a Mayans el manuscrito de su Tractatus de hispana progenie vocis Ur para una inmediata edición y promete hacer lo mismo en breve con las versiones corregidas del Orador Cristiano y de la Filosofía Moral. Una vez más, y de propia voluntad, el amigo Cerdá se ofrecía a oficiar como corrector (6-II-1776).

Consciente de las tremendas dificultades que planteaba su obra, Mayans se mostró encantado con la idea de contar con el puntilloso y muy erudito alicantino, olvidando de este modo pasadas desavenencias iriartinas. Pero el viejo manuscrito de la voz Ur no estaba listo para publicar, ya que precisaba una revisión minuciosa de parte de su autor. En su lugar, D. Gregorio remitió a Madrid su Filosofía Moral y una lista de incunables españoles para una posible reedición (10-II-1776). Preocupado con la actuación de Santander, el erudito no dejó pasar la oportunidad de aconsejar a Velasco que se librase del bibliotecario mayor y, por supuesto, que guardase secreto en torno a su Filosofía Moral (4-III-1776). Poco después llegaba a manos de Velasco la voz Ur (20-IV-1776) y Mayans era informado de que la Vida del rey Alfonso el Noble había abandonado su cautiverio en el despacho de D. Juan de Santander para ingresar en la biblioteca del consejero Mata Linares, interesado en promover ahora su edición (30-IV-1776).

Cuatro meses más tarde, la buena marcha de los acontecimientos pareció torcerse como consecuencia -en opinión de nuestro consejero- de los muchos compromisos contraídos por Cerdá. El alicantino parecía haber descuidado entonces su corrección de las ediciones en curso como consecuencia de la catalogación de la biblioteca de D. Manuel de Roda (16-VIII y 18-X-1776), de la publicación de las obras de Lope de Vega que promovía Antonio de Sancha, 53 y de su colaboración con D. Pedro Rodríguez Campomanes (29-X-1776). Aun así, el 15 de abril de 1777, D. Fernando pudo anunciar a Mayans la culminación de la edición de las Memorias históricas del rey Alfonso X el Sabio. Su responsable, Joaquín de Ibarra, se mostraba -no obstante- muy tibio con la Filosofía Moral, temiendo, sin duda, una escasa difusión de la obra. Velasco reaccionó de inmediato y consiguió comprometer al editor Antonio de Sancha y al propio Cerdá (20-V-1777). Una semana después, los amigos Cerdá y Sancha ya se habían puesto manos a la obra (27-V-1777). La edición, sin embargo, tardó diez meses en estar lista. A finales de marzo de 1778, Velasco anunció a D. Gregorio la culminación de la empresa y le aconsejó ponerse en contacto con D. Ignacio de Heredia en París (31-III-1778) y con D. Manuel Villafañe (10-IV-1778) para facilitar la difusión de esta obra tanto fuera de España cuanto en Madrid, donde nuestro consejero deseaba que la obra fuese adoptada como texto obligatorio en los Reales Estudios de San Isidro.

Sancha se mostraba ahora muy interesado en la edición de la colección de crónicas que antaño habían tentado a Cabero, Francés Caballero e Ibarra (22-VII-1778). D. Fernando supo aprovechar la oportunidad y acordó sufragar a medias con el impresor la edición de la voz Ur (5-II-1779). Esta vez, sin embargo, no se volvería a recurrir a los eficaces, aunque lentísimos, oficios correctores del impertinente Cerdá, sino al ánimo mejor dispuesto de D. Ramón Lázaro de Dou, aventajado discípulo del gran Finestres. Él -y no Cerdá- fue el corrector de la edición del Tractatus, que, por cierto, valió a Mayans un pequeño disgusto con Cerdá, como consecuencia de una indiscreción de Sancha (2-IV-1779). Cuatro meses bastaron para finalizar la voz Ur. El 18 de junio de 1779, Velasco anunció a D. Gregorio la culminación de su erudito estudio sobre las antiguas ciudades de España. Ésta fue la última de la grandes colaboraciones editoriales entre el consejero cántabro y Mayans. Algunos de los proyectos que entonces quedaron en el tintero serían culminados por Cerdá Rico en 1783, con la publicación de las Memorias históricas, vida y acciones del rey D. Alonso el Noble, octavo del nombre..., y en 1787, con la edición de la Crónica de D. Alonso el onceno, una herencia del gran sabio de Oliva que su amigo D. Fernando de Velasco nunca olvidó. 54

***

Hay en este Epistolario muchos otros asuntos que merecerían nuestra atención, pero un análisis pormenorizado desborda las medidas de este estudio preliminar. Los amigos hablaron de la Defensa del rei Witiza, encargado por Velasco para leer el día de san Fernando de 1759 en la Academia de Valladolid. Comentaron muchos asuntos relativos a Pérez Bayer: sus trabajos bibliográficos en El Escorial, o el intento de su nombramiento de bibliotecario mayor en sustitución de Juan de Santander a quien se le destinaba para obispo. Mayans presentó al agregado cultural de la embajada danesa en Madrid, Carlos C. Pluer, a quien Velasco propició buena acogida entre sus amigos de Valladolid. Dialogaron sobre David Clement y la Academia de Jena, así como de personajes españoles de relieve: Isla, Flórez, Nasarre... Y como no podía ser menos, en muchas cartas del erudito se descubre la evolución de sus trabajos intelectuales. Quizás, en este sentido, el mejor ejemplo es el trabajo sobre las obligaciones cívicas del hombre, hoy impresas en Sobre la fe y las virtudes cristianas, preparado por Mestre (Valencia 1993), o la preparación de Ad triginta Iurisconsultorum fragmenta commentarii (9-II-1761). Aunque, a decir verdad, Mayans no fue del todo sincero sobre la paternidad de la Maiansii vita, aparecida en Wolffenbütel en 1756, a nombre de Strodtmann, pero cuyo autor era el mismo don Gregorio.

Con este volumen tercero, consagrado a la figura del camarista Fernando José de Velasco, se cierra el ciclo que hemos dedicado a la correspondencia entre Gregorio Mayans y Siscar y los altos cuadros de la magistratura y administración borbónica. A lo largo de estos años hemos contado con la ayuda desinteresada, con los consejos y las sugerencias de amigos y compañeros como los profesores Enrique Giménez, Pere Molas, Jesús Pradells y Jean-Pierre Dedieu. Esta vez tampoco nos ha faltado la colaboración de Enrique Giménez López, propietario de un rico tesoro de noticias sobre la administración del estado en el s. XVIII, ni la del profesor de la Universidad de Cantabria Tomás Antonio Mantecón Movellán, montañés de pro y -en esta ocasión- puente entre Valencia y los exquisitos fondos bibliográficos santanderinos. A uno y otro, nuestra más sincera gratitud.

ANTONIO MESTRE Y PABLO PÉREZ GARCÍA

Valencia y julio de 1998

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1 M. ESCAGEDO SALMÓN, Índice de montañeses ilustres de la provincia de Santander. Cádiz 1924. M. SOLANA, "D. Fernando José de Velasco Ceballos y Fernández de Isla", en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, VIII (Santander 1925), págs. 205-249.

2 J. FAYARD, Los ministros del Consejo Real de Castilla (1621-1788). Informes biográficos. Madrid 1982, pág. 191.

3 F. ANDÚJAR CASTILLO, Consejo y consejeros de Guerra en el siglo XVIII. Granada 1996, págs. 283-284.

4 G. de ANDRÉS, "La biblioteca manuscrita del camarista de Castilla Fernando José de Velasco en la Biblioteca Nacional", en Cuadernos de Investigación Histórica, 16 (Madrid 1995), págs. 143-165.

5 Su nombre completo era Fernando José de Velasco de la Rueda Ceballos Neto de las Presillas y Fernández de Isla. Entre los estudios dedicados a su persona, no podemos olvidar los de Rezabal Ugarte, Martín Abad, López de Toro, Aguilar Piñal y Sánchez Mariana, citados por Gregorio de ANDRÉS, art. cit., pág. 143.

6 Ibidem, pág. 146.

7 Muchas más noticias sobre su familia en el Catálogo de pruebas de los caballeros de la real y distinguida Orden de Carlos III. Madrid 1904.

8 Pese a haber estudiado en la misma Universidad, los siete años de edad que los separaban fueron suficientes para impedir que Mayans y Velasco coincidiesen en la ciudad del Tormes. Más adelante nos ocuparemos de las circunstancias que unieron a nuestros dos protagonistas.

9 En una carta fechada el 4 de diciembre de 1754, Velasco confesó a Mayans que el origen de su interés por las medallas antiguas databa del año 1748, momento en el que el entonces alcalde del crimen de la Audiencia de Zaragoza pudo adquirir la colección de más de 3.000 monedas y más de 100 libros de numismática que habían pertenecido al antiguo justicia de Aragón, D. Pedro Valero Díaz.

10 López era uno de los libreros que D. Gregorio frecuentaba más asiduamente en Madrid durante aquellos años. Vide. G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario XII. Mayans y los libreros. Valencia 1993.

11 Mayans a Manuel de Roda (?-XII-1781), en G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario X. Mayans con Manuel de Roda y conde de Aranda. Valencia 1990, pág. 332.

12 A. MESTRE-P. PÉREZ, "Estudio preliminar", en Epistolario XV Mayans y los altos cuadros de la magistratura y administración borbónica, 2 (1751-1781). Valencia 1997, pág. 11.

13 Ibidem, págs. 177-178.

14 Según se desprende de sendas cartas cruzadas por nuestros corresponsales entre enero y febrero de 1768, momento en el que el joven teniente estuvo alojado en la casa de los Mayans en Valencia antes de su partida hacia Alicante.

15 G. de ANDRÉS, art. cit., págs. 144-145.

16 D. Fernando advirtió a Mayans de la posible visita de su hijo en carta remitida desde Valdiguna el 27 de marzo de 1775. Finalmente, la visita no tuvo lugar.

17 F. ANDÚJAR, op. cit., pág. 284.

18 Vide. Velasco a Mayans (5-III-1755).

19 Es de notar que nunca más -salvo la anécdota acaecida en 1739 y referida anteriormente- coincidieron Mayans y Velasco en persona, puesto que cuando el erudito visitó Madrid a finales de 1766, el magistrado ya se hallaba en Granada presidiendo su Chancillería.

20 Muy interesantes alusiones al estudio histórico elaborado por Velasco por precisión sobre los derechos del monarca español a la corona de Portugal que Mayans declinó juzgar [I-1763 a III-1763].

21 V. PESET, Gregori Mayans i la cultura de la Il·lustració. Barcelona 1975, págs. 124-127.

22 "Sírvase insinuárselo así Vm. (a D. Isidoro Gil de Jaz) (...) para que no nos tenga por uno de tantos colegiales adozenados" [Velasco a Mayans (24-IV-1764)].

23 AGS. GJ. Leg. 590. Noticia de los ministros que componen el Consejo Supremo de S.M. y de otros dentro y fuera de esta corte (1765). Agradecemos al prof. Enrique Giménez el texto de esta cita y nota.

24 Ningún rastro de este acontecimiento hay en la correspondencia Mayans-Velasco. Vide. P. GAN GIMÉNEZ, "Los presidentes de la Chancillería de Granada en el siglo XVIII", en Espacio, tiempo y forma, 4 (1988), pág. 256.

25 Una síntesis de las relaciones de Mayans con Meerman, puede verse en V. PESET, Gregori Mayans i la cultura de la Il·lustració, Barcelona-Valencia 1975.

26 Hoy puede leerse el texto, impreso en edición facsímil y en tipo de letra actual, en GERSON, Menyspreu del mon, Estudio, transcripción y traducción de M. Navarro Sorní, Valencia, Ajuntament, 1994.

27 Una relación de los títulos (libros y manuscritos) de la biblioteca de Velasco referidos a la provincia de Santander, "en el sentido más amplio de relación, es decir, de autores de estirpe montañesa y de asuntos de nuestra provincia", puede verse en M. ESCAGEDO SALMÓN, La biblioteca del camarista de Castilla don Fernando José de Velasco y Ceballos, Santander 1932.

28 A. GONZÁLEZ PALENCIA, El sevillano don Juan Curiel, juez de imprentas, Sevilla 1945, pág. 7.

29 El texto de las reflexiones de Mayans, en A. MESTRE SANCHIS, El mundo intelectual de Mayans, Valencia 1978, págs. 333-350.

30 L. SALA BALUST, Visitas y reforma de los Colegios Mayores de Salamanca durante el reinado de Carlos III, Valladolid 1958.

31 Las cartas pueden verse en G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario VI: Mayans y Pérez Bayer, Valencia, Publicaciones del Ayuntamiento de Oliva, 1977. También el Ayuntamiento de Oliva ha publicado la correspondencia de Mayans con Martínez Pingarrón, Roda y Aranda, todos ellos preparados por A. Mestre.

32 Velasco a Manuel Díaz de Ayora (7-VI-1776). BAMV. Serrano Morales, 7.284-74.

33 Una amplia valoración del personaje en A. MESTRE, "Estudio preliminar", en Epistolario VI. Mayans y Pérez Bayer. Valencia 1977, págs. VII-LXXIX.

34 Pese a la magnífica opinión que entonces parecía tener de Bayer, D. Gregorio no se curó de ocultar a Velasco algunos de los defectos que atribuía a su paisano (13-XII-1762).

35 Mayans no ocultaba sus estrechas relaciones con Roda, con quien mantenía correspondencia desde 1749, y a quien alude en carta a Velasco de 12-XI-1764 como informante de la buena fortuna de los 40 ejemplares de sus Comentarios a los fragmentos de treinta Jurisconsultos llegados a Roma.

36 Así puede comprobarse en la carta remitida a D. Gregorio desde Toledo por Pérez Bayer el 24-VIII-1765, en Epistolario VI. Mayans y Pérez Bayer, pág. 293.

37 Como veremos más adelante, Mayans no desvelará el secreto del encargo reformista de Roda hasta febrero del año 1771.

38 Vide. A. MESTRE-P. PÉREZ, "Estudio preliminar", en G. MAYANS, Epistolario XV, pág. 51.

39 Vide. A. MESTRE, "Estudio preliminar", en Epistolario VI, págs. LXVI-LXVII.

40 Cuanto atañe al papel de los hermanos Mayans en el proceso de reformas académicas carolinas ha sido estudiado por S. ALBIÑANA, Universidad e Ilustración. Valencia en la época de Carlos III. Valencia 1988 y A. ALEMANY, Juan Antonio Mayans y Siscar (1718-1801). Esplendor y crisis de la Ilustración valenciana. Valencia 1994.

41 Asunto sobre el que habían mantenido una breve aunque intensa correspondencia Mayans y Velasco (30-X y 6 y 13-XI-1770) y sobre el que todavía insistiría D. Gregorio días después (12-II-1771). Sobre este tema, que el propio Bayer redujo a una sinopsis histórica publicada en 1789, vide. M. SOTOMAYOR, Ilustración y picaresca en la Granada de la Ilustración. D. Juan de Flórez y Oddouz. Granada 1988.

42 M. y J. L. PESET, Gregorio Mayans y la reforma universitaria. Valencia 1975.

43 Por respeto al infante D. Gabriel nuestros corresponsales moderarán, en lo sucesivo, sus críticas hacia Bayer y su trabajo como historiador. Así se desprende de una carta de Mayans a Velasco (23-II-1773) en la que el erudito indirectamente deploraba la disertación sobre el alfabeto, la lengua y las colonias de los fenicios que su paisano había compuesto como pórtico de la traducción de su principesco discípulo.

44 Sobre Llanzola, vide A. ALEMANY, op. cit., págs. 249-275.

45 Ibidem, págs. 275-281.

46 A. MESTRE-P. PÉREZ, P. "Estudio (...)", en Epistolario XV, pág. 51.

47 A. GONZÁLEZ PALENCIA, D. Francisco Cerdá y Rico. Vida y obras. Madrid 1928, pág. 63.

48 A. MESTRE, Historia, fueros y actitudes políticas. Valencia 1979, pág. 341.

49 A. GONZÁLEZ PALENCIA, op. cit., págs. 18-19.

50 Vide. A. MESTRE, "Estudio preliminar", en G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario XII, págs. 7-26.

51 Las coordenadas esenciales de esta colaboración ya fueron abordadas por MESTRE en Historia, fueros (...), págs. 347-355.

52 J. BENAVENT, Epistolario Mayans-J. E. I. Walch. Una muestra de los contactos mayansianos con el mundo cultural alemán. Valencia (tesis de licenciatura inédita, dir. A. Mestre), 1997.

53 A. MESTRE, Historia (...), pág. 349.

54 Ibidem, págs. 352-353.

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