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Juan Luís Vives - Índice... > El Alma y la vida > Libro II > Libro II. Capítulo X: La contemplación / Cap. X. De contemplatione

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Texto

[Texto latino en imágenes]

[Pg. 169] CAPÍTULO X

LA CONTEMPLACIÓN 135

1. Después de la acción sigue la quietud. La razón es como una investigación, el juicio es la elección, en cambio la contemplación es la consideración reposada y segura de todas las cosas que han sido recogidas y extraídas por la razón y luego recibidas y aprobadas por el juicio. En la contemplación no se da razonamiento alguno, pues en ella todas las cosas son ya ciertas e inteligibles. Y puesto que todo deleite nace de una cierta proporción y conformidad del objeto con la facultad correspondiente y nada hay más conforme con la inteligencia que la verdad, resulta que en la contemplación son grandes los deleites de nuestra mente. En esto, sin embargo, se tienen en cuenta la verdad y el ingenio.

2. En efecto, las verdades son tanto más gratas cuanto más ciertas y depuradas y expuestas conforme a sus orígenes y causas primeras. Mas si esto no se consigue, el segundo paso es que (los juicios) se acerquen lo más posible a la verdad y sean lo más semejantes a ella. Nadie tiene un espíritu tan rudo e inclinado a lo terreno que no se estimule ante estas palabras: «Yo te revelaré la causa de esto»; hasta tal punto la naturaleza ha infundido en el corazón de los hombres el deseo de conocer las causas que, con razón, el poeta proclamó [Pg. 170] feliz a aquel «que logró conocer las causas de las cosas». 136 Además los ingenios se deleitan con la semejanza y la proporción, los más perfectos y eminentes se deleitan con cosas muy excelsas y los otros, sucesivamente, se deleitan conforme a la capacidad de cada uno, hasta llegar a los ingenios más bajos y despreciables que se ocupan en cosas muy viles y frívolas.

3. Este placer de la contemplación es tan grande en las nobles inteligencias que lo han gustado una vez, que no debe extrañar el hecho de que muchos paganos hayan renunciado a todos los bienes humanos por su causa. Esto puede parecer enteramente increíble o absurdo a aquellos que nunca han gustado tales dulzuras espirituales. Por este motivo será la más dichosa de todas la contemplación en el cielo, es decir, la de Dios, el Ser más grande y excelente que cabe imaginar: entonces habrá un mismo juicio para todos cuando se haya removido toda niebla, manifestada la verdad más cierta, no verosímilmente, sino verísimamente, percibidas y conocidas las causas de todos los seres en su propio autor, liberadas asimismo nuestras mentes de esta cárcel oscura y tenebrosa, cuando no existirá ninguna distinción y diferencia de juicio, de modo que lo que agrade a unos agrade también a los otros.

4. Las cosas que contribuyen sólo al saber permanecen en la misma contemplación sin tener una aplicación externa, en cambio, las que se refieren a lo que ha de hacerse para practicar el bien se manifiestan al exterior. Entre estas últimas, las que tienen normas ciertas y fijas o constantes e invariables, o enteramente universales, se comprenden en un arte. En efecto, el arte es una colección de fórmulas generales que tienden a un ejercicio; a su vez las que varían de acuerdo con las circunstancias o los asuntos (éstas, en verdad, se llaman perist§sei$, es decir, el lugar, el tiempo, la persona y similares), corresponden a la circunspección o prudencia que muchos llaman juicio. Pero, al nombrar estas cosas, el lenguaje común incide en grave error, del que me he lamentado con mucha frecuencia.

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135 . Si nuestro espíritu sabe superar las circunstancias en relación con la constitución física, la salud, la edad, los hábitos, el tiempo y el lugar, y se libera de las ataduras del cuerpo, Vives piensa, influido sin duda por el platonismo, que podrá elevarse a la contemplación de la verdad donde hallará tal gozo que será capaz de renunciar a todo lo demás.

136 . Virgilio, Georg. 2, 490, inspirándose en Lucrecio, Rer. nat., 3, 33 ss.

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