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Gregorio Mayans y Siscar -... > Bibliografía > Tesis Doctorales - Historia... > Introducción

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INTRODUCCIÓN

Con evidencia creciente se impone la idea de que es menester buscar los orígenes de la Ilustración española en la actitud de los "novatores" de fines del siglo XVII, antes que se implantara en la península la casa de Borbón y, en consecuencia, anterior a la actividad intelectual del P. Feijoo. Así lo afirmé en Ilustración y Reforma de la Iglesia, al estudiar la génesis del pensamiento reformista de Gregorio Mayans. Llegaba, por caminos distintos, a las mismas conclusiones que en el campo científico, en especial de la Medicina, establecían los trabajos de López Piñero y Vicente Peset.

En el presente estudio añado nuevos argumentos, limitados si se quiere al campo de la crítica histórica, pero que vienen a confirmar el resurgir intelectual español antes de 1700. Más aún, precisamente en cl campo de la investigación histórica podrá seguirse con claridad el entronque del reformismo de los valencianos, vanguardia del movimiento ilustrado, con el criticismo del barroco castellano. Desde Nicolás Antonio, Aguirre y Mondéjar, a través del deán Martí, figura apenas conocida, y don Gregorio Mayans, los estudios históricos seguirán un proceso creciente de exigencia en la objetividad crítica.

El entronque con los representantes más caracterizados del criticismo del barroco explicará la raigambre hispánica de la actitud y el rigor intelectual de los historiadores reformistas valencianos. Esos dos aspectos: hispanismo y método, determinarán su postura frente al P. Feijoo. Porque la obra del benedictino no es del agrado de los reformistas valencianos. Si confiesan el mérito de Feijoo en el desengaño de las supersticiones -Mayans será el primero en confesarlo- nunca verán en él un científico. Censurarán en el autor del Teatro Crítico al ensayista, no siempre bien informado, sin rigor metodológico y que no recurre a las fuentes originales. Feijoo no podrá evitar, por otra parte, las frecuentes censuras de los valencianos por el inmoderado uso de los diccionarios extranjeros, [Pg. 18] a los que con tanta asiduidad acudía el benedictino, en menosprecio de los libros españoles.

A nadie podrá ocultarse que Mayans ocupa el centro cronológico e intelectual del movimiento historiográfico valenciano de la Ilustración. Heredero del espíritu crítico de Nicolás Antonio y de Mondéjar, se convierte en el expositor ideológico del movimiento. Don Gregorio será, en consecuencia, el representante más caracterizado del criticismo en su confrontación con los historiadores al tiempo que ejerce un indiscutible magisterio en el mundo intelectual del siglo XVIII.

La exposición del criticismo histórico fue desarrollada por Mayans en una serie de trabajos programáticos, desde la Carta-Dedicatoria al ministro José Patiño, en 1734, a la Prefcrción de las Obras Chronológicas de Mondéjar, en 1744. Es menester incluir, pues, en este aspecto las Constituciones de la Academia Valenciana y la Vida de Nicolás Antonio que antepuso a la Censura de Historias Fabulosas. Esta actividad, junto a la Censura de la España Primitiva, escrita por encargo del Consejo de Castilla y rechazada por las presiones de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, convirtieron a don Gregorio en la cabeza visible del criticismo histórico.

Todo esto ocurría en público. Pronto empezará Mayans a establecer relaciones de magisterio con los historiadores españoles. Interesa precisar esta comunicación para encuadrar al erudito valenciano en su justa perspectiva. En primer lugar, la correspondencia literaria con el historiador, que aún hoy día continúa presentándose como el prototipo de la erudición española de la centuria: el P. Enrique Flórez, autor de la España Sagrada.

El P. Méndez, en sus Noticias sobre la Vida, Escritos y Viajes del Rmdo. P. Mtro. Fr. Enrique Flórez, reduce estas relaciones a una sintética y sibilina sentencia: "También tuvo (Flórez) en los principios correspondencia literaria con el señor don Gregorio Mayans, el que en algunos puntos le sirvió mucho". En el presente estudio podremos ver el alcance de las palabras de Méndez. Dada la importancia de los dos personajes, he estudiado el tema con minuciosidad, especialmente la aportación decisiva de los hermanos Mayans en el juicio del autor de la España Sagrada sobre la división de obispados atribuida a Wamba. Ese tipo de colaboraciones, frecuente, al parecer, en la actividad intelectual de Flórez, explicaría, en gran parte, el hecho de que no todos los temas tratados conserven en la obra del agustino el mismo valor histórico.

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Creo, por otra parte, resultará evidente que, pese a ingratitudes o resentimientos, las divergencias sobre la Era Hispánica sólo constituyen la anécdota exterior de la ruptura entre ambos eruditos. La verdadera raíz, más profunda, es menester buscarla en la diversa actitud crítica que adoptan ante la historia. Porque el criticismo exige una desmitificación. Había que desmontar una historia mítica, basada en los falsos cronicones, y Flórez sigue el proceso con el mismo entusiasmo, si cabe, que don Gregorio. El valenciano, en su afán de llegar a las últimas consecuencias lógicas, exige, además, la eliminación de todos los mitos históricos que distingue en nuestro pasado, desde la venida de Santiago o la cristianización de la península hasta la conquista de América o Felipe II. Pero Flórez no acepta el final del proceso. No se desprende el agustino, en consecuencia, de argumentos religiosos o nacionalistas (políticos, dirá Mayans) para limitarse pura y extrictamente a razones históricas. Ello explica el interés por mantener las tradiciones eclesiásticas, que manifiesta el autor de la España Sagrada, aunque sea con metodología diversa de la exigida para los hechos históricos.

Además, el magisterio de Mayans es innegable. Todos los conocedores del siglo XVIII español intuían el influjo de don Gregorio, pero nadie podía precisarlo. Ha sido necesario seguir minuciosamente su correspondencia, observar la exposición de sus ideas críticas y programáticas, leer las respuestas de sus interlocutores y seguir el proceso del influjo a través de las obras de los historiadores españoles coetáneos. Las sorpresas han sido enormes. Era de suponer, pero ahora podemos precisar el alcance del influjo mayansiano en el círculo más próximo de los historiadores que toman como objeto de su estudio el pasado del pueblo valenciano: Agustín Sales, Ximeno, Teixidor, conde de Lumiares. Algunas veces, como en el caso de Ximeno, el influjo se amplía a una desinteresada colaboración intelectual que acrecentó el valor bibliográfico de Escritores del Reyno de Valencia.

También en Cataluña es visible el influjo de criticismo histórico de don Gregorio. A través de Docuncents per a la Història cultural de Catalunya en el segle XVIII, publicados por los padres Casanovas y Batllori, pueden seguirse las íntimas relaciones de Mayans con José Finestres, patriarca de la Universidad de Cervera. El influjo mayansiano sobrepasó, sin embargo, el ámbito extrictamente universitario. También Aymerich, Caresmar, Dou, tomaron posición ante el criticismo de don Gregorio. Y, ciertamente, la actitud y los trabajos de los hermanos [Pg. 20] Mayans no son ajenos a la creación del ambiente intelectual que dio origen a la Renaixença.

Sorpresa constituye, asimismo, la observación del influjo mayansiano en la historiografía nacional. Ciertamente, pese a las aportaciones sobre la división atribuida a Wamba, Mayans fracasó en su intento de influir en la metodología histórica de Flórez. Otros personajes dieron, no obstante, mejor acogida a sus consejos. Si los ilustrados de Sevilla, especialmente José Cevallos, miembro de la Academia de Buenas Letras y colaborador de Olavide en el plan de reforma de los estudios, seguían con interés los trabajos históricos de Mayans, mucho más importante fue el influjo del valenciano entre los intelectuales de la Corte.

Los grandes proyectos del P. Andrés Marcos Burriel aparecen en momentos de entusiasmo provocado por la lectura de las obras de don Gregorio, en la correspondencia con Mayans buscará el jesuita apoyo para seguir adelante con sus grandes ideas reformistas y al valenciano pedirá consejo durante sus investigaciones en Toledo.

Los dos grandes cronistas de Indias del siglo XVIII, Lorenzo Boturini y Juan Bautista Muñoz, recibirán, asimismo, el influjo mayansiano. La amistad de Boturini con don Gregorio parece ser completamente desconocida por historiadores, como Ballesteros Gaibrois, que han estudiado la figura del caballero italiano. No obstante, es necesario confesar que don Lorenzo, nacido en Lombardía, peregrino en España y Méjico, gran conocedor de la cultura azteca y renovador de su estudio, encontró no sólo el consejo del erudito, sino cobijo y hogar acogedor en casa de don Gregorio. Porque en el retiro de Oliva escribió Boturini parte de su obra y Mayans fue, además de interlocutor inteligente, agudo corrector de la Historia General de la América Septentrional, así como un constante y entusiasta panegirista de la obra. Más comprensible, aunque también desconocida como confiesa Ballesteros Beretta, era la amistad de Juan Bautista Muñoz con don Gregorio. Valenciano y alumno de la Universidad valentina, pronto entró Muñoz en contacto con Mayans y no dudará en confesar que al erudito de Oliva debió su amor a las letras y, en gran parte, su actitud crítica.

Otros dos historiadores, valencianos ambos, aceptaron el magisterio de Mayáns: Francisco Cerdá Rico y el P. Juan Andrés. Cerdá buscó desde el primer momento el consejo de don Gregorio. Recibió, en efecto, orientación en el estudio de la jurisprudencia, en sus trabajos de historia literaria y en su actitud ante la crítica histórica. En la Corte, como bibliotecario real y oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho [Pg. 21] Universal de Indias, desplegó su actividad literaria, mientras duró el consejo y acicate de don Gregorio. Pese a las afirmaciones públicas de Cerdá confesando que al erudito de Oliva debía cuanto en el campo de las letras realizara, este magisterio ha sido ignorado por recientes y eruditos historiadores. Finalmente, también el P. Andrés, autor de Origen, progreso y estado actual de toda literatura, experimentó la actitud abierta y acogedora de don Gregorio y en la rica biblioteca mayansiana vivió los primeros entusiasmos literarios. Exiliado en 1767, a través de la correspondencia con Juan Antonio Mayans, recibió precisas noticias literarias. Don Gregorio conseguía de esa manera que una figura española de rango universal en el campo de la erudición literaria le llamase "mi venerado maestro".

Este fue el magisterio de don Gregorio Mayans en el campo de la crítica histórica. Pero volvamos a considerar su actitud ante las últimas consecuencias de la desmitificación histórica. Los duros ataques a la postura de Flórez ante la venida de Santiago a la península son un claro síntoma. Hay que aceptar la historia como es, piensa el valenciano, y no constituye amor a la religión o a la patria el interés por defender tradiciones sin fundamento histórico.

En este proceso de desmitificación Mayans siente verdadero interés por mantener la personalidad histórica de los reinos que formaron la Corona de Aragón. Observará la debilidad de Fernando el Católico, descendiente de castellanos, frente a Castilla ya en la firma de la Concordia, y lamentará los actos de centralismo tan frecuentes en Felipe II en su interés por disminuir el poder de las instituciones y de la iglesia aragonesas. Actitud de historiador en consonancia con su ideología política.

Porque la familia Mayans, de raigambre austracista (el mismo don Gregorio, niño de ocho años, siguió a su familia que marchó a Barcelona con el Archiduque después de la batalla de Almansa), permaneció fiel a los ideales de la Casa de Austria. Don Gregorio es, en consecuencia, un ferviente foralista y lamentará el decreto de abolición de los fueros. Más aún, censurará a los valencianos que, por intereses personales, obstaculizaron el deseo del monarca de restituir el derecho privado foral. En esta línea, los hermanos Mayans lucharán denodadamente por mantener la autonomía universitaria.

Junto a la personalidad jurídica, don Gregorio querrá mantener la personalidad lingüística del país. Mayans escribirá en castellano, es cierto, y presumirá de poder enseñar la lengua a los nativos. Méritos indiscutibles tiene el erudito en este campo y baste recordar sus Orígenes de la

2 [Pg. 22] lengua española y la Vida de Miguel de Cervantes. Es el aspecto conocido de su personalidad literaria. Pero ha sido ignorado, hasta el presente, su actitud ante la lengua del país. Porque don Gregorio nunca olvidará su lengua materna. Manifestará, desde el primer momento, su interés por hablar en valenciano -así continuó hasta la muerte- y cultivará el estudio de sus clásicos colaborando en los trabajos eruditos de Ximeno. Del círculo intelectual de don Gregorio surgirán los panegiristas de la lengua: Fr. Luis Galiana, Agustín Sales y, en órbita más lejana, el mismo Carlos Ros. Más aún, los hermanos Mayans establecerán cordiales relaciones literarias con miembros de la Academia de Buenas Letras colaborando con sus consejos en los trabajos de la docta entidad en defensa de la lengua catalana.

También en el campo científico aparece el fanatismo nacionalista. La verdadera gloria de la nación, piensa el valenciano, no radica en los mitos, llámase Feijoo o Reales Academias, sino en las obras científicas y literarias que los españoles con su ingenio y esfuerzo han sabido crear. Esa será su propia defensa ante la acusación de antiespañol que con tanta frecuencia tuvo que escuchar por haber censurado los defectos de los españoles o por no alabar las obras literarias de sus coetáneos. En ese aspecto conviene constatar las justas lamentaciones de don Gregorio por el poco apoyo que la sociedad española prestaba a los estudios matemáticos.

No es de extrañar, pues, el fracaso de los proyectos reformistas de Mayans y más concretamente en el campo de la historia crítica. Su visión de la historia y de la realidad española aparecen en vivo contraste con la España oficial que deseaban presentar los órganos oficiosos del Gobierno. Ese mismo contraste podemos observar entre la Ilustración oficial, que ha sabido darse una capa externa de apertura, y la realidad histórica que nos muestra el contacto inmediato con las fuentes. Frente al centralismo estatal de los Borbones aparece la vitalidad política, intelectual y lingüística de las regiones. Contraste vivo igualmente en el campo cultural. Porque, frente a esa Ilustración, que el Gobierno desea imponer con su despotismo, aparece el intento de educar al pueblo, con un criterio más en consonancia con la realidad concreta, y no siempre de acuerdo con los puntos de vista gubernamentales. Los Gobiernos del despotismo ilustrado apoyarán los esfuerzos de quienes podían orientar estos deseos y proyectos, mientras los consideren encuadrados en los cauces de la Ilustración oficial. Pero cuando aparezcan las primeras divergencias, [Pg. 23] procurarán anular los intentos de "ilustrar" la sociedad española con criterio diverso del oficial.

Sólo así podemos entender que la Corte ilustrada de los borbones rechace, por intereses políticos, personajes que hubieran potenciado las corrientes modernas del pensamiento y de la ciencia. El Gobierno toma, asimismo, posición favorable a los mitos históricos antes que a razones históricas; persigue a Mayans por haber atacado la superstición de los plomos granatenses, mientras apoya a Flórez, menos crítico, pero defensor apasionado de la venida de Santiago a la península. También faltó favor a Boturini y el apoyo gubernamental, tan entusiasta en un principio con los proyectos de Burriel, se convirtió pronto en hostilidad, hasta el embargo de los manuscritos.

Esta postura de los Gobiernos borbónicos quedará agravada por el temor de los ilustrados ante la revolución francesa. Precisamente la cerrazón tradicionalista de la última década del siglo fue iniciada nada menos que por el muy "ilustrado" conde de Floridablanca. Porque la Ilustración es considerada como un arma política por los Gobiernos que se creen con derecho a imponerla o prohibirla, según sus intereses. Ante esa idea de la Ilustración, los proyectos reformistas de Mayans, en el campo histórico, especialmente, porque su crítica entrañaba una revisión de la mentalidad nacional y una saludable cura de realismo, estaban condenados al fracaso. Pero con ello la sociedad española de la Ilustración daba síntomas anticipados de su fracaso, al rechazar el único camino viable de superación: el diálogo y la autocrítica. Unos años después, el espectro de la revolución francesa anularía las últimas posibilidades del mundo ilustrado.

Valencia, marzo de 1970.

ANTONIO MESTRE

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