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Gregorio Mayans y Siscar -... > Bibliografía > Serie Menor - Volumen IV :... > Problemas con la "Censura" - La "carta" de Mayans al pavorde de Calatayud: dificultades con la censura

Datos del fragmento

Pag. Inicio 351 Pag. Fin 384

Texto

[Pg. 351]

LA "CARTA" DE MAYANS AL PAVORDE CALATAYUD:

DIFICULTADES CON LA CENSURA *

SEGÚN recientes estudios, la ilustración española tuvo sus primeras manifestaciones en Valencia. El grupo de científicos adquirió amplia resonancia en los albores del siglo XVIII. Basta pronunciar los nombres de Tosca y Corachán (menos conocido, aunque parece fue la cabeza motora, es el doctor Baltasar Íñigo) como demostración del rápido entronque con las corrientes europeas de la ciencia moderna. En el campo de la crítica histórica encontramos, desde el primer momento, la valiosa labor de Manuel Martí. El famoso deán de Alicante constituye un punto de enlace con la historiografía europea. Bibliotecario del cardenal Sáenz de Aguirre, amigo de críticos e historiadores romanos, Martí es el colaborador de Aguirre en la edición de la Collectio Maxima Conciliorum, así como el corrector de la Bibliotheca Vetus que dejara inacabada don Nicolás Antonio. Heredero del espíritu del deán, Gregorio Mayans hará gala de criticismo y de amplitud de criterio desde su primera juventud publicando las cartas latinas y entrando en relación con los intelectuales europeos.

Sin embargo, todo este movimiento reformista llegó tarde a los estudios de Teología y Filosofía. Si bien es cierto que la publicación del Compendium Philosophicum de Tosca, data [Pg. 352] de 1721, no parece tuvo especial repercusión en los planes de estudio de la Universidad valenciana. Así lo atestigua, al menos, el pavorde Vicente Calatayud, catedrático de Teología tomista: "Mas en verdad pasaron muchos años antes de la referida introducción, desde el año 1721, en que se imprimió, hasta el año 40 con poca diferencia, en cuyo tiempo apenas se oían en nuestra Universidad los modernos sistemas". 1 El mismo criterio sostiene, en un reciente artículo, Florensa que, al señalar el progreso de las nuevas corrientes filosóficas entre 1748-1757, asegura: "Un autor y su cursus ocupa la preferencia en general: es fray Tomás Vicente Tosca". 2 Aunque Mayans juzga inexacto el juicio de Calatayud al retrasar el influjo de Tosca (el mismo don Gregorio se ve censurado por haber alabado, en 1722, el Compendium Philosophicum, en carta personal al autor) el hecho de que en 1754 prepare la segunda edición del Compendium escribiendo, al mismo tiempo, la biografía del oratoriano, demuestra una revitalización del pensamiento de Tosca entre los universitarios valencianos.

El retraso en la penetración de las corrientes modernas que observamos en los estudios de Teología y Filosofía no puede sorprendernos. Aparte de que la ilustración no nació en la Universidad, que recibía con dificultad las novedades científicas surgidas en academias o círculos científicos, los estudios filosóficos y teológicos estaban especialmente controlados por las órdenes religiosas que defendían, a través de sus diversas escuelas, el sistema aristotélico-escolástico.

En Valencia esas cátedras estaban controladas por los pavordes, que con sus rentas benefíciales constituían la clase privilegiada universitaria. Uno de los más caracterizados pavordes [Pg. 353] era Vicente Calatayud. Nacido en 1693, explicó Filosofía a partir de 1716; en 1727, ganó una pavordía de la iglesia metropolitana de Valencia con cátedra anexa de Teología escolástica; en el mismo año, ingresó en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, y desde 1731 ocupaba la cátedra de prima de Teología. Adscrito a la escuela tomista, gozaba de un sólido prestigio en el campo eclesiástico y universitario desde que en 1744 empezara a publicar su voluminosa obra Divus Thornas.3 Se trata de un libro de Teología mística, resumen de los estudios polémicos surgidos a partir de la condenación romana de Miguel Molinos.

Los primeros conatos reformistas conocidos en el mundo teológico valenciano vinieron por inspiración de los seglares. Mayans, 4 el inquieto y polifacético don Gregorio, publicaba, en 1732, el Orador Christiano en que pretendía reformar la predicación censurando los afanes barrocos de los clérigos y exigiendo una vuelta a la exposición sencilla del Evangelio. Insistía, asimismo, sobre la necesidad del estudio de la Sagrada Escritura, objeto fundamental de la predicación, desechando las distinciones y arideces escolásticas.

Unos años más tarde, fue el médico y humanista Andrés Piquer quien se preocupó de los estudios de Teología al escribir el Discurso sobre la aplicación de la Philosophía a los asuntos de Religión, 5 Piquer aconsejaba "que la juventud que haya de dedicarse al estudio de la Religión aprenda primero la Filosofia arístotélica que se enseña en las escuelas [Pg. 354] y vea el modo justo con que se aplica a las cosas teológicas, porque esto servirá de cimiento para interesarse en los estudios de Religión...". Entre las razones que apoyaban este criterío habría que señalar la tradición y la historia, pues durante cinco siglos marcharon unidas la Filosofía aristotélica y la Teología escolástica. Pero Piquer no quedaba ahí pues, al hablar de la Física, reconocía que el aristotelismo era incapaz de explicar la naturaleza de las cosas al permanecer al margen de la experimentación.

LAS "CARTAS ERUDITAS" DE CALATAYUD

A pesar de que Piquer residía por esas fechas en Madrid, el Discurso tuvo amplia repercusión en Valencia donde el autor haba sido catedrático y había dejado muchos discípulos y admiradores, pero también émulos. Uno de estos últimos que se apresuró a replicar con dureza fue precisamente el pavorde Vicente Calatayud, publicando doce cartas dirigidas al doctor Piquer. 6 Calatayud empieza analizando la posibilidad de los ángeles para mover locatívamente a un hombre, cuestión en que parcialmente discrepan y ya en la primera carta el teólogo acusará al médico de mittere falcem in messem alienam. Las cartas no tardaron en adquirir mayores pretensiones convirtiéndose en una defensa apasionada del aristotelismo escolástico y en un furioso ataque al movimiento ilustrado.

Amigo de la tradición, Calatayud se vanagloria de no disentir de las tradiciones legadas por los mayores. De ahí que la crítica, actitud característica de los ilustrados, le parece peligrosa y quiere prevenir a los españoles ante sus estragos. Especialmente funesta considera la crítica aplicada a la historia eclesiástica y no puede soportar el criterio de Nicolás Antonio que disminuía el valor histórico del Martirologio Romano.

[Pg. 355]

Frente al ansia de saber y conocer las diversas ciencias del ilustrado, propone su preocupación exclusiva por los estudios escolásticos. En consecuencia, considera un grave peligro el nacimiento de las nuevas ciencias que, como la Física, adquieren su autonomía e independencia respecto a la Filosofía y Teología. Calatayud, por supuesto, teme el contacto con el mundo cultural europeo y, al tiempo que censura la relación de Mayans con los extranjeros, celebra la identificación entre nacionalismo y ortodoxia alabando repetidas veces el control que ejerce la inquisición sobre libros y lecturas. Todo esto expuesto con un estilo confuso y con múltiples alusiones a los valencianos que representaban las corrientes ilustradas, entre los que no podía faltar Gregorio Mayans.

Hago gracia al lector de un análisis más pormenorizado de las cartas, pues el objeto de mi estudio no es el pensamiento del pavorde Calatayud, ni siquiera el alcance de los presupuestos intelectuales contenidos en la respuesta de Mayans. Mi interés queda limitado a las dificultades que encontró por parte de la censura la Carta de don, Gregorio Mayans al pavordre Vicente Calatayud.7 He considerado, no obstante, necesario poner al lector en conocimiento de los datos anteriormente expuestos, suficientes, a mi juicio, para entender el verdadero problema de fondo.

Entre los intelectuales valencianos criticados en las "Cartas" de Calatayud aparece el impetuoso Agustín Sales, cronista de la ciudad y reino de Valencia, amigo de Mayans y colaborador en la edición de la Censura de historias fabulosas. Esta colaboración explica, precisamente, la defensa del valor histórico del Martirologio Romano por parte de Calatayud. Un error del cardenal Baronio había provocado la intromisión en el Martirologio de Santa Marta, el 20 de septiembre, y Nicolás Antonio pedía con el mayor respeto se restituyese la verdad [Pg. 356] histórica eliminando el nombre de la santa, como i posteriormente hicieron los Romanos Pontífices. Calatayud, por su parte, señalaba "la autoridad del Martirologio Romano, que si bien no es infalible, pero es tal que a ningún autor particular compete corregirle o enmendarle" y juzgaba como "temerario arrojo el de un moderno crítico, conocido de entrambos" que había escrito el índice de la Censura de historias fabulosas. Tan dura crítica ya la había formulado con anterioridad en su obra teológica, Divus Thomas, y, aunque no aparecía el nombre, todos sabían que se trataba de Agustín Sales y, en el fondo, de Mayans que había dirigido la edición de la Censura.

Sales se consideró ofendido y respondió demostrando la falta de sentido histórico que suponía la actitud de Calatayud. La carta fue enviada a Oliva para que la viera don Gregorio, pero, pese a que obtuvo el placet del erudito, no consiguió el imprimatur del vicario general. La protección del arzobispo había impedido en anteriores polémicas la publicación de réplicas contra Calatayud, 8 pero por primera vez observamos este favor en el asunto que nos ocupa. No obstante, confiado en la amistad del arzobispo y en el apoyo del vicario general, volvía Calatayud a censurar a Sales en la segunda "carta" aparecida el 13 de noviembre de 1758. Más aún, en este caso habla de "la imaginada injuria con que se siente agraviado, como he oído decir a muchos que han leído un manuscrito del mencionado moderno". Es decir, Calatayud sabe que Sales le ha replicado, pero no quiere hacerse conocedor de la [Pg. 357] respuesta, aunque, según afirmaba el cronista, corrían en Valencia más de 300 ejemplares manuscritos. Sales volvió a escribir segunda carta contra Calatayud que, como la anterior, quedó manuscrita sin permiso de publicación.

DEFENSA MAYANSIANA DEL CRITICISMO

Mayans sabía, evidentemente, que el ataque de fondo iba dirigido contra su actitud intelectual, pues Calatayud no dudó en señalar que Sales había escrito el índice de la Censura por encargo del erudito de Oliva. Además, en la misma carta celebraba los conocimientos de don Gregorio manifiestos en el Prólogo a la Mathesis Sacra, de Corachán, "mas no puedo aprobar el no haber hecho distinción, notando los autores herejes...". 9 Mayans parece tomar una actitud indiferente como si, al no tratarse de un erudito sino de un escolástico, no valiera la pena molestarse en responder. En Valencia, no obstante, estaban pendientes de la actitud del erudito, pues Sales anuló un viaje que tenía proyectado a Oliva porque temía que la visita fuera interpretada como una incitación a que entrara en liza. 10 También el erudito seguía con interés la actividad de Calatayud a través de las noticias que le facilitaba el cronista.

El pavorde preparaba una carta atacando a Martí y a Mayans. Este último, es lógico, lo supo con antelación, aunque el ataque de Calatayud quedó centrado en los juicios mayansianos expuestos en Acta eruditorum lipsiensium contra la obra de Francisco Ortí, Memorias históricas de la Universidad de Valencia. 11 El pavorde lamentaba que el erudito acusara a [Pg. 358] Ortí de haberse aprovechado de unos apuntes sobre la historia de la Universidad que el de Oliva le había facilitado.

Mayans rompe, por primera vez, su mutismo, en junio de 1759, y expone su actitud en carta privada a su amigo Felipe Seguer, oratoriano como Calatayud. No piensa responder, no vale la pena y no hay que preocuparse porque "las doctrinas del P. Tosca están fuera de sus tiros. Ya le vendrá (a Calatayud) el escarmiento. Este no le vendrá del juez de imprentas de Madrid (Juan de Curiel) que es el mayor enemigo que las letras han tenido en España en muchos siglos". 12 Unos meses más tarde, octubre de 1759, don Gregorio escribe al arzobispo Andrés Mayoral pidiéndole aconseje al pavorde que no le provoque en sus cartas. Estas gestiones fueron infructuosas, como inútiles resultaron las nuevas presiones realizadas en diciembre por el mismo arzobispo: "Habiéndome restituido a esta ciudad, he vuelto a hablar al pavorde Calatayud para que no dé motivo a sentimiento a Vmd. ni a mí". 13

En efecto, Calatayud publicó su última carta el 13 de enero de 1760 en que atacaba duramente el "paganismo" de Martí y censuraba a su panegirista y discípulo Mayans. Pero, por esas fechas, conocida ya la ineficacia de las gestiones del arzobispo y del padre Seguer, el erudito ya había indicado a Sales que le enviase cuanto publicase el pavorde señalando la conveniencia del secreto hasta el momento de dar el golpe que por inesperado sería más eficaz. En marzo de 1760, Mayans pide al cronista que le envíe todas las cartas publicadas por Calatayud que aún no habían llegado a Oliva el 5 de abril. La actitud equilibrada y serena del erudito aparece en las palabras escritas en esa fecha: "Yo le perdono cuanto dice de mí y deseo que tenga entendimiento más sano. Leeré sus cartas con ánimo sereno". Pero con la lectura de las cartas cambió de criterio. Las primeras palabras son expresivas: "He [Pg. 359] recibido y leído con mucho desabrimiento las insulsísimas y calumniosas cartas del pavorde Calatayud". 14 En ese momento surge la idea de escribir la Carta de Gregorio Mayans al Pavordre Vicente Calatayud que, finalizada una semana más tarde, aparece firmada el 25 de abril de 1760.

Después de saludar al pavorde y pedirle licencia para comunicarle algunas noticias personales, Mayans entra directamente en tema. Aborda, en primer lugar, el asunto Tosca. Calatayud no ha soportado que Tosca se apartara de algunas opiniones de Aristóteles ni mucho menos las invectivas de don Gregorio contra los falsos aristotélicos. Sin embargo, Mayans, acusado por el pavorde de haber ensangrentado su pluma contra los aristotélicos, no atacó personalmente a ninguno, antes bien celebró a Pedro Juan Núñez así como a otros comentaristas. Don Gregorio hace una amplia exposición de las obras de Aristóteles y de sus principales intérpretes que conoce bien, pero se apresura a confesar su eclecticismo.

El asunto de Acta de Leipzig ocupa también la atención de Mayans. La censura de las obras españolas allí aparecida fue hecha por el erudito para uso privado y a petición del barón de Schönberg. Las acusaciones contra Francisco Ortí son inapelables y el mismo reprendido tuvo que aceptarlas.

Don Gregorio toma especial interés en la defensa de Manuel Martí acusado de gramático, hijo espúreo de la Universidad de Valencia, paganizante en De animi affectionibus..., pues estas acusaciones recaen en su panegirista y "discípulo" Mayans, autor de la vida del deán. Ni Calatayud, afirma el erudito, sabe de Gramática, ni Martí debe ser censurado por haber reconocido los defectos de la enseñanza de sus coetáneos, ni hay que escandalizarse de que escribiera un estudio de las pasiones del alma según el pensamiento de los estoicos. El deán no era obsceno por utilizar la palabra "luxurians" (Mayans ironiza ante la ignorancia que Calatayud tenia de [Pg. 360] la Gramática latina) ni por predicar el estudio del latín en la obra poética de Terencio que había editado San Carlos Borromeo para la enseñanza.

Mayans defiende, asimismo, a Nicolás Antonio y su metodología histórica, el valor teológico de Juan Luis Vives y la ortodoxia de su propia Filosofía moral para la que utilizó con frecuencia los testimonios oportunos de los filósofos paganos anteriores a Cristo. Aprovecha esta ocasión para defenderse de la acusación lanzada por Calatayud de que el erudito cuando habla de escritores herejes no lo especificaba, aunque no tratara asuntos religiosos. "Vaya Vm. con esas sus acusaciones a los letrados, así teóricos como prácticos, y cada vez que citan a Hotomano, Balduino, Donelo y Vinio, a Grocio, Pufendorf, Cumberland y Heinecio y a innumerables otros escritores foristas; exhórteles a que según los vayan nombrando adviertan si fueron luteranos o calvinistas o socinianos o materialistas o ateístas. Persuada lo mismo a los matemáticos y médicos. Pero lo que más extraño es que Vm. acusa lo que no suele practicar; porque, como cita muchos autores que no ha leído, no sabe qué sectas profesaron".

Don Gregorio aconseja, finalmente, a Calatayud que hable con respeto de los hombres piadosos y sabios y respecto al propio Mayans con el decoro que merece. Para ello, bastará que practique la comprensión y amor de cristiano y la dulzura de su fundador. No vuelva a insistir en sus censuras para no obligarle a nueva y más dura respuesta. "Y pues cristianamente convido a Vm. a la paz y concordia, seamos amigos, o a lo menos no se acuerde de mí sino para encomendarme a Dios a quien suplico que haga a Vm. tanto bien como yo deseo para mi".

Esta es la "carta" adornada con la chispa y sal requeridas para su defensa personal y de su posición ideológica. Ni el tema ni la ocasión habían sido buscados, antes bien Mayans respondía acusado y provocado. No obstante, la reacción a [Pg. 361] esa "carta" creará profundas divergencias, dividirá los ánimos y enconará las pasiones. Veámoslo con detenimiento.

EL "IMPRIMATUR" DE LA CURIA DIOCESANA

La "carta" llegó a Valencia el lunes 5 de mayo de 1760. El cronista Sales y el abogado José Berní la recogieron del correo y la leyeron en secreto. Siguiendo las instrucciones de don Gregorio, Sales, que era doctor en Teología, redactó una aprobación para que el vicario general firmara el imprimatur con el fin de pasar después al delegado del juez de imprentas en Valencia, Teodomiro Caro de Briones, y conseguir el permiso gubernamental. El cronista llevaba cartas de Mayans para el vicario general y para el delegado de imprentas con la esperanza de que aceptasen su petición y concedieran fácilmente la licencia. Pero las cosas no resultaron tan fáciles como el erudito creyera.

Era vicario general Pedro Albornoz y Tapies. Compañero de estudios de Mayans en Salamanca (ya podemos observar en la correspondencia familiar de esa época ciertas frases despectivas del futuro erudito respecto a la capacidad y trabajo de Albornoz) y discípulo de Calatayud en los cursos de Filosofía; era en 1760, canónigo, provisor del arzobispo y no tardaría, agosto de 1760, en ser nombrado obispo de Orihuela.

Mayans, que no siempre sobresalía por su habilidad, presentó el imprimatur de Albornoz como cosa hecha. El vicario general habría tenido que mortificarse para conceder la licencia a las cartas satíricas de Calatayud, "pero, en fin, se le ha concedido varias veces. Yo solamente la pido una para publicar esa "carta" enderezada al mismo pavorde, escrita cristianamente, con doctrina instructiva, amenidad y sin maledicencia, aunque con la sal conveniente". El erudito comunica al provisor que había advertido con anterioridad, aunque inútilmente, al pavorde por medio del arzobispo y, por supuesto, el mundo no habría de decir que don Gregorio ha pedido [Pg. 362] licencia al vicario general con respuesta negativa "porque eso sería contra mi estimación suponiéndome a lo menos indiscreto o desvergonzado". 15

Sales se presentó en palacio arzobispal el martes, 6 de mayo, a las nueve treinta de la mañana. Llevaba consigo el original de la "carta" de Mayans a Calatayud, la aprobación de la misma y las palabras que el erudito escribía al vicario general. "Salidos los dominicos, entré yo y recibiéndome el vicario general con fiestas y placer, le dije que venía de parte de Vmd. a hacerle una súplica que era justicia, y le di su carta cerrada que empezó a leer riendo y a ponerse serio, hasta que la acabó, y me dijo: "No, amigo; ¿Vmd. trae la carta a Calatayud? Enséñemela. Pues, venga, dijo, que quiero yo leerla primero; ¿chasco?".

El cronista advirtió, desde el primer momento, la seriedad de la situación. Se dirigió, pues, inmediatamente al despacho del vicario episcopal, Pedro Sellés, que, favorable a las ideas mayansianas, había insinuado anteriormente la actitud del vicario general, dado el favor de que gozaban los tomistas con el apoyo del arzobispo. Después de visitar a diversos eclesiásticos de autoridad que prometieron interponer su favor ante Albornoz, Sales buscó a Juan Vega Canseco, fiscal de la Real Audiencia de Valencia y amigo de don Gregorio. Conocidas las gestiones realizadas y el estado de la cuestión, el fiscal ofreció sus buenos oficios: "Mañana buscaría (por mañanita) al vicario general y le pediría la carta a Calatayud mostrándose aprobante de ella y dándole a entender quién era Vmd". 16 Todos manifestaron sorpresa ante la actitud de Albornoz cuando a Calatayud se le habían permitido publicar tantas cartas con duras censuras a intelectuales vivos y difuntos.

Con todo ello, Sales se había limitado a realizar las gestiones previstas por Mayans en caso de que el vicario general [Pg. 363] resistiese o enviase la "carta" a la censura de persona improcedente. Sin embargo, el erudito creía que la intervención de tan encumbrados personajes había allanado los obstáculos y así, en la respuesta al cronista, daba por supuesto que ya se estaba imprimiendo su "carta" a Calatayud. Más aún, con la experiencia de la persecución que sufriera por haber editado la Censura de Historias Fabulosas, 17 don Gregorio da los consejos oportunos para esconder la "carta" ya impresa. Caso de que Albornoz se niegue a dar la licencia, es menester recurrir al fiscal de la Audiencia o al padre Puchol, religioso de gran ascendiente ante don Andrés Mayoral, para que la consigan, directamente, del arzobispo. Y, en última instancia, Mayans está dispuesto a escribir un memorial al rey revelando quién es Calatayud y los turbios manejos del vicario general. 18

El erudito estaba muy equivocado. El problema no se había resuelto; antes bien, el rumor había trascendido a la calle y era del dominio público. Ante esos rumores, Sales se apresura a visitar a Albornoz quien, después de afear las duras expresiones contenidas en la "carta" con la exigencia de que fueran enmendadas antes de salir al público, y de alabar al pavorde "que era sencillo y santo", le indicó volviera el lunes 12 de mayo a recoger la "carta". El vicario general no podía entregarla en ese momento sencillamente porque no la tenía. Estaba en la habitación de un dominico donde la habían leído algunos religiosos. Más aún, el padre Felipe Seguer, el oratoriano amigo de Mayans, sabía de la "carta" a través del mismo dominico que la había tenido y, en última instancia, "el padre Pelunier, gran dominicano, que sabía cómo empezaba la carta de Vmd ....". 19 [Pg. 364] En efecto, la "carta" de Mayans había sido facilitada por el vicario general al maestro Llop, catedrático de Teología de la Universidad, dominico y tomista cerrado, en cuya habitación "varios tomistas la leyeron y cada uno sacó su flor para componer el ramillete y insinuar tachas al vicario general y conmoverse todos a amparar a Calatayud". No puede extrañar, por tanto, una fuerte discusión entre el pavorde Francisco Pascual, primo de don Gregorio, y Albornoz, quien, al verse acusado de haber fiado la "carta" a un convento, culpó a Sales. Sin embargo, el cronista no tenía llave para entrar y salir del palacio arzobispal, y sólo había una copia en Valencia. No obstante, Albornoz entregó la "carta", como había prometido, a Sales para que la trasmitiese, con el encargo de censura, al maestro Mañes, mercedario, pariente lejano del mismo cronista y amigo del pavorde Pascual. 20

La situación de Mañes no era cómoda. Quiso retardar su firma quizá con la esperanza de que se esclareciese el embrollo, alegando para ello que estaba próximo el capítulo provincial y que, una vez pasado, firmaría la censura. Pronto se vio desbordado por las presiones. A Sales, a quien dijo que aún no había leído la "carta", confesaba en la misma conversación, que Mayans debía corregir las frases ofensivas a Calatayud y Arbuxech. 21 ¡Vaya coincidencia! Eran las mismas que anteriormente había señalado el vicario general al cronista. Sales pudo observar, además, que Mañes "estaba bien prevenido y [Pg. 365] muy temeroso de corrección de sus individuos si echaba su firma, al paso que él había confiado a Calatayud algunas dependencias propias cuando se despidió para Madrid". Las presiones eran fuertes y poderosas. El vicario general insiste en que el mercedario se tome dos o tres meses para redactar cinco líneas aprobatorias de una "carta" que se lee en dos horas y los tomistas le censuran que aceptara la comisión a pesar de venir de parte de Albornoz. Pero, por otra parte, Mañes y sus superiores sufren las presiones del fiscal de la Audiencia, del pavorde Pascual y del mismo Sales para que diese la censura con rapidez. Juego de presiones en el que se llega al engaño, pues mientras Mañes había renunciado el encargo por orden de los superiores, el vicario general notifica a Sales que el religioso está muy ocupado y que, una vez finalizado el capítulo provincial, redactará la censura. La "carta" volvió de nuevo a manos de don Pedro Albornoz.

Sin embargo, las gestiones de Agustín Sales no dejaron tranquilo al vicario general. El cronista, según el consejo del fiscal de la Audiencia, visitó otra vez a Albornoz a quien pidió la "carta" de Mayans para enviarla a Oliva. El vicario se opuso a ello y envió la comisión, por medio del mismo Sales, "al padre Agustín de Vinaroz, calificador del S. Oficio; es hombre muy sabio, pero es capaz (me dijo) de detenerla tres meses, pues es el sujeto en quien más emplea el S. Tribunal". 22

Agustín de Vinaroz era capuchino e íntimo del pavorde Casaña, quien había defendido valientemente el derecho de Mayans a editar la "carta". Pero también el vicario general tenía gran ascendiente sobre los capuchinos, tanto que surge la sospecha del cronista de que se "ha dado la comisión después de prevenido el fraile por alto o por bajo... Hasta ahora todo me parece (aunque suene al exterior justicia) pasión, fraude, violencia, opresión, temor, facción, adulación, dolo y malignidad para guardar las espaldas a Calatayud, por si [Pg. 366] puede mitrar mientras está en la Corte este gran teólogo tomista".

No tardaron en llegar las presiones ante el nuevo censor. Casaña fue el primero, hablando en favor de Mayans, pero también ejerció las suyas el vicario general. De nuevo será Sales el narrador de los hechos. Habían pasado seis días desde que entregara la "carta" y ante el prolongado silencio de Vinaroz marchó el día 27 de mayo a los capuchinos. "Díjome (Vinaroz) que insinuando al vicario general (que va a capuchinos muchas tardes) el contento de ir leyendo su carta, conoció que le supo mal y que estaba apasionadísimo a Calatayud y que le afeaba a Vm. los términos que insinué antes y me expresó Blane, y que eran destruir la opinión que de Calatayud se tenía. Díjole Vinaroz que peores eran contra tantos hombres eminentes los que usaba Calatayud; respondió que se imprimieron sin su noticia; y así que leyera una, dos y tres veces la carta de Vm. Hácelo el P. Vinaroz y me ha asegurado que por la grande amistad que tuvo con nuestro deán Martí, por la afición a la humanidad y a Vmd. a quien venera por el sujeto de España (son sus palabras) y para que abran los ojos tantos ciegos, aprobará la carta de Vm. y hablará con aire al vicario general". 23

El capuchino acababa de poner el dedo en la llaga. El problema de fondo era la ilustración. Se trata de una nueva forma de entender la cultura y el humanismo. El padre Vinaroz defenderá al deán Martí con quien le unió sincera amistad y apoyará la causa del humanismo. Más aún, defenderá a Mayans, aparte del valor del erudito, por abrir los ojos de tantos ciegos que sólo ven la cultura a través de la versión de los escolásticos.

Fray Agustín de Vinaroz tenía que superar aún muchas presiones y no era la más pequeña la de los tomistas. El [Pg. 367] mismo día que Sales comunicaba las anteriores noticias a Mayans, el rector de la Universidad de Valencia, canónigo Pedro Jaime Gil Dolz, visitaba en nombre propio y de los tomistas al padre Vinaroz rogándole no aprobara la "carta" de don Gregorio. Y hasta por parte del mismo pavorde Casaña sufrió presiones el capuchino para que obligara al erudito a retirar las duras palabras dedicadas a Arbuxech. A todo resistió fray Agustín de Vinaroz y, después de demostrar por escrito las ofensas de Calatayud y doblegar al vicario general, entregaba su aprobación el día 2 de junio y al día siguiente, 3 de junio, a las 10 de la mañana, firmaba Albornoz su imprimatur "con gran contento y placer".

¿Era sincero tan "gran contento y placer"? La duda es bastante razonable, pues otro obstáculo, a juicio de los tomistas insalvable, se había interpuesto: la intervención del Consejo de Castilla a través de Juan Curiel, juez general de imprentas.

EL VIAJE DE CALATAYUD A LA CORTE

¿Qué se pretendía con todo ello? ¿Dónde estaba y qué hacía el pavorde Vicente Calatayud, principal inculpado? Las respuestas a estos interrogantes pueden esclarecer el meollo del problema.

Con motivo de la entronización de Carlos III, la Universidad de Valencia pensó felicitar al monarca enviándole un Memorial. Mayans, encargado de redactarlo, lo hizo con ilusión e interés celebrando las glorias intelectuales de la Universidad y aludiendo a la conveniencia de que los obispos que ocupasen las diócesis valencianas fueran hijos del país. Leído el Memorial en Claustro general, gustó y, después de añadir una frase respecto a los estudios de Teología, fue elegido el pavorde Calatayud como enviado de la Universidad para presentarlo al rey. Ido obstante, conocidas las protestas de amplios sectores que consideraban ambiciosos e interesados los proyectos [Pg. 368] de Calatayud, le retiraron la representación, aunque el pavorde siguió su idea y marchó a la Corte con el Memorial. A principios de abril de 1760 estaba ya Vicente Calatayud en Madrid y allí permanecía mientras en Valencia se agitaban las pasiones respecto a la "carta" que Mayans le había dirigido.

Calatayud llevaba, por su parte, un afán clarísimo de llamar la atención: la Gazeta publicó su llegada a la Corte, visitó la real biblioteca buscando sus propios libros, visitó al inquisidor general con quien paseó en público... Pero, además, hizo correr la voz, al menos así se decía en los mentideros valencianos, de que estaba dispuesto a aceptar el obispado de Orihuela: "Ese mismo día (22 de mayo) supe que a las esquelas que había repartido Calatayud en Madrid sobre que no repugnaría la mitra de Orihuela si se la daban...". 24 Si así fuera, queda claro el interés del pavorde por marchar a Madrid y saludar personalmente al monarca.

Además, Calatayud era el teólogo predilecto del arzobispo Andrés Mayoral, que siempre había manifestado sus preferencias por el grupo tomista. Así, "la carta de recomendación del Ilmo. a algunos de la Corte cuando pasó Calatayud, decía: Ahí pasa el mayor teólogo que tiene España". 25

¿Sería de extrañar, por tanto, que, pese a las seguridades que dio el arzobispo de haber indicado a Calatayud que respetase al erudito, fuese el mismo prelado quien fomentase las trabas e incitase al vicario general a que retardase la concesión de la licencia? Una serie de frases de Agustín Sales indican con claridad el criterio del cronista. Cuando don Gregorio indicaba la conveniencia de que el fiscal de la Audiencia consiguiese la licencia directa del arzobispo, recibe esta respuesta: "Dice Vmd. que Canseco y Puchol saquen licencia del Ilmo.? Es mi superior y no puedo hablar, pero no se cree que Albornoz por sí tenga tanta constancia teniendo (como [Pg. 369] tiene) afecto a Vmd.". 26 Más adelante, el mismo Sales observa que en el momento en que Mañes renunció a aprobar la "carta" el vicario general insinuó al mercedario que subiera a notificarlo al arzobispo: "Yo sólo noto que si la comisión fuera sólo motivada del vicario general para qué éste le persuade que lo insinúe al Ilmo. si no hay tal práctica". 27 Finalmente, unas palabras del cronista parecen quitar toda duda. Cuando las gestiones en Valencia se centraban en la censura que debía emitir el padre Vinaroz, Sales habló con el doctor Mariano Caller. "Pero me ha dicho (Caller) que sabía que el vicario general había subido al Ilmo. a insinuarle que le hacían instancias sobre la licencia de su carta, y que el Ilmo. le respondió: Suspéndala usted, porque Calatayud tiene grandes créditos en la Corte". 28

En estas circunstancias adquiere especial importancia una observación de Agustín Sales: "Me dejaba que el domingo en la misma Seo, Albornoz, después de la contienda (con el pavorde Pascual) habló muy a la larga con Caro, como lo reparó el señor pavorde". 29

Teodomiro Caro, como sabemos, era el delegado en Valencia del juez de imprentas, de quien dependía directamente la censura civil. Desde la perspectiva que abren las últimas palabras del cronista se ve con claridad el interés del arzobispo y del vicario general en retrasar la aprobación teológica, con lo que retrasan el imprimatur. Sales y Mayans, especialmente implicados, sospechan el enlace de esa conversación con el interés de Albornoz por dar largas al asunto. Mientras se detenía el imprimatur, habrían dado aviso a Calatayud para que hiciera gestiones en Madrid ante el inquisidor general o ante el juez de imprentas. En esa misma línea, Teodomiro Caro [Pg. 370] haría sus oficios ante su superior inmediato para que Curiel tomase parte en el asunto y reclamase el derecho de censura ordenando el envío de la "carta" al Consejo de Castilla. 30

¿Qué pensar de esta hipótesis? Aparte de la sospechosa alegría de Albornoz, después del exagerado interés por retrasar la aprobación, la coincidencia de la concesión del imprimatur en el mismo día en que llegó a Valencia el decreto de Curiel a Caro, con quien había dialogado largamente el vicario general en los inicios de la polémica, hacen muy probable la conexión entre la estudiada lentitud de la curia diocesana y la exigencia de remitir la "carta" a Madrid para su censura. Valga el texto de Agustín Sales como expresión de la hipótesis.

Ve ya Vmd. patentes los motivos de la detención del vicario general y que éste firmó con gusto después que supo que el envoltorio estaba bien atado en Madrid. Ni dude Vmd. que la idea de éste en enseñar la carta a tantos ha sido para congregar gentes que en la Corte apadrinaren después de mover a Calatayud para que mirara por sí. Me afrento de vivir en siglo de tantos fariseos y tal ingenuidad. Dios defenderá la causa de Vmd. 31

Una frase del decreto de Curiel: "Porque siendo contra Calatayud, aquí (en Valencia) se regateaban y aun negaban las licencias", acabó de confirmar al cronista en sus sospechas. A su juicio, sólo la falsa alarma de que se trataba de una sátira, esparcida por los amigos del pavorde en Madrid, explicaría la decisión del juez general de imprentas.

[Pg. 371]

DICTAMEN DEL TRIBUNAL DE IMPRENTAS

Ahora bien, amplios ambientes intelectuales de la Corte estaban al corriente de la polémica. Las noticias de Mayans a sus amigos madrileños desde el momento que escribió la "carta" hicieron conocer el criterio del erudito. Pero también llegaron a la Corte dos Memoriales de don Gregorio a Carlos III. El primero, datado el 17 de mayo, remitido a través del secretario de Estado y Despacho Ricardo Wall, muy probablemente no llegó a manos del monarca. El segundo, escrito una semana más tarde y enviado a sus amigos de la Corte para que lo entregaran personalmente al rey, nunca salió de las manos del bibliotecario real Martínez Pingarrón.

Mayans no extrañó la decisión del juez de imprentas al reclamar la censura de la "carta", antes bien, lo había indicado con anterioridad en el Memorial a Carlos III. Al conocer la noticia con certeza, el erudito plantea el esquema que le servirá de defensa. "Las injurias de Calatayud a hombres virtuosos y sabios, Academias Reales y reinos son notorias. Califíquelas el Consejo. Yo digo mucho menos que el Consejo. El (Calatayud) no es sacrosanto, yo soy libre. Alguno ha de corregir sus perniciosos errores. ¿Por qué no yo?". 32

En este sentido moviliza a sus amigos. En el caso presente, fueron Manuel Martínez Pingarrón, amigo fiel desde los años en que Mayans vivió en la Corte y su sucesor en la real biblioteca, Agustín Orobio Bazterra, fiscal de la Suprema de la Inquisición, conocido en la década de los 30 cuando servia al inquisidor general y arzobispo de Valencia Andrés Orbe; Víctor de Comba, alto funcionario, cuya amistad cultivaba Mayans con delicadeza y, sobre todo, Fernando de Velasco, antiguo colegial, pero abierto y siempre fiel a la amistad del erudito, fiscal de Chancilleria y consejero de Castilla. En 1760, [Pg. 372] Velasco era fiscal de la Sala de Corte y fácilmente podía hablar con Curiel. En realidad, pronto se convirtió Velasco en el director y artífice de los planes a seguir. Los demás colaboraron con la mayor docilidad e interés.

Desde el primer momento decidieron prescindir del Memorial al rey. Aparte de que no estaba redactado en forma, les pareció violento como escrito en momento de irritación. Habían observado, además, que Carlos III seguía la norma de enviar cada Memorial al departamento correspondiente, con lo que, llegado a manos de Alfonso Muñiz, marqués de Campo Villar, sería remitido al arbozispo de Valencia por tratarse de asunto eclesiástico. Por otra parte, el favor de Calatayud en Madrid era grande en especial a través de los oratorianos "cuyos padres de aquí son el corazón del duque de Béjar y de mucha parte de la nobleza". 33 Aunque Pingarrón había insinuado la conveniencia de presentar la "carta" en Madrid y solicitar la licencia de publicación sin aludir a las dificultades que encontraba por parte de la curia valenciana, después del decreto del juez de imprentas esta actitud dejaba de ser viable. Había que conseguir la licencia de Curiel y editar la "carta" en Valencia, naturalmente.

El día 7 de junio de 1760, escribía don Gregorio una serie de cartas. Una tenía especial importancia: la dirigida a Juan Curiel, juez general de imprentas y árbitro de la situación por su rigor en interpretar las leyes de censura. Celebra el erudito que Curiel sea el juez de su "carta" apologética contra el pavorde Calatayud que ha injuriado a los hombres más sabios que ha tenido España. El juez de imprentas debe saber que con anterioridad se les prohibió a fray Tomás Pérez y a Agustín Sales responder a Calatayud y ahora "se persuadía el Provisor que conmigo ejecutaría semejante violencia contra la libertad de las letras y en perjuicio de la pública enseñanza. Porque si la ignorancia se hace sacrosanta y se impide [Pg. 373] el desengaño, den qué se conocerá que somos libres y cristianos?". Las injurias son de hecho y públicas y Mayans no espera verse obligado a seguir "una causa de libertad ante el Supremo Tribunal de Justicia" que sería más duro en su juicio de las afirmaciones de Calatayud.

También el 7 de junio escribía a Fernando de Velasco. Alguien debe decir con fuerza que, dada la actitud y las ofensas del pavorde, la censura de Mayans es benigna y que el erudito ha sido combatido sediciosamente en Valencia porque las autoridades eclesiásticas han sido parciales favoreciendo a un ignorante autorizado. Y don Gregorio especifica con claridad el punto esencial de su defensa: "Y, sobre todo, yo no pido gracia alguna, sino aquella justicia que a nadie se niega como es permitir que se escriba cristianamente contra los errores públicos y perniciosos que cuanto más autorizados se consideran tanto menos se deben tolerar". Esta es una razón importante en la dialéctica defensiva mayansiana, y en numerosas cartas, escritas por esas fechas, insistirá sobre el tema matizando con nuevos perfiles. En una de ellas comparará la actitud del vicario general y aun del arzobispo de Valencia de prohibir se censure los trabajos de Calatayud con el decreto del secretario de Estado y despacho José Carvajal, prohibiendo escribir contra las obras de Feijoo. Diversa postura intelectual del pavorde y del benedictino, pero idéntica posición de la autoridad. Tan seguro está Mayans de su justicia que, después de insistir para que Velasco hable a Curíel, anuncia el envío de una copia de la "carta" a su amigo para que la lea y la manifieste a cuantos estén interesados. Cuantos la lean se convertirán en sus defensores.

Mayans espera mucho de Velasco, pero quiere que se presione a Curiel por muchos conductos. Así solicita la intervención del fiscal de la Real Audiencia de Valencia: "Escriba o haga que se hable al señor don Juan Curiel para que se lea mi carta apologética y si la halla digna de salir a luz, la vuelva al señor Caro para que se publique en Valencia", [Pg. 374] pero Vega Canseco evita el compromiso hablando del carácter riguroso de Curiel y de las divergencias que en el pasado tuvo con el juez de imprentas.

Más activos se mostraron los amigos de la Corte. Pingarrón y Comba visitaron a Curiel que los acogió con delicadeza y les informó de que ya con anterioridad había recibido la visita de Velasco. Más tarde, también se dirigió al juez de imprentas don Isidoro Gil de Jaz, regente que fuera de la Audiencia de Oviedo. En todos los casos Curiel manifestó su buena disposición, pero exigió el curso normal de los trámites entre los que se incluía "la censura de alguno de los del número nombrados por el Consejo".

Los amigos de Mayans, en especial Velasco y Pingarrón, pensaban controlar al censor e insinuaron el nombre de fray Alejandro Rubio, hombre de la confianza de Curiel y conocido, asimismo, de Velasco. Pero el juez de imprentas guardó tal secreto que nadie pudo sospechar quién fuera el censor. Así, el 5 de julio estaba ya la censura en poder de Curiel que no manifestaba prisa alguna por cursarla. Pero ante las presiones de Velasco, una copia de la censura oficial era enviada a Mayans el 12 de julio. Venía a reducirse, en síntesis, a que debía eliminarse un párrafo y algunos epítetos considerados ofensivos. 34

El párrafo censurado llevaba el número 30 y decía así: "Considere Vm. todo lo que acaba de decir. Manifiesta Vm. no solamente su ridículo enfado, sino también su desprecio que no se proporciona bien en quien hace profesión de un santo instituto del cual es propio atraer al prójimo al amor [Pg. 375] de Dios, imitando la suavidad de su santo fundador san Felipe Neri". 35

Por otra parte, la frase corregida por su especial agresividad contra Calatayud no la conocemos directamente y sólo podemos deducirla a través de una carta de Vega Canseco. "El triunfo de Vm. consiste en el convencimiento y éste queda siempre asegurado, aunque se quite aquella cláusula tan escandalosa y tan ponderada de irreverente y de mordaz en que, después de cogerle vivo en un solecismo castellano y decirle que despreciaba otros infinitos; añadió Vm. que no trataba de enseñarle la Gramática, ni él estaba ya para aprenderla. Porque estaba duro el alcacer para zampoñas. Esta expresión y la lámina de corcho fueron los dos argumentos terribles que aquí se hacían para probar la suma insolencia de Vm.". 36 Pero el censor exigió, además, que se eliminase el nombre de Blas Antonio Nasarre, el amigo a quien confesó Mayans en la real biblioteca ser el autor de la censura de libros españoles aparecida en Acta, de Leipzig. Noticia que Nasarre se apresuró a comunicar a los diaristas que lo publicaron en el Diario de los Literatos de España.

MODIFICACIONES DE LA "CARTA"

Don Gregorio, como era de esperar, manifiesta, desde el primer momento, su oposición a introducir modificación alguna, como se había opuesto durante las gestiones llevadas a [Pg. 376] cabo en Valencia, y no duda en recordar que resistió al cardenal Molina, gobernador del Consejo de Castilla, durante el embargo de la Censura de historias fabulosas. Sería una ofensa a su dignidad y reputación. Estaría dispuesto a modificar las frases señaladas por el censor si se conocieran las palabras de Calatayud, pero, no especificándose éstas, podría considerarse la "carta" como digna de censura.

La primera protesta de Mayans aparece en la carta a Velasco, de 28 de junio, y quince días después, cuando ya tiene conocimiento concreto de las exigencias del censor, el erudito es aun más categórico. Sería indecoroso que saliese a luz su "carta" censurada como si realmente fuera culpable: "Y así por menor inconveniente tengo que en juicio contradictorio se me niegue absolutamente la facultad de imprimir mi "carta" que no la vil condescendencia en confesarme culpado en lo que sé que no lo soy. Siempre me quedará la libertad de decir que V. S. y otros hombres sabios han leído mi carta y les ha parecido bien. Y no faltarán personas prudentes y eruditas que crean que basta que yo la haya escrito y defendido para que deba imprimirse. Se añadirá mi ejemplo a otros muchos de haberse oprimido la verdad". 37

Aquí tenemos el problema de fondo: la libertad del escritor a defenderse de las acusaciones contra su persona o su pensamiento. Se trata, bien mirado, de la libertad de la ciencia contra la opresión de un grupo que quiere impedir la defensa del erudito públicamente acusado.

Don Gregorio es plenamente consciente de las dificultades que entraña su situación. Si se opone a la exigencia del censor oficial no tendría otra solución que recurrir al Consejo y, en este caso, el problema se complica. Oigámoslo del mismo Mayans: "Si acudo al Consejo para que me haga justicia y no la hace, yo ¿qué perderé? Nada. Antes bien, ganaré mucho porque en tiempo en que prevalecen la ignorancia, la barbarie [Pg. 377] y la fuerza que suele acompañarlas, mantengo constantemente la verdad. Y el Consejo ¿qué fama ganaría por oprimirme? V. S. lo dirá, que no me atrevo. Con todo eso, porque suficientemente he hecho lo que he podido, porque no tengo brazos para defenderme contra la violencia, porque no me conviene apesadumbrarme por la inocente familia que tengo, porque V. S. lo quiere y, finalmente, y estoy por decir únicamente, porque creo firmemente que hay Dios misericordioso y vengador, cederé". 38

El texto de Mayans es realmente sobrecogedor y la fuerza sorprendente. La ignorancia, apoyada en la fuerza, oprime la verdad. Ante este hecho el erudito tiene que ceder. La serie de razones con tanto vigor expuestas son la prueba más clara y contundente de que don Gregorio no cede voluntariamente, sino obligado por las circunstancias y la fuerza. Como dirá en carta a Víctor de Comba: "Cedo a la fuerza porque es mayor y cedo de mala gana".

Fernando de Velasco presionó para conseguir de Curiel que se mantuviese el texto original de Mayans. Alegó que era injusto se permitiese a Calatayud ofender a los intelectuales vivos y difuntos y se pusiesen obstáculos a quienes, en justa defensa, eran más moderados que el pavorde tomista. Pero el juez general de imprentas no cedió, antes bien determinó que si el erudito templaba algunas expresiones "se le permitiría la impresión, y no de otro modo, por tenerlo así mandado el rey por punto general". 39 El monarca había ordenado que no se publicasen sátiras personales, pero el intérprete exclusivo era Curiel que, además, resultaba tenacísimo en sus decisiones. Tanto que ante la insinuación hecha por el valenciano de llevar el asunto al Consejo, transmitida por Velasco a Curiel, el juez de imprentas responde que don Gregorio está en su derecho, aunque no se lo aconseja pues, además de [Pg. 378] que en el Consejo no saldrá mejor librado, siempre aumentará el escándalo. 40

Velasco, pues, aconsejó a Mayans que cediese y, después de la aquiescencia del erudito, obró con rapidez y resolución: "Con efecto, me entregó don Juan Curiel la carta original de Vm. para que yo mismo rayase las palabras censuradas en la copia que pasó a sus manos como le ejecuté y verá en ella Vm., quien no dudo que necesitará armarse bien de paciencia en semejante acto al observar la ridícula extravagancia y extremada simpleza del dicho censor (sea el que fuere), pero para salir de una vez de tan ineptos malsines, conviene que cuanto antes sustituya Vm. las expresiones correspondientes en dicha adjunta copia y que me la devuelva sin pérdida de tiempo para que pueda servir de original y la veamos luego estampada como lo deseo con ansia". 41

Mayans, en efecto, remitió con la misma rapidez la "carta" con las debidas correcciones y solicitó el favor de que la impresión tuviera lugar en Valencia 42 y, al correo siguiente, envió el número que hablaba de Nasarre modificado de manera que, además de eliminar el nombre el bibliotecario mayor, suavizaba las expresiones procurando evitar nuevos obstáculos por parte del censor.

Las cosas se hicieron con tal minuciosidad que "el mismo censor está reconociendo y combinando la copia de su carta con el original" 43 y el mismo Velasco tuvo que redactar Memorial, respecto a la nueva forma del número 30 de la "carta" para "remitirle al censor cuya pesadez necesita la paciencia [Pg. 379] del santo Job". 44 Además, la lentitud de la censura era irritante. Un mes más tarde, el 27 de septiembre de 1760, después de muchas presiones, enviaba Velasco a Mayans la "carta". Pero aún no habían terminado las dificultades.

REACCIÓN DE LOS GRUPOS INTELECTUALES

Aunque con la "carta" iba la licencia de edición firmada por Juan Curiel (22-IX-1760), el escándalo en Valencia había sido mayúsculo y los editores temían el retraimiento de los lectores. Así ocurrió con Manuel Cavero, impresor buscado por José Berní, que antes de embarcarse en la empresa quiso consultar a personas de responsabilidad. Agustín Sales se aprovechó de las circunstancias y de la lentitud de Berní, para dentro del riguroso secreto convenido, acelerar la edición. Así, de acuerdo con el pavorde Pascual, contrataron a Benito Monfort que, después de constatar la licencia del juez general de imprentas, aceptó el encargo.

El secreto de Monfort fue realmente extraordinario y nada puede objetarse respecto a su rapidez, pues se imprimió durante el mes de octubre. El 3 de noviembre, Mayans enviaba a Madrid un ejemplar de la "carta" impresa juntamente con el original "con el cual está totalmente conforme", 45 rogando a Velasco ejerciese su autoridad ante Curiel para que se diera la licencia definitiva con rapidez. No tenían tanta prisa los funcionarios de la censura. El ejemplar impreso enviado quedó en manos del juez de imprentas, que no permitió pasase al secretario de la Cámara, Juan de Peñuelas. Y éste se negó a conceder la licencia definitiva hasta que le llegase otro ejemplar, pues exigía constatar la fidelidad y exactitud entre el impreso y el original. Así lo manifiesta Velasco a Mayans [Pg. 380] urgiendo el envío de otro ejemplar impreso para Peñuelas. 46 Finalmente, el secretario de la Cámara daba la licencia definitiva el 10 de diciembre de 1760.

El 27 de diciembre, después de ocho meses de polémicas, Agustín Sales entregaba los primeros ejemplares a los amigos y a los émulos, según una lista que le había enviado el erudito, y unos días después se colocaron los carteles en las paredes proclamando la edición de la carta. Mayans procuró enviar la "carta" con la mayor rapidez posible a los amigos de la Corte: Fernando de Velasco, Martínez Pingarrón, Víctor de Comba, Orobio Bazterra, Andrés Marcos Burriel, Juan de Iriarte, Inquisidor General... Interesa constatar el envío a Juan de Santander, bibliotecario mayor del rey, a quien don Gregorio agradece la defensa que hiciera del derecho de publicación, y al marqués de Campo Villar. El secretario de Gracia y Justicia, además de celebrar en Madrid el mérito de la carta de Mayans, felicitó al erudito celebrando que manejara la pluma "con tanta moderación, atendiendo a la ancianidad y carácter de su contrario". 47

Mucho mayor fue, sin embargo, la repercusión en Valencia. Los valencianos se habían dividido, desde el primer momento, y los ánimos continuaban enconados. Más aún, ciertos grupos habían procurado impedir la edición y, después que Curiel exigiera el envío de la "carta" a la censura del Consejo, los tomistas y amigos del pavorde Calatayud habían publicado con satisfacción que nunca se editaría. Si pensamos, además, en el secreto con que fue impresa, podremos comprender el ambiente provocado por la aparición de la "carta" mayansiana. Pero dejemos hablar a un testigo de excepción y protagonista importante de los hechos.

[Pg. 381]

Mi dueño: día 27 empecé la distribución de los ejemplares de su "carta" eruditísima poniendo dos en manos del secretario de su Exma. y casi en presencia del mismo Exmo. en nombre de Vm.; ambos apreciaron el don y lo estimaron muchísimo. Al otro día acabé de distribuirlos en las personas que Vm. me expresaba en su nómina. Al secretario Sellés le envié el suyo con dos más, uno para el Ilmo. y otro para el nuevo Vicario General porque no quise presentarme a personas que tanto aborrecen las letras cultas y que siempre las han perseguido. En 1739 fui yo testigo, y Vm. el año pasado. A los demás de la lista busqué en sus casas. Y yo de propio motivo di una al Sr. Xaramillo y otra al Sr. Alcalde Don Juan Pedro Coronado, aficionadísimo a este género de letras, que apreció sobre manera. Día 31 amanecieron llenas de carteles las puertas de las iglesias y esquinas principales de la ciudad; en el ámbito de mi iglesia aun quedan 4 y otro en la puerta de mi casa. Esta diligencia asustó al P. Calatayud tanto cuanto mi estudiante le puso en sus propias manos día 28 de parte de Vm. la carta, que él no esperaba, en punto a las 11 y 3 cuartos. De este hecho y del gran sigilo que el triunvirato mayansiano guardó obstinadísimamente se han resentido muchísimos con el Rector de la Universidad, Dolz, que a todos decía que la carta no saldría por prohibida (este era su término) en Madrid. El general contento que ha causado su lectura es imponderable. Ayer el Sr. Xaramillo me dio gracias con extraordinarias expresiones en la plaza de S. Domingo delante de un gran concurso y casi gritando, este señor era antes todo de Calatayud, ahora no, sino burlador de sus estudios. Los catedráticos presentes y pretéritos de la Universidad han quedado asombrados de la instrucción que Vm. insinúa sobre Aristóteles. Casaña va por las casas sin poder explicar su placer. El P. Vinaroz dice a todos que es carta tan instructiva que la deben tener presente para saber estudiar con elección y apartarse de los estudios inútiles y nocivos. El P. Seguer se lamenta que haya entrado Calatayud en la congregación para desacreditarla. Las calatayutanos que

[Pg. 382]

no me saludan por amigo de Vm. dicen que ojalá no hubiera nacido Vm. y que fue Albornoz (quien apreció muchísimo la carta) un desleal en firmarla. Los que aprecian en Valencia los estudios eruditos, que son muchísimos, a voces claman que Calatayud es tan mal hombre que merece ya jaula en el hospital o a lo menos que empiece Gramática y se le destine un confesor timorato para que le enseñe los rudimentos de un cristiano. Los aficionados a Martí, Dn. Nicolás Antonio, Tosca, Vives y a Vm., a no ser casi todos sacerdotes, hubiéramos apedreado a Calatayud. No hay carta de más buen despacho, ni que más nos haya llenado las medidas. Y así, gracias, albricias y enhorabuenas a Vm. 48

La satisfacción de Agustín Sales estaba realmente justificada. Era un clamoroso triunfo de la Ilustración. Sin afán de sacar todas las consecuencias a deducir de las peripecias narradas, sí podemos observar la actitud de los diversos grupos.

En favor de Calatayud y, en el fondo, en favor de la más estricta escolástica aparecen, desde el primer momento, los tomistas. Sean dominicos o catedráticos tomistas del clero secular, no sólo defienden con todas sus fuerzas la posición del pavorde, sino que niegan el derecho de Mayans a su defensa personal. En esta actitud recurrirán a la autoridad que, al tomar posiciones, compromete su prestigio. Así el rector de la Universidad, Gil Dolz, ejercerá todo el peso de su cargo para presionar sobre el censor fray Agustín de Vinaroz.

En su apoyo está el vicario general que jugó en este caso el papel más desagradable al convertirse en el instrumento de un partido. Porque su actitud no fue la de juez imparcial, sino muy parcial en favor del pavorde y de los tomistas y en contra de los ilustrados. Naturalmente que para ello pudo contar con favor del arzobispo de Valencia, Andrés Mayoral, [Pg. 383] sino es que el mismo arzobispo provocase la resistencia, dado su fanatismo en favor de los tomistas al excluir de los cargos a quienes no participaran de sus ideas. Mayans, que conocía al arzobispo, se abstuvo de pedir su intercesión durante el proceso de la detención de la "carta" por parte de la curia diocesana, aunque durante esos meses le sirvió con la redacción de un memorial sobre las pretensiones del cabildo de Játiva de renovar el antiguo obispado setabense. Sólo después de finalizado el proceso, y ya la "carta" editada, el erudito le envió un ejemplar al arzobispo.

Un nuevo personaje nos falta para completar la visión de las fuerzas que lucharon en favor de Calatayud: el juez general de imprentas, don Juan Curiel. Es necesario reconocer, no obstante, que no lo hizo con especial acrimonia, sino con la tenacidad y falta de amplitud de criterio habitual en él. Sin particular pasión exigió todos los trámites con desesperante lentitud, pero, al menos, no tomó la sinuosa y tortuosa posición del vicario general de la diócesis.

También encontró apoyo Mayans, símbolo del movimiento ilustrado. Entre quienes favorecen, desde el primer momento, el derecho del erudito cabe señalar dos grupos claramente definidos. Un grupo de juristas: Fernando de Velasco que dirigió los trámites para conseguir la licencia del juez de imprentas; Orobio Bazterra, Fiscal de la Suprema de la Inquisición; Vega Canseco, Fiscal de la Real Audiencia de Valencia y los también juristas Gil de Jaz y Víctor de Comba. Curiel y su grupo constituyen la excepción, muy importante por cierto.

Es curioso observar, asimismo, un grupo de sacerdotes que, en contraste con las jerarquías eclesiásticas y universitarias, conectaban con la corriente ilustrada por su apertura intelectual. Además de Agustín Sales y los canónigos y religiosos valencianos, en Madrid encontró Mayans el apoyo de los bibliotecarios reales Juan de Santander (opuesto otras veces a [Pg. 384] los proyectos mayansianos) 49 y Martínez Pingarrón, sin olvidar al jesuita Andrés Marcos Burriel y al valenciano Pérez Bayer, ya vinculado al mundo intelectual de la corte.

El triunfo de Mayans al conseguir la edición de su "carta" al pavorde Vicente Calatayud fue, en el fondo, una victoria de los ilustrados, que lo celebraron con alegría y satisfacción.

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* Publicado en Cuadernos de Historia, V (1975), 459-485.

1 VICENTE CALATAYUD, Cartas eruditas por la preferencia de la Philosophía aristotélica para los estudios de la Religión, Valencia, 1758-1760.

2 JUAN FLORENSA, "Filosofía en la Universidad de Valencia (17331787), según los opositores a cátedra de Filosofía", en Analecta Calasanctiana, núm. 21, págs. 131-132, 1969.

3 VICENTE CALATAYUD, Divus Thomas cum PP. ex prophetis locutus, priscorum ac recentiorum errorum spurcissimas tenebras, mysticam theologiam obscurare molientes angelice dissipans sive dissertationes theologicæ scholastico-dogmaticæ et mystico-doctrinales ad sensum et litteram Divi Thomæ doctoris angelici, 5 vols., Valencia, 1744-1752.

4 GREGORIO MAYANS, El orador Christiano ideado en tres diálogos, Valencia, 1733.

5 ANDRÉS PIQUER, Discurso sobre la aplicación de la philosophia a los asuntos de Religión para la juventud española, Madrid, 1757.

6 Las Cartas eruditas de Calatayud están fechadas entre el 7-III-1758 y 13-I-1760.

7 GREGORIO MAYANS Y SISCAR, Carta de don... al doctor y pavordre don Vicente Calatayud, Valencia, 1760.

8 Tomás Pérez manifestó divergencias respecto a los puntos doctrinales del Divus Thomas en la obra Disertación dogmática-mística que evidencia lo que no es ni puede ser la consumada y perfecta purgación o mortificación mística..., Valencia, 1753. La réplica de Calatayud no se hizo esperar publicando: La verdad acrisolada. Disertación apologética-theológica-místico-dogmática sobre el sentido más genuino y usual de estas voces: consumada mortificación y purgación contraídas a la muerte mística. Valencia, 1753. La contrarréplica de Pérez no obtuvo la licencia de edición por parte de la curia diocesana.

9 CALATAYUD, Cartas eruditas, II, núm. 15.

10 Agustín Sales a Gregorio Mayans, Valencia, 10-I-1759. (Todos los textos de correspondencia inédita utilizada en este artículo se encuentran en el fondo mayansiano del Patriarca.)

11 CALATAYUD: Cartas eruditas, VII, núms. 42-44.

12 G, Mayans a Felipe Seguer, Oliva, 1 -VI-1759.

13 Andrés Mayoral a G. Mayans, Valencia, 17-XII-1759.

14 G. Mayans a Agustín Sales, Oliva, 19-IV-1760.

15 G. Mayans a Pedro Albornoz, Oliva, 3-V-1760.

16 Agustín Sales a G. Mayans, Valencia, 7-VI-1760.

17 ANTONIO MESTRE, Ilustración y reforma de la Iglesia. Pensamiento político-religioso de don Gregorio Mayans y Siscar, págs, 140-151, Valencia, 1968.

18 G. Mayans a Agustín Sales, Oliva, 10-V-1760.

19 Agustín Sales a G. Mayans, Valencia, 14-V-1760.

20 No parece confirmarse a través de la correspondencia cruzada sobre este asunto que le fuera encargada con anterioridad la censura de la "carta" al jesuita Felipe Musoles que había aprobado las ocho últimas cartas de Calatayud, aunque Sales lo insinúa en un momento determinado como un rumor.

21 Arbuxech ganó la pavordia a que opositó Mayans en 1729. Había sido el autor del memorial con que la Audiencia habíase opuesto a la devolución de los fueros respecto al derecho privado, cfr. A. MESTRE, Historia, fueros y actitudes políticas. Mayans y la historiografía del siglo XVIII, pág. 407, Valencia, 1970.

22 Agustín Sales a G. Mayans, Valencia, 20-V-1760.

23 Ibid., 28-V-1760. Blanc era un teólogo tomista, párroco de S. Lorenzo e íntimo de Albornoz y defensor de Calatayud.

24 Ibid., 28-V-1760.

25 Ibid., 4-VI-1760.

26 Ibid., 14-V-1760.

27 Ibid., 20-V-1760.

28 Ibid., 28-V-1760.

29 Ibid., 14-V-1760.

30 Mayans había escrito a Teodomiro Caro el 25-IV-1760. La respuesta de Caro se hace esperar hasta el 14-VI-1760 cuando ya la "carta" había sido reclamada desde Madrid. Por lo demás, Caro se limita a decir que una vez pedída por Curiel nada puede hacer.

31 Agustín Sales a C. Mayans, Valencia, 4-VI-1760.

32 G. Mayans a Agustín Sales, Oliva, 7-VI-1760.

33 Martínez Pingarrón a G. Mayans, Madrid, 7-VI-1760.

34 He aquí el texto de la censura: "M. P. S. El asunto de esta carta pide su publicación para la común utilidad, pero antes de imprimirse soy del parecer que V. A. mande a el autor que temple y corrija las cláusulas y voces señaladas con raítas así = y todo el § 30 usando de expresiones más moderadas y conformes a la cristiana caridad. Madrid etc....".

35 El número 30 censurado no aparece en la carta y la idea fue expresada de forma más suave en el último número, 75, de la "carta" impresa.

36 Vega Canseco a G. Mayans, Valencia, 5-X-1760. El texto de la "carta" quedó definitivamente así, número 3: "Ni tampoco hago cargo a Vm. de las impropiedades de su lenguaje, que son frecuentísimas, ni de sus barbarismos y solecismos, de que están llenas las cláusulas suyas; porque no he de enseñar a Vm. la Gramática que no querrá aprender". Falta, pues, la frase ofensiva.

37 G. Mayans a Fernando Velasco, Oliva, 12-VII-1760.

38 Ibid., 19-VII-1760.

39 Fernando de Velasco a G. Mayans, Madrid, 5-VII-1760.

40 Ibid., 26-VII-1760.

41 Ibid., 2-VIII-1760.

42 "Restituyo mi "carta" apologética habiéndome conformado en todo con la voluntad del Sr. D. Juan Curiel, que espero me hará el favor de permitir que se imprima en Valencia." G. Mayans a F. Velasco, Oliva, 9-VIII-1760.

43 Velasco a Mayans, Madrid, 23-VIII-1760.

44 Ibid., 30-VIII-1760.

45 G. Mayans a Velasco, Oliva, 3-XI-1760.

46 Velasco a G. Mayans, Madrid, 22-XI-1760 y 29-XI-1760.

47 Marqués de Campo Villar a G. Mayans, Buen Retiro, 24-I-1761.

48 Agustín Sales a G. Mayans, Valencia, 2-1-1761.

49 A. MESTRE, Historia, fueros y actitudes políticas..., págs. 399-405.

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