Buscar: en esta colección | en esta obra
Gregorio Mayans y Siscar -... > Epistolario > Volumen XII : Mayans y los... > Estudio Preliminar

Datos del fragmento

Pag. Inicio 7 Pag. Fin 26

Texto

ESTUDIO PRELIMINAR

   Mi presentación tiene que ser breve, por necesidad. Aunque no se conserva toda la correspondencia de Mayans con los libreros (mercaderes de libros, editores e impresores), el número de cartas que he logrado reunir es abundante y la riqueza de su contenido no permite un estudio en profundidad de su alcance. En consecuencia, me veo obligado a exponer, con la máxima brevedad, el marco y las circunstancias externas que permitan una mejor comprensión del epistolario ahora publicado.

   Los corresponsales españoles. La correspondencia de Mayans con los libreros tiene una evidente lógica. No aparecen cartas cuando su presencia permite las gestiones directas para la edición de una obra. Así, en el caso de su relación con Bordazar, carecemos de cartas correspondientes a los meses de actividad docente en la Universidad durante los años en que aparecen sus primeros libros (1723-1733), y tampoco tenemos testimonio alguno de las gestiones relativas a la edición de la Vida de Cervantes o los Orígenes de la lengua española (1737). En cambio, las cartas son frecuentes cuando el erudito reside lejos del impresor.

   En el caso concreto de Valencia, podemos distinguir tres etapas en su relación epistolar con los libreros. La primera y más intensa tiene como interlocutor a Bordazar y su círculo. Bien es verdad que Bordazar es mucho más que un impresor. Su correspondencia constituye un testimonio inapreciable de la situación cultural valenciana del momento: preocupaciones por la ortografía; lectura de clásicos y de autores coetáneos; polémicas con Feijoo, diaristas o Mañer; interés por el establecimiento fijo y general de pesos y medidas; entusiasmo por las matemáticas... Amigo de Tosca y Corachán, a cuyas reuniones había asis-tido, Bordazar manifestó su pasión por las ciencias físico-matemáticas. Él mismo confesará que insinuó a Tosca la conveniencia de que redactara el Compendio Matemático y a Corachán que publicase la Aritmética demonstrada (27-VII-1735). En esa línea, su correspondencia suministra noticias sobre las circunstancias del establecimiento de una Academia Matemática en Valencia 1 o de sus gestiones para conseguir la presencia de civiles en las academias matemáticas de militares (9-IV-1738, 16-III-1740...). Y quizás no menos interesante, la asistencia a sus clases particulares de matemáticas de alumnos como el hijo del conde de Carlet (16-VI-1734) o de Manuel, el hermano del erudito (18 y 25-VI-1735).

   En este campo, Bordazar vio con claridad el retraso de los estudios físico-matemáticos entre nosotros: solicitó libros extranjeros (Ozanam, Baudrand, Langlet du Fresnoy, Belidor o el famoso Espectacle de la nature, 8-V-1737) y expuso la necesidad de que las autoridades fomentasen su estudio. Baste recordar que, dentro de los elogios que tributa a Pensamientos literarios (1734) en que Mayans exponía su programa de reforma cultural, señalaba una deficiencia. Espléndido, afirma Bordazar, pero falta un aspecto: la exigencia de la creación de una Academia de Ciencias: ¿Digo esto en cumplimiento de aver insinuado a Vm. cuando partió de aquí, que en estando despacio, le persuadería que intentasse la erección de Academia de Ciencias...¿ (15-IX-1734. Cf. 23-XII-1733). Si pensamos que la creación de una Real Academia de Ciencias, tantas veces proyectada en la segunda mitad del siglo XVIII y otras tantas frustrada, sólo fue llevada a la práctica en el siglo XIX, podremos comprender el mérito de Bordazar. Y en cuanto a su preparación técnica, el mismo editor nos expone su interés por adquirir caracteres griegos, la petición de tipos de letras o su intervención, con el apoyo de Mayans, en el proyecto de editar en España los libros de rezo (misal y breviario) y eliminar el privilegio de impresión de los herederos de Plantin y de distribución de los monjes de El Escorial, cuya trascendencia ha señalado François Lopez. 2

   En íntima relación con Bordazar aparecen dos impresores: su yerno y sucesor en la empresa, Tomás Santos, y José Orga, el principal ayudante. Las relaciones entre yerno y colaborador no debían ser muy cordiales. De Santos apenas hay dos cartas relativas a la edición de la Oración a la Divina Sabiduría de la Academia Valenciana (1750) y a la venta de las publicaciones de la Academia en Sevilla por medio de José Padrino. Por su parte, Orga se hace eco de las diferencias con Santos, al tiempo que resuelve las cuestiones pendientes a la muerte de Bordazar en 1744: la Oración del portugués Francisco de Almeida y el proyecto del breviario de los bernardos que había propiciado el librero Francisco Manuel de Mena. Las noticias aportadas por Serrano Morales sobre las peripecias de Orga (viajes al extranjero, establecimiento en Madrid, regreso de viuda e hijos a Valencia) explicarían el silencio posterior así como la colaboración de los hijos con el erudito. 3

   También existe correspondencia de impresores de menor proyección. Así Vicente Montes, intermediario de Roque Deville, que proporciona libros al erudito. O Pascual Esclapés que, además, solicita el consejo de don Gregorio sobre la conveniencia de editar un Diccionario valenciano.

   La segunda etapa de la correspondencia de Mayans con los libreros valencianos está centrada en los socios de la Compañía de libreros e impresores de Valencia, que tuvo una efímera pero interesante existencia. La creación de la Compañía (1759) constituyó un avance en el camino hacia las sociedades anónimas. Y en el campo de las ediciones sirvió para que Mayans llevara a cabo su idea de publicar los textos de clásicos latinos (Cicerón, Terencio, Horacio...) con la traducción paralela de los humanistas españoles del XVI (Simón Abril). Cavero era el encargado por la Compañía en sus relaciones con Mayans. El erudito consiguió publicar varios autores clásicos pero fracasó en su intento de editar escritores españoles del Siglo de Oro (Góngora, Mena, Saavedra, Mariana...) así como las Crónicas de los reyes de España. 4 Faulí y Mallén, miembros de la Compañía, mantienen correspondencia con Mayans, pero los asuntos abordados no atañen a la Compañía, al centrarse fundamentalmente en la importación de libros.

   Finalmente los grandes impresores de la segunda mitad del siglo: Monfort y Orga. Todos sabemos que ambos publicaron obras de Mayans. La amistad de Monfort con Pérez Bayer, a través de su hijo, permitió al impresor editar libros fastuosos y de gran belleza, con el apoyo de la corte. Y en el caso de la colaboración con Mayans en Opera omnia de Vives, con la ayuda del arzobispo Fabián y Fuero, no tenemos noticias en esta correspondencia. De sus picardías en el campo de la imprenta para conseguir encargos o privilegios poseemos testimonios de Juan Antonio Mayans. Pero las pocas cartas que poseemos se limitan a aspectos puntuales, entre los que conviene señalar las dificultades que presentó el impresor para editar la Carta del erudito al pavorde Vicente Calatayud, quizás por la oposición del arzobispo Mayoral o la censura de unas frases que exigió Juan Curiel. 5 Menos testimonios tenemos de la colaboración de los Mayans con Orga. Sólo aparece aludida la solicitud urgente de publicar la convocatoria de oposiciones a maestro de gramática de Oliva. En cambio, carecemos de noticias de otras ediciones, entre otras, la de Virgilio latino-castellano que llevó a cabo Orga, con la colaboración de los hermanos Mayans (1778).

   Después de Valencia, los libreros de Madrid ocupan un lugar preferente. Parece lógico que los años de residencia en la corte, aunque mantuvo intensa relación con los libreros (Zúñiga, Gómez, Mena, Repeto...) no se conserve correspondencia. Hacía las gestiones personalmente. Pero retirado en Oliva, la necesidad de abastecerse de libros o de publicar obras personales o de otros autores, le obligó a mantener frecuente correspondencia. Hay dos grandes libreros de quienes conservamos abundantes cartas: Francisco Manuel Mena y Antonio Sancha.

   Mena se convirtió, desde el primer momento, en el principal abastecedor de la biblioteca del erudito. Dedicado a comprar librerías subastadas, que después vendía a la real biblioteca o a particulares, Mayans era uno de los clientes más asiduos. Por lo demás, la correspondencia demuestra su evolución: mercader de libros, empresario, ínfulas de noble, servicio a los monarcas. Es uno de los casos de evidente ascensión social. También nos aporta noticias sobre su actividad profesional: apertura al mercado portugués y la relación con Cramer, gracias al favor de Mayans, proyecto de ediciones (Ambrosio de Morales o Bibliotheca Hispana de Nicolás Antonio) no siempre logradas, la importancia de los libros servidos a los ilustrados o las dificultades con la censura. 6

   La correspondencia con Sancha es más tardía y muy diferente. Rodríguez-Moñino nos ha dado un perfil biográfico del célebre impresor demostrando la habilidad e inteligencia hasta lograr convertirse en uno de los grandes impre-sores del siglo. 7 Resulta evidente que, detrás de esa espléndida actividad, colaboraban eruditos y hombres de letras. Es conocido fundamentalmente Cerdá Rico. También Llaguno Amírola. Pues bien, en 1776 solicitaba Sancha la colaboración de los hermanos Mayans para perfeccionar la edición de las Obras de Lope de Vega cuya impresión había iniciado. La correspondencia ahora publicada demuestra que también Mayans contribuyó a la empresa de difusión cultural de Sancha.

   Otros libreros madrileños aparecen en la órbita mayansiana. Alonso Padilla, curioso personaje que publicó la Vida de Cervantes (1750) y que manifiesta una extraña animosidad contra Feijoo y las instituciones académicas, así como un gran desprecio por el libro del jesuita francés Berruyer, que tanto éxito logró entre nosotros a mediados de siglo. Años después, Martín de la Higuera (1771) expresa su deseo de publicar las Cartas morales del erudito que, finalmente, fueron ofrecidas a Francés Caballero quien mantuvo cordialísimas relaciones profesionales con don Gregorio, tanto en aspectos comerciales como editoriales.

   Muy interesante el papel del librero italiano, residente en Madrid, Ángel Corradi, que había heredado la empresa de su tío Felipe Repeto. La librería de Repeto había sido frecuentada por don Gregorio durante sus años de bibliotecario real y debía estar muy bien surtida. Allí compró el erudito De charlataneria eruditorum de Mencken y a ella remitió a Nebot, que quería comprar Elementa philosophiae rationalis et moralis y Elementa Iuris naturae et gentium de Heinecio (1742). También indicaba a Burriel la librería de Repeto para comprar las Instituciones cronológicas de Guillermo Beveregio (1745) y el mismo jesuita confiesa haber comprado a Repeto las Instituciones de Sylvio para su docencia en el Colegio Imperial (1746). Por su parte, el erudito compraba muchos libros italianos en la librería de Repeto por medio del representante diplomático de Génova, José Bustanzo. Pues bien, de idéntica fama gozó el sobrino Corradi. Pérez Bayer comunicaba a Mayans que habían desaparecido del cuarto del Príncipe de Asturias y de los Infantes las obras del venerable Palafox y que encontró un ejemplar en la librería de Corradi (1763). Años después, el hijo del Dr. Andrés Piquer invitaba a Mayans, si tenía ejemplares de la Retórica, a enviarlos a Corradi, porque no se encontraban en las librerías de la corte (1775). El librero debía gozar, además, de buenas relaciones con el poder, pues el médico Antonio Capdevila, siempre necesitado, al comunicar al erudito quiénes le ayudaban, escribía: ¿El Ilmo. Sr. Campomanes me hizo decir por el amigo Corradi que me acomodaría bien¿ (14-III-1775).

   Menos importancia tiene la correspondencia con los libreros de Sevilla. El único interés aparece centrado en la venta de las publicaciones mayansianas. El erudito había encontrado un entusiasta admirador en Sevilla, José Cevallos, que buscó la manera de que las obras de don Gregorio se vendieran en Sevilla. Este entusiasmo explica la carta de Padrino y la respuesta de Santos, el yerno de Bordazar, que conocemos indirectamente. No menos singular es el envío al librero Berard por parte del erudito, ya al final de su vida, de Oraciones sobre algunos misterios de la religión cristiana (1779).

   Libreros extranjeros. Ahora bien, la correspondencia mayansiana no se limita a los libreros españoles. Es bien sabido que el erudito mantuvo una intensa relación intelectual con los hombres de letras europeos y publicó algunas de sus obras y de otros autores en imprentas extranjeras. Y, dado su retiro en Oliva, tuvo que servirse, por precisión, de la correspondencia.

   Su primer intento de apertura, espontáneo, fue muy precoz. En 1727, Mayans se dirigía a los hermanos Tournes, con casa central en Ginebra, para ofrecer sus trabajos jurídicos y exponer el proyecto de ediciones de juristas hispanos, al tiempo que comunicaba la idea de publicar la Historia de Mariana con la continuación del trinitario Miñana, discípulo del deán Martí. Este primer intento constituyó un fracaso.

   Pero en 1730 se le presentó la oportunidad de relacionarse con los editores europeos. Ese año recibió la visita de Roque Deville que buscaba los Tractatus Academici de Juan de Puga. Mayans, que poseía una copia, la ofreció generosamente y redactó la vida del autor. También en 1730, el barón Schönberg, noble sajón bibliófilo empedernido, visitó Valencia y Mayans fue su anfitrión. Bien relacionado con intelectuales (Mencken) y editores (d¿Hondt), puso en relación al valenciano con el director de Acta eruditorum de Leipzig, pero también con el impresor holandés a quien comunicó el deseo del erudito de publicar la Historia de Mariana con la continuación latina de Miñana. La correspondencia ahora publicada clarifica las gestiones internas ¿no siempre tranquilas¿ que condujeron a la edición de la Historia de Mariana (1733). 8

   La correspondencia mayansiana con estos dos editores es de muy distinto carácter. Con d¿Hondt trató el asunto concreto de la edición de Mariana y, aunque el valenciano aprovechó para comprar libros, la relación epistolar cesó por el momento. En cambio, las cartas con Deville se alargaron durante muchos años y permiten analizar los negocios de los editores de Lyon: su interés por los juristas prácticos para la universidades españolas y portuguesas; el intento frustrado de imprimir libros en castellano y aun de establecer una imprenta en Madrid; el deseo de conocer autores españoles (Feijoo) o sus relaciones con hombres de letras residentes en Madrid (Sarmiento, Ferreras, Iriarte)... Es una correspondencia larga y un tanto farragosa, pero contribuye a clarificar la compleja relación cultural hispano-francesa del momento.

   En evidente paralelismo cronológico aparece la fugaz correspondencia de Juan Bautista Albrizzi, editor veneciano. Por encargo del conde de Cervellón, exiliado austracista en la corte de Viena, Albrizzi había publicado la obra poética de Ruiz de Villegas humanista del siglo XVI, descubierto y prologado por Manuel Martí. Por indicación de Cervellón, el veneciano se dirigió a Mayans, aunque el alcance de su correspondencia es muy limitado: la presentación y el ofrecimiento de libros escogidos, quizás para la real biblioteca.

   En 1741, por medio de los Deville, Mayans enviaba una carta a Juan Rodolfo Iselin, profesor de la Universidad de Basilea, consejero del Príncipe Bada-Durlac y miembro de la Academia de Ciencias de Berlín. Pronto se estableció una interesante correspondencia entre ambos juristas y el valenciano expuso su criterio de que el Thesaurus Iuris Romani de Everhard Otto quedaba incompleto por la ausencia de los grandes juristas hispanos. Iselin, que participaba del mismo criterio, ofreció esta edición al editor J. L. Brandmüller que, después de aceptar el proyecto, abandonó la idea. Pero las gestiones de Iselin suscitaron el interés de E. A. Gosse, de Ginebra, que quiso conocer personalmente el proyecto de Mayans. El erudito expuso con amplitud su programa de ediciones, centrado en obras españolas. Y ante la amplitud del proyecto, Gosse declinó la oferta: le adeudaban en España más de 30.000 libras y en la Península no se vendía un libro. Resultaba más rentable la edición de Pufendorf en versión latina que preparaba Iselin. Los otros proyectos (la Bibliotheca Hispana con adiciones de González de Barcia y del mismo Mayans) o un Diccionario francés-español) quedaron en un curioso deseo de los corresponsales.

   Pero la apertura definitiva de Mayans a Europa tuvo lugar en 1747, cuando inició la correspondencia con Meerman, gracias a los Deville. Porque de Meerman arranca la proyección mayansiana entre los hombres de letras del Norte de Europa y también entre los libreros. 9 Apenas iniciado el intercambio epistolar con el holandés, nuestro erudito recibió una carta de Cramer: Meerman le había hablado de don Gregorio y, deseoso de establecer correspondencia, le escribe comunicando la edición de las obras de Heinecio. Los impresores de Ginebra querían establecer sus negocios en España y el erudito podía servirles como medio de penetración. Por supuesto, tenían intermediarios. Mallén era uno de ellos y el mismo Mayans les proporcionó la relación con Mena. Ahora bien, la correspondencia con Cramer es una de las más interesantes. Deseaban, en principio, publicar una revista con la reseña de los libros más interesantes publicados en España, querían vender en la Península pero no aceptaban intercambiar con libros españoles. Era el sistema de Deville y d¿Hondt. En consecuencia, el deseo de don Gregorio de difundir nuestra cultura en Europa no encontrará colaboración en los Cramer, pero serán el mejor instrumento de penetración de las grandes obras de la ilustración francesa. Gabriel Cramer realizó un viaje por España: estuvo en casa de Mayans en Oliva, visitó Valencia y la Albufera, asistió a los toros, censuró a los portugueses (no a las mozas portuguesas), intentó visitar a Torres de Villarroel y se detuvo en la corte. En un principio, la empresa llevaba la firma de Cramer y de Philibert. A lo largo de la correspondencia, los editores de Ginebra avisaron de la separación de los socios. Don Gregorio mantuvo correspondencia con ambos socios, pero resulta evidente su preferencia por los Cramer.

   También Meerman promovía sus propias ediciones, aunque se servía de un impresor. La idea mayansiana de completar el Thesaurus de Otto fue bien acogida por el holandés que, con abundantes medios económicos, proyectó el Novus thesaurus iuris civilis et canonici (7 vols.). El impresor sería d¿Hondt, el viejo conocido de don Gregorio. El valenciano volvió a escribir al impresor holandés, pero sólo mantuvo una correspondencia técnica de compra-venta, pues la colaboración intelectual tuvo lugar a través de Meerman. Idéntica situación se repitió con De bello rustico valentino de Miñana, cuyos trámites pueden seguirse en la correspondencia con el conde de Linden.

   Gracias a Meerman, conoció nuestro erudito al editor de Hannover Daniel Clement. Apasionado bibliófilo, publicaba una revista de bibliografía con el título de Bibliothèque curieuse e imprimía catálogos de grandes bibliotecas. Así, después de editar el catálogo de la de Meerman, solicitó el de Mayans. El valenciano no podía ocupar dos años en preparar una descripción de toda su biblioteca y redactó el Specimen bibliothecae hispano-maiansianae (1753) limitado a libros de gramática y retórica. La correspondencia demuestra el interés de los intelectuales alemanes por la cultura hispana y precisa la aportación mayansiana: el Specimen facilitó el conocimiento del humanismo español y el envío de libros (Nicolás Antonio, Ximeno, entre otros) contribuyó a despertar el interés por la cultura hispana. Aunque, a decir verdad, la Guerra de los Siete años retrasó la publicación de otros escritos mayansianos. Algunos, como Tractatus de hispana progenie vocis Ur, sólo aparecieron años después en Madrid (1779). Otros, G. Maiansii, generosi valentini, Opuscula literarii argumenti, nunca salieron a luz pública pues la muerte de David Clement interrumpió su preparación. 10

   Otro librero se dirigió a Mayans por indicación de Meerman: Giuseppe Rocchi, editor de Lucca, que estaba interesado en publicar Opera omnia de Antonio Agustín. El jurista español del siglo XVI era uno de los autores más admirados por don Gregorio que había escrito su vida como prólogo a Diálogos de las armas y linajes de la nobleza de España (1734). La primera noticia del proyecto de edición de Opera omnia le fue comunicada por Manuel de Roda, entonces embajador español ante la Santa Sede. Pero la correspondencia con Rocchi demuestra el alcance de su colaboración. Y debo confesar la especial dificultad de su transcripción así como mi gratitud a la preciosa ayuda del Profesor Jordi Pérez Durá.

   Dos editores suizos aparecen en los últimos años: Samuel Tournes, de Ginebra; Francisco Graset, de Basilea. Ambos visitaron a Mayans en su retiro de Oliva y concretaron una serie de publicaciones que más adelante analizaremos.

   La visita de Tournes debió constituir una íntima satisfacción. Si en 1727 la poderosa empresa editora había rechazado los proyectos del joven jurista, ahora era requerido a publicar en su imprenta. Pese a su retiro, el erudito conocía la evolución de Tournes. Los Deville le habían comunicado la muerte de un hermano pero, sobre todo, le habían contado con minuciosidad la venta de los fondos de su empresa a Tournes. Pronto concretaron los campos de colaboración. El erudito lamentará más tarde no haber propuesto editar los Tratados del P. Mariana que, pese a su interés (los ofreció a Grasset, al conde de Linden, a d¿Hondt), no logró publicar. Los proyectos versaron sobre la ampliación de las cartas latinas, sus tratados jurídicos y la edición de los humanistas españoles. Aunque no todos los proyectos cristalizaron, la visita fue fructífera, como demuestra la correspondencia ahora publicada.

   Más irregular es la relación con Francisco Grasset. El librero Mallén comunicaba al erudito: ¿El portador de ésta es el amigo Dn. Antonio Capdevila, junto a Dn. Francisco Grasset, librero de Geniebra y Lausanna. Este último passa a ver a Vmd.¿ (27-I-1762). Más aún, Grasset venía avalado por el agregado cultural de Dinamarca en Madrid y amigo del erudito, Carlos C. Pluer. El editor habló de publicar una serie de obras antijesuitas. Esperaba la inminente expulsión de los jesuitas de Francia y quería aprovechar la oportunidad. Partió de Oliva con los Tratados de Mariana, la carta del jesuita sobre el estado de la Compañía y los escritos antijesuitas de Arias Montano y Melchor Cano. Pero el impresor de Lausana no pareció ser muy constante y olvidó los papeles en su almacén de Marsella y, pese a las protestas de Mayans, no hizo caso hasta que por casualidad los encontró años más tarde, sin que decidiera publicarlos. Habló, eso sí, de su deficiente formación literaria y no dudó en explicar sus gestiones para formar una gran empresa con la compra de la librería del difunto Bousquet. Y como quería difundir el conocimiento de la nueva empresa, pensó en distribuir una circular en latín, español, italiano y francés. Por ello solicitó la traducción castellana y latina, que el erudito llevó a cabo con amabilidad. Pero Grasset fue más remiso en devolver los libros que había tomado en Oliva. Tampoco cumplió todas sus promesas y se limitó a publicar Clarorum valentinorum...orationes selectae (1767).

   Ahora bien, esa colaboración intelectual con los libreros extranjeros quedó interrumpida en 1767. El Gobierno de Carlos III, con el deseo de llenar el vacío que produjo la expulsión de los jesuitas, buscó el apoyo de los hombres de letras. Mayans, que se creía marginado por jesuitas y colegiales, fue premiado con el título de Alcalde de Casa y Corte y una pensión vitalicia. Pero se le encargó la redacción de un plan de estudios y fue invitado a colaborar con sus obras a la reforma de la enseñanza. Aquí empezó el último desencanto del erudito. Sus esfuerzos en la redacción de la Gramática latina y el fomento de los estudios humanistas encontraron la más cerrada oposición. Y en el campo que ahora nos ocupa, el erudito interrumpió la fructífera colaboración con los libreros europeos.

   Alcance de su colaboración intelectual. Ésos son los libreros cuya correspondencia ha llegado a mis manos. Un análisis pormenorizado de los principales temas abordados en tan extenso epistolario desbordaría las posibilidades del presente volumen. Escribiendo a libreros y, siendo un fecundo escritor, Mayans tenía que tratar, por necesidad, del modo de publicar o vender sus obras. Pero don Gregorio manifestó, desde el primer momento, su deseo de difundir las grandes obras de la historia cultural española. Sobre estos dos aspectos haré una breves reflexiones que contribuyan a clarificar el contenido del presente volumen.

   Gestiones para editar sus propias obras. Don Gregorio fue un escritor precoz, pero no tenemos correspondencia con los impresores de sus primeros libros o ensayos. La correspondencia con Bordazar, su editor preferido mientras vivió, no aparecen hasta 1727 y con claridad podemos seguir los pasos para imprimir Epistolarum libri sex (1732). Aunque, a decir verdad, con fecha anterior podemos señalar las gestiones frustradas con los Tournes para publicar sus Disputas legales (1727).

   En general, el erudito aprovechará todas las ocasiones posibles para editar sus obras. Así, aunque el proyecto inicial de su colaboración con Deville era la edición de Tractatus Academici de Puga, pronto pensó en reeditar El orador cristiano. Los errores tipográficos cometidos por los Deville en Cartas de Nicolás Antonio y Antonio de Solís (1733) le hicieron desistir del proyecto.

   Por lo demás, la correspondencia con Bordazar clarifica las aportaciones mayansianas a la edición de la Censura de historias fabulosas de Nicolás Antonio, así como los trámites, gastos, número de ejemplares y la persecución desencadenada por el Consejo de Castilla. 11 Pero como Bordazar era el impresor de la Academia Valenciana y Mayans el censor, se puede seguir con facilidad las gestiones para publicar las obras proyectadas por la docta institución con los prólogos e introducciones de don Gregorio. En algún caso, aparece el interés por la venta de las publicaciones.

   Claro que no siempre las iniciativas de promoción mercantil obtenían el éxito esperado. Es el caso del librero madrileño Alonso Padilla. Había mandado imprimir por iniciativa propia la Vida de Cervantes mayansiana y escribió al erudito, cuyos méritos alabó en repetidas ocasiones, pidió el índice de sus publicaciones para hacerlas publicar en sus catálogos y procuró vender sus libros. Pero, cuando llegaron las propuestas concretas del erudito para publicar obras suyas (El orador cristiano y las Cartas de Solís ampliadas), Alonso Padilla siempre encontró excusas para la empresa: en España no se valoran los buenos libros y no quería arriesgar (13-III-1751).

   Muy distinta fue la actitud de otros dos libreros madrileños que se manifestaron mucho más condescendientes: Ángel Corradi y Francés Caballero. En el caso de Corradi, Mayans envió sus libros (Gramática latina, el Catecismo del obispo de Soissons traducido por su hermano Juan Antonio y la Idea del Diccionario universal, egecutada en la Jurisprudencia civil) para que el librero italiano procurase vender en la corte con la correspondiente ganancia. Cuando el erudito necesitó los textos, solicitó la devolución y la cuenta. No menos interesante es la relación con Francés Caballero. En primer lugar, venta de libros (Defensa del rei Witiza y la Ilici, hoi la villa de Elche de su hermano Juan Antonio), después gestiones para reeditar las Cartas morales que reimprimió Faulí (1773) y hasta trato para iniciar las Crónicas de los reyes de Castilla que, aceptado con entusiasmo por Francés Caballero, fue después llevada a cabo por Sancha, gracias al favor de Fernando de Velasco.

   Ahora bien, al realizar las gestiones para publicar las grandes obras de nuestros clásicos, juristas o humanistas, Mayans buscó la ocasión de publicar sus propias obras. Unas veces, encontró la mejor acogida. Así con Antonio Sancha, que reimprimió Institutionum philosophiae moralis libri tres (1777) y la primicia de Tractatus de hispana progenie vocis Ur (1779), libros de difícil venta. También los Tournes publicaron Ad triginta iuriconsultorum fragmenta...commentarii (1764). Menos fortuna obtuvo, en cambio, en la solicitud de que Rochi publicase Opera omnia mayansiana después de las de Antonio Agustín. Otras gestiones quedan insinuadas, pero no clarificadas. Éste es el caso de sus Disputationes Iuris que, enviadas a d¿Hondt para su impresión, fueron desestimadas por el editor holandés alegando excesivo trabajo. Fue Meerman quien realizó las gestiones y buscó editor apud Petrum van der Eyk et Cornelium de Pecker (1752).

   Pero también la correspondencia demuestra su afán por difundir la cultura española. Porque la actividad intelectual de Mayans resulta incomprensible sin aludir a la incansable difusión de nuestra historia cultural: tradición jurídica hispana, nuestros clásicos del Siglo de Oro, los humanistas del XVI o del XVIII, historiadores. En esa tarea hay que encuadrar la mayor parte de la correspondencia mayansiana con impresores y libreros. Naturalmente, ningún impresor acepta el conjunto del proyecto del erudito. Era demasiado ambicioso. Pero el erudito fue hábil y flexible. Y si bien no alcanzó todas sus pretensiones, sí logró que entre varios editores publicaran obras esenciales para esclarecer aspectos valiosos de su proyecto reformador. Por supuesto, no todos los logros aparecen en esta correspondencia. En consecuencia, aludiré exclusivamente a los datos relativos a los libreros aquí incluidos. Y, aunque no aparezca explícitamente subrayado, su retiro en Oliva marca una línea divisoria evidente.

   Desde el primer momento aparecen los múltiples campos de los intereses culturales de Mayans. De los primeros ensayos sobre los grandes escritores del Siglo de Oro (Saavedra o la Oración sobre la elocuencia española), editados por Bordazar, no conservamos correspondencia. Tampoco tenemos relación epistolar sobre los trámites de la edición de la Vida de Cervantes (1737), pues el erudito residía en Madrid donde fue impresa. Los únicos datos que poseemos aparecen en la correspondencia con el embajador inglés, Benjamín Keene, patrocinador de la edición.

   Más afortunados somos respecto a otros aspectos culturales. En cuanto a la jurisprudencia hispana, poseemos los proyectos expuestos a Tournes en 1727 y las monótonas y pesadas gestiones con los Deville para publicar los Tractatus Academici de Puga. Ambicioso y un tanto ingenuo, el valenciano ofrece a Tournes sus Disputas legales para que la prestigiosa imprenta ginebrina las imprimiera. Ofrecía, asimismo, los comentarios de Juan Altamirano a las Questiones de Cervidio Scévola y los Tractatus de Puga en cuya adquisición, según confiesa, gastó más de 25 doblones. Dado el silencio de los Tournes, el erudito aprovechó la presencia de Roque Deville en Valencia (1730) para ofrecerle el manuscrito de los Tractatus de Puga. La lentitud de los impresores de Lyon, la quejas del valenciano, las gestiones para conseguir que el cardenal Fleury aceptase la dedicatoria..., ocupan muchas páginas de la correspondencia entre erudito e impresor.

   En el proyecto expuesto a los Tournes, Mayans ofrecía el manuscrito inédito de Miñana, que continuaba la Historia latina de Mariana. Tenaz en sus proyectos, expuso al barón Schönberg la idea de su publicación. El noble sajón gustó del proyecto que expuso al editor holandés Pedro d¿Hondt. También en este caso somos afortunados, pues se conserva la correspondencia íntegra: la propuesta de d¿Hondt con las condiciones económicas, los reparos de Blas Jover, futuro Fiscal de la Cámara del Consejo de Castilla e interesado en el proyecto, las dificultades por el número y precio de los ejemplares, la consecución del manuscrito de Miñana..., pueden seguirse con claridad. Por lo demás, es el primer testimonio del interés de Mayans por Mariana, en su relación con los editores, que veremos repetido, aunque no siempre con idéntica valoración.

   Mayans es quizás el erudito que mayor esfuerzo realizó en el XVIII por promover el humanismo español. No resultó fácil, ni fue siempre comprendido, ni siquiera en su interés por imprimir sus Epistolarum libri sex (1732) o Epistolarum libri duodecim de Manuel Martí (1735). Respecto a sus cartas latinas, poseemos la correspondencia con Bordazar que aceptó el encargo, con las dificultades por carecer de caracteres griegos, que busca con interés. Menos datos poseemos sobre la impresión de las cartas latinas de Martí porque, impresas en Madrid bajo la vigilancia de don Gregorio, no existen cartas del impresor.

   Pero de las dificultades que hubo de superar Mayans en ambos casos sí poseemos interesantes testimonios. La correspondencia con Deville es, en este sentido, reveladora. Los editores de Lyon no quisieron aceptar un número de ejemplares de Epistolarum de Mayans en ¿trueque¿ con otros libros deseados por el erudito. Y aunque aceptaron algunas gestiones (debían demasiado al valenciano), llegaron a asegurar que ese tipo de libros apenas interesaban en Francia; eran obras para vender en Italia, Flandes y el Imperio. Idéntica proposición hizo don Gregorio a Pedro d¿Hondt, explicando la importancia para el conocimiento del estado de las letras en España. Podría, además, convertirse en el inicio de una fecunda colaboración. En esa línea, podría observar las cartas de Martí allí contenidas, porque pensaba imprimirlas. El silencio del holandés ante estas insinuaciones es muy expresivo.

   La edición de las cartas latinas de Martí resultó muy difícil. Mayans intentó imprimirlas en Leipzig por medio de Schönberg. Pero el noble sajón era un tanto desordenado y sus gestiones, si las hizo en serio, resultaron ineficaces. También recurrió a los Deville, pero la respuesta constituye el mejor testimonio del escaso interés por las humanidades: Martí debería enviar sus manuscritos que serían examinados por un jesuita y, sólo después de su aprobación y del estudio de las posibilidades de venta, aceptarían o rechazarían la propuesta. Bastó nombrar el examen previo de un jesuita, para que el deán de Alicante rechazara toda posibilidad de edición en Lyon. Sólo la tenacidad de Mayans y el favor del embajador Keene hicieron posible su edición en Madrid (1735). La correspondencia del erudito con Martí y con Keene, no incluidas en este volumen, explican la publicación de Epistolarum libri duodecim. 12

   En la correspondencia inmediatamente posterior al retiro de Oliva, llama la atención su especial interés por la historia. Había sido uno de los campos más intensamente cultivado durante sus años de bibliotecario real (1733-1739): hallazgo y copia de los manuscritos de Nicolás Antonio, correspondencia con Francisco de Almeida o de Muratori, adquisición de las obras inéditas del marqués de Mondéjar, proyecto de publicar colecciones de fuentes documentales, polémicas con los diaristas, censura de la España primitiva de Huerta y Vega... Era la mejor disposición para iniciar una espléndida actividad editora en el campo de la historia, que coincide con la creación de la Academia Valenciana.

   Por suerte la correspondencia con Bordazar nos clarifica el origen de las publicaciones. El interés del impresor, conocedor de que don Gregorio había copiado en la real biblioteca preciosos documentos, puede sorprender a quien desconozca los intereses culturales de Bordazar. Pero su gestión fue definitiva para imprimir la Censura de historias fabulosas (1742). Además, las iniciativas económicas para la edición propiciaron la idea mayansiana de crear la Academia Valenciana: conseguir los medios económicos para editar las obras de los grandes historiadores críticos (Nicolás Antonio, Mondéjar, Juan Lucas Cortés...).

   En este sentido, los datos aportados por esta correspondencia son esenciales. Las circunstancias externas no fueron favorables. La Censura fue delatada a la Inquisición, que la rechazó, pero el Consejo de Castilla, presidido por el cardenal Molina, aceptó las acusaciones de los canónigos del Sacromonte y decretó el embargo de la Censura, de las Obras cronológicas de Mondéjar, que estaba imprimiendo Bordazar por encargo de la Academia, y de 107 volúmenes manuscritos del mismo Mayans. Aunque en Ilustración y reforma de la Iglesia (1968) estudié la persecución con sus consecuencias negativas y he publicado las cartas del erudito al cardenal Molina, la abundante correspondencia de Bordazar revela matices inesperados así como clarifica la actitud de los académicos. Pero estas cartas constituyen, además, un testimonio de primera mano del ambiente intelectual valenciano del momento y, de manera especial, de Bordazar. No se trata de un simple impresor. Es un hombre preocupado por temas históricos, por los problemas de cronología que se ven suscitados por la lectura de Obras cronológicas de Mondéjar y la Prefación mayansiana y, sobre todo, por el gran tema que subyace en toda la correspondencia del impresor: la redacción del Diccionario Facultativo que finalmente quedó inacabado.

   Menos importancia adquieren los temas históricos en la correspondencia con Deville. En 1734, los impresores de Lyon solicitaban noticias de la Historia de Mariana con la continuación de Miñana, que sabían había aparecido en Holanda, y con evidente ignorancia solicitaban consejo sobre si convenía que la editasen. Lo más curioso es que, comentando la idea de un monje francés, nacido en Bayona pero educado en España, exponían la idea de pedir noticias literarias a cabildos y monasterios (quizás habría que solicitar también por la Gaceta) para continuar la Bibliotheca Hispana de Nicolás Antonio (11-IX-1734). Desconozco la respuesta de Mayans pero, por supuesto, el proyecto no se llevó a cabo. En otro momento, los Deville requerían noticias de la Historia civil de España del P. Nicolás Belando, aparecida el año anterior.

   Pero el proyecto más interesante elaborado por los Deville, de acuerdo con el erudito, fue la edición de la Historia castellana del P. Mariana con las correcciones de Mantuano, Mondéjar y del mismo Mayans. No se conservan todas las cartas del erudito, pero las palabras de Pedro Deville son muy claras: ¿En quanto a la edición de la Historia de Mariana con notas críticas, es obra más fácil, pero me parecería mejor hacerla en tomos de a quarto grandes, i las notas de la orilla i del pie convienen más en esta forma... Esperamos recivir el privilegio para ésta, de aquí a poco tiempo, de suerte que no me faltará otro, sino los libros necessarios que Vm. dice: es a saber, una buena edición de Mariana, las Advertencias de Mantuano, las del marqués de Mondéjar, las que suplico a Vm. de embiarme en la forma ya expressada arriba, añadiendo sobre todo las advertencias de Vm. que me ha ofrecido¿ (16-IX-1747). La empresa no fructificó, porque el negocio de los Deville quebró, pero un volumen de las advertencias críticas de los hermanos Mayans se conserva en el fondo mayansiano del Patriarca.

   No incluyo ninguna carta de Meerman porque no era librero y su correspondencia llenaría un grueso volumen, pero su mano subyace en las relaciones con los libreros europeos, especialmente en el campo de la jurisprudencia. Con Pedro d¿Hondt, en primer lugar. Meerman, que encontró en Mayans un corresponsal a su medida, aceptó con satisfacción la idea de completar el Thesaurus de Otto. Así se formó el Novus thesaurus iuris civilis et canonici. La colaboración mayansiana fue importante: proporcionó obras, impresas o manuscritas, de los grandes juristas hispanos (Ramos del Manzano, Fernández de Retes, con sus respectivas biografías, Quintanadueñas, Altamirano...), pero dentro de un conjunto de europeos. Ahora bien, de esta aportación nada se habla en la correspondencia con d¿Hondt. El impresor sólo habla de los medios para vender ejemplares de la colección: busca suscriptores, solicita nombres de libreros, envía la cuenta de los ejemplares vendidos.

   Mayor relieve alcanza la correspondencia con Rocchi, otro impresor presentado por Meerman. El objeto aparece centrado, desde el primer momento, en la edición de Opera omnia de Antonio Agustín. La invitación de Rocchi vino a concretar las noticias que había recibido por medio de Roda. Naturalmente el valenciano colaboró con generosidad: amplió la biografía escrita en 1734, y envió obras impresas de que carecía Rocchi y manuscritos desconocidos (25-III-1765). Sólo quisiera señalar el rigor metodológico de que hace gala don Gregorio. Porque Rocchi pretendía excluir de su edición una serie de obras que consideraba menores. Éstas eran: 1. Sacerdotale volumen seu ordinarium ilerdense; 2. Breviarium ilerdense recens; 3. Doctrina christianae religionis; 4. Constitutionum Provincialium Tarraconensium libri V, 1580; 5. Constitutionum Synodalium Tarraconensium Partes V, 1581. Mayans consideró que Rocchi cometía un error. Si se trata de Opera omnia, deben incluirse también las obras menores. Además, algunas de ellas son rarísimas y desde una perspectiva histórica sirven para clarificar los inicios de la aplicación de la legislación tridentina en España. A señalar el aprecio que hacía de la Biblioteca del arzobispo de Tarragona, que envía al editor italiano pero cuya devolución reclama con insistencia.

   Ahora bien, si la colaboración mayansiana en el campo de la jurisprudencia resulta valioso, no menos interesante se manifiesta la aportación al conocimiento de nuestro humanismo. Es menester confesar que sus aportaciones no siguen siempre el mismo rumbo. Unas veces intentará editar los clásicos latinos con la versión castellana hecha por autores del XVI. Ese será el caso de la colaboración con la Compañía de libreros e impresores de Valencia, como se trasluce en la correspondencia con Cavero. La finalidad era lograr tanto el conocimiento de la lengua latina como devolver el buen gusto en el uso del castellano de los clásicos del Siglo de Oro. Así Cicerón, Terencio, Horacio, en su texto original y en la versión de Simón Abril, pudieron ser conocidos por los estudiantes de humanidades. Porque Mayans todavía confiaba en el estudio de los clásicos latinos como medio de perfección del idioma. La edición de las obras poéticas de Fr. Luis de León, con las notas de Vicente Blasco y la biografía del erudito, demuestra la dificultad de la empresa, pues la prisa de los editores no permitió la incorporación de los textos latinos traducidos por el eximio poeta. El hecho de que años después editara las obras de Virgilio con traducción castellana por autores del XVI y una biografía del poeta latino constituye un testimonio de sus proyectos. Pero sobre esta traducción no hay noticias en este volumen, que sí pueden seguirse en el Epistolario con Martínez Pingarrón, ya publicado. 13

   Mayor dificultad entrañaba la edición de los humanistas españoles del XVI que habían escrito en latín. Publicar sus obras en España pareció una empresa imposible. Por eso aprovechó la invitación de los Tournes para llevar a cabo parte de su proyecto. Tournes quería publicar las cartas latinas ampliadas (pero estaban ofrecidas al barón Bernstorf) o los trabajos jurídicos de cuya edición se había hecho cargo Fellenberg. En esas circunstancias, Tournes expuso su deseo de publicar los humanistas del gran siglo hispano y cita sus nombres: Nebrija, Antonio Agustín, Simón Abril, Vives, Pedro J. Núñez, Sánchez de las Brozas. Desconozco si el tema había sido abordado en las conversaciones de Oliva, pero Mayans expuso con claridad su criterio. Nebrija entrañaba muchos problemas, especialmente porque muchas de sus obras están escritas en castellano y declaraba su idea de iniciar con Opera omnia del Brocense, con una espléndida exposición de sus publicaciones, ordenadas por temas: pedagógicas, gramaticales, poéticas, retóricas... Era una evidente colaboración en la empresa. Y Tournes aceptó. Editaría, en primer lugar, Opera omnia de Sánchez de las Brozas, continuaría con Nebrija, para acabar con la Retórica y el Cicero del propio Mayans que había visto en su biblioteca de Oliva, sin olvidar los trabajos latinos de Martí y de Miñana. Como es sabido, Tournes sólo publicó las obras del Brocense y no sabemos si la causa radica en el abandono de la colaboración de don Gregorio con los editores extranjeros después del premio gubernamental de 1766 y los trabajos de reforma universitaria. De cualquier forma, la correspondencia clarifica los diferentes criterios del erudito y del impresor. Mayans quería una edición de Opera omnia, incluidas la Minerva y las diversas gramáticas publicadas en Salamanca y Lyon. Tournes, en cambio, se negó a reeditar la Minerva (alegando que ya estaba impresa entre las publicaciones de la casa) y rechazó las breves gramáticas porque nada aportaban de nuevo. La edición de los otros autores nunca pasó del simple deseo, así como una ambiciosa idea insinuada por Tournes: un Thesaurus antiquitatis Hispaniae et Lusitaniae.

   Sin embargo, Mayans logró dar al público algunos discursos latinos de humanistas valencianos y, sobre todo, Opera omnia de Vives. De esta última edición, impresa por Monfort con el apoyo económico del arzobispo Fabián y Fuero, y el trabajo de su hermano Juan Antonio, no hay ninguna referencia. Sólo unas palabras de Sancha insinúan la existencia de dificultades editoriales.

   Sí tenemos, en cambio, numerosas noticias sobre el lento y un tanto extraño proceso de publicación de Clarorum valentinorum... orationes selectae. Francisco Grasset había prometido, en su visita a Oliva, publicar las obras que desease Mayans. Manifestó especial interés por los tratados antijesuitas (Mariana, Arias Montano, Cano), pero pronto se apagó ese entusiasmo. Las promesas quedaron reducidas a la edición de una serie de Orationes de humanistas valencianos ofrecidos por el erudito: Pedro J. Núñez (2), Bartolomé José Pascual, Martí y el mismo Mayans. La correspondencia ahora publicada demuestra el descuido de Grasset y la complejidad de los trámites para editar en Europa una obra española, aunque escrita en latín y solicitada por el impresor.

   Nadie puede negarle a don Gregorio su mérito en la revalorización de los grandes autores de nuestro Siglo de Oro. Desde sus primeros ensayos contra el barroquismo hasta el final de su vida, la reivindicación de las letras hispanas es una constante. Sin afán de señalar todas las manifestaciones, habría que recordar los elogios de Saavedra Fajardo con la edición de la República Literaria, la Oración sobre la verdadera elocuencia española varias veces reimpresa, Orígenes de la lengua española, Vida de Cervantes, Vida de Fr. Luis de León...

   En esa línea, una de los testimonios más curiosos es la correspondencia de Mayans con Cerdá Rico, publicada por Menéndez Pelayo en 1905. Pues bien, las noticias allí aportadas resultan mucho más claras y comprensibles con el conocimiento de la correspondencia de Antonio Sancha con los hermanos Mayans. La solicitud de noticias por parte de Sancha para perfeccionar la edición de Lope de Vega (7-V-1776) se convirtió en una colaboración de largo alcance. Los Mayans enviaron el romance de Lope a las bodas de Felipe III y continuaron con noticias sobre los poemas incluidos en el Cancionero general. Pero las noticias se ampliaron a la Diana de Gil Polo, Jorge Manrique o Cascales, cuyo alcance puede completarse con las cartas del erudito con Cerdá Rico. Dada la imposibilidad de analizar todos los aspectos literarios de la correspondencia, limitaré mis indicaciones a algunos aspectos de especial relieve.

   La edición de las Crónicas de los reyes de Castilla es uno de los grandes méritos de Sancha. En la empresa colaboraron varios eruditos (Llaguno Amírola y Cerdá Rico) y también Mayans, como demuestra esta correspondencia. La idea había sido expuesta por el erudito con anterioridad (Cavero, Francés Caballero). En consecuencia, cuando recibió la invitación de Sancha, ofreció cuantas crónicas tenía en su biblioteca. La relación de títulos es impresionante (5-IV-1777) y en repetidas ocasiones las pone a disposición del editor. No menos curiosa e interesante es la relación de las obras de Mondéjar que posee Mayans y que con idéntica generosidad envió a Sancha. Por supuesto, también Sancha proporcionó noticias de valor literario al erudito: datos sobre González de Salas, regalo de la Poética de Aristóteles, el envío de Poetas castellanos anteriores al siglo XV de Tomás A. Sánchez que entusiasmó a los Mayans...

   Finalizo con la alusión a dos curiosidades. ¿Proyecto de venta de la biblioteca mayansiana? Eso parece deducirse de la carta de Sancha en que hace la valoración económica de algunas colecciones poseídas por el erudito. No está la respuesta de don Gregorio, ni conozco otras gestiones (19-IV-1778). Lo cierto es que la biblioteca no se vendió y la conservó entera su hermano Juan Antonio. La segunda curiosidad surge ante el testimonio de Sancha respecto a la diferente actitud de las autoridades francesas y españolas ante la cultura. Sancha publicaba la traducción castellana de la Enciclopedia metódica. La belleza de la edición sorprendió a los franceses, que le propusieron reimprimir los volúmenes ya aparecidos y los libreros galos los distribuirían por Europa. Y añade Sancha: ¿Es cierto que, si aquí tuviéramos la libertad que ay en aquel reyno, lo ubiera emprendido, pues esta ympresión me dejaría para azerla traducir, pero nuestra constitución no permite nada de esto, sino acer aquello que buenamente nos quieren permitir¿ (17-I-1783). Es decir, los ilustrados españoles eran conscientes del influjo de la política en el desarrollo de la cultura pero también de la imprenta de nuestro país.

   Recepción de libros extranjeros. La lectura de la correspondencia mayansiana con los libreros europeos demuestra que las grandes casas editoriales no quieren comprar libros españoles. Nosotros somos un mercado potencial, pero nuestros libros y ediciones no interesan a los libreros extranjeros. Algunos libros pide Deville; libros antiguos y raros solicita David Clement... En ambos casos para su uso personal. Pero, cuando se trata de adquirir libros españoles para vender en Europa, todo son excusas. Deville acepta con disgusto (y lo acepta porque debe muchos favores a Mayans) unos ejemplares de Epistolarum libri sex para intercambio; d¿Hondt ni contesta y Cramer, ante la propuesta mayansiana de adquirir los libros impresos en Valencia en los últimos años (Nicolás Antonio, Mondéjar, Ximeno...), contesta con claridad: ¿Por los libros españoles de los quales Vm. nos da noticia y de sus precios no podemos ahora comprarne, pues no se pueden vender (más) que en la sola España¿ (21-VIII-1748).

   En esa línea, es menester señalar que muchos proyectos de difusión cultural española, expuestos por Mayans a los impresores, fueron rechazados. La buena acogida de Meerman respecto a los juristas, o de Tournes en cuanto a Sánchez de las Brozas, no fue la tónica general. Ya aludí al caso del editor ginebrino Gosse. Pero uno de los más claros en este particular fue Cramer. En las primeras cartas de tanteo, ante la generosa invitación del editor a colaborar en obras de envergadura, don Gregorio, además de enviar una lista de libros de valor para su venta en Europa, expone un ambicioso plan de ediciones relativas a la historia cultural española: García Matamoros, Valerio Andrés Taxandro, Hispaniae Bibliotheca de Andrés Escoto, Biblioteca de José de Pellicer, Sacra Temidis Hispana y Bibliotheca Hispana histórico-genealógica-heráldica publicados a nombre de Franckenau, todo ello con enmiendas y adiciones que redactaría el mismo Mayans (10-II-1748). La respuesta es clarificadora. Agradecen el aviso de las notas de González de Barcia a la Bibliotheca de Nicolás Antonio, ¿mientras no se deve esperar que sea continuada. Y assí le damos muchas gracias para sus buenos avisos por la impressión de las muy más excellentes obras de la historia literaria de España con sus addiciones; ciertamente este proje(c)to es de mucho nuestro gusto, mientras por aora no podemos pensar a egecutarlo, ma come esperemos de hacer viaje en España el año próssimo...¿ (21-VIII-1748). Viajaron a España, visitaron a Mayans, pero el proyecto nunca se planteó con seriedad. A los Cramer interesaba más la edición de las obras de Voltaire, con mercado más seguro, que esos libros de erudición.

   En cambio, Cramer fue uno de los editores que exportaron libros a España. Y Mayans fue uno de los que compraron. Aunque el erudito compró a todos los libreros con quienes mantuvo correspondencia. Bossuet y Fleury a Bordazar; Petavio y Sallengre a Deville; el Plinio de Hardouin, Vosio, las obras jurídicas de Bykershoek, Schulting y el Thesaurus de Otto a d¿Hondt; Van Espen y Sirmondo a Mallén; Liturgia Antigua Hispanica Gotica así como Vosio a Grasset; Brucker y Leibniz a Tournes..., además de los continuos encargos a Mena. No voy a seguir el proceso de adquisición de libros porque extendería en demasía esta breve presentación. Me limitaré a señalar la importancia del envío de libros por parte de Cramer, sin duda el más significativo por el carácter de los libros enviados al erudito.

   Además de enviar el catálogo de su librería, Cramer se ofreció en su visita a Oliva a enviar los libros que necesitase el erudito. Y Mayans no dudó en pedir algunos libros que difícilmente podía adquirir en España. Por temor al Santo Oficio, el erudito indicó los medios para recibir libros prohibidos: el nuncio de su santidad, monseñor Enrico Enríquez (6-III-1751), el marqués de la Ensenada (6-XI-1753) o el cónsul de Holanda en Alicante en repetidas ocasiones. Y bien que necesitaba de esa protección. Porque el primer pedido que aparece en la correspondencia incluía, entre otros libros clásicos y de humanistas: ¿l¿Esprit des lois y Principes du Droit natural par Burlamaqui; y estos dos duplicados, porque los quiere también mi amigo D. Juan Bautista Cabrera, el qual desea también las obras legales de Samuel de Cocceis... Pufendorf, De iure naturae et gentium cum notis Hertii, Barbeyracii et Mascovii, Rotherus In Pufendorfium de officiis hominis et civis...¿ (31-X-1750). La carta de Cramer del 29 de enero de 1751 notifica el envío de los libros solicitados y, aunque quizá por descuido no remitió la obra de Pufendorf, le fue solicitada de nuevo por el erudito.

   El servicio se regularizó y Mayans pidió libros de humanistas (Vossius, Escalígero), clásicos (Plutarco, Esopo, Jámblico, Cicerón, Virgilio), históricos (Desormeaux), teológicos (Denina, Cotelier), jurídicos (Dumesnil, Fleury, Lancellot)... Pero no hay duda que los autores más significativos eran Montesquieu y Pufendorf. Ahora no interesa el juicio de Mayans sobre Montesquieu que expuse en otro momento, 14 sino el servicio de Cramer al facilitar a don Gregorio los libros que deseaba. Y en este campo los editores de Ginebra continuaron su labor.

   El mismo día que avisaba del envío de Montesquieu y de Pufendorf, escribía Cramer: ¿Se imprime ahora en París una obra muy limitada y curiosísima, intitulada Encyclopedie. Pondré dentro de la paca una minuta de la empresa, y yo espero que esto dará gusto a Vm.¿ (29-I-1751). El afán de vender de un librero explica la actitud de Cramer, pero la curiosidad de un intelectual español también nos permite comprender la respuesta de Mayans: ¿Agradezco el Proyecto de la Enciclopedia o diccionario racional de las ciencias; i assí como se vaya imprimiendo, envíeme Vmd. sucesivamente los libros encuadernados, procurando que el encuadernador sea uno mismo para que la encuadernación sea uniforme y procurando dejar en ella todos los márgenes posibles para que se vea la magnificencia de la obra¿ (14-VIII-1751).

   Montesquieu, la Enciclopedia..., Voltaire. Porque también Cramer envió las obras de Voltaire. Avisó el retiro del ¿filósofo¿ a una finca de campo, proporcionada por el editor, la corrección de sus obras, editadas por los Cramer, y el envío de los diez volúmenes ya impresos. Es el primer dato de las relacio-nes Mayans-Voltaire, que siempre tuvieron a Cramer por intermediario, como puede verse en la correspondencia ahora publicada. El editor notificó la redacción del ¿Essay sur l¿histoire general, et sur l¿esprit et les moeurs des nations depuis Charles Magne jusqu¿à nos jours¿ (20-V-1756). Años después participó a nuestro erudito que Voltaire escribía la Histoire de l¿empire de Russie sous le Czar Pierre premiere, basado en la documentación enviada por Catalina II (6-VIII-1759), que Mayans manifiesta deseos de leer ¿con sumo gusto para desempalagarme de otras insípidas lecturas¿ (1-VIII-1759). Finalmente, también fue Cramer el intermediario en la breve correspondencia cruzada entre Voltaire y Mayans sobre la dependencia de unos versos del Heraclius de Corneille respecto a la obra de Calderón, En este mundo todo es verdad y todo es mentira. 15

   Nadie puede negar que los libreros constituyen un eslabón esencial en la difusión de las luces. Unas veces deciden la edición de un libro básico. Así Gosse rechaza la edición de los juristas españoles y prefiere imprimir una traducción latina de Pufendorf, y los Cramer no aceptan una empresa centrada en la historiografía española y arriesgan en la edición de las obras completas de Voltaire. Otras, se encargan de difundirlos entre los hombres de letras. La correspondencia cruzada entre Mayans y los libreros constituye un testimonio de gran valor. El caso más sobresaliente es, sin duda, el de Cramer. Él envía las obras de Montesquieu, notifica la aparición de la Enciclopedia y proporciona las publicaciones y la correspondencia de Voltaire.

   Los libreros españoles tienen menos fuerza y el concepto que don Gregorio tenía de ellos no era muy favorable, como se deduce de sus palabras a Cramer: ¿por lo que toca a otros libreros, no me atrevo a dar consejo a Vds. porque suelen ser unos pobres encuadernadores; y si bien yo conozco en Madrid a Mena y otros, se aplican a otro género de trato, que es comprar baratas librerías viejas y venderlas bien¿ (11-XI-1747). Testimonio de las dificultades de un librero para emprender proyectos ambiciosos lo podemos ver en los esfuerzos de Mena por publicar las obras de Morales o de reeditar la Bibliotheca de Nicolás Antonio, ambos frustrados. Porque, en el fondo, sólo con el apoyo de la monarquía, instituciones como Reales Academias o la Iglesia, podía pensarse en una ambiciosa empresa editorial. Valgan como síntoma las palabras de Mena: ¿las ideas de Morales están suspensas, porque en la corte hasta ahora, ni protección, ni franquicia, ni otra cosa alguna he podido conseguir¿ (22-VIII-1749). Necesario es confesar que la situación mejora en la segunda mitad del siglo con la aparición de grandes impresores: Ibarra, Sancha, Monfort, Orga..., pero no se puede olvidar cuántas veces aparece detrás el favor y protección de las instituciones.

   Desde esa perspectiva se comprende la colaboración de Mayans en las empresas culturales, no siempre muy ambiciosas, de los libreros españoles. Colaboró ampliamente con Bordazar en la década de los cuarenta y aportó libros y noticias en un proyecto ambicioso con Antonio Sancha, pues de la gran empresa de Opera omnia de Vives no tenemos noticias. Pero eso sí, llevó a cabo empresas menores como la edición de sus libros y, sobre todo, se sirvió de ellos para conseguir libros. Porque los libreros españoles se convierten en gran parte en simples intermediarios para importar libros extranjeros: Mallén hace de intermediario de Cramer y de Grasset; Francisco Roveda y Vicente Montes se encargan de distribuir los libros de los Deville; Rochi busca libreros españoles para vender sus ediciones y fracasa con las gestiones de Cavero; Mena acepta la mediación de los Cramer en Madrid... En ese sentido hicieron una buena labor de difusión, pero con ello demuestran su dependencia respecto a las grandes casas de Amsterdam, Lyon o Ginebra.

* * *

   No ha sido pequeño el problema de la ortografía, dentro de las dificultades, a veces insuperables, de la transcripción. La ortografía mayansiana, siempre regular, no ha entrañado problemas. Otros corresponsales varían y apenas siguen normas. He procurado mantener la ortografía original. Sólo en algunos casos especiales he introducido entre paréntesis letras que podían clarificar el texto. Transcribo los textos castellanos de libreros extranjeros como los escribieron con uso incorrecto de preposiciones, errores de conjugación o italianismos (Cramer).

ANTONIO MESTRE

Valencia y septiembre de 1993

Volver Arriba

1  También Mayans aporta noticias sobre la fundación de la Academia Matemática en carta a Burriel de 1-V-1745.

2  F. LÓPEZ, ¿L¿impression de livres liturgiques pour la Castille et les Indes: une longue dependence¿, en Histoire du livre et de l¿édition dans les pays ibériques, Bordeaux 1986, pp. 27-52; Id., ¿Sobre la imprenta y la librería en Valencia en el siglo XVIII¿, en La Ilustración Española, edit. A. Alberola y E. La Parra, Alicante 1986, pp. 209-221; E. SERRANO MORALES, Diccionario de las imprentas que han existido en Valencia desde la introducción del arte tipográfico en España hasta 1868 con noticias bio-bibliográficas de los principales impresores, Valencia 1898-1899.

3  SERRANO MORALES, pp. 383-422.

4  R. FRANCH y A. MESTRE, ¿La compañía de libreros e impresores de Valencia: finanzas y cultura en el siglo XVIII¿, en Libros, libreros y lectores. Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 4 (1984), pp. 23-46.

5  A. MESTRE, ¿La `carta¿ de Mayans al pavorde Calatayud; dificultades con la censura¿, en El mundo intelectual de Mayans, Valencia 1978, pp. 351-384.

6  A. Mestre, ¿Francisco Manuel de Mena. La ascensión social de un mercader de libros proveedor de la elite ilustrada¿, en Libros, libreros..., pp. 47-72.

7  A. RODRÍGUEZ-MOÑINO, La imprenta de don Antonio de Sancha (1771-1790). Primer intento de una guía bibliográfica para uso de los coleccionistas y libreros, Madrid 1971.

8  Una síntesis de las relaciones de Mayans con los extranjeros en V. PESET, Gregori Mayans i la cultura de la Il·lustració, Barcelona-Valencia, 1975. En concreto, las relaciones con los Deville en A. MESTRE, ¿Relación epistolar-cultural entre el editor lionés Roque Deville y Mayans¿, en Influjo europeo y herencia hispánica. Mayans y la Ilustración valenciana, Valencia 1987, pp. 27-50.

9  A. MESTRE, ¿Difusión de la cultura española en los países germánicos. Mayans y el círculo de Gerard Meerman¿, en Influjo europeo..., pp. 83-133.

10  A. Mestre, ¿Aportación de Mayans a la imagen de España en la Alemania del siglo XVIII¿, en La imagen de España en la Ilustración alemana, Madrid 1991, pp. 83-114.

11  A. Mestre, Ilustración y reforma de la Iglesia. Pensamiento político-religioso de don Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781), Valencia 1968.

12  Cf. mi estudio preliminar a G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario III, Mayans y Martí, Valencia 1973.

13  G. MAYANS Y SISCAR, Epistolario VII, VIII y IX. Mayans y Martínez Pingarrón, transcripción, notas y estudio preliminar de A. Mestre, Valencia 1988-1990.

14  A. MESTRE, ¿Los libreros ginebrinos y la Ilustración española¿, en Influjo europeo..., pp. 135-157.

15  A. Mestre, ibid., pp. 150-152; V. PESET, pp. 180-186.

Volver Arriba