LA CODIFICACIÓN DEL ESPAÑOL: LA ORTOGRAFÍA
EL CAOS DE LA ORTOGRAFÍA ESPAÑOLA Y SU SOLUCIÓN
Al ocuparse de la ortografía, Mayans abordaba un tema que seguía siendo cuestión de opinión personal. Incluso después de la publicación de la Ortografía académica en 1741, A. Marcos Burriel señala en una carta dirigida a nuestro autor:
El descuido común en este género y la infinita variedad así de impresos como de manuscritos ha hecho que yo no ponga en esto todo el cuidado que debiera y así me he contentado con escribir según la práctica más común de los más curiosos (2-V-1745, Epistolario II, pág. 118). 1
[Pg. 378] El menosprecio hacia la gramática al que hemos aludido en los capítulos anteriores, afectaba, incluso en mayor medida, a la ortografía. Las disculpas por el tratamiento de un tema menor eran casi un tópico tanto en los tratados ortográficos, como en los gramáticales, y nuestro autor no fue una excepción. 2 La pretendida práctica común a la que aludía Burriel y que daría la regla en la ortografía, era para Mayans una falacia, ya que dejaba al libre arbitrio de los escribientes el uso de las letras y conducía a una diversidad gráfica evidente. 3 La primera muestra pública de la preocupación de nuestro autor por este asunto fue la carta que apareció encabezando la Ortografía Española de Antonio de Bordazar. En la conocida polémica posterior en torno a la autoría de la obra del impresor valenciano, Mayans hizo alusión a la existencia de un tratado ortográfico que él mismo había elaborado y del que le había hablado a su amigo Bordazar. En su correspondencia privada de esta época, aparecen también referencias a esta obra propia, cuya publicación hacía depender del éxito de la del impresor. 4 Acallada la polémica en torno al sistema que Mayans apadrinó, y ya instalado nuestro autor en Madrid, su preocupación por la regularización de la ortografía [Pg. 379] vuelve a aparecer encabezando los proyectos reformistas expuestos en la Carta-dedicatoria a Patiño de 1734:
Primeramente he oído a muchos que se quejan de que no aya en España una ortografía tan fija como la tuvieron los griegos i latinos i ahora los italianos i los franceses. Pues tengo por cierto que la podemos tener mucho más fija, fundada toda ella en un sólo principio, del qual procedan como legítima conseqüencia unas pocas reglas, inteligibles de doctos e indoctos, fácilmente practicables de grandes i chicos i tan acomodadas al uso común que sea conforme cada una de las reglas al consentimiento universal de toda la nación, a la práctica constante de toda ella i, lo que parece más estraño, al uso de aquellos mismos que, sin aver visto el sistema, se anticipan a criticarlo; no pudiendo comprehender cómo éste pueda ser conforme al uso común, si el uso común (dicen) es tan vario (§ 14, pág. 245).
Como había sucedido unos años antes, Mayans vuelve a aludir a una obra ya redactada en la que exponía su propio sistema ortográfico, 5 cuyas características describe en esta ocasión con mayor detalle. Como hemos repetido a lo largo de este estudio, la propuesta a Patiño no fue atendida y el Abecé mayansiano no llegó a ver la luz. Sin embargo, durante su estancia en Madrid como bibliotecario real, nuestro autor pudo conocer las Reglas de Ortografía de Nebrija, que publicó en 1735 acompañadas de una Prefación y de unas Reflecciones. 6 Estas Reflecciones, el único texto sobre ortografía española que Mayans publicó, no son tanto un comentario o reflexión sobre las Reglas, como un resumen de su sistema en el que muestra la [Pg. 380] conformidad de sus propuestas con las definiciones y principios expuestos por Nebrija. En sus observaciones, don Gregorio alude en distintas ocasiones a la futura publicación de su Abecé. Lo mismo sucede en su correspondencia privada, en la que, como respuesta a las frecuentes consultas ortográficas de sus corresponsales, Mayans remite habitualmente, por una parte, a la aparición de su propio tratado y por otra, a partir de 1735, a la doctrina de Nebrija expuesta en la obra que él mismo recuperó. En todo momento, nuestro autor rechazó la ortografía académica, ya expuesta en 1726, y cuya primera edición como obra independiente apareció en 1741.
Abandonada la empresa madrileña, don Gregorio intenta la finalmente fracasada aventura de la Academia Valenciana, en cuyas Constituciones de 1742 no falta la alusión al necesario cuidado en la ortografía de las obras que debía publicar la institución valenciana. 7 Sin embargo, quizás por la reciente publicación de la Ortografía académica, no hay ninguna alusión a la publicación de un tratado ortográfico, mientras que sí se refiere a otros proyectos que ya aparecían en la Carta-dedicatoria. Como hemos indicado, las alusiones a temas ortográficos continuaron en la correspondencia privada, y, en 1765, apareció en Valencia una reimpresión de las Reglas de Nebrija con las Reflecciones de Mayans en la que se repite sin cambios apreciables la edición de 1735.
Como hemos indicado, a lo largo de su vida, nuestro autor anunció repetidamente la publicación, en un futuro nunca concretado, de su tratado ortográfico inédito. A las referencias que pueden leerse en las cartas que vieron la luz con motivo de la publicación y posterior polémica sobre la Ortografía de Bordazar, en la Carta-dedicatoria y en las Reflecciones, hay que añadir las que aparecen en la correspondencia privada de Mayans. En todos los casos, don Gregorio alude a una obra ya elaborada "de más gran saber de los que muchos piensan". 8
En la carta que dirigió a José Hipólito Valiente en 1732, Mayans describía la doctrina expuesta en su Abecé manuscrito:
[Pg. 381] Aquello sin duda será uso que uniformemente practiquen sabios i ignorantes. Aquello puede tener sospecha de abuso, en que los hombres eruditos van encontrados; en cuyo caso es sospechosa la autoridad por ser parcial i tener contradición; i únicamente la razón es la que deve decidir. Guiado yo de estos principios, en la interpretación que tengo manuscrita del Abecé Español, he establecido veinte i seis letras, necessarias cada una de ellas para cierta, determinada i distinta pronunciación, i suficientes todas para quantas pronunciaciones ai i puede aver en el estado presente del idioma español. Restituyo a cada letra el valor i potestad que se le dio en su institución, i constantemente ha mantenido hasta el día de hoi. Aplico a cada expressión silábica la combinación de letras correspondiente a ella según la primera institución, conformándome con el uso de todos, i fijándole en sus casos i lugares; evitando, digo, combinaciones ambiguas respeto de la pronunciación. 9
Sin embargo, la descripción más explícita sobre el modo en que estaría organizada y redactada la obra aparece en la Carta-dedicatoria a Patiño de 1734:
Tengo escrita esta obra de manera que las proposiciones que sirven de texto, i que digo ser de todos i por esso innegables, se pueden leer en medio quarto de hora i están acomodadas a la capacidad de los niños, por próximos que estén a la misma infancia, i la explicación de dichas proposiciones, que forma un librito de veinte pliegos, es prueva i demostración de las referidas reglas. Éstas sólo tratan de enseñar a escrivir correctamente, sino que prescriven también (aunque de paso) el modo de aprender a escrivir con facilidad i tomando una buena forma, a la qual, si no se acostumbra uno en los principios, puede tanto después la fuerza de un mal hábito, que es casi irremediable (Carta-dedicatoria, § 14, pág. 245).
En una carta que Mayans dirigió a Fernando de Velasco años después insiste en la existencia de esta obra manuscrita y apunta alguna de las características del manuscrito:
Mi Abecé Español está en borrador de malíssima letra, lleno de notas marginales, i encuadernado, i assí no puede enbiarse (20-VIII-1757, BAHM, 155).
En algunas de estas referencias, don Gregorio ofrece datos sobre la fecha de elaboración de su tratado ortográfico. En la que aparece en las Reflecciones, citada más arriba, indica que la obra estaba "trabajada años ha, [Pg. 382] pues ha más de doce que la comuniqué manuscrita a mi estrechíssimo amigo don Francisco Joaquín Galiano Espuche" (Reflecciones, p. XIV). Esto quiere decir que la obra estaría escrita ya en 1723. Esta fecha coincide con la que aparece en dos cartas que Mayans dirigió en 1758 y 1759 a Fernando de Velasco:
Estoi mui contento de que, sin aver visto la [Ortografía] de Antonio de Lebrija, pensé lo mismo que aquel gran Maestro de los Españoles más de doce [tachado: "diez"] años antes que viesse su Ortografía, la qual hice imprimir, i es la que prevalecerá en España (27-V-1758, BAHM, 155)
Avrá unos treinta y seis años que escriví el Abecé Español, con una interpretación mía, que si saliera a luz admiraría a los doctos, añadiéndole lo que después acá he apuntado (27-VII-1759, Biblioteca Nacional, ms. 1.941).
Existen, además, dos cartas inéditas de J. Interián de Ayala dirigidas a Mayans en octubre y noviembre de 1723, que dan a entender que nuestro autor trabajaba en esta época en la ortografía española. 10 Interián de Ayala le envía, con fecha de 23 de noviembre de 1723, "la orthographia de mi amigo el Sr. Dn. Adrián de Conique en cinco pliegos". 11
EL ABECÉ ESPAÑOL: CARACTERÍSTICAS Y POSIBLE DATACIÓN DE LOS MANUSCRITOS CONSERVADOS
En la Biblioteca Archivo Hispano Mayansiana se conserva un volumen en cuarto que lleva en el lomo el título Abecé Español, y en el que se recogen cuatro manuscritos diferenciados que fueron encuadernados juntos por deseo de don Gregorio. 12 Además, existe un manuscrito suelto que se [Pg. 383] conserva en una biblioteca privada 13 y en el que aparece un texto que coincide con una parte del que aparece encuadernado en segundo lugar en el volumen citado. Recientemente hemos tenido ocasión de publicar dichos manuscritos acompañados de un estudio introductorio. 14
El primero de los manuscritos encuadernados es el único que aparece encabezado con el título de Abecé Español y con el nombre de Mayans. La letra es pequeña, las líneas están muy juntas y tiene numerosas anotaciones en los márgenes, lo que coincide con los datos que aparecían en una de las cartas a F. de Velasco (20-VIII-1757). 15 Empieza señalando la necesidad de un método que pueda ser aceptado por toda la nación y acabe con el caos ortográfico. Sigue una referencia a la historia de las letras, para terminar con una exposición sobre el abecedario español. La primera parte de este método aparece dividida en una serie de proposiciones, de las cuales sólo se numera como tal la primera, aunque todas están señaladas por comillas en el manuscrito. 16 Tras algunas referencias históricas, estas proposiciones, a cada una de las cuales le sigue una explicación, se dedican a las consonantes de nuestro alfabeto, según el siguiente modelo:
¿Constatación de la existencia del sonido correspondiente en la lengua española.
¿Descripción articulatoria.
¿Nombre de la letra que se utiliza para la representación de dicho sonido y confirmación de su necesidad en la lengua española.
¿Ejemplos del uso de esta letra en algunas palabras españolas, en cada una de las cuales aparece formando sílaba con cada una de las vocales.
¿Silabación con cada una de las vocales para que sirva de ejemplo de cómo se debe escribir. 17
Una vez completada la descripción de las consonantes, Mayans recoge en un cuadro el abecedario español. Aparecen en casillas separadas el número, [Pg. 384] la figura mayúscula y minúscula de la letra, su nombre y su expresión. Posteriormente, trata sobre la combinación de letras o silabación y acaba repitiendo la regla fundamental según la cual las letras deben representar la pronunciación y no la etimología. Expuesto todo esto, explica el modo de aplicar prácticamente este sistema en una Cartilla y da algunas normas para su enseñanza por parte de los maestros. Termina este primer texto con la descripción de los signos de puntuación o distinciones y con una defensa final de su sistema.
El segundo manuscrito comienza, como el primero, con una introducción sobre la necesidad de fijar la ortografía española, la cual, según don Gregorio, no podía fundamentarse en el origen de los vocablos, sino en su pronunciación. Empieza lo que denomina un "breve apuntamiento", con una exposición, por orden alfabético, de las características y utilización de las letras hasta llegar a la H, que no llega a describir. Cada una de los apartados se encabeza con un título, "De la letra...". 18 Este mismo esquema expositivo de las letras aparece también en el manuscrito suelto, que recoge una obra completa, con principio y final, en la que faltan páginas. Se divide en seis capítulos, el primero de los cuales trata sobre el origen de las letras, lo que no coincide con la introducción del segundo texto encuadernado. Posteriormente, faltan en el manuscrito suelto una o varias hojas y la exposición se reanuda en la parte final del apartado correspondiente a la letra d. A partir de aquí y hasta la letra g, la redacción coincide, salvo ligeras diferencias, con la del segundo de los manuscritos encuadernados. El resto de los capítulos tratan sobre las letras que "suplen el Abecé" (la ch, ll y ñ), el número, el uso y la silabación de todos los elementos del abecedario.
En el tercero de los manuscritos, Mayans se centra en las consonantes españolas cuyo uso ortográfico presenta, en su opinión, alguna dificultad. Siguiendo este criterio, comienza con la g y la c y continua con h, i / y, k, ll, q, t, u / v, x. Posteriormente, expone nuestro autor las características de la Cartilla que recogería su sistema, insistiendo en los ejemplos [Pg. 385] prácticos, y proponiendo como modelo la pronunciación de los hombres elocuentes. Hay, finalmente, una alusión al carácter de carta del escrito al que se refiere como "breve instrucción". Acaba con una relación de las distinciones que se interrumpe cuando señala que va a empezar su explicación. Ya al final, aparece tachada una alusión a un personaje desconocido que nombra como "U. Ex.". Hay anotaciones marginales, pero mucho menos abundantes que en el primer texto.
El cuarto manuscrito presenta un carácter claramente diferenciado respecto a los anteriores. Se trata de tres páginas en las que, con letra grande y angulosa, casi ilegible, aparecen las descripciones articulatorias de las vocales y de las consonantes labiales.
Las características del primero de los manuscritos encuadernados corresponde, de forma muy aproximada a la descripción que Mayans hace del Abecé en la Carta-dedicatoria a Patiño de 1734 que hemos citado más arriba. Dicha correspondencia ha sido ya señalada por D. Azorín y E. Feliu, 19 quienes atribuyen la extensión ligeramente mayor del texto conservado a una posterior adición. A pesar de esa diferencia de extensión, la descripción responde de manera prácticamente exacta al contenido del primer texto, incluyendo las proposiciones, las cuales, consideradas de forma aislada, como indicó Mayans, no tienen gran extensión, y aparecen seguidas de una serie de explicaciones. Por tanto, y frente a lo que proponen D. Azorín y E. Feliu, no parece que haya que recurrir al segundo manuscrito para encontrar las citadas proposiciones. Como hemos indicado, la primera de ellas aparece titulada explícitamente en el texto como "Proposición 1" y las restantes, aunque no se numeran, están claramente señaladas y diferenciadas en el texto original por medio de comillas, e incluso la última aparece, nuevamente, nombrada como tal. 20
Del segundo manuscrito, se han conservado dos versiones. La que se recoge en el manuscrito suelto podría ser una primera redacción del Abecé que Mayans utilizaría para la reelaboración que aparece comenzada en el segundo texto encuadernado. La prioridad cronológica de este segundo manuscrito 21 respecto a los demás parece reflejarse en ciertas observaciones [Pg. 386] que se desecharían en los otros tres textos y en las Reflecciones, como la propuesta de sustituir la diéresis por una h en los casos en que la u de las grafías gu, qu deba pronunciarse ante e, i. 22
En cuanto al tercer manuscrito, D. Azorín y E. Feliu piensan que podría tratarse de una primera versión de las "Notas" a las que se refiere Mayans en la Dedicatoria a Patiño de las Reflecciones, o de una carta para encabezar algún otro tratado ortográfico.23 En el texto se alude a que se trata de una carta a un personaje desconocido al que Mayans se dirige como "U. Ex.", lo que aboga en favor de la teoría de la carta-prólogo para algún tratado ortográfico expuesta por Azorín y Feliu. Podría tratarse también de la respuesta a alguna de las peticiones de resúmenes de su método ortográfico por parte de sus corresponsales. Hay que señalar, en este sentido, que está tachada en el texto original la alusión a "U. Ex.", pero no al carácter de carta.
El destino de las notas que componen el cuarto manuscrito podría ser tanto un tratado ortográfico, y así lo indicaría el hecho de que esté encuadernado en el volumen del Abecé, como algún tratado sobre retórica o, incluso, sobre gramática española.
Como hemos indicado más arriba, varias referencias de Mayans indican que su tratado ortográfico estaría ya elaborado en 1723. 24 Frente a estas informaciones, los textos conservados del Abecé no ofrecen ninguna referencia explícita a su fecha de composición. Sin embargo, en el primer manuscrito encuadernado aparecen algunos datos (en el propio cuerpo del texto, no en adiciones marginales) que no indican una redacción tan temprana:
¿En la página 1, hay una alusión a cierta opinión de Feijoo sobre el caos de la ortografía española. Esta afirmación apareció en el prólogo al segundo tomo del Teatro Crítico, publicado en 1728, y a ella alude también Bordazar en el capítulo primero de su Ortografía Española. Además, en la página 44, Mayans señala cierta característica de la ortografía de Feijoo en las cartas que éste le había dirigido, y la correspondencia entre ambos autores no comenzó hasta 1728. 25
[Pg. 387] ¿En la página 63, Mayans copia literalmente el párrafo 29 del "Discurso sobre la ortografía" del Diccionario de Autoridades, 26 que apareció en 1726.
¿Mayans no parece conocer en el momento de la composición las Reglas de Ortografía de Nebrija, a las que, como hemos indicado más arriba, tuvo acceso siendo bibliotecario en Madrid y que publicó en 1735. Esto coincide con su propio testimonio en algunas cartas. 27
Los límites cronológicos de la redacción de este primer manuscrito estarían así, siguiendo sólo los datos que aparecen en el texto, entre 1728 y 1734-35. D. Azorín y E. Feliu 28 la sitúan entre 1726 y 1732 atendiendo a la cita literal del Diccionario de Autoridades y a la información que aparece en la carta que en 1732 dirigió Mayans al ortógrafo José Hipólito Valiente y que hemos citado más arriba. Sin embargo, las referencias a Feijoo parecen indicar una fecha posterior a 1726, al menos en la redacción que estamos comentando. En el tercer manuscrito, hay una alusión al mismo párrafo del Diccionario de Autoridades que copia de forma literal en el primero, sin que se encuentre, en este caso, ningún otro dato que pueda servir para saber cuándo se escribió. El resto de los manuscritos no ofrecen ninguna información que permita aventurar su fecha de composición.
En cuanto a la cronología relativa, las fechas ofrecidas y el contenido de los manuscritos parecen indicar que Mayans situó en primer lugar en el volumen encuadernado lo que podemos considerar como la redacción "definitiva" del Abecé, aunque todavía no estuviera preparada para su publicación. El manuscrito suelto y el segundo del volumen encuadernado, versión incompleta de aquél, serían anteriores al primero; pero no puede saberse si [Pg. 388] responden al tratado que dice haber escrito en 1723. El tercero de los textos encuadernados es un resumen de su sistema ortográfico con forma de carta que parece posterior al segundo, pero que no podemos situar cronológicamente con claridad respecto al primero. Nada podemos apuntar sobre el momento en que se tomaron las notas que constituyen el último de los manuscritos encuadernados.
LA PRONUNCIACIÓN COMO CRITERIO ORDENADOR. EL ABECEDARIO ESPAÑOL
El principio de Quintiliano según el cual se debía adaptar la escritura a la pronunciación aparece como regla fundamental tanto en el Abecé, como en las Reflecciones y en todas las manifestaciones públicas y privadas de nuestro autor en torno a la ortografía española. 29 No es extraño que cuando conoció las Reglas de Nebrija 30 se sintiera identificado con los principios que en ellas se exponían, como ya antes lo había estado con las ortografías de Mateo Alemán y Gonzalo Correas, 31 aunque no compartiera sus [Pg. 389] propuestas más alejadas de un uso común que no podía convertirse en criterio absoluto por su variedad. 32
Don Gregorio ataca duramente el criterio etimológico por razones pedagógicas, ya que todos no pueden conocer el origen de las palabras. 33 Pero hay también una relación estrecha entre la concepción de la lengua y su representación gráfica. El concepto de letra que utiliza Mayans es el que aparecía ya en Nebrija, 34 recibido de los gramáticos clásicos. Con la denominación letra, se refiere nuestro autor a la expresión correspondiente a un sonido articulado indivisible. Distingue claramente el nombre, que debe ser adecuado al sonido representado, la figura (o carácter) y la potestad, también denominada expresión, valor o fuerza. Esta distinción tripartita (nomen, figura, potestas) procedía, según Robins, 35 de los estoicos, que avanzaron en este campo respecto a las propuestas de Platón, y aparece también, como hemos indicado, en los gramáticos latinos. La potestas era para algunos gramáticos el valor prosódico de las letras y para otros su clase o especie: vocal, semivocal o muda. Según señala Navarro Tomás, en la aplicación al castellano se siguió, por lo común, la primera de dichas opiniones, "pero expresándose, en general sobre este punto, de una manera vaga e imprecisa". 36
[Pg. 390] F. Tollis 37 ha insistido en la ambigüedad del término "letra" en cuanto que se solía aplicar tanto a la figura como a la pronunciación. 38 Cuando don Gregorio habla de letra se refiere habitualmente a la grafía, pero no simplemente a la figura, que sería sólo una de las propiedades de la letra, sino a aquella figura que corresponde a un sonido "simple y articulado". 39 De esta manera, y partiendo, como hemos señalado, de la idea de que la ortografía debe plasmar la pronunciación, la identidad de la letra viene dada por la pronunciación que representa, es decir, por la expresión, potestad o valor, por lo que dos figuras que representen la misma pronunciación deben ser consideradas como una sola letra. 40 No quiere decir esto que no se produzca también en nuestro autor la utilización del término letra para referirse al sonido articulado, con afirmaciones como que determinada letra "se pronuncia" de determinada manera. Pero no es tanto una confusión, como un uso poco apropiado, que era, por otra parte, tradicional.
En la concepción de los ortógrafos que pretenden reflejar fielmente la pronunciación, la correspondencia entre el nombre, la figura y el valor de la letra debía ser unívoca. A cada sonido diferenciado o valor le debería corresponder una sola figura o grafía con un solo nombre. 41 Habría una relación íntima, casi "natural", entre el sonido y la figura que lo representa, del mismo modo que se intuía una relación natural primitiva entre las palabras y las cosas. 42 De esta manera se entiende la referencia a grafías necesarias [Pg. 391] para "suplir" otras, debido a procesos de corrupción que han desvirtuado esa relación original entre grafía y sonido (o figura y potestas).
Por otra parte, la pronunciación no era uniforme, 43 por lo que propone como modelo el uso de los hombres elocuentes. Como entre éstos no había habido acuerdo, habría que seguir aquellas opiniones de los hombres elocuentes en las que no había habido discrepancias. 44 La propuesta de Mayans sería la siguiente: en la pronunciación se debe tener en cuenta, por un lado, la suavidad y, por otro, el uso, que acepta o rechaza las opiniones de los hombres elocuentes. Sin embargo, es la razón, que pide, por ejemplo, la distinción clara entre vocales y consonantes, la que debe prevalecer cuando el uso común sea claramente irracional e incoherente, como se verá al analizar usos como el de I en el caso de la conjunción copulativa.
De acuerdo con su propuesta teórica, Mayans manifiesta que su sistema ortográfico tiene veintiséis letras que corresponderían a otros tantos sonidos indivisibles. En las páginas 47 y 48 del primer manuscrito del Abecé recoge en un cuadro dichas letras, que aparecen numeradas en veintiocho casillas que representarían otras tantas "expresiones" o pronunciaciones, a las que se harían corresponder las figuras. Al final, aclara que "aunque contadas estas letras ai 28, si decimos que la H no es letra, sino nota de aspiración, i que la K es letra peregrina y superflua", por lo que en realidad se trata de veintiséis pronunciaciones, que, según indica, era el número que defendía Nebrija en su Diccionario de 1492.
Ya hemos indicado que, para Mayans, como para Nebrija, la unidad de la letra viene dada por la pronunciación que representa y no por la figura. De esta manera, las figuras recogidas en el cuadro son un total de treinta (A, B, C, D, E, F, G, GU, H, CH, I, J, K, L, LL, M, N, Ñ, O, P, QU, R, RR, [Pg. 392] S, T, U, V, X, Y, Z); pero las casillas son veintiocho, ya que en cuatro de ellas aparecen juntas respectivamente c (+ a, o, u) y QU (+ e, i), C (+ e, i) y Z (+ a, o, u), G (+ a, o, u), y GU (+ e, i), y G (+ e, i) y J (+ a, o, u), representando respectivamente los fonemas /k/, /q/, /g/ y /c/.
Este "Abecé o Cartilla de las letras españolas" del primer manuscrito aparece con el mismo nombre y disposición en las páginas 82-84 de las Reflecciones a las Reglas de Nebrija. Sin embargo, en esta ocasión no está la k y la h aparece sin número como "nota de aspiración", con lo cual los valores numerados son veintiséis y las figuras, veintiocho. Hay también en las Reflecciones otros cambios relacionados con la doctrina de Nebrija, como que la expresion pase a denominarse valor, y que en los nombres de algunas letras se suprima la E final. 45
En el capítulo quinto del manuscrito suelto del Abecé, recoge veintiocho letras (figuras), 46 entre las que se encuentran la h y la k, aunque inmediatamente a continuación indica que "la H pudiera decir que no es letra, i la k, superflua en nuestro Abecé". No aparecen en este caso como figuras diferenciadas GU y RR.
Al principio del tercer manuscrito del Abecé, señala Mayans que los "indivisibles sonidos articulables" de la lengua española son veintiséis, para la representación de los cuales se destinaron unas letras que recoge a continuación. Las figuras de las letras son también veintiocho, ya que no aparece en esta ocasión ni la k ni la gu. Además, LL, RR, Ñ han sido añadidas al margen, puesto que, según indica más abajo, no aparecían en las antiguas cartillas (pág. [1]). 47
Parece, pues, que Mayans defiende claramente la existencia de veintiséis sonidos indivisibles en la lengua española a los que debían corresponder, en principio, otras tantas figuras. Sin embargo, a cuatro de estas pronunciaciones (correspondientes a los fonemas /q/, /k/, /c/, /g/) el uso común les ha adjudicado más de una figura, lo que no supone un problema para su método ya que la distribución complementaria con las distintas vocales no admitía confusión.
En cuanto al nombre de las letras, debía corresponder, siguiendo el concepto de éstas que hemos expuesto más arriba, al valor o expresión y ser lo [Pg. 393] más breve posible. Sin embargo, en los casos en que esto no había sucedido tradicionalmente, Mayans no se atreve a proponer nombres que podrían ser más adecuados señalando, una vez más, las dificultades de un particular para hacer aceptable su opinión a la mayoría:
Las letras i sus nombres se han inventado para significar ciertos sonidos. Los nombres, pues, más perfectos son los más apropiados a aquellas espresiones de que son recuerdos, i tanto más claramente i sin ambigüedad los simbolizan quanto más sencillos (Abecé, 1, pág. 10).
Pero los particulares no tenemos autoridad para introducir nuevos nombres en el uso común. Los podemos forjar, pero está en el arbitrio del pueblo recibirlos o no (Ibíd., pág. 21).
En su afán por lograr un sistema ortográfico coherente y racional, Mayans intentará, incluso, encontrar un principio en la ordenación de las letras en el alfabeto romano, del que procede el español. En este último, debe admitir que el orden no corresponde a ningún criterio racional; pero le parece que podría haber existido en un principio, aunque fuera de forma precaria. 48
El sistema ortográfico que Mayans propone de forma teórica debe plasmarse de forma práctica, ya que, según indica, su principal función es la pedagógica. 49 Esto se realiza en una Cartilla de la que él mismo señala las características en el primer y tercer manuscrito del Abecé. En primer lugar deberían situarse "todas las letras del Abecé, sin que se dejase una, quiero decir incluyendo también la che, lle, ñe". Posteriormente se situaría completa la silabación del español y del latín para poder establecer la comparación (Abecé, 3, pág. 10), comenzando por las vocales y empezando la de cada una de las consonantes por mayúscula; a continuación, los diptongos y triptongos por medio de palabras que los contengan para mejor comprensión [Pg. 394] de los niños. Después, como práctica, se incluirían separadas en sílabas las "principales oraciones que deve saber el Christiano" (Abecé, 1, pág. 72). Para enseñar esta cartilla se necesitarían, según Mayans, unos maestros que supiesen escribir, leer y deletrear y que tuvieran condiciones y paciencia para enseñar a los niños, para todo lo cual deberían ser convenientemente examinados (Abecé, 1, págs. 71-72). 50
VOCALES. DESCRIPCIÓN Y USO ORTOGRÁFICO
Mayans establece la división entre vocales y consonantes de forma tradicional, 51 según los criterios de audibilidad y función silábica. La vocal se caracteriza, así, por ser "sonido simple", elemental y capaz por sí sola de "sonar" formando sílabas o voces, de donde le viene su nombre. La consonante, por el contrario, es "impronunciable por sí" y necesita acompañarse de alguna vocal. 52 Sólo vagamente alude Mayans a cuestiones articulatorias para indicar la diferencia cuando señala que las vocales consisten "en una sencilla respiración bien expressada" o en "elementos simplicíssimos de la articulación humana", lo que podría hacer alusión a una falta de obstrucción en el momento de la articulación. Parece, sin embargo, que, en este último caso, se refiere a la posibilidad de expresar un sonido sin necesidad de agruparse con una consonante, ya que en ningún momento caracteriza específicamente la consonante por presentar algún tipo de obstáculo en su articulación.
Mientras que en el primer manuscrito del Abecé y en las Reflecciones no aparece ninguna descripción de la pronunciación de las vocales, 53 las notas del cuarto manuscrito intentan explicar de forma aproximada la posición de los organos articulatorios en el momento de la emisión de las vocales, salvo la U, con detalles interesantes como el carácter palatal de e, i, distinguiéndose esta última por ser más cerrada. 54 Más breve es la referencia que aparece en el capítulo cinco del manuscrito suelto, donde Mayans [Pg. 395] intenta describir la localización de la articulación de cada una de las vocales:
Las vocales son cinco, a, e, i, o, u. Parece que la misma naturaleza instituyó su orden, porque la A se pronuncia más fácilmente. Fórmase en medio de la boca sobre el medio de la lengua, algo más adelante, la E; junto a los dientes, la I; entre los labios i dientes, la o i fuera de los labios, la u (Abecé, 2 (a), pág. [35]) .
Como puede observarse, se describe la localización media de la articulación de a, y la anterior de e y de i, mientras que en las vocales de la serie velar aparece como caracterizadora la labialización. La que aparece aquí es la ordenación que Bordazar, en su Ortografía Española denomina "natural", relacionándola con la confianza en un orden primario racional en la invención de las vocales, que se ordenarían en el alfabeto de menor a mayor dificultad en su articulación. 55
También en el segundo manuscrito (b) del Abecé, dentro del apartado dedicado a cada una de las letras aparecen observaciones referidas al uso de las vocales a, e, i, o, 56 semejantes a las que pueden encontrarse en la Rhetórica. En esta última obra, aparece una clasificación de la impresión de las vocales "en lo que toca al sonido":
[Pg. 396] La que suena más de las vocales es la a; después la o; luego después la E. Ultimamente la i, porque de la u no se hace mérito por su poco sonido (Rhetórica, pág. 489).
La u es más sonorosa que la e i la i, i menos que la a i que la o. [...]
La a y la o tienen el sonido más fuerte; la e más sordo, porque se hace en la boca, que retiene el sonido (Ibíd., pág. 492).
En los inéditos Apuntamientos para el Razonador Eloqüente, señala Mayans que a, e, i se pronuncian "con la boca más abierta" y o, u con la boca "más cerrada", aludiendo, quizás, con esta última observación, a la labialización de estos sonidos.
En cualquier caso, el número de vocales que Mayans propone para el castellano es siempre de cinco, sin mayores vacilaciones ni dificultades, que sólo aparecerían en el caso de la i y de la u, pero no por su valor vocálico, sino porque estas grafías se habían usado también para representar sonidos consonánticos. Se referirá a esto al tratar de las consonantes respectivas (y, v).
Otro problema tradicional era el de la inclusión en la nómina de las vocales españolas de la ípsilon. Mayans considera que esta letra ha perdido en castellano su valor griego, por lo que no se plantea la existencia en el español de esa sexta vocal, ni siquiera para los vocablos griegos que la tuvieron en su origen.
La existencia de la ípsilon en castellano aparece en los ortógrafos de los siglos XVI y XVII con diferentes soluciones. Desde Venegas, que le adjudica una potestad propia y diferenciada, hasta los que niegan su existencia en castellano, pasando por los que la mantienen por razones etimológicas en las palabras procedentes del griego, pero sin conservar el valor que tenía en aquella lengua. 57 Para Mayans, los romanos tomaron la ípsilon de los griegos en cuanto al carácter (es decir, la figura), pero no en cuanto a la expresión, ya que ésta la sustituyeron por U (Abecé, 1, pág. 43). 58
[Pg. 397] LA SÍLABA. LA CANTIDAD Y EL ACENTO
Mayans define la sílaba "hablando con todo rigor" como "una comprehensión a lo menos de dos letras pronunciadas de un golpe. I así, aunque cada una de las vocales se llame sílaba, es con alguna impropiedad, pues donde ai una letra no ai comprehensión de letras, sino que entonces entendemos por sílaba un indivisible sonido" (Abecé, 1, pág. 73). Recoge nuestro autor las características fundamentales de la sílaba según se venían definiendo desde las lenguas clásicas: agrupamiento ("comprehensión", según un término que aparecía ya en Prisciano) 59 de fonemas y unidad espiratoria, señalada aquí bajo la forma "un solo golpe". Los accidentes de la sílaba eran, según Nebrija, el número de letras, la "longura de tiempo" y la "altura i baxura en accento". 60 Sin plantear explícitamente la división teórica de dichos accidentes, Mayans distingue en castellano cinco tipos o "especies" de sílabas que clasifica atendiendo al número de las letras que las componen, de una a cinco. Los tipos son los siguientes:
a) Sílabas de una sola letra. Aunque Mayans advierte en la definición de sílaba que llamar así a cada una de las vocales es caer en "alguna impropiedad" ya que no hay "comprehensión de letras", indica inmediatamente a continuación que "las sílabas de una sola letra sólo son cinco, tantas cuantas las vocales". De esta manera, es coherente con la tradicional definición de vocal como sonido que puede formar sílaba por sí solo.
b) Sílabas de dos letras: pueden ser dos vocales (VV), lo que "se llama ditongo, como si digésemos sonido duplicado, porque el sonido de cada una de las vocales se forma en sílaba como en ai ". Pueden ser también una vocal y una consonante. No hace ningún comentario sobre los tipos de combinación entre vocal y consonante, pero por otras referencias a lo largo de la obra, responderían al esquema VC o CV.
c) Sílabas de tres letras: dos vocales diptongadas y una consonante (CVV: doy) o bien dos consonantes y una vocal al principio medio o fin de la sílaba: (VCC, CVC, CCV: ans, das, dra).
d) Sílabas de cuatro letras: dos vocales "sincopadas" (por "diptongadas") en medio de dos consonantes (CVVC: seis) o bien una vocal precedida de dos consonantes y seguida de una (CCVC: Blas)
[Pg. 398] e) Sílabas de cinco letras: una vocal entre dos consonantes que preceden y dos que siguen (CCVCC: trans).
Entre las sílabas de dos letras están los diptongos. En el tercer manuscrito del Abecé (pág. 11), Mayans escribe: "Diftongo llamo a la unión de dos vocales en una misma sílaba, i a la de tres, tritongo". Según este principio, la lengua española admitiría, al menos teóricamente, veinte diptongos y sesenta triptongos; 61 pero de hecho, "el universal beneplácito de toda la nación" admite, según Mayans, sólo trece de los primeros (ai, au, ei, eu, ia, ie, io, iu, oi, ua, ue, ui, uo) y cuatro de los segundos (iai, iei, uai, uei).
Las propuestas de tratadistas anteriores oscilan entre ofrecer las veinte posibilidades sin discriminación explícita, que es el caso de Mateo Alemán, o establecer un número de combinaciones que oscila entre doce (Nebrija, Villalón, Venegas, el Anónimo de Lovaina de 1559, J. Patón ¿que en su inventario da once-) y catorce (Correas). En cuanto a los triptongos, el número oscila entre cuatro (Venegas, Robles, López de Velasco, Jiménez Patón, Correas), y cinco (Nebrija, Anómino de Lovaina de 1559). 62
La Academia Española señala, en 1726, que hay veinte posibles combinaciones, pero deja "al oído y el conocimiento" de los hablantes el discriminar cuáles eran las que realmente existían en español. En 1741, indica que el problema corresponde a la gramática y no a la ortografía, a pesar de cuestiones como el cambio gráfico de renglón, que sí se consideraba en 1726. En la edición de 1754, ya señala sólo catorce diptongos posibles y cuatro triptongos, con la misma distribución que se acepta actualmente. El diptongo añadido por la Academia respecto a los propuestos por Mayans es ou, que, según nuestro autor, no aparece en castellano, pero sí en valenciano, para el que ofrece como ejemplo la palabra bou. 63
Como hemos indicado, no realiza Mayans ninguna referencia teórica a los accidentes de la sílaba; pero en los Apuntamientos para el Razonador Eloqüente, aparece una alusión explícita a la cantidad, característica que refiere a las vocales o a las sílabas sin que aclare cómo afecta tal diferencia a las españolas:
[Pg. 399] Qualquiera vocal es breve o larga, según la medida del tiempo que se gasta en su pronunciación, mayor o menor. [...] Las vocales o las sílabas, se distinguen o por la quantidad o por el acento.
La cantidad mira al tiempo que se guarda con la pronunciación, i según es la vocal o sílaba, breve o larga. [...]
El acento es la elevación o abajamiento de la voz; porque el acento agudo eleva la sílaba, el grave la abaja, el circunflejo la suspende.
Esta distinción de cantidad, herencia evidente de la tradición grecolatina, le sirve para explicar las peculiaridades de las vocales valencianas, entre las que señala que existen "dos oes como los griegos; una cargando la pronunciación, otra menos" (A Antonio Sancha, 15-IV-1777, BMV, 7272-43, ms. 11263) y de forma más clara en el Abecé (1, págs. 13-14): "I aún en una misma voz distinguimos el tiempo de tres maneras, como se ve en este cláusula deu, deu a Deu, esto es, deve diez a Dios, donde progresivamente se gasta más tiempo en la E de un nombre, que en la del otro, aviendo unas mismas letras". La diferencia, por tanto, parece percibirla en la cantidad y no en la abertura. En cuanto al castellano, su actitud es mucho más cauta:
La lengua castellana no tiene ejemplos tan perceptibles; pero yo entiendo que no carece de ellos, pues con más suavidad se pronuncia la de preposición de genitivo que adverbio de lugar, i ésta con mayor suavidad que la dè del verbo dar (ibíd.).
No percibe en castellano diferencias de cantidad, sino de una mayor o menor "suavidad", un término impresionista que podría relacionarse quizás con la intensidad o el tono más que con la cantidad. La pertinencia de lo que fue una característica del vocalismo latino en las vocales o sílabas españolas fue una cuestión debatida desde los primeros tratados de ortografía, prosodia y métrica. Desde Nebrija, que señala la cantidad como una de las características de la sílaba, pero indica claramente que "el castellano no puede sentir esta diferencia, ni los que componen versos pueden distinguir la sílabas luengas de las breves", 64 las posiciones se dividen. El problema se une, como indica Navarro Tomás, al del acento, ya que se establecía una relación entre sílabas acentuadas, que se consideraban como largas, y sílabas inacentuadas, como breves. 65 Esta identificación o confusión, criticada explícitamente por Venegas, 66 aparece en Juan del Encina; continúa, entre otros, con Rengifo, Cascales y Correas y es defendida por la Real Academia [Pg. 400] en 1726, con lo cual encontró amparo, según Navarro Tomás, "un prejuicio gramatical profusamente mantenido". La teoría de la indistinción cuantitativa, iniciada por Nebrija, continuada por autores como el Pinciano y Venegas, y seguida por la Academia desde la Ortografía de 1741, sería la que finalmente se impondría. En el caso de Mayans, no tenemos elementos de juicio suficientes para encuadrar claramente su postura. No hay afirmaciones explícitas en el sentido de que la diferencia exista en castellano, ya que, como ha podido observarse, habla sólo de una cierta mayor "suavidad". Sin embargo, admite la posibilidad de imitar en castellano la versificación latina, de base, en principio, cuantitativa, aunque tampoco en esta ocasión queda claro cómo debería realizarse esa imitación:
Yo soi de parecer, que para que los pentámetros españoles, imiten a los latinos elegiacos; la medida de los pies deve ser la misma: esto es, los dos primeros versos deven contener, o dos dáctilos; o dos espondeos; o un dáctilo, i un espondeo, siguiéndose la cesura: i después dos dáctilos, i otra cesura. No tendrá por dáctilo un trisílabo si no tiene una sílaba larga, i dos breves; ni por espondeo al que no tiene dos sílabas largas. [...] Verdad es, que lo que digo, tiene en la egecución una gran dificultad; porque ai falta de una prosodia española, sin la qual no es fácil hacer versos semejantes a los griegos, i latinos. (A Joaquín Palomino, 4-X-1774, BMV, 7272-41, ms. 10755).
A pesar de que se sigue hablando de sílabas largas y breves, probablemente la imitación consistiría en relacionar los pies prosódicos o acentuales con los pies cuantitativos del latín. La propuesta de Mayans en cuanto a la existencia de dáctilos y espondeos en la versificación castellana, es semejante a la que ya realizó Nebrija, quien, como ya hemos indicado, señaló claramente la inexistencia en castellano de sílabas largas y breves semejantes a las latinas. 67
Mayans parece distinguir, en teoría, entre cantidad y acento en la cita de los Apuntamientos que hemos recogido más arriba, en la que caracteriza este último como la elevación o "abajamiento" de la voz. Distingue, además, entre acento agudo, grave y circunflejo, una clasificación clásica que ya aparecía en la Gramática Castellana de Nebrija. Sin embargo, cuando se refiere en el Abecé al acento gráfico, el único aspecto del que se ocuparía la ortografía, ya que el fonético correspondería a la prosodia, sólo distingue entre acento agudo y grave, y prescribe su utilización sólo en el caso en que pueda haber dudas en la lectura:
[Pg. 401] El acento agudo se usa quando levantamos la voz en la pronunciación de alguna sílaba que tenga I. El grave, para denotar que la sílaba es larga. Dévese poner quando puede aver duda o equivocación al leer. De esta suerte distinguimos el nombre àrbitro de arbítro verbo, la nota de genitivo de del adverbio de lugar dè, el artículo el del relativo èl, èsta relativo de està verbo, Fèliz nombre propio de felíz adgetivo, el sustantivo pèrdida del adgetivo perdida, perpètua de perpetúa, el nombre solícito del verbo solicíto i del pretérito solicitò, vàlido e invàlido de valído e invalído (Abecé, 1, pág. 81).
Para Mayans, el uso del acento gráfico parece marcar una diferencia de cantidad o duración en el caso del grave y una diferencia de tono o intesidad en el caso del agudo, que sólo se utilizaría sobre la I. Según esto, en àrbitro/arbítro, la primera tilde indicaría una sílaba larga, mientras que la segunda señalaría una elevación de la voz. Otras alusiones indican una concepción general de la sílaba acentuada como larga, o bien se refieren a la indicación de una característica tonal, como la que se daría en la interrogación. 68 Como puede observarse, cuando nuestro autor trata de fijar el uso de la tilde, alude tanto a la cantidad como a la intensidad o al tono, tres factores cuya preeminencia a la hora de analizar la naturaleza del "acento" es todavía hoy objeto de discusión. 69
CLASIFICACIÓN DE LAS CONSONANTES
Las consonantes se caracterizan por representar un sonido que necesita el apoyo de la vocal para ser pronunciado, lo que le impide constituir núcleo silábico. Es, como hemos indicado más arriba, una definición tradicional, etimológica, sin mayor originalidad. En el segundo manuscrito del Abecé, concretamente en su primera versión (pág. [36]), aparece la tradicional división de las consonantes en mudas y semivocales. 70
[Pg. 402] Se dividen las consonantes en mudas i semivocales. Mudas son las que tienen sonido por sí, como son todas las que empiezan sin vocal, b, c, d, g, k, p, q, y, exceptuando la z. Semivocales son las que por sí tienen algún sonido, como son las demás. Así vemos que en ab, ac, ad, no se puede continuar el sonido, pero sí en sal, rim, con o sall.
También cita nuestro autor esta clasificación en la Rhetórica (pág. 489), donde únicamente indica que dentro de las mudas se encontrarían las tenues y apunta las características de las semivocales:
De las consonantes, suenan menos las mudas que las semivocales; i entre las mudas suenan mucho menos las tenues, si no es que con la añadidura del haliento expressado por la letra u, degen de ser tenues.
De las semivocales, la l es muelle; la m, firme; la n, seca i de retintín; la r áspera; la s, silvadora; la x, rechinante; la z, suave.
Según esto, las semivocales serían l, m, n, r, s, x, z. 71 En este caso, sin embargo, a Mayans no parece interesarle tanto la clasificación teórica, como las indicaciones impresionistas de los sonidos destinadas a su utilización retórica ("de retintín", "rechinante"...).
Sin embargo, nuestro autor prescinde deliberadamente en el primer manuscrito del Abecé y en las Reflecciones de esta clasificación, como habían hecho también M. Alemán 72 y G. Correas. 73
Dejo de subdividir las consonantes en mudas i semivocales porque esa división, aunque es de Platón en su Cratilo, no es de mi propósito; pues no atendiéndose en la Ortografía el principio o fin del nombre de la letra, si[no] sólo su potestad, es impertinente para el asunto de que trató aquella división. Fuera de que las letras que en un lenguage son mudas, en otro tal vez son semivocales (Abecé, 1, pág. 50).
Como puede observarse, Mayans hace proceder la citada clasificación del Cratilo 74 de Platón, y no utiliza el sonido como criterio distinguidor [Pg. 403] entre ambos tipos, sino el nombre de la letra. 75 A nuestro autor le interesará el valor o expresión que en cada caso debe representar la grafía, por lo que prescinde de clasificaciones teóricas que no tienen, en su opinión, ninguna utilidad a la hora de fijar la ortografía.
Por otra parte, la razón que trata de apreciar en la ordenación de las vocales en el alfabeto no la percibe en las consonantes, que aparecen "sin orden racional" (Abecé, 1, pág. 13).
DESCRIPCIÓN Y ORTOGRAFÍA DE LAS CONSONANTES
Grafías que representan un solo valor o potestad
B / V y B / P. La oposición b / v como bilabial/labiodental se da siempre que Mayans describe los sonidos que representan estas grafías. En las de los manuscritos segundo y cuarto del Abecé aparece, aunque de forma vaga, la idea de una oposición de B con p:
La letra que llamamos Be se forma con la respiración, que llegando a los labios juntos, los abre i sale de ellos con su entero sonido. 76 Su pronunciación es suavíssima. Por esso en muchas voces que de los latinos hemos recibido la substituimos en lugar de la p, que es algo más fuerte i dura (Abecé, 2 (b), pág. [4]).
La b se forma con cierto medio movimiento de los labios, no con sola abertura como el ma, ni con pura explosión como el pa, sino con un movimiento que participa de uno i otro, de tal suerte que los labios se abran pero sin contención del aire o comprensión i el aire se contenga, pero no sin alguna expresión. Por esso, el aire, parte sale con violencia, parte se contiene, i uno i otro se hace a un mismo tiempo, ya que si saliesse libremente sin antecedente compressión, sonaría ma, o con compressión sonaría pa. De este encuentro del aire con los labios, tiemblan los labios pronunciándose ba. Por esso si con el dedo tapa uno los oídos quando habla, oirá atónito dichas vibraciones (Abecé, 4, pág. [2]).
Los sonidos bilabiales representados por ambas grafías, P y B, se caracterizan como suave en el caso de la B, frente a una pronunciación fuerte y dura [Pg. 404] en el caso de la P; entre ambas se situaría otra bilabial, la M. La falta de "contención del aire" que caracterizaría la B podría querer aludir a una articulación fricativa. Por otra parte, el término "alguna espressión" podría ser una descripción impresionista de la sonoridad de B. A esta misma característica podría referirse la alusión a la mayor suavidad. 77 También aparece el término "vibración", pero localizada en los labios. Se trata, en todo caso, de observaciones de difícil interpretación. Más clara parece la indicación de la diferencia de tensión y sonoridad en las descripciones de la Rhetórica (págs. 492 y 497):
La B, que se pronuncia apretando los labios, es buena para denotar la estrechura [...]
La P se pronuncia pegando los labios algo más apretadamente que quando se forma la B, atrayendo la respiración i después interrumpiendo violentamente los labios para que salga aquella respiración detenida i no sonorosa.
Pero el problema fundamental desde el punto de vista ortográfico es la confusión b / v. 78 Para Mayans, se trata de representar dos sonidos, esto es, [Pg. 405] dos valores o expresiones para los que son necesarias dos figuras diferentes. La B corresponde a un sonido bilabial, frente a la V que representaría una articulación labiodental:
Hállase en la lengua española el sonido consonante Be, para cuya pronunciación cerramos los labios enteramente (Abecé, 1, pág. 15).
En la lengua española se halla en sonido consonante Ve, que se profiere puesto el labio inferior embevido debajo del otro (Ibíd., pág. 38).
Fórmase [la v] fijando los dientes de arriba en el labio inferior, como en valle, vellón, vello, vulpeja (Abecé, 2 (a), pág. [26]). 79
Pero se daban errores en la escritura que eran testimonio de una confusión en la pronunciación:
Sólo advierto a mis patricios que donde se pronuncia be no substituyan ve; error que fue ya de algunos antiguos latinos según Adamancio in lib. de b. muta et v. vocali. Los castellanos suelen ir por el extremo contrario, usando b por v (Abecé, 1, pág. 15). 80
La distinción por parte de los hablantes valencianos sería, teóricamente, 81 una de las razones que llevarían a nuestro autor a señalar una [Pg. 406] diferencia de articulación donde muchos autores señalaban la confusión. 82 Sin embargo, como muestra una pequeña polémica entre Mayans y Bordazar a propósito de la ortografía del verbo probar y sus derivados, el ejemplo de la pronunciación valenciana, que se ofrece en el Abecé como infalible, resultaría válido para justificar opiniones encontradas. A pesar de que ambos autores ofrecían la misma diferencia teórica general entre la pronunciación representada por ambas letras, Mayans defendía la escritura de estas palabras con v y Bordazar las escribía con b. En ambos casos los argumentos eran los mismos y los dos se acusaban de no seguir a los valencianos, dejándose llevar del "ejemplo viciado" de Castilla. 83 El hecho sintomático es que ninguno de los dos alude a la pronunciación, sino al criterio de autoridad de la escritura valenciana, teóricamente reflejo de esa pronunciación diferenciada. El mismo Bordazar trata sobre la confusión entre B y V en las "Reglas de buena ortografía" de su Ortografía Española (pág. 42) y no se refiere a la pronunciación valenciana como modelo.
[Pg. 407] Otros dos autores que escribieron ortografías en Valencia en la misma época, Carlos Ros y Benito de San Pedro muestran también la confusión ortográfica entre B y V.
Carlos Ros, que describe la b como bilabial y la v como labiodental, indica que los imperfectos de indicativo "se escriven en este Reyno por costumbre con v" (Práctica de orthographía, § 39). Ros reconoce, pues, que esta escritura corresponde a "costumbre" y no a reflejo de la pronunciación por lo que propone que se acuda a los buenos ortógrafos de cada reino, ya que, en cualquier caso no habría confusión en la lectura:
Digo en cada Reyno, porque los Castellanos ponen el va de los pretéritos imperfectos con b, y nosotros con v, estando con b, es por razón de etymología, y con v, de costumbre; y de las dos maneras está bien el va, sin que se pueda leer otra cosa que lo que se quiere significar (Ibíd., § 40).
Benito de San Pedro, aragonés de nacimiento, encuentra la diferencia en el carácter fricativo de la pronunciación representada por V, que parece describir como bilabial. Lo pequeño de esta diferencia se reflejaría en una confusión ortográfica:
La b i la v consonante son tan parecidas en la pronunciación, que muchos de los nuestros apenas las pueden distinguir. Pero como en la verdad se halla diferencia en el sonido, pronunciándose la b cerrados los labios, i la v abiertos, se deven también escribir en la escritura, en la cual se nota gran variedad, i es difícil poder reducir a regla fija el uso determinado de estas reglas (Arte del romance castellano, vol. II, pág. 194).
Hay, pues una dificultad evidente a la hora de ofrecer un criterio claro en el uso de b y v, lo que indica un estado de confusión las pronunciaciones incluso en el caso de autores que estaban en contacto con el valenciano. 84
Por otra parte, y frente a la confusión tradicional, Mayans observa, como ya lo había hecho Nebrija, la necesidad de distinguir en la ortografía dos sonidos claramente diferenciados, ya que uno era vocal y el otro consonante. Tal distinción, según señala nuestro autor, era un hecho aprobado "por toda la nación, quiero decir el consentimiento de todos los españoles eruditos" (Abecé, 1, pág. 39), 85 por lo que debía generalizarse siguiendo el [Pg. 408] ejemplo de A. Bordazar, que la introdujo en Valencia en las impresiones y "cuyo ejemplo han seguido los demás en España": 86
Esta v mayúscula con dos piernas en los manuscritos o impresos, o esta otra u ovada en los impresos, es vocal. Esta otra v minúscula en los manuscritos, o angular en los impresos v, es consonante según la corriente práctica de los hombres eruditos (Abecé, 1, pág. 38).
La ortografía siempre deve representar fielmente la pronunciación. [...] Pongo por egemplo, de la u vocal usaremos quando la pronunciación es vocal, como en uno: de la consonante, quando la v es feriente como en vano (Carta de Mayans a A. Sancha, 15-IV-1777, BMV, 7272-43, ms. 11263).
D / T. Las descripciones articulatorias de las pronunciaciones representadas por D y T se refieren a un punto de articulación dental o, en todo caso, alveolar, aunque en los Apuntamientos para el Razonador Eloqüente las clasifica como linguales, atendiendo al órgano activo:
Unos de los sonidos consonantes del idioma español es de, el qual se pronuncia puesta la punta de la lengua al filo de los dientes superiores (Abecé, 1, pág. 17).
Llamamos De a esta letra D. Fórmase hiriendo con la lengua las encías interiores, abiertos siempre los labios. Es más suave que la t, de donde nace que a lo que los latinos llamaron latus, vita, fatum, nosotros, lado, vida, hado... Quintiliano se quejava en su tiempo de que confundiessen muchos la d i t, vicio ahora común a diferentes naciones, singularmente a los valencianos por razón de nuestro idioma. (Abecé, 2 (b), pág. 9).
La D se pronuncia pegando la lengua a los dientes de arriba, hiriendo la respiración en la misma parte donde ella está, sin hacer que el haliento salga de la boca, sino que se quiebre de ella (Rhetórica, pág. 493).
[Pg. 409] Sabemos que en la lengua española se halla el sonido consonante te, que se pronuncia puesta la punta de la lengua pegada a los dientes superiores, apartándose la respiración del curso de la lengua, interrumpiendo dientes i labios (Abecé, 1, págs. 37-38).
La t se pronuncia desviándose algo la lengua por la fuerza del aliento, que hiere los dientes y labios (Rhetórica, pág. 499).
La alusión al aliento que se quiebra en la boca en el caso de la D podría interpretarse como una descripción impresionista de su carácter oclusivo. Alude también Mayans, [Pg. 410] como puede observarse, a las transformaciones de t en d en el paso del latín al romance, lo que achaca, en el caso de la D, a una mayor suavidad que podría relacionarse con su carácter sonoro; pero no dejan de ser interpretaciones arriesgadas. En ningún otro caso intenta describir nuestro autor la diferencia entre los valores a los que se refieren ambas grafías. 87
F. La letra f es clasificada por Mayans entre las consonantes labiales o "besadas", tanto en el cuarto manuscrito del Abecé como en los Apuntamientos para el Razonador Eloqüente. 88 Las descripciones se refieren, en general, a una articulación de este tipo:
El sonido consonante fe es español. Se articula con respiración apremiada de los dientes superiores con el labio inferior (Abecé, 1, pág. 17).
La f se hace por continua explosión del aire. Se profiere o por la comisura de entrambos labios, dejando una endrijita [sic], o aplicado el labio inferior al superior orden de dientes, dejada también una hendrija, por lo qual saliendo el aire con alguna dificultad, se dice que sopla (Ibíd., 4, pág. [3]).
La f es a propósito para significar los efetos de los vientos porque es una respiración que suena fuera de la boca i se forma saliendo apremiada, aplicada la lengua al paladar superior i estando los dientes de arriba sobre el labio inferior. Para pronunciarla sobresale algo el labio superior i los dientes se sobreponen al inferior (Rhetórica, pág. 493).
Como puede observarse, el sonido representado por F se describe como labiodental, salvo en el cuarto manuscrito del Abecé donde Mayans señala una articulación bilabial alternativa. Es también en esta última definición donde describe de forma más clara una articulación fricativa ("dejando una endrijita").
No hay, sin embargo, alusión a la sonoridad, salvo la ofrecida en la Rhetórica ("suena fuera de la boca"), que es de difícil interpretación como articulación sorda. No existe una descripción comparativa con V, que, como hemos indicado, se caracteriza también por representar un sonido labiodental. Únicamente en el primer manuscrito del Abecé señala que los antiguos latinos "usavan de la f por v", sin más explicaciones.
La recomendación más repetida respecto a la f es el rechazo del uso, con su mismo valor, de la grafía ph, injustificable en español teniendo una letra propia: una opción claramente antietimológica que aparece en otros ortógrafos fonetistas. 89
L / LL. La explicación sobre la ll no aparece en el primer manuscrito del Abecé con proposición independiente, sino en la referente a la l; en el segundo (a), se sitúa en el capítulo dedicado al "suplimiento del Abecé", mientras que en el tercero se indica que no se ponía en las antiguas cartillas. En todos los casos aparece claramente indicada la diferencia de entre los sonidos representados por l y ll, 90 con ejemplos de parejas mínimas que muestran la pertinencia de la oposición entre ambas pronunciaciones (lana / llana; lego / llego). Además, aparece como letra independiente tanto en la Cartilla del Abecé como en la de las Reflecciones.
Las descripciones articulatorias son las siguientes:
Es cosa averiguada que la lengua española tiene el sonido consonante le, que se forma hiriendo la lengua en el paladar, acia la mitad con la parte baja de ella, para lo qual se arquea acia dentro arrojándose por los lados la respiración. [...]
[Pg. 411] Yo soi de sentir que [la ll] es distinta letra, i que sería bien llamarla Lle [...] Se forma puesta la punta de la lengua al paladar arrojando el aliento con fuerza para desprenderla, i rayendo un tanto el paladar con la misma punta (Abecé, 1, págs. 27-28).
Después de las letras labiales la l es la más fácil. De tres modos puede modificarse; primeramente, encorvando la lengua fijándola en el paladar como cerrando el passo al aire, el qual sale por los lados, como la, le; segundariamente, apretándola más, como lla, lle (Abecé, 4, pág. [3]).
La L se forma doblando la punta de la lengua i hiriendo el paladar superior con la parte inferior de ella, de manera que luego que se ha doblado i tocado el paladar, se aparta la voz blandamente (Rhetórica, pág. 494).
Salvo en la descripción de la Rhetórica, parece clara la alusión al carácter lateral de la L, que en el caso de la descripción del cuarto manuscrito parece extenderse a la LL. Esta última se distinguiría por una mayor tensión articulatoria. 91
M, N, Ñ. Mayans describe claramente el carácter nasal de la pronunciación correspondiente a n y ñ, pero no de la que se representa por m, a no ser que interpretemos en este sentido, como una referencia a la cavidad nasal, la alusión a "el cóncavo de la boca" que aparece en la Rhetórica. Por lo demás, se describe el sonido correspondiente a esta última letra como oclusivo y bilabial:
La letra m es más muda que todas las otras, porque no espressa otro sonido sino el que rebomba en el cóncavo de la boca estando ella cerrada i pegados los labios. [...]
La letra n se pronuncia tocando el paladar superior cerca de los dientes con lo interior de la punta de la lengua, 92 teniendo la boca un poco abierta, los labios más, i haciendo salir la respiración por la boca i las narices (Rhetórica, págs. 496-497).
Hállase en la lengua española el sonido consonante me, que se forma cerrada enteramente la boca i pegados los labios. 93 [...]
[Pg. 412] Es notorio que se halla en la lengua española el sonido consonante ne, que se forma hiriendo con la lengua el paladar, buelta para adentro la punta i rebombando en la boca el aliento, frunciendo poco las narices i sacando un tantico la respiración por ellas [...]
No sólo en la significación, sino en la pronunciación han de ser distintas letras la n i Eñe. I a la verdad, vemos que para pronunciar la Eñe se junta más la lengua al paladar, se fruncen más las narices i se respira más por ellas (Abecé, 1, págs. 28-29).
La N hecha [sic] el aire por las narices, dicha por esso letra de la nariz. Si se cierra la nariz, se profiere con violencia i poca claridad (Abecé, 4, pág. [4]).
La mayor dificultad, análoga a la que se daba con LL, aparece al defender el carácter de letra de Ñ. De hecho, la Ñ no tiene proposición propia en el primer manuscrito del Abecé, donde aparece en la de la N; se sitúa en el capítulo dedicado al suplimiento del abecé en el segundo manuscrito, como sucedía con la LL, y en el tercero se dice que no se ponía en las antiguas cartillas. Como sucedía con la lateral palatal, indica Mayans que N y Ñ son dos letras distintas y así aparecen en las Cartillas. Los argumentos utilizados por Mayans en este caso son también similares a los que hemos señalado para la LL y que se repiten en la RR: establecimiento de parejas mínimas (canas / cañas, penas / peñas, mono / moño) que prueban una diferencia "no sólo en la significación, sino en la pronunciación", claramente diferenciada como más palatal en el caso de Ñ. 94 La diferencia entre ambas articulaciones no es únicamente, sin embargo, el carácter palatal de ñ, ya que también parece dar esta característica a la N, sino por su mayor grado de nasalidad. 95
[Pg. 413] R / RR. La RR aparece como letra independiente, es decir, con su propia potestad, en las correspondientes Cartillas del primer manuscrito del Abecé y de las Reflecciones. Sin embargo, este sonido y la letra correspondiente no cuentan con proposición propia ni en el citado primer manuscrito, ni el segundo, donde aparece también en el apartado correspondiente a la R, aunque, como sucedía en el caso de la LL y la Ñ, siempre indica que "la RR es distinta de la R" (Abecé, 3, pág. [9]). Las descripciones de estos dos sonidos intentan explicar la distinción que justifica la existencia de dos letras:
Tiene la lengua española el sonido consonante ra, unas veces fuerte, que se profiere rayendo el paladar 96 con la lengua; otras veces sencillo, que se pronuncia puesta la punta de la lengua al paladar, como pegada en metad [sic] de él i buelta acia dentro prensando la respiración en la misma punta de la lengua i paladar para que hiera, para la formación del qual sonido vibra la lengua con trémulo movimiento contra el paladar. Necesitamos, pues, de la letra dicha Erre. Con el sonido consonante de la r pronunciamos aras i arras, unas veces sin doblarla ni darle fuerza, otras, doblándola i duplicando su vigor. Acompañando, pues, la dicha letra, ya sencilla, ya doblada, con las cinco vocales, escrivamos ra, re, ri, ro, ru, como en cara, pare, parida, paro, moruca; i rra, rre, rri, rro, rru, como parra, arrendar, arrinconar, arroyo, arrullo (Abecé, 1, pág. 35).
Mayans indica que el sonido que denomina como ra, se presenta en dos variedades, "unas veces fuerte" y "otras veces sencillo". Este sonido es el que representa la letra Erre, que se pronuncia "unas veces sin doblarla, ni darle fuerza; otras doblándola i duplicando su vigor". Habla además de que la lengua vibra "con trémulo movimiento" en el caso del sonido sencillo, mientras que en el caso del doble se profiere "rayendo el paladar", lo que podría indicar también un movimiento vibratorio, en este caso duplicado, que es al que se alude en el segundo manuscrito y en la Rhetórica:
La r se pronuncia pegando la lengua rebuelta haci adentro [sic] a la mitad del paladar; i haciendo que la respiración hiera en la misma punta de la lengua i en el paladar con alguna fuerza para hacer vibrar la lengua (Rhetórica, pág. 498).
La Erre que dicen los castellanos i los valencianos i latinos Err, puede tenerse por rara i singular por no averla podido pronunciar, quizás por no poder vibrar la lengua, Alcibiades, Demósthenes, Aristóteles i Julio César Escalígero. Tiene dos pronunciaciones, una fuerte i otra suave, espresadas ambas en la palabra raro (Abecé, 2, pág. [23])
[Pg. 414] El nombre cambia en las Reflecciones donde se denomina "er". En el Abecé recoge la opinión de Correas, quien, siguiendo a Juan de la Cuesta y otros, "llamó erre a la r doble, i ere a la sencilla" 97 (Abecé, 1, pág. 36). 98
Hay, pues, dos potestades a las que corresponden dos figuras, es decir, hay dos pronunciaciones más o menos próximas, pero diferenciadas y, por lo tanto, podemos hablar de dos letras, como indica explícitamente en las Reflecciones. 99
Siguiendo el principio general de una sola figura para una sola potestad, Mayans indica que la R "se debía doblar siempre que se pronuncia fuerte". Acepta el uso común como justificación de que en principio de vocablo o tras n, l, s se use la grafía simple para representar la pronunciación "fuerte". Sin embargo, y sin proponerlo como única solución, nuestro autor se muestra partidario de utilizar la RR siempre que el sonido sea fuerte. Alega para ello autoridades 100 (puesto que se trata de un uso general también apoyado en otras autoridades) y la posibilidad de evitar la confusión a los extranjeros (Abecé, 1, págs. 34 y 62). No lo aconseja, sin embargo, en las Reflecciones (pág. 79). También Bordazar propone que "se tolere" escribir rr siempre que la pronunciación sea fuerte o aspera (Ortografía Española, pág. 32).
S. En algunas alusiones se hace eco Mayans de la duda de algunos autores clásicos sobre el carácter de letra de S, representante de un sonido que [Pg. 415] se caracteriza como "silvo". 101 Sin embargo, no parece que tal duda exista para nuestro autor, que en todos los casos la incluye en el abecé. Las descripciones articulatorias que Mayans ofrece del sonido representado por esta letra lo caracterizan como fricativo alveolar o dental: 102
Encontramos en la lengua española es sonido consonante se, el qual articulamos tocando la punta de la lengua en el principio de la encía superior, de forma que se arrime algo a los dientes (Abecé, 1, pág. 37).
La s espressa el sonido de un silvo bajo mui suave, que se forma con poca respiración, tocando la parte de la lengua en el principio de la encía superior (Rhetórica, pág. 499).
No hay referencias ni en el primer manuscrito del Abecé ni en las Reflecciones a la doble S, aunque Mayans siempre la utiliza en los superlativos en ¿ísimo o en los imperfectos de subjuntivo. Sin embargo, el apartado dedicado a la S en el segundo manuscrito del Abecé indica que "suelen algunos duplicarla, de lo qual yo me abstengo siempre que no se pronuncia" (pág. [24]), lo que supone que en algunos casos hay una diferencia de pronunciación. Esto es lo que afirma también en una carta a A. Sancha, de fecha tardía, donde se defiende el mantenimiento de la doble S:
Algunos amantes de la novedad caprichosa han introducido una cosa mui agradable a los impressores, i es la omissión de una letra que siempre se ha duplicado en la pronunciación i en la escritura; pero a los impressores i a los ignorantes agrada que nunca aya letra duplicada, porque de esta manera ahorran averiguar el origen i observar el uso. I estos tales, quando después escriven el latín, usan de una falsa orthografía, omitiendo algunas letras de las que deven duplicarse, de donde nacen millares de absurdos, porque es menester distinguir ámase del presente de indicativo con el recíproco se enclítico, de amasse del pretérito del modo sugentivo: el uno con una S, el otro con dos (15-IV-1777, BMV, 7272-43, ms. 11263).
La s, pues, para Mayans, "siempre se ha duplicado", pero no sólo en la escritura sino también "en la pronunciación", ya que de otro modo no podría defender su mantenimiento. Bordazar tiene menos escrúpulos para reconocerla como grafía etimológica que no representa ninguna diferencia en la pronunciación. 103
[Pg. 416] Y / I. El primer problema que se suele plantear respecto a la Y es su clasificación dentro del grupo de las vocales o de las consonantes, o a ambos a la vez, análogo al que surge entre u y v. Como hemos indicado al tratar sobre las vocales, Mayans no duda en ningún momento en señalar la inexistencia en español de una sexta vocal, que sería la ípsilon, ya que su sonido fue sustituido por el de U.
En castellano, como en latín, existe, según Mayans, el sonido consonante ye, pero la grafía latina Yota (J) que lo representaría ha pasado a servir para representar el sonido gutural ge (/c/). Por lo tanto, es necesaria una nueva grafía y en este punto "hallamos desocupada la Upsilon de los griegos, a la qual pronunciaron los antiguos con sonido que se llegava a la I" (Abecé, 1, pág. 43). Se adapta, pues, una antigua grafía a una nueva potestad o valor.
Por otra parte, puede plantearse si el sonido ye existe como consonante, es decir, "feriente" de una vocal, o es simplemente diptongo, como indica Correas. 104 Mayans se inclina por lo primero por razones de claridad en la lectura, para que se entienda que forma sílaba con la vocal siguiente y no con la anterior, como puede suceder en los plurales de palabras como rei / reyes.
Nuestro autor se extiende al rechazar el uso de esta letra para escribir la conjunción copulativa. Según Mayans, se usa la Y en este caso de forma abusiva, ya que no hiere a ninguna vocal, es decir, no actúa como consonante. Siguiendo este razonamiento, la conjunción copulativa "deve escrivirse por letra vocal, siendo cierto que únicamente las vocales pueden por sí solas hacer sílaba; pero no las consonantes" (Abecé, 1, pág. 61).
La generalización, irracional a juicio de nuestro autor, de este uso de la Y había hecho que incluso la Academia calificase el uso de I para escribir la conjunción como extravagante en el Discurso Proemial sobre la Ortografía del Diccionario de Autoridades. Para resolver estos casos, se debe acudir, según Mayans, a la razón, a la autoridad o a ambas (Abecé, 1, pág. 63). En cuanto a la primera, claramente la pone de su parte ya que, como ha señalado, "ninguna letra puede sola hacer sílaba, si no es vocal". En cuanto a las autoridades, Mayans ofece una larguísima lista de autores literarios y de ortógrafos que habían seguido el uso que él defiende, y acaba respondiendo a la alusión de la Academia a la que ya nos hemos referido y [Pg. 417] que cita literalmente. 105 Puesto que la cita de autoridades no resulta decisiva, Mayans propone prescindir de este criterio, así como del de la "frecuencia de los escrivientes", pues no es "uso legítimo el que en todos los siglos ha sido combatido en juicio contradictorio, sin averse llegado jamás a sentencia definitiva". 106 El problema debe deliberarse, según nuestro autor, siguiendo el principio de la razón, por el cual las letras deben utilizarse segun la significación para que fueron instituidas, esto es, para un uso como vocal o como consonante sin confusión. Así, es su sistema el coherente, y no el de la Academia, pues "no vale responder que así se usa, porque la disputa es, si es uso racional, o no, i no es racional el que no tiene de su parte la razón" (Abecé, 1, pág. 64). Vuelve así a lo que es el criterio ordenador en materia ortográfica expuesto esta vez de forma concisa y rotunda: "El uso no es bueno por la multitud de los que lo usan, sino por la buena elección de los que lo usan".
La H: una letra con tres valores. La CH
La resistencia de Mayans a admitir la existencia de letras que no representen un sonido, es decir que respondan sólo a la etimología, hace que intente justificar el mantenimiento de la h en el alfabeto español como reflejo de una cierta pronunciación, aunque con muchas matizaciones. De esta manera, la proposición correspondiente a la letra H en el primer manuscrito del Abecé (pág. 21) comienza con la descripción del valor correspondiente:
Con facilidad se puede observar que la lengua española tiene cinco sonidos vocales, a los quales algunas veces suele dar algún mayor vigor que el ordinario en la pronunciación. Necesitamos, pues, de la h, dicha Ha. Con el sonido consonante de la h pronunciamos hacha, hecho, hijo, hoja, humo.
Como puede observarse, la descripción de ese "sonido consonante" es peculiar. El propio Mayans indica en la explicación de la proposición que [Pg. 418] la h no es propiamente letra, puesto que no representa a un perfecto sonido indivisible, por lo que la denomina "nota":
Así sucede en esta nota h. En realidad no es letra, si por letra entendemos una señal de un perfeto sonido indivisible, lo qual se ve en que quando con ella empieza algún nombre, si el precedente acaba en vocal, tiene lugar la sinalefa. Luego la h no es letra, pues por el concurso se come la segunda vocal a la primera. [...] Pero puede llamarse letra atendida su forma, i más quando el nombre de letra se dijo del nombre latino litura (Abecé, 1, pág. 22). 107
Por otra parte, a lo largo de la explicación nuestro autor adjudica a esta letra hasta tres valores. El primero es el que ya hemos citado: "dar a la vocal a la que se junta mayor fuerza" o "alguna mayor aspiración o aliento". Esa mayor fuerza indicada por medio de la h, y de la que ofrece como ejemplo la oposición que se da entre as / has, herrar / errar, podría equivaler, según Mayans, al espíritu áspero de los griegos. 108 Este primer valor de H se da en aquellas palabras que en latín o en primitivo castellano tenían f; pero, según indica, no por una cuestión etimológica, sino por la citada mayor fuerza en la pronunciación:
I cuando sigo el origen no es meramente por seguirlo, sino por parecerme que el derivado conserva en la pronunciación aquella mayor fuerza del primitivo. Digo que assí me parece, aunque Ant[oni]o Bordazar me ha dicho algunas veces que juzga que es imaginación. Quizá sería del mismo sentir Ant[oni]o de Lebrija, pues deshechó [sic] la h, escriviendo ueso (Abecé, 1, pág. 23).$
Bordazar (Ortografía Española, págs. 21-23), frente a Mayans, señala dos usos para la H: como che (segundo valor, como veremos, de don Gregorio) y "como ah aspiración, espiración, o respiración", la cual "sirve de dama entretenida (ociosamente en mi juicio) a las voces originadas del Latín que la llevan, i a las que en el mismo idioma, i en el Valenciano, i [Pg. 419] Castellano antiguo llevan f", añadiendo las interjecciones. En todo caso, más que oficios son, señala, "medios" oficios y aclara "he dicho, que la juzgo ociosa fuera del empleo de che; porque no percibo la aspiración". La razón de su conservación es, pues, para Bordazar, puramente etimológica; pero indica que no vale la pena eliminarla por no ir contra el uso común. Por el contrario, Mayans se refiere primero como hemos indicado a la "mayor fuerza" y como tercer valor habla de una señal de "aspiración"; pero sólo en ciertos casos (pospuesta a las vocales o consonantes y a la c; siempre que no aparezca vocal detrás), sin ser este último el principal uso de la h, contra lo que en general se manifiesta. 109 Sin embargo, es precisamente la aspiración el único valor que aparece en las Reflecciones, en la Rhetórica (pág. 494) y en los Apuntamientos para el Razonador Eloqüente, en donde señala también Mayans su duda sobre su carácter de letra. Además, este último valor de H como aspiración es el que justifica el mantenimiento en algunas palabras "peregrinas españolizadas" de RH, TH, e incluso CH para el sonido [k]. 110 Por otra parte, como hemos señalado, la mayor fuerza que constituye el primer valor del primer manuscrito del Abecé, se describe también en ese mismo texto como una "mayor aspiración".
Como puede observarse, se trata de una letra con una potestad, en todo caso, poco clara. Quizás consciente de esta dificultad, y reconociendo implícitamente la inexistencia de un sonido correspondiente a esta grafía, Mayans no considera incorrecta su supresión, puesto que, según indica, no afecta al significado. Parece evidente que esta afirmación invalidaría las parejas mínimas ofrecidas como ejemplo; pero nuestro autor no parece considerarlo así.
El segundo valor de la h, representado, según Mayans, por la segunda parte de su nombre, consiste en formar parte de la figura de una letra, la [Pg. 420] CH, con una potestad propia e inconfundible, cuya descripción articulatoria no se da en el Abecé ni en las Reflecciones. Sí aparece en la Rhetórica, donde la caracteriza como palatal:
La Ch, se pronuncia apretando fuertemente con la punta de la lengua (de manera que ésta se encoja) el paladar superior, inmediato a los dientes i sin tocarlos, dejando salir la respiración de la vocal a que se llega (págs. 493-494).
Mayans tiene dificultades para relacionar la grafía H con alguna pronunciación reconocible. 111 Sólo el que denomina segundo valor se refiere a una pronunciación clara e indivisible, pero la h en este caso no es más que una parte de una figura sin ninguna relación con los dos valores anteriores. 112
No es, sin embargo, nuestro autor el único que intenta describir el sonido representado por esta letra. Otros autores del XVIII siguieron hablando de aspiración (Pérez Castiel, Gutiérrez de Terán, Gómez Gayoso, B. de San Pedro). 113 La Academia matiza también el valor de h como representante de la aspiración, restringiéndolo progresivamente, pero hasta 1880 no admite que esta letra no representa sonido alguno. El criterio de Bordazar puede considerarse, según esto, innovador, mientras que Mayans se sitúa en una posición de transición. Recoge, con matices, la tradición de la aspiración por huir del puro etimologismo; pero admite implícitamente la debilidad de su razonamiento cuando no proscribe la supresión, y, en todo caso, es consciente de que el valor que se le da no corresponde propiamente a la [Pg. 421] potestad habitual de una letra como representante de un sonido articulado diferenciado.
Las grafías que representan más de un sonido
Como hemos indicado, en el caso de las consonantes ce /q/, ca /k/, ga /g/ y ge /c/ se producía una alteración del principio por el cual debía corresponder una sola figura para cada sonido clara y diferentemente articulado. En los cuatro casos, la costumbre había hecho que cada uno de los valores o potestas se representase por dos figuras; 114 pero la confusión no se producía, ya que las distintas funciones se presentaban en distribución complementaria con las cinco vocales.
Por otra parte, la X es para Mayans una letra con una potestad especial, ya que representa, en realidad, dos sonidos, gs o cs.
C (QU, K/ Z). Las combinaciones correctas en el caso de [k] y [q] son, respectivamente, ca, que, qui, co, cu y za, ce, ci, zo, zu. 115 Los dos sonidos se describen por Mayans de la siguiente manera:
La C espressa dos sonidos diferentes: uno con las vocales primera, quarta i quinta, A, O, U, i otro, con las vocales segunda i tercera, E, I. El primer sonido es de garganta [gutural], i se forma rompiendo la respiración en el paladar alto estando la boca medianamente abierta i no echando [expeliendo] la respiración, sino dejándola salir libremente. En su pronunciación la lengua se retira haci adentro i recogida se encorva un poco i con su cóncavo toca algo el paladar mui adentro, i con tanta suavidad que casi es imperceptible, como se puede observar en la pronunciación del adverbio latino hinc [...] Junta con las vocales segunda i tercera E, I, hace otro sonido mui diferente, porque se forma hiriendo la lengua en los dientes inferiores i ahogando la respiración, suena en la boca con alguna violencia i forma un ceceo suave i sutil (Rhetórica, págs. 492-493).
Es ésta la descripción más clara y aproximada a lo que hoy conocemos de ambos sonidos (velar e interdental). En el Abecé, las descripciones resultan más confusas, sobre todo en lo que se refiere al sonido interdental:$
[Pg. 422] Es freqüente en el lenguage español el sonido consonante ca, para cuya pronunciación rompe la respiración en el paladar i se encorva un tanto la lengua [...]
Tiene la lengua española el sonido consonante ce, en cuya pronunciación se dobla la lengua junto al paladar, como quien va a silvar, ceceando (Abecé, 1, págs. 15-16). 116
Rechaza Mayans otras grafías que históricamente se han utilizado para representar estos sonidos, como son la Ce con cedilla para la pronunciación ce y la ch para la ca, 117 ya que provocarían la confusión una vez que la distribución con los cinco fonemas vocálicos se ha establecido sin posible error.
Tampoco era necesaria en este caso la k, ya que el sonido que representaba quedaba suficientemente representado por c y qu:
Digimos ya que tiene la lengua española el sonido consonante ca. Están destinadas para él la c i q [...] No necesitamos, pues, de la k. Pero por quanto con ella se escriven algunos pocos nombres latinos i muchos estrangeros, la dejamos en el Abecé, más para la inteligencia de su combinaciones voluntarias, que para valernos de ella (Abecé, 1, pág. 27).
Ya que para pronunciar ka, ko, ku nos valemos de la c, i para decir ke, ki escrivimos que, qui, reconozcamos por inútil en la lengua castellana a la letra K... pero porque los estrangeros usan freqüentemente de esta letra, nosotros degémosla en el abecé para leer su lenguage, i quando ayamos de escrivir sus nombres usemos de sus equivalentes c i q (Abecé, 2 (a), pág. [8-19]).
La k no es letra española, ni tampoco latina, sino gr[i]ega. Es mui embarazoso carácter. Las estrangeras voces, malamente escritas por los nuestros, hacen su conocimiento necesario (Abecé, 3, pág. [8]).
Frente a Correas, rechaza Mayans la posibilidad de que K se utilice como única figura para el sonido ca ([k]), y se refiere al magisterio Jiménez Patón, quien, en su Epítome de 1614, la deja fuera del alfabeto español. 118 Como puede observarse, nuestro autor la califica en el Abecé de [Pg. 423] letra inútil, pero la mantiene para entender determinados nombres extranjeros. De modo consecuente, en las Reflecciones (pág. 64) la K ya no aparece en el cuadro de las letras españolas: posiblemente, la posición de Nebrija reforzó la resistencia al mantenimiento que muestra en el Abecé. La Academia suprimió el uso de esta letra en 1815, y la admitió de nuevo en 1869.
Por otra parte, en el caso de la QU se produce también una curiosa observación que resulta ilustrativa a la hora de analizar el criterio ortográfico mayansiano. Como hemos indicado, la qu representaría el sonido ca ante las vocales e, i, mientras que la c se utiliza en la combinación con las otras tres vocales. La U que aparece en esta letra "doble en la figura" no se pronuncia cuando aparece combinada con las vocales citadas. Sin embargo, en algunos casos, Mayans defiende el uso de la grafía q cuando el que denomina sonido ca aparece en combinación con la vocal U:
Quando se dude si se ha de escrivir c o qu, si acaso se ha de herir a la u, con suavidad úsese de c, como en cuaderno, cuerpo; si con mayor fuerza, úsese de q, como en qual, quando. Esta regla se conforma admirablemente con la etimología sin atenderla. I así podrá practicarla el que no fuese etimológico, i el que lo fuere, mejor (Abecé, 1, pág. 34).
Como puede observarse, nuestro autor alude a una diferencia de pronunciación y no a la etimología de las palabras. La alusión a esta pronunciación peculiar no aparece en los manuscritos segundo y tercero del Abecé, 119 pero sí en las Reflecciones 120 y en la Rhetórica.121 Se trata de una afirmación extremadamente rara en la tradición ortográfica española. Sólo Valdés en el Diálogo de la lengua indica que los vocablos con q tienen "la pronunciación más hueca" que con c, que aparece en los que la tienen [Pg. 424] "mucho más blanda". 122 Señala Esteve Serrano que ningún otro ortógrafo alude a esta distinción en el XVI y el XVII; sin embargo, repara en que Bordazar rechaza esa diferencia en su Ortografía Española y parece responder en este caso a una opinión concreta, por lo que supone que "algún tratadista de segundo orden", podría haberla defendido. 123 Parece evidente que este tratadista era Mayans, que remite esta idea a la autoridad de Quintiliano (Abecé, 1, pág. 32), quien habría señalado tal diferencia para el latín. Éste parece ser el origen de la idea, y no, tal como afirmó Rosenblat, la obra de Valdés, ya que Mayans no llegó a conocerla hasta que fue bibliotecario en Madrid y la redacción del primer manuscrito del Abecé sería, según hemos mostrado, anterior. 124
Mayans trata de incluir sin contradicciones en su ortografía, que pretende ser un reflejo fiel de la pronunciación, un principio que parece tener una clara base etimologista, ya que la diferencia de escrituras, según indica, "obligaría a los doctos a hacer reflección si escriven en español o en latín". 125 La percepción de la sutil diferencia que, según él, separa la pronunciación de qual, quando, eloqüencia, qüestión frente a la mayor suavidad de cuaderno, cuerpo se convierte es necesaria. Mayans indica que se [Pg. 425] trata de enunciar en este caso "una regla que hermane la escritura de ambas lenguas" y, quizás consciente de que roza terrenos peligrosos para la coherencia de su propio criterio ortográfico, añade al margen "en los casos en que sea una misma la pronunciación". Como era de esperar, ya que no existía una tradición en la afirmación que comentamos, nuestro autor no ofrece en esta ocasión la relación de "hombres eruditos de sutil oído" que han observado la citada diferencia de pronunciación, y no cita en ningún momento a Valdés. Como hemos indicado, en las Reflecciones también aparece la misma observación; aunque el tono es, en este caso, más comedido; pero, la clara actitud de Nebrija (Reglas, págs. 19-20) no hace que don Gregorio modifique su opinión.
G (GU, J ). Como sucedía con c, la corrupción de la pronunciación latina hizo que a la figura G le correspodiesen dos potestades o valores:
Dos pronunciaciones ai mui distintas que pedían dos letras diferentes, i ahora se denotan con una, que es esta g, a que llamamos Ge (Abecé, 2 (a), págs. [9-10]).
Dos consonantes ai, es a saber, la c i g, que porque quieren hacer el oficio de quatro, se ven obligadas a buscar en otras letras el suplimiento de sus faltas (Abecé, 3, pág. [3]).
De la manera que discurrimos de la c i qu, i de la c i z, devemos semejantemente tratar de la g i gu, i de la g i j (Reflecciones, pág. 67).
Mayans señala una diferencia de punto de articulación en las dos pronunciaciones representadas por G, que es más velar en el caso de /g/ que Mayans nombra como ga y más adelantada hacia el paladar en el caso de /k/, ca, y de /c/, ge, para la realización de la cual en las Reflecciones habla sólo de "pronunciación gutural". No se alude, pues, a una diferente sonoridad o al carácter interrupto o continuo:
Sabemos que ai en la lengua española el sonido consonante ga, que se pronuncia encorvándose la lengua para herir la raíz del paladar dando la respiración más adentro que con la ca. [...]
Encontramos en la lengua española el sonido consonante ge gutural, en el qual, aunque también se encorva la lengua, se hiere más exteriormente en el paladar que con el sonido ga (Abecé, 1, págs. 18-20).
La corrupción, el cambio que sufrió el valor representado por g + e, i, por una influencia árabe o "africana" en el castellano que no afectó a la pronunciación de valencianos y catalanes, 126 hizo necesaria una letra "supletoria":
[Pg. 426] Pero como los españoles quando trasladaron el abecé latino a su lenguage materno ya avían corrompido con la pronunciación gutural que recibieron de los árabes la pronunciación ge, gi de los latinos, continuaron el error en las combinaciones españolas de la g, dejando en su antiguo estado las otras tres ga, go, gu (Abecé, 1, pág. 19).
No presenta esto mayores problemas, salvo el uso de la diéresis cuando la u deba pronunciarse. Sin embargo, en el segundo manuscrito propone utilizar la H para este mismo fin.
Yo soi de parecer que quando la u después de la g se haya de pronunciar (que sucederá pocas veces) se ponga antes de la u, la h de este modo, ghuante, aghuero. Dévame esta distinción la lengua española (Abecé, 2 (a), págs. [12-13]).
Es una innovación arriesgada a la que Mayans se refiere como aportación propia y que podría tener alguna relación con una idea de Correas que Mayans cita en el primer manuscrito del Abecé: 127 la utilización de la h en lugar de la u cuando G + e, i tuviese valor ga. Sin embargo, no hay ninguna referencia a este uso en el resto de los textos que Mayans dedicó a la ortografía castellana.
La letra que debe utilizarse para representar el sonido ge ante a, o, u es únicamente la j. Con esta letra se completan todas las combinaciones por lo que debe desecharse el uso de X con este valor "gutural":
Estas pronuciaciones ge, gi, no están enteras. Necesitan, pues, de una letra supletoria, para que assí como pronunciamos guturalmente, ja, jo, ju, lo escrivamos también (Abecé, 1, pág. 21).
Si para expressar dicho sonido [ge] nos valemos de la x, damos a esta letra un sonido equívoco, pues quedando indeterminado el valor de la x, escriviendo Alexandro, no se sabe, si se ha de pronunciar [Pg. 427] Alecsandro, o Alejandro. No abusemos pues de la x para el sonido gutural; i retengámosla para denotar la equivalencia de cs, o gs... (Reflecciones, pág. 70).
X. En el sistema ortográfico mayansiano, la x es la única letra cuya figura, única, responde en realidad a un grupo de consonantes:
Sabemos que ai en la lengua española un sonido consonante compuesto de c, is, o de g, is, o bien medio entre ambos, i, por consiguiente, propio de la lengua española (Abecé, 1, pág. 39).
Fin[almen]te ai una letra sencilla en la figura i doble en la potestad. Tal es la X, como se ve en las prolaciones ax, ex, ix, ox, ux, donde siendo uno el carácter, equivale a cs, o gs, como si escriviésemos acs, ecs, ics, ocs, ucs, ags, egs, igs, ogs, ugs, si es que la lengua española tiene esta última equivalencia (Ibíd., págs. 49-50)
Esta nota X equivale en latín a las dos letras CS o GS [...] Entre nosotros sólo equivale a la C i S, con una pronunciación de la C casi imperceptible (Abecé, 2 (a), pág. [27]).
Se recupera, pues, como único valor de esta letra el que tenía en latín. El problema es que esa pronunciación cs, o más frecuentemente gs, se resuelve en español en un sonido intermedio por el principio de Dionisio Halicarnaseo según el cual "quando una letra es doble se corrompe el sonido de las letras a que equivalen i se hace otro medio" (Abecé, 1, pág. 40). Esta "media pronunciación", que resulta de haber olvidado la antigua equivalencia, resulta fácil de discernir por el oído, pero es "inexplicable a la pluma", según repite Mayans en el Abecé (ibíd.).
En los grupos de consonantes Mayans suele mostrarse partidario de la suavidad, es decir, de la simplificación cuando la pronunciación resulte "violenta". 128 Sin embargo, advierte que la sustitución de x por s no es correcta, ya que "siempre confesaré que no es tan simple que perceptiblemente no dicierna el oído en su pronunciación freqüentíssimamente dos espresiones consonantes, de las quales la una es final de la sílaba antededente i la otra principio de la siguiente" (Abecé, 1, pág. 41). Así pues, hay un sonido diferenciado, aunque no sea fácil de explicar y, por ello, la letra que lo representa no debe desterrarse del abecedario, como llega a proponer Bordazar, quien reconoce que la sigue usando, pues "antes he querido tolerar [Pg. 428] un abuso, que hacerme mas odioso con abandonar este engerto tan introducido" (Ortografía Española, pág. 38).
Las dudas respecto a la potestad se reflejan tambien en la indefinición respecto al nombre que oscila entre Ex, Xi, Ix, o "corruptamente Equis por decir Exis". El valor de la letra X podía ser, según esto, más o menos complejo, pero, en todo caso, único, lo que suponía un rechazo total del uso de esta grafía con valor gutural /c/, para el que ya existían las grafías G y J: 129
El latino escrive exemplum porque pronuncia egsemplum. Quita el español la S i le da terminación regular: queda egemplo. Conque aun atendida la etimología, esta i otras muchas dicciones se deven escrivir con G i no con X, porque aquélla i no ésta es la que se pronuncia (Abecé, 1, pág. 68)
La letra X es la piedra de escándalo enque tropieza la mayor parte de los escrivientes usándola por Jota en las vocales A, O, U, escriviendo dexar, dexo, Xucar, por dejar, dejo, Júcar, i con las vocales E, I ecriviendo dixi, diximos, por dige, digimos. Ai quien dice que escribe X para imitar a los latinos. Es error manifiesto (Abecé, 2, pág. [28]).
No abusemos pues de la x para el sonido gutural; i retengámosla para denotar la equivalencia de cs, o gs (Reflecciones, pág. 70).
La supresión de la x con valor de sonido velar fricativo sordo no era general entre los tratadistas del XVIII. Autores como Mañer, 130 Sánchez Montero, 131 Pérez Castiel 132 y C. Ros 133 prefieren conservar la x con el mismo valor que la Jota, frente a Bordazar, 134 Terreros 135 y B. de San Pedro, 136 que defienden la misma posición que Mayans. La Academia, por su parte, acepta también el uso de X con este valor de /c/ en 1726 y no lo suprime hasta la edición de su Ortografía en 1815, en la que aún admite algunas excepciones (relox, box, carcax) que desaparecen en 1844. Mayans critica en los Orígenes (pág. 399) que el Diccionario de Autoridades admita que la [Pg. 429] X "se deve pronunciar muchas veces como g". Según indica, son casos de ambigüedad como este los que hacen necesario advertir "si se pronuncia el vocablo de esta o de la otra manera" mientras que la escritura "deve ser tal que ella misma enseñe como deve pronunciarse". Naturalmente, esto sólo es posible cuando a cada letra corresponde una potestad única y diferenciada, o, en todo caso, sin ambigüedad posible.
LOS SISTEMAS ORTOGRÁFICOS DE MAYANS Y BORDAZAR
A lo largo de la exposición anterior nos hemos referido a algunas de las opiniones que Bordazar expone en su Ortografía Española, sobre todo cuando discrepaban de las de nuestro autor. Hemos aludido tanto en el apunte biográfico de Mayans que encabeza este estudio, como en el principio de este mismo capítulo, a la conocida polémica en torno a la autoría de la obra del impresor, que se atribuyó a don Gregorio. 137 En un reciente artículo nos hemos ocupado de la vertiente puramente filológica de dicha polémica comparando los sistemas expuestos en sus escritos por ambos autores. 138 Recogemos aquí un resumen de lo que allí exponíamos con más detalle.
Cuando apareció en 1728 la primera edición de la Ortografía de Bordazar, Mayans la difundió entre sus numerosos corresponsales, alabándola y señalando que era, salvo ligeras diferencias, coincidente con su propio sistema inédito. En 1730, Bordazar publicó la segunda edición, con una "Apología" en la que se defendía de los ataques de Mañer. 139 Cuando este último hizo saltar la polémica, nuestro autor negó repetidamente su autoría, sin ocultar el apoyo y colaboración que le prestó al impresor en la elaboración de la obra. Según Mayans, él mismo le explicó a Bordazar "la razón" de su sistema ortográfico, y éste, una vez anotadas las ideas de don Gregorio, le pidió permiso para publicarlas. Nuestro autor le prestó entonces algunos tratados ortográficos de otros autores 140 y, a partir de esta nueva información, Bordazar elaboró finalmente su propia ortografía, en la que había [Pg. 430] ciertas discrepancias con respecto a la de don Gregorio. 141 Este último, según su propio testimonio, corroborado por Bordazar en su correspondencia, revisó la redacción tanto de la primera edición de la Ortografía Española como de la "Apología" de la segunda, respetando siempre aquellas opiniones con las que no coincidía. 142
Efectivamente, el cotejo entre los sistemas de ambos autores muestra coincidencias en algunos puntos, junto con discrepancias significativas. Ambos defienden una ortografía que sea reflejo fiel de la pronunciación y rechazan el criterio etimologista, 143 aunque siempre evitando propuestas excesivamente novedosas que fueran contra el uso común. Pero la coincidencia más clara se da en las descripciones articulatorias de las pronunciaciones correspondientes a cada una de las letras. Dichas descripciones [Pg. 431] se repiten prácticamente al pie de la letra en la obra de Bordazar y en los tres manuscritos del Abecé mayansiano.
Los testimonios personales de Mayans respecto a su papel en la elaboración de la obra de Bordazar no nos permiten aventurar si tales descripciones fueron proporcionadas por Mayans. En todo caso, la literalidad de las coincidencias parece excluir la simple recogida de unas opiniones expuestas de forma oral, tal como Mayans mantiene en su relato de los hechos; por otra parte, desconocemos cuáles fueron las posibles correcciones o aportaciones de don Gregorio en su revisión de la obra.
Junto a estas coincidencias, aparecen también discrepancias notables, como hemos anotado a lo largo de la exposición del sistema ortográfico mayansiano. Los casos más claros y beligerantes se dan en las letras H y, especialmente Q + U [ku], 144 pero también en sus discrepancias respecto al uso de B y V en probar y sus derivados, en la pronunciación de la doble S o en sus dudas respecto a la conservación de la X en el alfabeto español.
Como ya hemos señalado, Mayans indicó que entre su obra y la de Bordazar había diferencias en el uso de algunas letras, y aludió concretamente al caso de la QU. El cotejo entre los dos sistemas demuestra que existían estas discrepancias. Este hecho, así como los restantes testimonios de ambos autores en su correspondencia, pueden considerarse suficientes para aceptar que, efectivamente, Bordazar fue el autor de la Ortografía Española que apareció con su nombre.
Los testimonios epistolares parecen mostrar, sin embargo, que Mayans dio pie a la elaboración de la obra y que Bordazar sujetó su obra a la censura de don Gregorio. Es más, al estallar la polémica Bordazar manifestó en su correspondencia con Mayans sentirse halagado por la sospecha, refiriéndose a la obra en litigio como "nuestra Ortografía", aunque afirmando su propia autoría. 145
En cuanto a las coincidencias literales, no podemos saber, con los datos de que disponemos, quién elaboró realmente las descripciones articulatorias que se repiten en ambos tratados. Según su propio testimonio, Mayans [Pg. 432] respetó, al revisar la obra de Bordazar, aquellos puntos en los que discrepaba; sin embargo, no especifica su intervención en la redacción definitiva de aquéllos en los que ambos autores coincidían. Por otra parte, puede resultar significativo que sea precisamente en las descripciones articulatorias donde las coincidencias sean literales. Mayans podría no haber dado importancia a su aportación personal en un aspecto casi puramente "técnico", que no consideraría fundamental en un tratado ortográfico, donde lo que importaba era el uso de las grafías correspondientes a unos sonidos conocidos por todos. Pero no podemos asegurar que tales descripciones no fueran obra de Bordazar, o incluso de ambos autores.
En todo caso, puede observarse en las opiniones de Bordazar una posición personal y razonada, precisamente en aquellos puntos en los que el sistema de Mayans parece apartarse del principio general de reflejar la pronunciación para acatar usos basados en criterios puramente etimológicos más o menos encubiertos.
LA ACTITUD DE MAYANS ANTE LA ORTOGRAFÍA DE LA ACADEMIA
Las críticas de Mayans al sistema ortográfico propuesto por la Academia Española, que aparecían ya en el Abecé con la cita del "Discurso Proemial de la Orthographía" del Diccionario de Autoridades, continuaron a lo largo de los años. Cuando en los cánones de cambios de letras de los Orígenes (pág. 399), se refiere a la transformación de X en G, Mayans alude también a los criterios académicos en materia ortográfica para criticar la confusión que se derivaba de las concesiones a la etimología frente a la pronunciación:
I escriviendo assí, quiero decir, según la pronunciación, se evita la impertinente advertencia tan repetida del Diccionario de la lengua castellana sobre si se pronuncia el vocablo de esta o de otra manera, pues la escritura deve ser tal que ella misma enseñe cómo deve pronunciarse; porque si la Academia dice que la X se deve pronunciar muchas veces como G, ¿por qué no la escrive en semejantes casos i evita la equivocación? Mal haría el que parasse un armadijo o armara, como dicen, una paranza, queriendo que otro no cayesse en ella.
La Ortografía publicada por la Academia en 1741 supuso ya un avance en este proceso de adaptación a la pronunciación; pero Mayans siguió despreciando las propuestas de la institución alegando su excesivo apego al "origen de las voces", 146 frente a las propuestas de Nebrija y a las suyas [Pg. 433] propias. Sin embargo, como le indicaba pragmáticamente A. M. Burriel, la Academia era la única que tenía posibilidades de lograr una fijación definitiva de la ortografía española. 147 Esta fijación era, en principio, la principal preocupación de nuestro autor en esta materia, según la Carta-dedicatoria de 1734; pero Mayans no podía transigir con una propuestas que, en su opinión, iban en contra de la mayor simplicidad y de la auténtica pronunciación, y que venían de una institución con la que mantenía un largo enfrentamiento personal. De este modo, sus ataques a la ortografía académica son siempre muy duros en su correspondencia privada y, en 1773, llega a desaconsejar su enseñanza 148 en el Informe sobre el Plan de Gobierno del Real Seminario de Nobles de Valencia.
Mayans no concede a los tratados académicos sobre la ortografía más valor normativo que cualquiera de los muchos que se fueron publicando a lo largo del siglo. Esto hizo señalar a Rosenblat que en 1728 Mayans "escribía como si la Academia no existiese"; 149 de hecho, años después edita las Reglas de Orthographía de Nebrija junto con un resumen de su propio [Pg. 434] sistema ortográfico y, ya publicada la Ortografía académica, las reedita y sigue pensando en publicar su Abecé.
Sin embargo, el sistema ortográfico propuesto por la Academia Española era, evidentemente, el primero que, por el prestigio de la institución y la protección oficial, podía lograr imponerse, a pesar de las concesiones a la conservación de grafías etimológicas, que, en menor medida y convenientemente razonadas o "disculpadas", aparecen también en Mayans. Para don Gregorio, sin embargo, este prestigio era nulo frente a la autoridad de sistemas más adaptados a la pronunciación, como el de Nebrija o el suyo propio, en el que hay que destacar la defensa de usos que, como hemos ido indicando en la exposición, años más tarde serían adoptados por la propia Academia. 150
CONCLUSIONES
Mayans propuso un sistema ortográfico fundado en el principio de existencia una sola grafía para representar cada sonido simple articulado de la lengua que se hablaba en su época, con lo que se sitúa en la tradición de los ortógrafos fonetistas. Pero sabía que la estricta aplicación de este principio, frente a la costumbre que había hecho que ciertas figuras se utilizaran para representar más de un sonido, conduciría su ortografía al fracaso, como había sucedido con las de Correas y Mateo Alemán. La necesidad de conseguir la fijación y generalización de la escritura de la lengua que debía ser vehículo de cualquier reforma de las letras españolas debía estar así, en algunos casos, por encima del mantenimiento de propuestas que serían coherentes, pero que, por ser innovadoras, pondrían en peligro su éxito.
Por otra parte, y a pesar de sus fervientes protestas contra la etimología como criterio ordenador de la ortografía, Mayans prefiere en ocasiones soluciones que respeten la forma latina. Cuando se refiere al uso de la Q en la combinación con U [ku] en ciertas palabras y al sonido que representa la H, lo que sería una conservación puramente etimológica queda explicada por una supuesta diferencia de pronunciación, apoyado en el caso de H en su tradicional valor como nota de aspiración, que aparecería también en el mantemiento de RH, TH e incluso CH para el sonido [k] en algunas palabras "peregrinas". En cuanto al uso de Q en palabras como qual o quando, apela nuestro autor a una pretendida diferencia de sonido con C. Esta idea sólo parece contar con el precedente de Valdés en la tradición ortográfica española. Sin embargo, el Diálogo de la lengua no fue, según todos los [Pg. 435] datos, el origen de la idea de Mayans, quien cita como fuente a Quintiliano.
De esta manera, las grafías cuya conservación sólo parece justificarse por razones etimológicas, como afirma Bordazar, se basan en unas supuestas pronunciaciones, en las que hay que pensar que Mayans creía, y que las harían coherentes con el principio general. Nuestro autor pasa por encima de opiniones tan autorizadas como la de Nebrija para conseguir un sistema ajustado al principio fonetista con las mínimas concesiones posibles a un uso común injustificado y, sobre todo, a la etimología.
En todo caso, Mayans realiza propuestas innovadoras para la época, que acabarían generalizándose cuando fueron aceptadas por la Academia.
Además, nuestro autor realizó una importante labor de recuperación y edición de obras de los siglos XVI y XVII que se ocupan, en mayor o menor medida, de la ortografía castellana. Mayans publicó el Diálogo de Valdés, el Arte de Trovar de Villena y, sobre todo, las Reglas de Orthographía de Nebrija. Del interés de Mayans por ampliar sus conocimientos sobre la tradición ortográfica española habla la nómina de tratados que aparecen en su Specimen y que fue aumentando. 151
Pero Mayans escribía sobre ortografía al mismo tiempo que la Academia daba a la luz sus propias propuestas. En el rechazo la ortografía académica hay que considerar, sin duda, los prejuicios que se derivaban de una larga historia de enfrentamientos; pero también las reticencias hacia un sistema que no se ajustaba a sus rígidos planteamientos teóricos sobre la correspondencia entre escritura y pronunciación. Mayans nunca aceptó un sistema que consideraba poco racional, a pesar de que la Academia Española era la única que podía conseguir el fin que Mayans proponía como fundamental: la fijación y generalización de una ortografía común para el español.
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