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Juan Luís Vives - Índice... > El Alma y la vida > Libro II > Libro II. Capítulo XVII: La longevidad / Cap. XVII. De vitae longitudine

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[Texto latino en imágenes]

[Pg. 203] CAPÍTULO XVII

LA LONGEVIDAD 167

1. La vida es la conservación de aquellos instrumentos que el alma utiliza en el cuerpo. Ahora bien, el principal de éstos es el calor y, en razón del calor, la humedad adecuada al mismo es su alimento y conservación. Así, pues, los seres vivos que logran conservar muy largo tiempo estas dos cualidades son muy longevos. La primera razón y causa de la duración de la vida radica en la constitución de cada uno: debe ser cálida y húmeda en los nervios, en las médulas, en los líquidos y en los efluvios. La segunda exige que tal configuración se mantenga muy largo tiempo; a ello contribuyen en gran manera los alimentos, el ambiente, la justa medida en los ejercicios y en las acciones, así como el régimen de vida. En verdad, los que se alimentan sólo de substancias calientes, secan completamente el jugo saludable al cuerpo, y el calor se evapora, de suerte que el corazón extenuado pierde todas las fuerzas y en tal medida que en breve tiempo pierde incluso la vida, a no ser que la flema sea tan abundante que tal régimen alimenticio les resulte ventajoso. Asimismo los que habitan las regiones tórridas no conservan fácilmente el equilibrio entre el calor y la humedad; a saber, exhalan muchísimos [Pg. 204] efluvios y el cuerpo se aridece, por donde se acelera la vejez y la muerte. De igual modo los que habitan en lugares húmedos y pantanosos se ven hostigados por muchas y diversas enfermedades a causa de la gran abundancia de la pituita. 168

2. Las enfermedades, a su vez, son el camino expedito hacia la muerte, al menos cuando perjudican los órganos vitales, puesto que hay otras que no acortan la vida. Así pues, en lugares frescos y secos los cuerpos son más puros y por lo mismo más vigorosos, y la duración de la vida se prolonga más. Es cierto que el calor, en un clima algo fresco, se conserva por efecto de la reacción contraria: 169 así en invierno mejor que en verano; y la sequedad del clima y del suelo disipa los humores infectos: de esta naturaleza es el habitar en las colinas, en lugares altos y abiertos que sean constantemente oreados por auras frescas; asimismo el aire abierto y libre purifica los cuerpos y no deja que se consuman; también en cielo descubierto los espíritus de los seres vivos se tornan más alegres. A su vez un ejercicio moderado aporta e incrementa las fuerzas, ya que estimula el calor y robustece los nervios; por ello, los que hacen ejercicio prolongan más la vida que los ociosos. No obstante, un esfuerzo excesivo debilita las fuerzas y quebranta el cuerpo.

3. Los machos, en todas las especies, por haber obtenido mayor abundancia de calor, son por naturaleza más longevos que las hembras, pero la práctica excesiva de la sexualidad acorta su vida, de modo que las hembras les sobreviven. Justamente afirmó Hipócrates: «La comida, la bebida, el sueño, el sexo, el ejercicio corporal: hágase todo con moderación». 170 Los animales pequeños y los que tienen menos calor viven menos que los grandes: así las abejas menos que los perros o las ovejas y, entre éstos, cuanto cada uno ha recibido un calor más consistente, tanto más largo tiempo vive: así las abejas más que las avispas, éstas más que las moscas y las moscas más que los mosquitos. Se añade a esto que los animalitos diminutos no soportan [Pg. 205] las inclemencias del tiempo: del calor, del frío, de la humedad, de la sequedad, e igualmente las hierbas a causa de su exiguo calor y de la escasez de la materia. A la inversa, los árboles que son de una mole más compacta aguantan muchos veranos y muchos inviernos y, entre los árboles, por encima de todos, la palmera por ser la más cálida de las plantas. Y puesto que la materia de los árboles es más consistente que la de los animales y el contraste de cualidades es menor en los árboles, éstos viven más tiempo que los animales. 171 Por lo tanto, no son los cuerpos más saludables los que duran más tiempo, ni tampoco mueren más pronto los afectados de enfermedades, sino que esto acontece por el control y conservación del calor y de la humedad, adecuada al mismo, tanto en las especies como en los individuos.

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167 . Está a juicio de Vives en relación directa con el justo equilibrio entre el calor y la humedad. Una combinación bien dosificada de los humores particulares: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, asegura el equilibrio orgánico y la salud física, acompañada de una normal y feliz actividad emotiva. La conservación, pues, de estos instrumentos que el alma utiliza en el cuerpo es garantía de longevidad. Nótese que los humanistas que se empeñaron en una renovación literaria, no descuidaron la antropológica profundizando en las relaciones psico-somáticas.

168 . En este punto Vives concuerda con Aristóteles según el cual los hombres que viven en regiones deprimidas y palustres envejecen antes: cf. Problemata quae ad medicina pertinent, 14, 7. En cambio, Vives se aparta del Estagirita cuando asegura una vida más larga a los que viven en regiones tórridas: cf. Op. cit., 14, 9.

169 . Responde al concepto griego de ¦ntiper¿stasi$: cf. Aristóteles, physica, 4, 8, 6.

170 . Así lo transmite Estobeo, Serm. 99.

171 . Por ser menos acuosos y, en un tiempo igual, menos expuestos a secarse: cf. Aristóteles, De longitudine et brevitate vitae, cap. VI.

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