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Gregorio Mayans y Siscar -... > Bibliografía > Tesis Doctorales - Juan... > III Parte. Actividad cultural después de la muerte de Don Gregorio (1781-1801) - B) Aportaciones a la historia de la cultura valenciana

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Texto

[Pg. 333] B) APORTACIONES A LA HISTORIA DE LA CULTURA VALENCIANA

   Uno de los caracteres más sobresalientes de la personalidad de los Mayans, como ya ha señalado Mestre, es su gran fervor foralista. Descendientes de una familia austracista, parte de su actividad intelectual aparece centrada en la apología de la lengua, cultura e historia valencianas.

   Tampoco en este aspecto Juan Antonio se desvía del ejemplo y magisterio de don Gregorio. Así lo reconoce en unas palabras dirigidas a Vega Sentmenat: "Por último hizo en la conservación de la lengua lo que pudo, recogiendo refranes i modismos, i hasta lo menudo, pero especialmente dejándome este ejemplo que imitar entre otros muchos". 70 Pero el ejemplo del maestro fue superado por el discípulo, pues es evidente que Juan Antonio desplegó mayor entusiasmo en este aspecto ¿al menos por los testimonios que nos quedan¿ que su hermano primogénito.

   Este entusiasmo fue visible desde su juventud. Cuando Vicente Ximeno redactaba Escritores del reyno de Valencia, recurrió a los hermanos Mayans en busca de noticias biográficas y literarias. Don Gregorio le ofreció su colaboración, redactó la extensa censura en elogio de la obra y hasta fue el autor de su título, además de proporcionarle interesantes datos y comunicarle noticia de manuscritos raros que poseía en su biblioteca. Pero fue Juan Antonio quien colaboró de forma continuada, como demuestra Mestre. La constante referencia de Ximeno a las aportaciones de Juan Antonio [Pg. 334] es visible en las cartas dirigidas al erudito. La expresión más calurosa y agradecida del autor de Escritores aparece en la misma obra, al redactar la biografía de Juan Antonio: "Yo devo confessarme muy agradecido a la franqueza de don Juan Antonio Mayans; porque, aviendo recogido por espacio de muchos años un gran número de observaciones muy raras sobre la Historia Literaria de España, me ha comunicado liberalíssimamente las pertenecientes a los Escritores valencianos: y agradecido, confiesso, que es el que más me ha favorecido en este particular por la excelencia y abundancia de sus noticias". 71

   La generosidad de Juan Antonio en proporcionar noticias sobre la historia y actividad cultural de los valencianos no fue en ningún momento interrumpida. Hemos podido observar la correspondencia con Cavanilles y, sobre todo, con Cerdá Rico, que agradece las noticias incorporadas en el comentario al Canto de Turia de Gil Polo. Aunque el erudito de Castalla, con la abreviatura "B.M.", englobe a los dos hermanos, la aportación de Juan Antonio resulta innegable como se deduce de la correspondencia conservada.

   Sin embargo, la generosidad de Juan Antonio no le impide ver la actitud antimayansiana del grupo valenciano de la corte, dirigido por Pérez Bayer. Por ello, las relaciones del canónigo con dicho grupo fueron matizadas. Pese a ello, agradecerá siempre a Pérez Bayer las atenciones que tuvo con la familia en el momento de la muerte de don Gregorio, velando el cadáver y la delicadeza con que trató a sus hijos; le ayudará en sus empresas literarias (inscripciones arábigas, viajes culturales por Andalucía y Portugal, entrega de su riquísima biblioteca a la Universidad). Todo ello no dejando de apostillar que la entrega de la biblioteca de Pérez Bayer a la Universidad, aun siendo preciosa, no servirá mucho para mejorar los estudios en este aspecto, por razones evidentemente estructurales: "No puede aver regalo más precioso i útil que el del Ilmo. Sr. Bayer a esta Universidad dejándole su librería que es de las más exquisitas de España. Cien cajones ai mandados hacer i no bastarán para la mitad. Pero pregunto: ¿Sin restituirse el Patronato a la ciudad, esto qué es? En trecientos años nunca las letras han estado tan amortiguadas en este pueblo como ahora que a los males comunes añade otros particulares". 72

   Aunque con idéntico respeto y aun colaboración, la actitud de Juan Antonio con Vicente Blasco será mucho más crítica. Blasco fue la persona de quien se sirvió Sempere Guarinos para entrar en relación con el canónigo Mayans, con el fin de conseguir el catálogo de las obras de don Gregorio ylas suyas propias. Pero había una serie de asuntos en que por necesidad [Pg. 335] tenían que discrepar sus criterios. Así, pensaba Juan Antonio que el reglamento de la Orden de Montesa había sido vulnerado al concederle a Blasco el canonicato, con la finalidad innegable de que ocupase el rectorado de la Universidad de Valencia.

   Y dentro de la reforma universitaria, Juan Antonio tenía que mirar con especial espíritu crítico los planes de estudio, propiciados por la corte y llevados a cabo por Blasco. Su juicio sobre su actividad como rector no es muy favorable, como se trasluce de unas palabras dirigidas al profesor de Cervera Jaime Barcalli: "El canónigo Blasco tiene de solaz quatro meses, según costumbre desta Iglesia, i como rector de la Universidad tres años, pero de todos está desobligado por indultos de la Corte. El no levanta el pie por nadie, pero en lo propio no hai hombre tan activo i perene como él. Sobre las ideas pasadas hebreas i arábigas tendrá otras nuevas, i todo lo dejará zanjado con el ministerio actual, que hallará variado en los sugetos. En nada tendrá contradictor acá ni acullá. Assí están las cosas literarias en este país, despoblado de estudiantes". 73

   Pero, sin duda alguna, queda aún otro aspecto más interesante: Juan Antonio, que siendo rector de la Universidad vio tan controvertidos sus planes de reforma de los estudios, ¿cómo podría juzgar el plan de estudios de Blasco que no sólo había encontrado el apoyo de la corte, sino también el empuje y la protección del gobierno para su redacción e implantación? En este sentido tenemos una carta suya, dirigida a Vega Sentmenat en que expone con cierto detenimiento su criterio, no muy positivo, por cierto, del Plan Blasco.

   El Plan llegará a essa ciudad i contemplarán un monumento deste siglo. La Universidad quedará desierta, los cathedráticos más pobres, estudiarán más i se sabrá menos. Raras paradojas van escritas, pero la experiencia mostrará que son evidencias. No estrañe Vm. que el Plan no contenga autor alguno español, porque para el año quarto de medicina proponían en Madrid un libro escrito en inglés i no traducido ni aun en francés, lo que hizo ver Franceli.

   En lo de la pobreza avrá algún reparo, pero se comprenderá fácilmente en el Dr. Adalid, que gana más de dos mil pesos al año. Por el nuevo Plan se le impone doble trabajo en la Universidad i en el Hospital General el cuidar de veinte enfermos i escrivir las historias de sus enfermedades i darlas al público, para lo que es menester un quarto de hora para cada enfermo. El salario será de 500 pesos, pero la mitad no se percibirá hasta que muera el actual Sr. arzobispo. Si por necesidad le ponen substituto, lo que es facultativo del Retor, le ha de dar la mitad del salario. Propinas de grados no avrá, pues la carrera de estudios i grados es tan costoso que ni aun los cavalleros lo podrán soportar. Añada Vm. la obligación [Pg. 336] de aprender el griego dentro de cierto tiempo, i si en dos exámenes no le hallan apto, privarle de la cáthedra. Él se ha dejado de historias i se ha jubilado i retirado a su consulta. Todo está a este modo. 74

   Por otra parte, nuestro canónigo adoptó respecto al grupo de la corte una constante actitud generosa en favor de la lengua y la historia cultural valenciana. De sus conocimientos de la historia jurídica, basada en los fueros, queda un testimonio irrefutable: el comentario manuscrito de Institucions dels Furs y Privilegis del Regne de Valencia e Sumari repertori de aquells de Geroni Tarazona, conservado en el Fondo Serrano Morales del Ayuntamiento de Valencia. Resulta sorprendente la prodigiosa actividad desplegada por Juan Antonio en este sentido, que estudiaremos a continuación con mayor detenimiento.

EVOLUCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA DEL "LEMOSÍN"

   Recientes estudios han contribuido a esclarecer el gran período de oscuridad de la historia cultural en lengua valenciana, situado, según criterio general, entre 1500 (fecha de la muerte de Roís de Corella) y 1833 (fecha de "Oda a la Patria", de Buenaventura Carles Aribau), y que es considerado como el período de decadencia.

   Esta idea originaba un absoluto desconocimiento de los escritores valencianos de los siglos XVI-XVIII, desconectándolos completamente de los escritores coetáneos. Recientes estudios (Rubió Balaguer, Sanchis Guarner, Antoni Comas, Joan Fuster, Antoni Ferrando...) han contribuido a esclarecer dicho concepto sobre la decadencia de la lengua valenciana, abriendo nuevos horizontes a la historiografía actual.

   El movimiento contemporáneo interesado por las literaturas autóctonas, y en concreto la valenciana, se enraíza en el siglo XVIII. Rubió Balaguer afirma que la Ilustración produce en Cataluña y Valencia algunas figuras de talla europea que estudian en profundidad la tradición literaria patria. No obstante, señala la escasez de la literatura escrita en lengua vernácula frente a la abundancia de autores importantes que se expresan en castellano o en latín. El creciente uso del castellano en el siglo XVIII, tanto en Valencia como en Cataluña, es innegable. Así Vicente Blasco, el conocido rector de la Universidad, habla de su interés por leer y escribir la lengua de Castilla y en el círculo de los Amat en Barcelona se procura practicarla, sin olvidar el caso bien conocido de Capmany. 75 En contraste, se hace visible un empeño [Pg. 337] por recuperar el prestigio de la lengua vernácula y con ello la literatura. Así pues, en el XVIII, se detecta una paradoja entre la producción puramente intelectual y la literaria. La raíz de dicha contradicción se basa en el escaso valor que se da en la centuria a una lengua en decreciente uso, carente incluso de valor oficial, y la gran valoración que se otorgaba al pasado de una lengua de gran tradición literaria. 76

   No debe extrañarnos, pues, dada la mentalidad de la época, que en esta centuria hasta los grandes defensores de la lengua valenciana: Ros, Galiana, los Mayans..., escribieran en castellano, pese a que hablaban en valenciano, y los escasos textos mayansianos conservados en dicha lengua son copia de otros autores.

   Ahora bien, Juan Antonio Mayans dice que su hermano "hizo en la conservación de su lengua lo que pudo". Viene a confirmar este testimonio el hecho de constatar que don Gregorio hablaba valenciano entre sus paisanos (durante sus estudios en Salamanca), y sus últimas palabras pronunciadas en vida serán en su lengua materna; pedirá a los juristas que estudien valenciano para conocer las sentencias forales de la Audiencia; dirigirá alabanzas a los hombres que en otros tiempos tenían a gala conocer la lengua vernácula y aconsejará al obispo de Barcelona (José Climent) la edición de un catecismo en catalán, proyecto que no llegó a realizarse.

   Sin embargo la contradicción entre el uso de la lengua hablada y la poca frecuencia de obras escritas en valenciano, no es privativa de nuestra tierra. Tal fenómeno existe también en Cataluña: Capmany no escribió nunca en catalán, por lo que no es considerado como figura de la literatura catalana.

Decadencia de la lengua

   Sanchis Guarner, en Els valencians i la llengua autòctona durant els segles XVI, XVII i XVIII (1963), analiza las causas de la decadencia de la lengua y viene a enraizarlas en el siglo XVII, centuria que carecía del deseo de renovación. Los valencianos, en consonancia con el ambiente establecido y de acuerdo con la sociedad en que vivían, fueron acomodándose progresivamente a un espíritu mediocre que los llevaría al fuerte apego a sus tradiciones, fenómeno que produjo una visión localista de la vida en la que se sentían cómodos y de la que no deseaban salir. Ejemplo de dicha inercia fue su apoyo al tradicionalismo del Archiduque Carlos frente al espíritu renovador de los Borbones. Aunque no hay que olvidar el carácter eminentemente social de la Guerra de Sucesión española (en 1693, tras la revuelta [Pg. ] campesina de los pueblos de señorío donde ¿con anterioridad a la expulsión¿ vivieron moriscos, Valencia vivió una gran represión con la llamada Segunda Germanía. En consecuencia los vasallos apoyaron posteriormente al Archiduque frente al favor que sus señores prestaron al Borbón). Tras la derrota de Almansa el castigo de Felipe V no se hizo esperar: ordena incendiar Játiva y abole nuestra legislación foral.

   Así pues, la influencia borbónica, al igual que en Europa, se implantaría en España y la Ilustración, con su racionalismo y el consiguiente desprecio por todo lo que no fuera estrictamente "racional", conduciría inexorablemente al olvido de las tradiciones que se perdieron casi por completo en el XVIII. En consecuencia, a juicio de Sanchis Guarner, y como un aspecto más del racionalismo ilustrado, se produjo la desvalorización de la lengua materna de los valencianos.

   Los esfuerzos de Ros, Galiana, Sales, Joan Collado, Mayans y otros, por resucitar la lengua valenciana quedaron anulados, pues la Guerra de la Independencia redujo el valenciano a la publicación de coloquios (romanços de çegos) que ciertos copleros componían.

   El espontáneo abandono de nuestra lengua, evidente ya en etapas anteriores al XVIII, creó una inercia en los valencianos que recibieron con indiferencia los despóticos decretos de Felipe V (1707) que marginaban nuestra lengua de la administración oficial, restricciones que vinieron a acentuarse durante el reinado de Carlos III. Pues el valenciano se vio despojado del último reducto que le quedaba: una real cédula (1768) prohibió su uso en las escuelas, y en 1772 aún dispuso el gobierno que todos los mercaderes llevasen sus libros en castellano. Según Rubió Balaguer, esta disposición provocó el abandono del uso de la lengua materna, tanto en Cataluña como en Valencia, en la correspondencia. Puede observarse cómo las cartas de los jesuitas exiliados están escritas en castellano, aunque a decir verdad las cartas eruditas de épocas anteriores ya estaban escritas en dicha lengua. El asunto es complejo, pues también existen cartas de los mismos jesuitas y de otros intelectuales escritas en catalán antes y después de los mencionados decretos, como puede observarse en el Epistolari de Finestres publicado por los padres Casanova y Batllori.

   Ahora bien, bajo esa aparente indiferencia de los valencianos ante la decadencia y abandono de su lengua, subyacía en la sociedad valenciana un gran amor por su pasado histórico que incluía también el estudio de su lengua, al menos como erudición.

   En resumen, la Ilustración produjo una doble erudición: la clásica y la nacional; así lo prueba el resurgimiento de los libros de los escritores clásicos valencianos, cuya lectura produciría el conocimiento y valoración de una lengua importante en tiempos pretéritos.

   Sin embargo, a juicio de Sanchis Guarner, la intención de los eruditos valencianos no buscaba una restauración de su lengua materna. Sus estudios [Pg. 339] estaban provocados por una simple curiosidad científica que nunca pretendió resucitar viejas glorias. Así tenemos como ejemplo la Academia Valenciana, creada por Mayans, que funcionó entre 1742 y 1751 y no produjo ningún fruto literario escrito en lengua autóctona.

   Pero aún hay más, la Ilustración española desarrolló su actividad al margen de la Universidad y Valencia no fue una excepción. El Alma Mater yacía víctima de los bandos escolásticos y, encallada en la rutina barroca, se había desprestigiado. Los jesuitas, que desde 1679 ocupaban algunas cátedras importantes, defendían la enseñanza en latín, actitud que Mayans considerará una aberración. Un real decreto de 1735 reiteraba la obligatoriedad del latín en las enseñanzas universitarias. Pero no vayamos a creer que la lengua que propugnaba Mayans para la enseñanza frente al latín era la valenciana, sino la castellana. Así, según Sanchis Guarner, Mayans no reivindica para su lengua materna más que el derecho a vivir a la sombra de la lengua oficial de la monarquía. Lo cual no le impedía buscar viejos libros "lemosines" olvidados, con el fin de confeccionar un diccionario castellano-valenciano, aunque frente al hallazgo de 30.000 nombres castellanos sólo encontró una cantidad muy inferior de sus equivalentes valencianos. Postura que no debe extrañarnos, puesto que los catalanes eruditos del XVIII, Capmany, Masdeu, Bastero, Puigblanch..., también infravaloraban su lengua materna.

   Comas, en la Historia de la literatura catalana, analiza la situación de la lengua autóctona en el siglo XVIII en Cataluña y, comparándola con la situación en Valencia, llega a detectar una serie de matices. En Valencia abundan más los coloquios, romances y piezas de tipo popular, para conmemoración de fiestas. En cambio, en los altos estamentos, donde apenas se percibe el uso del valenciano, permanece mucho más vivo y próximo el recuerdo de los autores antiguos que en Cataluña. Este fenómeno se debe a que los grandes escritores del siglo XV son valencianos y a que la literatura del XVI y XVII, pese a que está escrita en castellano, ayudó a mantener vivo este recuerdo. Los clásicos eran leídos en Valencia, y la interpretación de la lengua antigua suscitaba discusiones y polémicas, según dice Agustín Sales en el "Juicio" que publicó en Diccionario valenciano-castellano de Carlos Ros: "sobre voces medio anticuadas cada día vemos debates y consultas, por falta de un buen diccionario de lemosín en castellano".

   Ahora bien, los valencianos del XVIII, deslumbrados por el peso de esta tradición literaria y basándose en las diferencias dialectales, reclaman la primacía de la lengua "lemosina". Sólo Orellana se atreverá a negar la unidad de las hablas de Cataluña y Valencia. Según Sanchis Guarner, las corrientes artístico-literarias en la Europa del XVIII eran aristocráticas y minoritarias, por lo que el neoclasicismo afrancesado nunca fue popular. En consecuencia, frente al afrancesamiento predominante, el pueblo creó el [Pg. 340] "casticismo": los elementos del folklore valenciano que han perpetuado hechos típicos tienen todos los caracteres del XVIII.

   Así, frente al desprecio que los doctos sentían por la lengua materna, el estamento popular permanecía fiel a ella. Hecho normal, por otra parte, puesto que ¿según Benedetto Croce¿ la poesía popular emana de una doble corriente: la recepción, por parte del pueblo, de formas e ideas cultas y su asimilación de una cultura procedente de una clase social superior. Este fenómeno viene a complicarse cuando existe una lengua ajena que distancia aún más a las clases sociales y, en consecuencia, se produce una disociación entre la cultura de la clase refinada ¿que escribe y habla una lengua importada¿ y la incultura de la masa popular, que habla una lengua infravalorada. La poesía popular sufre en este caso la consecuencias. Así, el uso de la lengua valenciana en el siglo XVIII había adquirido un carácter eminentemente folklórico y las escasas obras cultas que surgen (intentando un acercamiento a la lengua castellana) toman, en ocasiones, cierto aire de barroquismo un tanto distinguido.

   Mientras tanto, para el uso del pueblo se escribía una literatura religiosa de corto alcance, junto a la literatura festiva de cierta gracia. Los autores de romances, gozos, milagros, rondallas y coloquios, eran en general de no muy elevada cultura, aunque gozaban de éxito popular. Entre dichos autores es forzoso destacar al que sobresale por su mayor ambición literaria y por su exaltado y constructivo amor a la lengua materna: Carlos Ros, precursor de la Renaixença valenciana.

   Conectando de nuevo con Sanchis Guarner, puntualizaremos que la Ilustración en Valencia influyó en intelectuales, algunos aristócratas y clérigos, pero no alcanzó a personas relevantes de la burguesía e incluso llegó a provocar cierta hostilidad entre la pequeña nobleza, el bajo clero y la masa popular. A diferencia de la aristocracia, el pueblo valenciano seguía siendo extremadamente antifrancés. En 1793 se iniciaron una serie de revueltas provocadas por diferentes causas: contra los emigrantes franceses, contra la carestía de vida, contra las quintas... Estos disturbios, según Martínez Aloy, son demostraciones del "desensonyament" ¿en término acuñado por Sanchis Guarner¿ político del pueblo valenciano. Por primera vez los valencianos toman iniciativas públicas y osan exigir a la monarquía disposiciones que respondan al espíritu, necesidades y deseos del país.

   A este pueblo que durante el siglo XVIII adquirió peso en la sociedad era necesario hablarle en su misma lengua si se quería influir en él. Así se comprende que Ros consiguiera más éxito entre el pueblo, como autor de romances y coloquios, que entre los intelectuales, ante los que fracasó. A finales del XVIII y principios del XIX aparecerán hojas sueltas ¿en sustitución de la prensa¿ que iban dirigidas al pueblo comentando los acontecimientos cotidianos. El pueblo prefirió los col·loquis representables en las fiestas de barriada que los coloquieros escribían en un valenciano más corrupto [Pg. 341] aún que el que hablaban ellos mismos, y manifestaban clara repulsa hacia las normas gramaticales. Todos los coloquieros fueron antifranceses y con frecuencia liberales. Pero es innegable que constituían un claro fermento que ya preludiaba la cercana Renaixença.

Reivindicaciones de la lengua "lemosina"

   Los primeros intentos de restauración de la lengua "lemosina" parten de Cataluña, con La Crusca Provenzale de Antoni de Bastero. Dicha obra, publicada en Roma (1724), entrañaba un error: el defender la identidad del catalán con el provenzal. 77 Pero su mérito es innegable: constituye el inicio de la defensa de una lengua tan desprestigiada. El mayor interés de la obra de Bastero reside en ser el primer intento de revalorización, incluso anterior a la de Carlos Ros (sin remontarnos a siglos anteriores, hasta Onofre Monescal, cuyo Sereno fue premiado en 1597). La idea lanzada por Antoni de Bastero fue recogida por el jesuita Mateo Aymerich en su Historia geográfica y natural de Cataluña, que quedó manuscrita con la expulsión de los miembros de la Compañía.

   Ahora bien, este fenómeno reivindicativo no quedó limitado solamente a Cataluña, sino que también se desarrolló en Valencia. Ambos movimientos ¿catalán y valenciano¿ presentan cierto paralelismo respecto a la finalidad que persiguen, aunque respecto a su origen exista cierta independencia en ambas regiones. Según Rubió Balaguer, entre Cataluña y Valencia existía en el siglo XVIII cierta incomunicación en el terreno literario. También lo afirmaba Joan Fuster para nuestros días, lo cual explicaría "la diferencia de ritme i sentit" entre ambas literaturas. 78 No ocurría lo mismo respecto a la erudición, en la que ambas literaturas no estaban tan desconectadas. Bastaría para probarlo el Epistolari Finestres-Mayans publicado por el P. Casanova.

   En el siglo XVI ya se observa una tendencia a excusarse del abandono de la lengua materna. ¿Confirmaría tal fenómeno el escaso valor que le concedían a su propia lengua? No necesariamente, puesto que se imponía una realidad histórica. Lo mismo ocurría en Francia o Italia. En el siglo XVII la guerra "dels Segadors" ya entrañó reivindicaciones respecto a la igualdad de la lengua autóctona con el castellano. No es de extrañar, por tanto, que dicha corriente aflore en el siglo XVIII, cuyos apologistas contaban ya con un fuerte apoyo: la Real Academia de Buenas Letras que en 1729 sucedió ¿sin nombre todavía definido¿ a la de los Desconfiados. En [Pg. 342] sus actas aparecen citadas lecturas de poesías en catalán, que fue cada vez más usado a partir del Real Despacho de Fernando VI. 79

   Muchos años después, entre los proyectos realizados por la Academia adquiere mayor relieve el de la confección del Diccionario Catalán, que fue uno de los factores decisivos en la génesis de la Renaixença. El Diccionario en sus orígenes perseguía un mayor conocimiento del castellano. Pero, en realidad, impreso por Joaquim Esteve (1803-1805), con la colaboración de Félix Amat y Torres Amat, llegaría a convertirse en uno de los mejores medios de defensa de la lengua catalana. También en la Academia de Buenas Letras se despertó el interés por la ortografía del catalán que se puede observar en la última década del siglo XVIII, incluso dentro del periodismo barcelonés.

   En resumen, habría que admitir que existen dos movimientos simultáneos, pero no sincrónicos en Valencia y en Cataluña que van en busca de la revalorización de la lengua propia. Ambos movimientos difieren entre sí por su expresividad. En Cataluña existe un predominio del sentimiento con aire solemne. En Valencia destacan el sentido práctico y la erudición. Pese a tales diferencias regionales, el término "lemosín" venía usándose para nombrar la lengua común y era generalmente aceptado.

   A juicio de Rubió Balaguer, una de las circunstancias que motivaron las diferencias literarias entre Cataluña y Valencia fue la burocracia que rodeó la abolición de los fueros de Valencia en 1707, mucho más radical que el posterior Decreto de Nueva Planta en Cataluña. Los valencianos del siglo XVIII, más eruditos que los catalanes, se movían en un plano más científico que sentimental. Gregorio Mayans marcaba la pauta a seguir en su Specimen bibliothecae hispano-maiansianae (1753), cuando elogiaba los esfuerzos de Carlos Ros por el uso de la lengua valenciana y en su correspondencia con Galiana entre 1762 y 1764 en su interés por la edición de los clásicos valencianos. 80

   Idéntico cariz erudito podemos observar en la carta del dominico Luis Galiana a Carlos Ros (22-V-1763). Es todo un programa de publicaciones de lo que hoy llamaríamos Biblioteca Clásica Valenciana, desde el Libre dels feyts de Jaime I hasta les Trobes del fingido Mossén Febrer. En cambio, en Cataluña hasta Milá y Fontanals o Rubió y Ors no se encuentra un proyecto parecido. Estos proyectos se vislumbran en la correspondencia entre don Gregorio y Galiana y coinciden con las ideas expuestas por Agustín Sales en el prólogo al Diccionario valenciano-castellano de Carlos Ros (1764).

   La abundancia de estudios bibliográficos en Valencia (muy anteriores a las Memorias de Torres Amat) suministró a las apologías del valenciano, [Pg. 343] realizadas por Galiana y Sales, una amplia información de la que carecían las de Bastero. En este sentido la actividad erudita de los Mayans, especialmente de Juan Antonio, no será ajena a estos conocimientos. Y quizás lo más interesante es la conciencia que tienen de la unidad de la lengua, pues Galiana estimula a Ros (1763) para que lleve a cabo la edición de los clásicos valencianos, alegando que también se despacharán en Cataluña y Valencia y, como veremos después, la confesión explícita de Juan Antonio Mayans.

Inicios del movimiento reivindicador del valenciano

   Uno de los principales cronistas valencianos, Gaspar Escolano, dividirá las lenguas habladas en España en tres grandes grupos: la lengua vasca, residuo de la que trajo el legendario Túbal; la lengua castellana (dentro de la cual incluye al portugués) con sus variaciones regionales y resalta la perfección con que se habla dicha lengua en Toledo; y en el tercer grupo incluye la lengua "lemosina", hablada en la Provenza y en la Francia gótica y también en Cataluña, el reino de Valencia, Islas Baleares y Cerdeña.

   Según Escolano, el "lemosín" nació en una ciudad de Francia, llamada "Lemonices" en tiempo de los romanos y posteriormente "Limogenes", y la provincia "Limós". Como resultado de la unión de la lengua hablada por los españoles que pasaron las fronteras en tiempo de los árabes y de la francesa que se usaba en la otra parte de los Pirineos, surgió la lengua "lemosina". La teoría de Escolano en cuanto al origen provenzal del "lemosín" fue seguida por Carlos Ros que a la vez coincide en aceptar los tres grupos de lenguas. Sin embargo conviene señalar una diferencia, pues Ros aplica el nombre de lengua valenciana al tercer grupo, en lugar de la tradicional denominación de "lemosina", porque "en este nombre es en el que pusieron la mano nuestros passados en perficionarla, en el que ha merecido tantas honras y grandezas..., y en el que ha sido tan loada de muchos escritores, pero no en el de (lengua) catalana, que ésta no ha tenido cuidado de adelantarse, pues hoy día se conserva malsonante, grosera, isleña y montaraz, que a esto llamamos los valencianos `margall¿. Y así es muy justo se llame al tercer ramo de las lenguas principales de España, el de la valenciana, pues aunque por las razones dichas, le tocase a la catalana, no lo merece por su descuido. Pero las dos, como he dicho, dimanan de la lemosina, comprehendiéndose en la de Cataluña, la de Mallorca, Menorca e Ibiza. Y esto no es dezir tampoco que la catalana sea ruin lengua, pues yo a ninguna me opongo". 81 Por consiguiente, el valenciano viene a ser para Ros la norma, la regla de oro para el conjunto de las modalidades dialectales "lemosinas", como lo [Pg. 344] fuera el toledano dentro del conjunto castellano. Bien es cierto que Ros no consiguió ganar para su causa a la aristocracia pero llegó a un importante grupo de intelectuales. A pesar de esa circunstancia, en su vejez, se considerará fracasado llegando incluso a plantearse un fallido traslado de residencia a Barcelona.

   Carlos Ros exageraba cuando se sentía incomprendido porque, si bien no consiguió hacer reaccionar a la sociedad valenciana en el sentido que pretendía, fue simplemente porque iba contra corriente. El hecho fue así de sencillo; la sociedad valenciana no estaba preparada. Pero también se equivocaba al pensar que carecía de seguidores, como demostrarán Galiana, Sanelo, Agustín Sales, entre otros.

   Por lo demás, Carlos Ros (1703-1773) es considerado por los valencianos como el iniciador del renacimiento de los estudios sobre la lengua y literatura valencianas. Fue, asimismo, un escritor que propagó la lengua con sus escritos despertando el interés por su enseñanza ya olvidada. Es alabado por don Gregorio, mientras que Galiana y Agustín Sales lo consideran como máxima autoridad en el dominio de la lengua. Varias imprentas valencianas editaron sus obras y, en el año de su muerte, los impresores José y Tomás Orga publicaron su Formulario de escrituras.

   Se ignora la expansión que alcanzaron los vocabularios escritos por Ros más allá del Reino de Valencia, aunque el notario es consciente de que la obra de tendencia popular por él iniciada influiría posteriormente en otros autores. 82 Según Rubió Balaguer debieron llegar a conocimiento de Pere Labernia, valenciano de Trayguera, autor de un diccionario catalán (1844), de gran consideración en Cataluña durante el siglo XIX. Asimismo, subraya Rubió la extraña coincidencia entre la obra de Carlos Ros y las defensas del idioma publicadas en Cataluña a finales del siglo XVIII. 83

   En principio, la indiferencia inicial de la Academia barcelonesa respecto al diccionario catalán, contrasta con las defensas de la lengua valenciana, que, escritas en lengua vernácula, surgen de manera continua a lo largo del siglo XVIII. En Valencia se publican ¿siempre en castellano¿ diccionarios y ortografías, aunque no aparece ninguna gramática y no puede probarse su conexión directa con la Renaixença. Joan Fuster defiende que no hubo interrupción después de Galiana y Ros, aunque considera que el no uso del valenciano fue la causa de la anulación de la iniciativa valenciana. ¿Faltó el calor comunicativo o el móvil sentimental que poseyó la defensa de la lengua en Cataluña? Algunos coetáneos fueron conscientes de esta realidad. Galiana ya constataba tal hecho a mitad de la centuria y Joan Baptista Escorihuela a fines del siglo (1799) señalaba el descrédito en que había caído nuestra lengua, que sólo era usada por poetas vulgares, haciendo culpables [Pg. 345] a los "sabios" de tal decadencia por no usarla y darle el valor que le correspondía.

   No pretendo en este estudio averiguar las causas que motivaron dicha decadencia. Pero es necesario constatar que, valiéndose de diferentes medios y en etapas distintas, tanto Valencia como Cataluña vendrán a coincidir en un movimiento de reivindicación que, iniciada en el siglo XVIII, halla su plenitud en la Renaixença.

   Señala Joan Fuster, en cuanto a la poesía se refiere, la completa incomunicación que existía ya desde la mitad del siglo XVI entre la literatura escrita en Cataluña y la de Valencia. Aun resultando exagerada dicha afirmación, no podemos menos de admitir que existe una diferencia en cuanto al ritmo y sentido, como ya dijimos, en los siglos de la decadencia literaria del valenciano. Así lo admite Fuster, quien señala al mismo tiempo que en el siglo XVIII sólo se mantiene la vitalidad literaria en la literatura satírica popular cada vez más degradada. Es la literatura de los col·loquis en la que destaca Carlos Ros y su imitador Carlos León, y en los rahonaments.

   El sentido burlesco de esta abundante producción basa su interés en ser fuente de estudio del valenciano dialectal, puesto que en ella sobresale el uso de la forma dialogada. Dichas piezas parecen en ocasiones textos populares, género en el que destacan Mossén Bertomeu Tormo, Joan Collado, Fr. Vicent Tomás Tarifa. 84

   Sólo cabe la excepción de Joan Baptista Escorihuela que no perteneció a los poetas llamados de "carrer" por Joan Fuster. De él publica Ribelles Comín dos composiciones religiosas que contrastan con la trivialidad de la poesía valenciana del siglo XVIII. Se publicaron en 1798-1799 y una de ellas contiene una valoración del uso literario del valenciano. Así puede situarse a Escorihuela como enlace entre Ros-Galiana y los sucesores en relación con la defensa del valenciano. En su obra la lengua posee calidad dentro de su dialectismo. Según Llombart, su obra fue muy abundante y parte de ella se imprimió en los periódicos de Valencia desde 1794 a 1802.

JUAN ANTONIO Y LA DEFENSA DE LA LENGUA VALENCIANA

   Después de la breve visión general del movimiento reivindicativo de la lengua, tanto en Cataluña como en Valencia, sus diferencias y semejanzas, así como sus relaciones mutuas, vamos a ceñirnos a Valencia para situar a Juan Antonio en el marco del movimiento reivindicativo de la lengua y sus colaboraciones en el estudio de la literatura valenciana. Aspecto desconocido hasta el momento presente, puesto que sus documentos manuscritos han [Pg. 346] permanecido inéditos. Únicamente Mestre, desde la perspectiva de su hermano don Gregorio, vislumbró la pasión valencianista de Juan Antonio.

   Según Llombart, le cabe a Valencia la gloria de ser la primera en la empresa reivindicativa de su lengua, y señala como iniciador de tal revalorización a Joan Collado que en 1755 publicó poesías valencianas. Indica asimismo la actividad de Fr. Luis Galiana y Carlos Ros en 1763, para finalmente citar la publicación en el Diario de Valencia de las Trobes de Mossén Febrer y una colección de Adagis valencianos. Pero es necesario indicar que antes de las fechas señaladas por Llombart, especialmente la de Collado, Carlos Ros había iniciado su campaña reivindicativa de la lengua. 85 Téngase en cuenta que en la década de 1730 aparecen las obras de Carlos Ros: Prácticas de ortografía para los idiomas castellano y valenciano (1732), Tractat d¿adages y refranys valencians... para escriure ab perfecció la lengua valenciana (1733), Epítome del origen y grandeza del idioma valenciano (1734). Además, como es sabido, Ros publicó en 1735 una edición de Spill de Jaume Roig y en 1739 aparece el Breve diccionario valenciano-castellano.

   Que los hermanos Mayans conocían estos movimientos reivindicativos resulta evidente, pues ya en los Orígenes de la lengua española (1737) don Gregorio demuestra su interés por la lengua "lemosina". Así, en la citada obra, transcribe unos versos de Jaume Roig y añade: "No puede juzgar de la dulzura de estos versos el que no sepa pronunciarlos". Por lo demás, poseía los trabajos de Ros, como se puede ver en Specimen bibliothecae hispano-maiansianae (1753). Hay que resaltar, además, que del entorno de don Gregorio surjan los panegiristas de la lengua valenciana: Fr. Luis Galiana, Agustín Sales y, según palabras de Mestre, "en órbita más lejana el mismo Carlos Ros". 86

   Ahora bien, el estudio del idioma materno emprendido por los valencianos con anterioridad (excepto Bastero) y mayor erudición que los catalanes, presenta dos tendencias paralelas y de diferente sentido: una popular; otra erudita y científica. En la primera podemos encuadrar a Ros y a Galiana; la segunda tiene por protagonistas a los hermanos Mayans.

Valencianismo popular

   La figura que protagoniza el movimiento reivindicativo en el campo del valencianismo popular es Carlos Ros. Escribió ¿en valenciano y en castellano¿ numerosos romances, décimas, sonetos y coloquios de claro contenido festivo y religioso, obras de orientación profesional para procuradores [Pg. 347] y notarios y un conjunto de tratados gramaticales y de vocabularios. Además publicó Llibre de les dones e concells (1735) de Jaume Roig y Rondalla de rondalles (1768) del P. Galiana.

   Carlos Ros consagró su vida al enaltecimiento y restauración de la lengua valenciana. El P. Galiana lo consideraba un hombre providencial y, pese a que carecía de un conocimiento científico de la lengua vernácula, contiene aciertos de gran valía. La métrica era el medio que usaba para enseñar la lengua valenciana. En el aspecto lingüístico se adelanta cronológicamente a los diccionarios catalanes. Se interesa especialmente por la ortografía y acentuación del valenciano y, con su gramática y reglas, se convirtió en un abnegado maestro de la lengua.

   En 1732 Ros publica su primera obra gramatical: Práctica de ortografía para los idiomas castellano y valenciano, cuyas ideas repitió al año siguiente en el Tractat d¿adages i refranys valencians i pràctica per a escriure ab perfecció la llengua valenciana, una forma de cartilla, "per a bé parlar i norma per a llegir i escriure el valencià". En el "Prólogo" del Tractat d¿adages..., explica con claridad el doble fin que persigue: acreditarse como buen valenciano amante de su lengua y defender y valorar la lengua valenciana porque, por medio de ella, se aprende a escribir la castellana con más fundamento y seguridad que los propios castellanos. Admite, además, que ¿aun no siendo así¿ poco daño se podría hacer a los valencianos dándoles reglas claras y seguras para que no olvidasen su lengua y que la supiesen leer y escribir correctamente. Carlos Ros es, además, autor de diccionarios: Breve diccionario castellano-valenciano (1739), Diccionario valenciano-castellano (1764), Raro diccionario valenciano, único y singular de voces monosílabas (inédito) y Diccionario valenciano-castellano de voces polisílabas, que, a juicio de Comas, fue quemado por el autor.

   Pero la faceta más relevante de Ros es, sin lugar a dudas, su gran esfuerzo por lograr la enseñanza de la lengua valenciana, dirigida especialmente a la gente sencilla de la calle, lo cual puede verse con claridad en dos de sus obras: Breve explicación de las cartillas valencianas y Diccionario valenciano-castellano. El mismo Ros reconocerá su supremacía en el movimiento, confesándose el primero en la reivindicación del valenciano, lo cual le convierte en el pionero. Asimismo es consciente del fin que persigue y que hace constar en sus escritos. 87

   Como ya se ha notado, la causa inmediata que lanzó a Ros en defensa de nuestra lengua fue la decadencia en que estaba sumida, quizás más en el estudio y conocimiento que en el habla. "Se halla nuestra lengua valenciana en tal olvido (respecto de leerla, letrearla y escrivirla) que estando las combinaciones, o sylabas de dificultad, explicadas lo mejor o menos mal que se [Pg. 348] ha podido, será difícil, aun para los mismos naturales, comprehenderlas". 88 En su intento de hallar las causas principales de la decadencia de la lengua valenciana, Ros las reduce esencialmente a dos: el poco uso que de la lengua hacen los escritores y la ausencia de medios para aprenderla.

   Respecto a la primera causa, se lamenta Ros de la escasa existencia de personas que sepan leer los escritores en lengua valenciana. 89 Idénticas quejas profiere Mayans, lo cual demuestra que el desconocimiento del valenciano después del Decreto de Nueva Planta llegó a constituir un problema grave. También Galiana, abundando en las ideas de Ros y de Mayans, sitúa la causa de la decadencia de la lengua valenciana en la falta de su uso en los escritores del XVIII.

   La coincidencia de varios escritores coetáneos en el análisis de las causas de la decadencia de la lengua, viene a confirmar que el problema existía de forma acusada y que estaba generalizado. Paradójicamente, todos ellos caen en el mismo defecto que censuran. Así, tanto Ros como Mayans y Galiana, usan para expresarse por escrito la lengua castellana. E idéntica contradicción detecta Rubió Balaguer en Cataluña. Fenómeno, por otra parte, lógico, conocida la progresiva castellanización de la sociedad valenciana. Dada la escasa comprensión de la lengua, su lectura quedaba reducida a un escaso número de lectores, y en consecuencia, se vendían con mayor rapidez los libros escritos en castellano.

   La carencia de medios que facilitaran la comprensión y dominio del valenciano ¿segunda causa apuntada por Ros¿ le incitó a escribir su Diccionario valenciano-castellano, 90 y justifica su redacción, pese a que la considera elemental, con el deseo de que sirva de aliciente y con posterioridad se redacten otros diccionarios más extensos y copiosos. Por supuesto, los Mayans consideraban el Diccionario de Ros elemental e insuficiente. Y no deja de constituir un síntoma el hecho de que Juan Antonio dejara manuscrito un Diccionario valenciano-castellano, cuya edición prepara el Prof. Casanova.

   Plenamente de acuerdo con los criterios sobre la decadencia de la lengua se presenta Galiana en la carta que Ros incluyó en su Diccionario: "Yo no sé qué cosa mala han encontrado en ella los valencianos para que assí la vaian olvidando, siendo cierto que hombres de juicio i sin passión hablen de ella con elogio". El mismo Ros confiesa que la decadencia del valenciano se agrava por el escaso conocimiento que de ella tienen los intelectuales de su tiempo. Así dejará constancia del hecho en su Breve explicación de cartillas valencianas. 91

   [Pg. 349] Esa misma conciencia le sirve de acicate para escribir sus Cartillas. Y en el capítulo tercero de la Breve explicación de las cartillas valencianas, señala la razón que le movió a escribirlas, porque dirige su crítica a los autores de escritos públicos: escribanos, notarios, clérigos..., que "más bien cuidan con vanidad de hacer letra hermosa, aunque descuiden la ortografía, o bien hacen garabatos". 92

   A través de las obras de Ros puede detectarse con claridad el escaso aprecio que los valencianos del XVIII sienten por su lengua, que en épocas anteriores se hallaba pujante. La idea fundamental de nuestro notario se basa en el conocimiento y aprendizaje en las escuelas de la escritura del valenciano y en el fomento de su lectura. Y la fórmula que encuentra más adecuada es hacer llegar a los niños sus Cartillas. Ros basa el dominio de la ortografía de una lengua en la buena enseñanza que se recibe en la escuela primaria. De ahí su interés por hacer llegar sus cartillas a manos de "maestros de niños" que carecen de buena preparación ortográfica.

   Afirma, por otra parte, que no hay nadie que "pueda saber hablar bien, leer ni escribir un idioma", sin el dominio previo del alfabeto y añade que con "un alfabeto general" es imposible aprender bien a leer y escribir cualquier idioma, "ya valenciano, ya latino, ya castellano". Desde esas razones propone la necesidad de "cartillas castellanas, latinas y valencianas", con las combinaciones ajustadas a la "pronunciación" de los dialectos o "sylabas", para la formación de las "dicciones". Puede observarse que tampoco se opone Ros a la enseñanza de la lengua castellana con sus correspondientes cartillas. Otros autores del XVIII vendrían a corroborar estas ideas, como consta en la "Aprobación" a la Breve explicación de las cartillas valencianas, firmada por Vicente Ximeno, beneficiado de la catedral de Valencia, y más conocido por su obra Escritores del reyno de Valencia.

   Compara Ros la atención que dedican otras regiones a su lengua materna, que ya disponen de sus respectivas cartillas en las escuelas, con el escaso interés que observa en el reino de Valencia, lo que va unido a la despreocupación por su lengua: "En todos los reynos tienen a grandeza confesar su materno idioma. Aunque en España sea general el castellano..., aman los reynos de otra lengua la suya: sin embargo de estar admitida la castellana, Cataluña tiene Cartillas Catalanas, Castilla sus Castellanas... Y assí las demás tierras... Esta ciudad de Valencia carece de las suyas, o de un tratado que explique las combinaciones o sylabas conducentes a la formación de los vocablos para entendimiento de su lengua valenciana y dialectos". 93 Idéntica observación anota Juan Antonio Mayans cuando, refiriéndose a Cataluña, comenta el hecho de que esta región cuida mucho la guarda de su lengua, mientras Valencia la descuida. Paradójicamente, Ros, al igual que [Pg. 350] los escritores del XVIII, escribe sus Cartillas en castellano, por lo que se excusa dando las mismas razones que todos los escritores de la época. "La enseñanza de los alphabetos no puede hazerse bien por escrito, por mucho que se expresse. Las Cartillas se van aprehendiendo (en cada tierra) por tradición verbal; sin necessitarse de más autoridad que la de los mismos nacionales... Supuesto que el que huviese de aprehender nuestro Alphabeto Valenciano entenderá el Castellano y la lengua, se esplican las combinaciones o sylabas de dificultad en castellano para que se comprehendan lo menos mal que se pueda; pues por el no uso del nuestro idioma es precissa esta prevención; aunque mejor se entenderán verbalmente." 94

   Finalmente, en Cualidades y blasones de la lengua valenciana (1752), Ros analiza las cualidades que, a su criterio, posee el valenciano: su brevedad, suavidad, gracia y ser agradable. Resalta, asimismo, la riqueza de monosílabos y observa que la suavidad del valenciano se debe a que se sirve mucho de la "e" y de la "s", que son letras blandas, dulces y suaves. La gracia se debe, sobre todo, a los diminutivos. Destaca, además, su mezcla de palabras árabes, griegas, hebreas y latinas (especialmente estas tres últimas) y la gran cantidad de palabras promiscuas (que pueden pronunciarse tanto en fonética catalana como en valenciana). Por lo demás le da valor su tradición histórica: recuerda que fue la lengua hablada por san Vicente Ferrer, quien llegó a afirmar que era "l¿idioma de l¿Espirit Sant", y, como no podía ser menos, la anécdota de Alejandro VI en elogio de la lengua valenciana. Y como prueba de esa riqueza y variedad escribe Ros un romance en monosílabos que, a juicio de Comas, constituye un "delicioso galimatías".

   El deseo de continuidad de Ros, respecto a su obra, vendría a concretarse en Galiana. El dominico expresará su intención de continuar la obra del notario en Rondalla de rondalles: "Y esta ha segut sens dubte la intenció de son autor, lo qui (com home que non te altres que de aprofitar y fer el be al comú en tot cuant puga) no tant ha pres aquest treball pera divertir al Públic, cuant pera veure si mourá a alguns altres, a que traten mes seria y cumplidament daquest asumpt". Fue Galiana el discípulo principal de Carlos Ros, aunque su corta vida le privó de realizar su obra con mayor amplitud. Su formación cultural era mucho más sólida que la del notario. Fue Galiana un buen latinista que mereció el afecto de don Gregorio, con quien mantuvo una activa correspondencia, así como con Agustín Sales y otros destacados eruditos valencianos. Pero más que la erudición, al dominico le atraía la literatura festiva y era un gran enamorado del pueblo valenciano y de su lengua. Las razones que alega en defensa de la lengua son precisas y concretas y todavía conservan hoy gran parte de actualidad.

   Protesta Galiana contra los que consideran que nuestra lengua sólo sirve para las cosas graciosas, pues él la considera también apta para asuntos [Pg. 351] serios y, para combatir el desprecio social de nuestra lengua, propone la reedición de nuestros clásicos. Y aunque reconoce las dificultades económicas que dicha empresa entraña, confía resolverlas con una visión nacional de mayor amplitud que todos los valencianos panegiristas de la lengua que le habían precedido.

   El P. Galiana y Cervera escribió ¿aparte de algunas obras filosóficas, teológicas y religiosas¿ en castellano: la Carta a Carlos Ros y una Recopilación de refranes valencianos, que contienen al final un cuento en valenciano, lógicamente el texto de los refranes también está escrito en valenciano. Galiana hace una recopilación de modismos, refranes y metáforas populares de la época, llena de gracia y, pese a su cariz festivo, no confunde los vulgarismos con los arcaísmos y proclama la necesidad de un diccionario exhaustivo que recoja todo el léxico antiguo y dialectal. Sus obras escritas en valenciano: Rondalla de rondalles, acompañada de la Carta a Carlos Ros que pot servir a un mateix temps de dedicatòria i pròleg; el Col·loqui gracios i entretengut que ha passat este matí entre l¿Aguilujo de Moltó i la Blanca del Marqués sobre la Processó que es feu ahir, dia 26 de juliol, d¿este any 1766, en la vila d¿Ontinient, y Set dedicatòries que ha compost i s¿imprés ab lo seu nom.

   También Agustín Sales quedó influido por el movimiento valencianista de Ros, aunque no pertenecía totalmente a su tendencia popular, puesto que a la vez se dejó influir por la corriente erudita de los Mayans.

   Las tendencias de Sales y de Galiana quedan clarificadas en el juicio que escribe el primero en el Diccionario valenciano-castellano y la carta que Galiana dirige a Ros y que éste inserta en el Diccionario. Sales sólo se limita a hacer una evolución histórica erudita de nuestra lengua y cita los principales autores valencianos de cierto valor literario: Jordi de Sant Jordi, March, Jaume Roig... Continúa con el estudio de los reyes aragoneses que fomentaron la lengua: Pedro IV el Ceremonioso, Alfonso V el Magnánimo, Fernando el Católico... y sigue con la relación de predicadores en lengua valenciana, sin olvidar los sermones en "lemosín" de Antonio Buenaventura Guerau y del Dr. Gaspar Blas Albuixech y del arcediano Juan Bautista Ballester, ni la Historia de la Passió escrita por mossén Bernardo Fenollar.

   En contraste con el talante puramente erudito de Sales, Galiana adopta una postura más cercana a la tendencia popular de Ros. Si bien analiza con detalle a los autores valencianos y hace referencia concreta a las obras de algunos, pronto toma una postura muy personal y afectiva ante la obra del notario valenciano. Así, cuando comenta la obra literaria de algunos valencianos que escriben en castellano por temor a no ser entendidos, añade: "No assí Vm. pues, aunque possee uno i otro con mucha perfección, no ha querido despojar a nuestra patria de la gloria que le cabe en tener un idioma tan cabal; tomando para esto aquel trabajo de que sólo pueden formar idea [Pg. 352] buena los que se han dedicado al estudio de las lenguas. Por esso entiendo io que es Vm. acreedor de que los doctos eternizen i colmen de alabanzas sus escritos. Yo quisiera ser ahora un hombre grande para poderles celebrar como merecen; pero ia que no puedo hazerles este honor, me contentaré con dar a Vm. las gracias i exortarle a que prosiga en exaltarnos nuestra lengua. Reflexione seriamente la gran necessidad que tiene de pulirse, i los pocos que se aplican a este estudio; i ia que Dios le ha dado esta afición, empléela en provecho de este reino, que tanto interesa en retener su propia lengua; pues aunque no huviera otro motivo que encontrarse escrito en ella casi todo lo que se halla en los archivos, sería preciso conservarla. Lo qual se lograría fácilmente, reimprimiendo algunas obras de estilo terso i puro, que están casi olvidadas. Apuntaré las que juzgo más útiles en prueva de mis buenos deseos". 95

   Galiana aporta su visión personal e incluso orienta al notario hacia la reimpresión de algunas obras y la publicación de otras (como la Crónica de Jaime I). Idea que también aparece en los planes de don Gregorio Mayans. Y el dominico cree que la ciudad de Valencia debería subvencionar estas ediciones y alega que Mallorca y Cataluña se quedarían muchos ejemplares "per ser la llengua una mateixa en la substància".

   No se salva Galiana de cierto matiz erudito. Así vemos cómo cita obras y autores antiguos: Ausias March, la Cudolada de Jaume Roig (que, por lo demás, había sido reimpresa por Carlos Ros)... No es de extrañar tal erudición, dada la amistad que le unía a los hermanos Mayans, demostrada por la correspondencia entre el dominico y don Gregorio y que el mismo dominico confesaba. Pero su tendencia hacia la línea popular fue más poderosa, como se demuestra en los elogios a la obra literaria de Ros.

   Sin embargo Galiana no es un simple admirador de la obra de Ros, sino que aporta su trabajo que plasma en realidades concretas y busca documentos que pone a disposición del notario: hallazgo de dos cartas "lemosinas" que comunica con gusto a Ros. En Rondalla de rondalles (obra a imitación del Cuento de cuentos de Quevedo y de la Historia de historias de Torres y Villarroel) llega a recoger el dominico expresiones vulgares y coloquiales, quizás con la intención de ironizarlas para resaltar que el uso incorrecto de dichas expresiones se debe a la ausencia de diccionarios y gramáticas que hagan distinguir las locuciones correctas de las incorrectas y las que corresponden a los diferentes estamentos sociales. Desde el punto de vista estético-literario, según Sanchis Guarner, esta obra es la mejor de las producidas en Valencia durante el período de decadencia de la lengua. Aunque Mayans riñó a su autor por publicar tal frivolidad, dicha obra fue alabada por Azorín.

   [Pg. 353] Para finalizar la visión global del movimiento reivindicativo de la lengua es menester aludir a otros dos personajes: Orellana y Sanelo. Orellana, nacido con anterioridad a Galiana, no parece haber tenido vínculo alguno directo con Ros y sólo una carta a don Gregorio (1775) demuestra su relación con los Mayans, aunque muy anterior a su actividad reivindicativa de la lengua. Además de dos vocabularios con los nombres de los pájaros de la Albufera de Valencia y de los peces que se pescan en el mar de las costas, se ocupó Orellana de la lengua en su obra Valencia antigua y moderna, una de las joyas más valiosas de la erudición valenciana, según Sanchis Guarner. Alaba el carácter lacónico del valenciano y su melodía (vocales "e" y "o" cerradas y abiertas) y el sistema de sus fonemas vocálicos que es de cuatro grados de abertura.

   Da Orellana una relación de nombres homógrafos pero bífonos. Y como hombre de letras, admiró a Matheu i Sanç, ilustre jurista del XVII, cuyas ideas lingüísticas sobre la independencia del valenciano respecto del catalán llevó al último extremo. Orellana, a diferencia de Ros y Galiana, afirma abiertamente la secesión literaria del valenciano del conjunto catalán. Según Sanchis Guarner, Orellana admite la idea tradicional de la ascendencia "lemosina" de las lenguas catalana, mallorquina y valenciana, y dice que los catalanes y mallorquines han conservado menos alterada la lengua lemosina que los valencianos, cuyo trato de mayor familiaridad con los castellanos produjo el abandono de muchas voces del "lemosín", así como la mezcla de su lengua con nuevas voces y términos castellanos, italianos y latinos. Dicho fenómeno originó la lengua valenciana que, aunque de origen común, "llegó a reputarse por distinta de la catalana".

   Así mismo, Comas interpretará las ideas de Orellana de la siguiente manera: la lengua valenciana nació en Limoges (fruto de la fusión de la lengua hablada en dicha zona y de la lengua de los hispánicos que se refugiaron allí en tiempo de la invasión árabe). Con la conquista se extendió por Cataluña y los catalanes, por su parte, la llevaron a las Baleares. Sin embargo, a Valencia llegó la lengua lemosina en su modalidad más genuina porque la llevó Jaime I, que la había aprendido en Montpellier directamente de la boca de su madre. Según Orellana, los catalanes por tenaces y los baleáricos por vivir aislados, conservaron con mayor fidelidad la lengua "lemosina". Los valencianos, en cambio, la han mezclado con términos de otras lenguas, lo que ha propiciado el nacimiento de la lengua valenciana diferente de la catalana. La lengua valenciana, seguirá Orellana, tiene unas excelencias y ventajas que no posee la catalana. Excelencias, sobre todo fonéticas, que hacen que nunca pueda confundirse el valenciano con el catalán o el mallorquín. Y, concluye que, al hablar, un catalán entiende fácilmente a un valenciano, mientras que éste entiende al catalán con dificultad.

   Y, para terminar, tendremos que añadir que la última generación de valencianos del XVIII ¿nacidos alrededor de 1760¿ recibirán de lleno el impacto [Pg. 354] de la Revolución francesa. Jaime y Joaquín Lorenzo Villanueva, Sanelo, Pastor Fuster..., manifiestan ya un vitalismo de claro matiz romántico, y su erudición, lejos ya del frío clasicismo, será más cálida y nacional. Su actitud ante la lengua no será de añoranza sino que estará llena de dinamismo y de investigación. El personaje más destacado en este sentido será Sanelo. Pero todos estos personajes desarrollan su actividad al margen de la peripecia intelectual de Juan Antonio Mayans.

El valencianismo erudito: los Mayans y la defensa de la lengua valenciana

   La separación entre los dos movimientos valencianistas, popular y erudito, a la que antes hemos aludido, no podía ser tajante ni drástica, puesto que, como ya dijimos, ambos se dieron de manera simultánea. De ahí que algunos estudiosos de la lengua valenciana participen de las características de ambos movimientos; es el caso de Agustín Sales o del mismo Galiana. Aunque el divorcio entre el valencianismo popular y erudito no fuera radical, sí existen diferencias: el movimiento popular es mucho más sentimental y su interés lingüístico es mucho más entusiasta; en contraste, el erudito es mucho más intelectual y de mayor interés histórico. Pero esa diferencia no quiere decir que no coincidan en el reconocimiento de la decadencia de la lengua y en la reivindicación del uso. 96 Aunque, como ya hemos podido observar, ninguno de los dos grupos utilizan generalmente el valenciano para expresar sus inquietudes.

   Ni que decir tiene que la tendencia erudita estaba dirigida fundamentalmente por los hermanos Mayans y que influyó en algunos estudiosos españoles y extranjeros. La base erudita inicial de los estudios de la lengua valenciana tiene sus raíces en los Orígenes de la lengua española de don Gregorio, publicado en 1737. Hartzenbusch, en el prólogo a su reedición en el siglo XIX, alaba la aportación personal de su autor, y afirma: "El tratado de los Orígenes, que reimprimimos al Sr. Mayans, nos hace ver, si no todo, mucho de lo que debemos a cada una (de las naciones). Desde que él lo publicó, se han hecho estudios que añaden harto a los suyos; pero contando siempre con ellos: la utilidad de la obra es siempre grande, aunque necesite de otras para completarla, complemento que todavía, para ser cabal, necesitará algunos siglos". 97

   Resta añadir el valor de las bases eruditas en que se apoyó D. Gregorio cuando realizó la referida recopilación con su aportación personal, remontándose [Pg. 355] a los orígenes de la lengua española, sin marginar, por supuesto, a la valenciana. Hoy la estimación de estas aportaciones ha recibido una muy alta valoración con el libro de María José Martínez, Las ideas lingüísticas de Gregorio Mayans, en el que, por supuesto, dedica un capítulo a las ideas mayansianas sobre la lengua valenciana.

   Las raíces del valenciano las sitúa Mayans en "los cristianos que se recogieron en algunos lugares fuertes de los montes Pirineos". Estos dieron "feliz principio a los reyes de Sobrarve" y "fueron conquistando a Aragón y Navarra, también procuraron conservar su lengua romano-española. De esto y de la vecindad y trato de aragoneses y castellanos nace la grande conformidad entre una y otra lengua aragonesa y castellana, aunque antiguamente la aragonesa se conformaba mucho más con la valenciana o, por decirlo mejor, era lemosina". 98

   Sigue estudiando el desarrollo y evolución del "lemosín". "Por otra parte, los catalanes... iban extendiendo sus conquistas, y con ellas la religión cristiana y propia lengua, que era la lemosina, esto es, la romana corrompida en tierra de Limoges, no en Languedoc, como dice el autor del Diálogo de las lenguas." 99

   Busca don Gregorio encuadrar el valenciano en el marco del "lemosín". Así distingue en España dos grupos de lengua: castellano y lemosín. En el primer grupo incluye el castellano y sus varios dialectos. En el lemosín, señala el catalán, valenciano y mallorquín. Veamos lo que piensa a este respecto:

   (Si) la lengua castellana fue romana en su origen y después se naturalizó en Castilla, y la lemosina también fue romana en su origen, y después se naturalizó en tierra de Limoges, de unos y otros nacieron los modos de hablar "Romance castellano" y "Romance lemosín".

   Desde ese momento, cada vez que aparezca el término "lemosín" entre los escritores del siglo XVIII, será interpretado como sinónimo de la lengua común que integra al catalán, valenciano, mallorquín y en la hablada en el Sur de Francia , y no en otro sentido. Y nuestro erudito, después de realizar una reivindicación de la lengua "lemosina", censura el poco amor que se tiene por ella: "La lengua lemosina fue la lengua erudita en tiempos pasados. Aún hoy lo atestiguan tantos libros como quedan, pero que se van perdiendo muy aprisa por el poco amor a las cosas propias y demasiada afición a las extranjeras".

   Continúa don Gregorio estudiando las raíces de la lengua en la historia, con error (según las investigaciones actuales) en el uso de los términos y [Pg. 356] mezcla el valenciano (lemosín) con el provenzal: "Los poetas provinciales escribieron en esta lengua. Por esso el Dante, en el fin del canto XXVI.., introdujo a Arnaldo Daniel, poeta provenzal, trovando en lengua lemosina".

   Mayans se complace recordando el valor y mérito de los escritores valencianos y antepone nuestro Ausias March a los autores castellanos coetáneos, demostrando la influencia que ejerció el señor de Beniarjó sobre sus coetáneos y posteriores castellanos: "Aún hoy se oye con veneración el nombre de Ausias March, príncipe de los poetas lemosinos y gloria inmortal de la ciudad de Valencia, que fue su patria verdadera".

   En ese sentido, Mayans contrapone a Ausias March otro gran poeta lírico castellano, Garcilaso de la Vega, y no deja de sorprender que conceda la supremacía al valenciano a quien, según su criterio, Garcilaso tomó por modelo: "Garci-Lasso de la Vega, príncipe de los poetas castellanos, se preció de imitar a este insigne trovador, y tal vez le copió a la letra". 100

   Y para dar mayor seguridad y firmeza a su aserto, se basa en Juan de Resa, capellán de Felipe II, que publicó un Vocabulario de las voces "lemosinas" más extrañas de Ausias March con sus correspondientes explicaciones castellanas, a fin de que pudieran entenderse con mayor facilidad. Y se pregunta: ¿No será quizás el autor de dicho vocabulario Honorato Juan, un valenciano obispo de Osma, gran admirador de nuestro poeta, de quien afirma Escolano que compuso un abecedario semejante?

   Ahora bien, la estimación de Mayans no acaba ahí, sino que pretende demostrar la influencia de Ausias March en los poetas castellanos a través de las diferentes traducciones: "Don Baltasar de Romaní tradujo nuestro poeta en lengua castellana y publicó su traducción en Valencia, año 1539, en folio, cuya traducción se apropió después, año de 1579, Jorge de Montemayor, poeta bien conocido". 101

   También habla Mayans de otro traductor de Ausias March, el valenciano Vicente Mariner, circunstancia que le permite alabar de nuevo al señor de Beniarjó:

   Vicente Mariner, también valenciano, bibliotecario de Felipe IV en su real biblioteca del Escurial, hombre de maravillosa facilidad en traducir de griego en latín y también en versificar, habiendo sido quien más ha traducido en el mundo, y por ventura ha hecho más versos latinos (de cuya multitud de escritos, todos de su letra, soy testigo), redujo los Cánticos de mossén Ausias March a Elegías latinas y las imprimió entre sus Obras poéticas y oratorias. 102

   [Pg. 357] La atención no se limita a Ausias March. Otros autores merecen su respeto y admiración. Así Jaume Roig, médico de la reina doña María de Luna, esposa de Alfonso V el Magnánimo. De él alaba que escribiera "en lengua lemosina, con tanto ingenio, suavidad y dulzura, que parece un Anacreonte o Catulo en lo pícaro, en que no debiera". Así copia unos versos de Jaume Roig, y en su comentario ensalza la dulzura de la lengua materna: "No puede juzgar de la dulzura de estos versos el que no sepa pronunciarlos". Estas palabras vienen a confirmar sus afirmaciones de que hablaba en valenciano.

   Buen conocedor, como podía serlo en su época, de los escritores valencianos, no los cita todos, porque no es su "propósito hacer catálogo de ellos", pero señala que se conservan algunos manuscritos de estos autores, mientras otros escritos están contenidos en el Cancionero general, al tiempo que afirma que "otros suelen acompañar las Obras del maestro Roig". Por lo demás, no pierde la esperanza de que su amigo francés, el marqués de Caumont, realice un "catálogo de todos ellos". Sin embargo, hay un autor que don Gregorio no quiere pasar por alto, y a quien "no se puede omitir sin ofensa de la lengua". Se trata del rector de Vall-Fogona (Vicente García), a quien califica como "hombre de sumo ingenio y de admirable gracia".

   Mayans clarifica, finalmente, su criterio sobre las relaciones entre las lenguas que, según afirma, constituían la "lemosina". "Los dialectos de la lengua lemosina son la catalana, valenciana y mallorquina. La catalana ha recibido muchos vocablos de la francesa; la valenciana de la castellana; la mallorquina se llega más a la catalana, como hijo della." No podía faltar una comparación entre las tres lenguas, procedentes del mismo tronco, y en el juicio no hace falta decir a cuál de las tres dará la preferencia: "De todas las tres la más suave y agraciada es la valenciana, y no me lo hace decir la pasión". 103

Influjo de Mayans entre los eruditos españoles y extranjeros

   Hemos indicado la importancia de los Orígenes en el estudio de la lengua española, como lo han confirmado Lázaro Carreter o María José Martínez. Pero también el capítulo dedicado a la lengua lemosina tuvo su repercusión, como lo demostró Mestre. 104

   Hablamos con anterioridad de Agustín Sales y, aunque aprueba el Diccionario de Ros, a quien alaba calurosamente, no puede ocultar el carácter [Pg. 358] erudito. Sus comentarios sobre los principales autores valencianos, su extensa disertación sobre la necesidad de un Diccionario valenciano, el cual relaciona con el libro de Elegancias de Juan Esteve, en valenciano y latín, impreso en Valencia (1489), con la cita del libro de los Sinónimos para uso de los gramáticos, demuestran unas preocupaciones históricas nada comunes.

   Esa línea erudita de Sales resulta evidente y no puede negarse el influjo mayansiano, como el mismo Sales indica en su censura del Diccionario: "De él (Diccionario), carecemos, no sin notable perjuicio de las haciendas i causa pública. Previno ya esto mi gran amigo don Gregorio Mayans i Siscar, nacido para el esplendor de la nación, i que con nadie se puede comparar; quien hablando en su Specimen de nuestra lengua patria o lemosina, escribe assí juiciossísimamente: Quam vindicare prope ab interitu opus est ingeniorum, et eorum solum, qui per multos annos vacarunt lectioni librorum scriptorum valentina lingua, qui propter indigenarum incuriam perrari sunt, cum editi consummantur, et nullo modo renoventur". 105

   Además de la admiración de Sales ante la erudición de don Gregorio, no deja de constituir un símbolo que el cronista de Valencia copie precisamente las palabras que el erudito había dedicado a Ros en el Specimen. Pero a confirmar el carácter erudito del valencianismo de Sales viene el uso que hace, en la misma censura del Diccionario, de la carta del jesuita Andrés Marcos Burriel, publicada en Escritores del reyno de Valencia de Vicente Ximeno.

   Lo curioso en este caso es que el mismo Sales, en esa censura del Diccionario de Ros, dejará constancia de la dualidad de tendencias que existía en el valencianismo de su época: frente a las ideas y método defendidos por los eruditos, señalará la necesidad de popularizar la lengua, tendencia protagonizada por Ros: "Entre tanto, Carlos Ros, inclinado desde su puericia a mantener en su ser, como buen valenciano, la perfección de nuestro vulgar idioma, pensó ocurrir en algo a la presente necesidad imprimiendo en 1739 un Breve diccionario valenciano-castellano, que se despachó en poco tiempo. El qual, añadido ahora en muchíssimos vocablos i dispuesto en otra forma, intenta publicar".

   Ahora bien, el interés de don Gregorio por la lengua valenciana era grande y, dentro de la difusión de la cultura española en el extranjero (Schönberg, Meerman, conde de Linden, marqués de Harrach, Strodtmann, Cramer...), también encontró las circunstancias oportunas para difundir su entusiasmo por la lengua y los escritores en valenciano.

   Así, no podemos omitir algunas referencias al envío de obras de escritores valencianos al extranjero. La primera referencia la encontramos en [Pg. 359] 1734, en una carta a su hermano Manuel. En ella dice don Gregorio que regala a Milord Keith las Antigüedades de España y África, las Medallas de Lastanosa y las obras de Ausias March (12-VI-1734).

   Las relaciones culturales con Milord Keith, mariscal de Escocia, son un buen testimonio de su interés por difundir la historia literaria valenciana. Actitud también visible en la correspondencia con el francés marqués de Caumont. En su relación epistolar con Caumont, el lugar de preferencia lo ocupa la lengua "lemosina". En la primera referencia al marqués, ya muestra con claridad su preocupación por la máxima figura de la poesía valenciana: Ausias March (21-III-1735).

   Comenta Mestre la sorpresa que produce el hecho de que Mayans indique en esta carta el envío de la traducción castellana de Ausias March, y añade que quizás el erudito conservase para su uso el texto valenciano. Mayor asombro causan unas palabras de Caumont, afirmando que posee dos ediciones del poeta cuya lectura le ayuda a comprender la evolución de la lengua "lemosina" (22-II-1735).

   Caumont demuestra una constante preocupación por conocer los caracteres filológicos de la lengua "lemosina" a través de su parentesco con la catalana. Para ello el marqués busca libros italianos, especialmente el Donatus Provincialis (primera gramática lemosina del siglo XIII, según Milá y Fontanals). 106 Consta asimismo el interés de Caumont por la obra poética de Jaume Roig por lo que se deduce de la respuesta de don Gregorio: "Las obras de Jaime Roig, que V.S. desea ver, son difíciles de hallar; porque los pocos que las tienen las guardan con estimación. Yo soi uno de ellos. Pero por esso mismo las ofrezco a V.S. i desde hoi son suyas" (21-III-1735). Oferta tan generosa será rechazada con caballerosidad por Caumont, debido a la rareza del libro, que le impide aceptar por delicadeza.

   Lo que acabamos de exponer viene a demostrar la coexistencia paralela de las dos tendencias ¿popular y erudita¿ que se daban en el estudio de la lengua valenciana. La última carta aludida entre Mayans y Caumont (fechada en 1735) parece ser anterior a la edición que hizo Carlos Ros de Lo llibre de les dones e concells donats per mossén Jaume Roig (1735), aunque incompleto debido a la censura inquisitorial. Recuérdese asimismo las alabanzas dirigidas por don Gregorio a la dulzura de sus versos imposible de captar por quienes no pudiesen pronunciarlos.

   Más tarde será Juan Antonio Mayans quien celebre el hallazgo de un ejemplar de la primera edición del Lo llibre de les dones y, después de indicar que tiene anotaciones personales en páginas blancas interpuestas que podrían servir para una buena edición, lo envía al abate Juan Andrés para [Pg. 360] que pueda utilizarlo en su obra Origen, progreso y estado actual de toda la literatura.

   Ya indicamos el interés que demuestran Mayans y Caumont por el estudio de la lengua "lemosina", con el consiguiente intercambio de ideas. Veamos la invitación de Mayans a Caumont para colaborar en los proyectos eruditos: "Algunos (poetas lemosines) se conservan manuscritos, otros se hallan en el Cancionero general y otros suelen acompañar las Obras del maestro (Jaime) Roig. Espero que mi eruditíssimo amigo, el marqués de Caumont, nos dará un cumplidísimo catálogo de todos ellos".107

   Caumont queda sorprendido ante este elogio que le parece excesivo; sin embargo, la idea de Mayans le abre nuevos horizontes. Asimismo le facilita al valenciano sus conocimientos, y le habla del equipo que estudia a los trovadores y de los materiales que tienen recogidos.

   El proyecto era muy amplio: pretendía hacer la historia de la lengua provenzal y de la obra poética de los trovadores. Para lograr el mencionado trabajo era imprescindible encontrar las fuentes en toda la zona geográfica que abarcó la lengua. Este intercambio enriquecía a ambos investigadores. El viaje de su colaborador, el Presidente de Mazangues, a Italia les facilitó gramáticas, glosarios y poesías. Una vez agotado el ámbito francés respecto a lo que se conocía de los trovadores, Mayans aportaría lo relativo a España: obras de poetas valencianos (Ausias March, Jaume Roig, Crónica de Muntaner). También sacarán partido de los Orígenes de la lengua española.

   Tan vasto proyecto será descrito con amplitud por Caumont, quien desde Aviñón escribe a Mayans: estudio de la filosofía, conocimiento de los usos y costumbres expresados por los trovadores, contenido histórico de su poesía... (13-II-1738). El proyecto tenía tales dificultades que sólo Milá y Fontanals se atreverá a emprender tal tarea ¿un siglo más tarde¿ respecto a los trovadores catalanes, y últimamente Martí de Riquer.

   Resulta curioso que el interés por las cosas valencianas se dé más acusado entre los extranjeros que entre los patricios. Así vemos cómo Lord Keith, mariscal de Escocia, además de servir de enlace entre Caumont y Mayans, se preocupa por editar en Ginebra las obras clásicas de la historia literaria valenciana. En 1755, don Gregorio se entera de que el mariscal ha pedido unos libros valencianos. El interés de Lord Keith por editar en francés o en castellano las Crónicas de Jaime I y de Muntaner resultaba evidente. Ante tal noticia, don Gregorio manifiesta su alegría, al tiempo que le entristece la despreocupación de los mismos valencianos:

   Aun en tiempo en que la lengua lemosina se estimava algo, porque se entendía mejor, se conservaron solamente entre mui pocas manos de los [Pg. 361] hombres más inteligentes i curiosos, las historias que escrivieron el rei don Jaime el Conquistador i Ramón Muntaner; i fue menester que el Príncipe don Carlos las pidiesse a la ciudad de Valencia (quizá por la persuasión de su sabio maestro Honorato Joan) para que dicha ciudad las hiciesse imprimir. Los castellanos i extranjeros, que no sabían la lengua, quedaron ignorantes de ellas. Los valencianos i catalanes, que las entendían, no cuidaron de comunicarla a otras naciones, si bien dice don Nicolás Antonio en su Bibliotheca Antigua que la de Muntaner se tradujo en castellano i se imprimió en Barcelona, año 1595. Pero o esta no es cierta o dicha impressión se ha hecho tan rara que ya no aparece (27-IX-1755).

   El erudito Mayans, siempre interesado por lo relativo a la lengua materna, se lamenta del escaso interés que los valencianos han puesto en defenderla:

   I assí por servir a V.Ex. i a mi patria, acato el odioso empleo de censor i, quando llegue el caso i sea del gusto de V.Ex., comunicaré al traductor algunas noticias pertenecientes a Ramón Muntaner que no fue catalán, según la común persuasión, sino valenciano. Pero V.Ex. viva con la inteligencia de que estas obras en el estado presente no tendrán estimación en España, como no la tienen otras muchas del mismo género, no aviendo salido a luz la mayor parte de las chrónicas contemporáneas de los sucesos, aun las escritas en lengua más inteligible. La de estas dos historias es tal que, si ahora no se traducen, en adelante será mucho más dificultoso, porque la lengua lemosina se va olvidando mui aprisa (27-IX-1755).

   La relación de don Gregorio con los extranjeros no era sólo personal, sino que procuró introducir a otros amigos. Así indicará a Agustín Sales como posible traductor de la Crónica de Muntaner, al tiempo que escribía a Sales animándole a aceptar tal cometido. Será precisamente Mayans quien hará a Sales las advertencias oportunas para que lograra una traducción literal, basada en el interés por la "conservación de la lengua lemosina" (22-V-1756).

   En este aspecto, es menester destacar sus relación epistolar con Cramer, a quien ofreció obras y de quien recibió libros. No deja de sorprender que entre las obras solicitadas por don Gregorio, aparezca una obra clásica valenciana, aunque en su traducción francesa, pues el erudito nunca logró conocer el texto original: "También quisiera conseguir a Tirant lo Blanch por el abad Souchai en francés". 108 Cramer estuvo en Oliva, como también Lord Keith en 1759. Pero ni el interés de Mayans ni los deseos de Cramer y [Pg. 362] Lord Keith, consiguieron que las Crónicas de Jaime I y de Muntaner fueran traducidas al castellano ni fueron editadas por el editor ginebrino.

La escuela valenciana erudita

   La línea erudita, que inició don Gregorio respecto al estudio y conocimiento de la lengua valenciana (mejor dicho, respecto a la historia literaria), fue continuada por su más directo y fiel discípulo, su hermano Juan Antonio. Pero el interés por la lengua, en sus aspectos eruditos, y especialmente por la historia de la literatura, prendió en otros historiadores que trabajaron bajo su influjo. Ese es el caso de Ximeno. 109

   Clérigo y beneficiado de la catedral, ya en 1743 llevaba nueve años recogiendo documentos para escribir una Biblioteca de los escritores valencianos. Reconocía Ximeno que para semejante empresa necesitaba ayuda de quienes pudieran facilitarle datos históricos. Por ese motivo se dirige a don Gregorio en busca de colaboración. Esa solicitud de ayuda va avalada por el Dr. Manuel Gómez, miembro de la Academia Valenciana, que estimula a don Gregorio para que le preste su ayuda intelectual.

   La aportación de Mayans no se hace esperar, y Ximeno está convencido de que la generosidad del erudito se debe a su interés por ayudar a los estudiosos y al hecho de haber sido admitido el mismo Ximeno como miembro de la Academia Valenciana. Pronto podemos observar su gratitud por los apuntes y datos que le llegan de Oliva:

¿los he leído una y muchas veces, y me parece haber comenzado a descubrir un gran tesoro con que enriquecer mi Bibliotheca de las más apreciables noticias. (27-XI-1743)

   A partir de ese momento, Ximeno recibe semanalmente unos pliegos de Mayans comunicándole noticias literarias, y escribe al erudito: "Cada pliego que recibo de Vm. me da tan copiosa luz que, si yo desde que empecé mi Bibliotheca, hubiera tenido quien así me la franqueara, pudiera estar muy adelante o concluida del todo" (4-XII-1743).

   Ante la solicitud de Ximeno, Mayans le envía también las correcciones que había realizado sobre la Bibliotheca valentina de Rodríguez. Estas correcciones se conservan en el fondo mayansiano del Colegio de Corpus. 110

   Siguió don Gregorio facilitando una serie de noticias literarias sobre escritores valencianos: notas añadidas por Nicolás Antonio a su Bibliotheca [Pg. 363] Hispana, aunque, según confesara, sólo había copiado las relativas a los escritores valencianos. Más importante resulta la ayuda del erudito en las noticias de autores del siglo XVIII. Porque, además de haber mantenido amistad con muchos intelectuales (Corachán, Tosca, Íñigo), había conseguido los manuscritos de Antonio Bordazar después de su muerte acaecida en 1744. Más tarde Ximeno enviará el texto redactado sobre Bordazar con la súplica de que realizara las enmiendas pertinentes, con lo que la paternidad del artículo sobre Bordazar es prácticamente obra de Mayans.

   Ahora bien, como ya hemos indicado anteriormente, el verdadero autor de las notas enviadas a Ximeno era Juan Antonio. No hace falta repetir el texto de Escritores del reyno de Valencia, ya transcrito, en que Ximeno agradecía a Juan Antonio su generosa aportación: "y agradecido confiesso que es el que más me ha favorecido". Y manuscritas de Juan Antonio se conservan una serie de noticias relativas a los escritores valencianos.

   Tanto influyen los hermanos Mayans en Ximeno que, incluso en los errores, se deja llevar por ellos. Así ocurre en el caso de Onofre Esquerdo, autor de la ficción de Les Trobes de Mossén Febrer. Estas son las palabras de Ximeno: "Quise ese otro día coordinar las noticias que tenga recogidas de Onofre Esquerdo, pero lo suspendía por haber entendido por el amigo Cabrera, que el Sr. D. Juan Antonio apuntaba algunas para enviármelas, y como todo cuanto me envía es para mí del mayor aprecio y de tanta utilidad, me he resuelto a esperarlas, y prosigo entretanto en coordinar otros" (17-I-1748).

   Como dice Mestre, sorprende que Juan Antonio, convencido de la existencia de interpolaciones ejecutadas por Esquerdo y, tras conocer que Viciana no cita Les Trobes de Febrer, no diera el salto definitivo y afirmara la ficción total de la obra. Pues bien, Ximeno mantiene el mismo criterio respecto al fingido manuscrito.

   Pero la influencia de los Mayans sobre Ximeno no se limita a la aportación de datos, sino que don Gregorio le orienta en la metodología, estructura y estilo de la obra. Y Ximeno, consciente de sus limitaciones, se constriñe a repetir las ideas aceptadas, sin emitir juicios propios, y hace suyos los juicios emitidos por el erudito. Los hermanos Mayans le corrigen la obra antes de salir a la luz pública, gesto que el beneficiado de la catedral valenciana agradece con sinceridad. Bastaría un ejemplo para demostrar cuanto venimos diciendo. Ximeno aceptó sin titubeos el cambio de título insinuado por don Gregorio, quien rechazó el propuesto por el autor, e insinuó el actual que fue aceptado con la mayor docilidad. Y Mayans se encargó de buscar el apoyo económico del arzobispo Andrés Mayoral, trató de entender el conocimiento de su existencia por medio de las Gacetas, y lo envió a sus amigos extranjeros, difundiendo la obra que venía a exaltar a los escritores valencianos.

   No cabe duda de que alrededor de don Gregorio surge un grupo de autores que se preocupan por la lengua. Quizás el que menos relación tuvo [Pg. 364] con el erudito fuera Carlos Ros. Pero los otros, tanto los incluidos en el campo del valencianismo popular (Galiana y Agustín Sales) como los más inclinados al estudio erudito de la historia literaria (Ximeno y Cerdá Rico, estudiado anteriormente) contribuyen con los trabajos más serios al movimiento valencianista del siglo XVIII.

LAS APORTACIONES PERSONALES DE JUAN ANTONIO

   La aportación personal que llevó a cabo don Gregorio en favor del movimiento de reivindicación de la lengua y literatura valenciana fue continuada por su hermano Juan Antonio. El menor de los Mayans no dejó impresa ninguna obra sobre su criterio acerca de la lengua. Sólo el "Diccionario Valenciano", todavía inédito, constituye un cuerpo entero de su interés por la cultura literaria valenciana. Todas las demás manifestaciones aparecen truncadas e incompletas. Intentaremos organizar esos trazos deshilvanados en unas páginas relativamente coherentes.

   Un hecho es necesario constatar: las más importantes noticias sobre sus afanes reivindicativos de la lengua aparecen después de la muerte de don Gregorio, de cuyo pensamiento y criterio se considera heredero.

1. Sus correcciones a la "Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV" 111

   Tomás A. Sánchez publicaba en 1779 el primer volumen de una ambiciosa obra: Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV. El editor Sancha se apresuró a enviar un ejemplar a los hermanos Mayans. Don Gregorio alabó la obra en carta al autor y, a través de Cerdá Rico, le animó a añadir otros autores antiguos que completasen las obras publicadas. En cambio, Juan Antonio se propuso colaborar con una serie de advertencias que pudieran ayudar a perfilar algunos juicios de Sánchez. Por muy extraño que parezca, los Apuntes de Juan Antonio a la Colección de poesías de Sánchez constituyen, en gran parte, una reivindicación de la literatura "lemosina". Mis reflexiones se limitarán ahora a este aspecto, dejando otras discrepancias de Juan Antonio sobre facetas concretas de literatura castellana.

   Es posible que estas notas no fueran más que el bosquejo que trazó Juan Antonio de un trabajo posterior más completo y acabado. Pero era la forma de trabajar del canónigo Mayans y así las he encontrado en el Fondo [Pg. 365] Serrano Morales del Ayuntamiento de Valencia. Sin embargo, aunque se trate sólo de unos apuntes, el manejo de las fuentes y bibliografía demuestra sus conocimientos e ignorancias. Una primera sorpresa consiste en el frecuente uso de la Carta del marqués de Santillana que publicara Sánchez. Juan Antonio la conocía desde 1756, en que José Cevallos envió una copia a los hermanos Mayans. Y esto se advierte en los apuntes de Juan Antonio, ya que no alude a ella en sus notas y apuntes anteriores a esa fecha, y así no aparece en las noticias que facilita a Ximeno, ni en "Del origen i progressos de la poesía en España" (BAHM, 302). Para una mayor claridad, centraremos la exposición en aquellos puntos básicos de discrepancia.

   Alfonso II de Aragón. Las palabras de Sánchez centran el tema en el papel del monarca en el mundo de la poesía provenzal:

   Debía colocarse aquí en primer lugar, no sólo por su dignidad, sino también por su antigüedad, Alfonso II de Aragón, conde de Barcelona y de Proenza. Este Príncipe, llamado antes Ramón, reynó desde el año de 1162 hasta el de 1196. Fue muy aficionado a las letras, honró mucho a los trovadores, fuelo él también, y como tal tiene su lugar entre los Trovadores Proenzales en la Historia Literaria de ellos. Estos le alabaron tanto que, si deben ser creídos, todas las virtudes estaban reunidas en este Príncipe. Pero hubo entre ellos quien le pintase con los más feos colores que pudo dictar un resentimiento, no sabemos si bien o mal fundado. Fue éste Bertrand de Born, vizconde de Hautefort en la diócesis de Perigoux, contemporáneo del mismo D. Alfonso. De este rey que se reputa por el primero de nuestros trovadores españoles conocidos, sólo se conoce una canción de amores. La galantería era el principal objeto de esta gente fanática y aturdida. Digo conocidos, porque no lo es el autor del Poema del Cid, que representa a lo menos igual antigüedad. (pág. 75)

   Recientes estudios de Martí de Riquer demuestran que Sánchez no andaba descaminado en sus afirmaciones sobre el valor de la obra del rey Alfonso II. El mismo Riquer afirma que no tan sólo la mayoría de los trovadores ultrapirenaicos visitan la corte de nuestro rey y los demás lo elogian, sino que también comienzan a aparecer trovadores catalanes, entre ellos el mismo monarca. Y esto se ve con tal intensidad que existe la posibilidad de hablar de una "época alfonsina" de la poesía trovadoresca, y se ha afirmado que la corte de Alfonso y la de su hijo Pedro el Católico (muerto en 1213) constituyen el centro o punto de coincidencia del "medio siglo de oro" de la lírica provenzal (I, pág. 41).

   No obstante, y a pesar de reconocer el inmenso valor de la obra alfonsina, Sánchez no vacila en afirmar la posterioridad cronológica, o al menos la coetaneidad, de la obra de Alfonso respecto al Poema del Mío Cid.

   Juan Antonio, en cambio, se sirve de los mismos argumentos de Sánchez para refutar su aserto. Véase a continuación lo que dejó anotado a este respecto en sus apuntes autógrafos:

   [Pg. 366] Pág. 75 niega al rei D. Alonso II de Aragón la gloria de ser el primero de los trovadores españoles, queriendo que se la compitan los trobadores españoles no conocidos i pone por egemplo al autor anónimo del Poema del Cid, que a D. Thomás le parece que representa a lo menos igual antigüedad. Los valencianos tenían su poesía antes de imitar la lemosina, pág. LVI.

   En la antecedente objeción que el canónigo Mayans anotó a la obra de Sánchez, destacaremos dos aspectos: en primer lugar, la objeción respecto a la mayor antigüedad de Alfonso II en relación al Poema del Cid. Recientes estudios sitúan dicho poema en 1140; y por tanto le conceden mayor antigüedad que a Alfonso II (1162-1196). El tiempo se ha encargado de demostrar que el hermano del erudito estaba equivocado. Juan Antonio, llevado quizás de un excesivo afán de valorar la cultura valenciana, y no disponiendo de suficiente base científica que avalase "en su tiempo" la afirmación de Sánchez, refuta la idea del autor castellano de forma intuitiva, dándole a su objeción cierto cariz personal, que más bien parece ser una queja de quien se siente ofendido en algo propio: "Niega al rei D. Alonso II de Aragón la gloria de ser el primero de los trovadores españoles".

   La rivalidad suscitada entre ambos autores se limita por parte de Juan Antonio a contrarrestar la tendencia de Sánchez a supervalorar todo lo castellano, a costa de la infravaloración de lo aragonés. El centralismo castellano encuentra su oposición en la periferia, y será un valenciano quien se le enfrente. Al menos eso parece demostrar la lectura de las notas autógrafas.

   El segundo aspecto a destacar queda concretado en la frase de Juan Antonio: "los valencianos tenían su poesía antes de imitar la lemosina". El fragmento de la página a la que se refiere el canónigo Mayans, dice textualmente: "Los catalanes, valencianos y aun algunos del reyno de Aragón fueron e son grandes oficiales desta arte. Escrivieron primeramente en trovas rimadas, que son pies o bordones largos de sílabas, e algunos consonaban e otros non. Después destos, usaron el decir en coplas de diez sílabas a la manera de los Lemosinos".

   De nuevo los actuales estudios vienen a demostrar que Juan Antonio no acierta en sus afirmaciones. Una vez más la razón se inclina en favor de Sánchez. Según Martí de Riquer, los poetas catalanes escribieron primero en provenzal, después en un provenzal lleno de catalanismos y más tarde en un catalán lleno de provenzalismos. Y añade que, de esta provenzalización no escaparon, cuando escribieron en verso, ni Ramón Llull, ni Ramón Muntaner.

   La provenzalización de la poesía ¿afirma también Riquer¿ es una característica propia y peculiar de las letras catalanas, porque se trata de un fenómeno que no tiene paralelo en otras literaturas. Además, los trovadores [Pg. 367] catalanes aparecen en la segunda mitad del siglo XII, cuando la Provenza es una posesión del rey de Aragón. Y aunque lo dejará de ser, la herencia literaria de los trovadores no la recogieron los vencedores (los franceses) sino los vencidos (los catalanes). El carácter cortesano de la poesía de los siglos XIII, XIV y XV hará que en Cataluña sigan teniendo validez los temas, motivo y estilo de la lírica provenzal, y junto a esto perdurará el provenzalismo lingüístico.

   Estas ideas demuestran que Juan Antonio participaba del criterio que sobre el valor de la poesía provenzal, años después expondrá el abate Juan Andrés en Origen, desarrollo y estado actual de la literatura universal. 112

   Guillem de Berguedá. Según Riquer, Guillermo de Berguedá es el más notable de los trovadores nacidos en Cataluña y uno de los poetas catalanes de mayor personalidad. Sus poesías sobre acontecimientos relacionados con su vida permiten reconstruir parte de su biografía, ayudados por los documentos de archivo y por las noticias que nos da su breve vida, escrita en lengua provenzal.

   Sobre dicho trovador nos dice Tomás A. Sánchez en su obra: "Guillem o Guillermo de Berguedán, poeta catalán, fue barón y vizconte de Berguedano, o de Berga, que todo es uno; de cuyo origen y en alabanza de su ilustre y antigua familia, hizo Vicente García un famoso poema, parte en rima y parte en gobole (cantinela), con ocasión de haber sido electo rector de la Universidad de Lérida don Felipe de Berga y Aliaga, descendiente de nuestro poeta. En la Crusca Proenzal de Bastero (pág. 85), a quien debemos estas noticias, hay una estrofa de este poeta catalán, por la qual se conoce la buena beta del ingenio de su autor. En la página siguiente hay también una octava de Berguedán que empieza: `Al temps d¿estiv qan s¿alegron l¿ausel¿" (pág. 75).

   Juan Antonio, siempre preciso en la puntualización de cualquier detalle respecto a la cultura valenciana, escribe en sus notas:

   Pág. 75, n. 126. Guillem, o Guillermo, de Berguedán, poeta catalán, fue barón i vizconde de Berguedano, de Berga, que todo es uno. El pueblo se llama Berga, i el territorio Bergada.

   Y a continuación añade:

   Pág. 75, n. 126. Don Felipe de Berga i Aliaga, decendiente de nuestro poeta. Esto es mucho decir. Guillermo era barón i vizconde del Berguedá, i de su decendencia nada se sabe.

   La duda de Juan Antonio respecto a la afirmación radical de Sánchez, quedará aclarada por recientes estudios que ¿en esta ocasión¿ se inclinarán [Pg. 368] por la postura del canónigo Mayans. Volvamos de nuevo a Martí de Riquer, máxima autoridad en la materia. Por este autor sabemos que, el 3 de marzo de 1175, en Colltort, Guillem de Berguedá asesinó a traición a uno de los magnates de más categoría de Cataluña, el vizconde Ramón Folch de Cardona. A consecuencia de este asesinato, según él mismo declara en su Vida, Guillem de Berguedá fue desheredado. Aún vivía entonces su padre, del que heredó posteriormente un cuantioso patrimonio, "pero lo cierto es que nuestro trovador no fue considerado nunca vizconde de Berguedá, dignidad que eventualmente podemos suponer que le fue denegada a consecuencia de la muerte de Ramón Folch de Cardona" (I, pág. 76). Más adelante vuelve a insistir Riquer sobre el mismo asunto: "En efecto, Guillem de Berguedá aparece en posesión de su herencia familiar, aunque sin ostentar el título vizcondal".

   Tanto Sánchez como Juan Antonio caen en el mismo error: la posesión del título vizcondal por Guillem. Sin embargo, una afirmación del canónigo Mayans le sitúa en un lugar más próximo a los actuales estudios: "I de su decendencia nada se sabe". Con dicha afirmación deja bien claro que no todo lo relacionado con la vida de Guillem de Berguedá es conocido con certeza. Así, Riquer sitúa la muerte de Berguedá entre 1192 y 1196 y, tras pormenorizar los detalles de su vida, nada añade en relación a su descendencia.

   Y, para terminar, Juan Antonio deja bien patente su superior dominio de la lengua valenciana, añadiendo un nuevo matiz en sus notas manuscritas: "Pág. 75, n. 126. El verso que cita deve leerse assí: `Al temps d¿estiu quant i alegra l¿aucell¿".

   Todavía Sánchez no da por terminado su estudio sobre Guillem de Berguedá y añade nuevos datos sobre el poeta. Esta vez tratará sobre la obra de dicho autor y la repercusión que tuvo en su vida:

   Escribió Berguedán Serventesi, Canzoni, e una Tenzone con Amerigo de Pingulano, y otros varios géneros de poesías que existen manuscritos en la Biblioteca Vaticana, en los códices 3.204, 3.205, 3.207. Alexandro Vellutello, exponiendo el cap. 4 del Triunfo de amor del Petrarca, dice que un poeta de Tolosa llamado Américo de Pugillán, que es el mismo de que se ha hecho mención, buen compositor especialmente en lo satírico, por evitar las resultas de ciertos amores, se huyó a Cataluña, en donde fue honoríficamente hospedado por Guillermo de Berguedán; el qual gustó tanto de sus composiciones, que le hizo muchos presentes, y le introduxo con el rey D. Alonso de Cataluña, con quien estuvo mucho tiempo. Entonces sería cuando Berguedá tenzonó o disputó con él. Y habiendo dicho Bastero (pág. 85) que Pingulano murió el año 1260, se infiere que Berguedán floreció a la mitad del siglo XIII. (pág. 76)

   En esta ocasión las anotaciones de Juan Antonio parecen estar más cercanas a la verdad histórica sobre Berguedá:

   [Pg. 369] Pág. 76, n. 127. Es más fácil que Bastero errasse el año de la muerte de Pingulano, que no que Alejandro Vellutello equivocasse lo que cuenta de la introducción i conocimiento de Pugillán con Berguedá, i con el rei D. Alonso de Cataluña, i assí Bergadá floreció en el siglo XII i no a la mitad del siglo XIII.

   Las recientes investigaciones históricas coinciden con la teoría del canónigo Mayans respecto a los años de existencia de Berguedá. Riquer nos dice que, aunque en documentos de 1182 y 1183 Guillem de Berguedá aparece en Cataluña y señalado junto a sus padres y hermanos, poco después debió pasar al otro lado de los Pirineos, donde se debió relacionar directamente con diversos trovadores, entre ellos Bertrán de Born, y con Ricardo Corazón de León (entonces duque de Aquitania), en compañía del cual asistiría a Najac de Roerga, el mes de abril de 1185, en una entrevista que celebró el príncipe inglés con nuestro rey Alonso, para ponerse de acuerdo sobre su común acción contra el conde de Tolosa. En este caso, Guillem de Berguedá compuso su poesía de "l¿Arondeta" y quizás se reconcilió con su rey, con quien tal vez volvió a esta parte de los Pirineos (I, pág. 76).

   Continúa Martí de Riquer situando a Guillem de Berguedá al lado de Arnau de Castellbó (1184-1226) y después los relaciona con Ramón Guillem de Moncada, que en 1194 asesinó al arzobispo de Tarragona Berenguer de Vilademuls. Y si esto no fuera suficiente, cita hasta el año de su muerte: "Y tampoco debe extrañarnos que Guillem de Berguedá, según informa su antigua vida provenzal, murió asesinado por un `peó¿, o sea, a manos de un soldado, o de un caballero. La muerte del trovador ocurrió entre 1192 y 1196".

   Suplantación de Alfonso II por Alfonso el Sabio. El contraste de ideas y criterios permanente entre Sánchez y Juan Antonio se dirige también hacia un nuevo tema: la suplantación de un rey (Alfonso II de Aragón) por otro (Alfonso el Sabio de Castilla). Veamos en primer lugar las afirmaciones de Sánchez a este respecto:

   El autor de la sobredicha Historia literaria de los trovadores (tomo II, pág. 133) dice, acaso con equivocación, que Pingulano fue presentado por Berguedán al rey Alfonso de Castilla, y que le colmó de honores y riquezas. Si esta noticia es cierta, este rey fue don Alonso el Sabio. Lo cierto es que no pudo ser don Alonso rey de Cataluña, esto es, de Aragón. Porque don Jayme el I reynó desde el año 1211 hasta el de 1276, en cuyo reynado murió Pingulano el de 1260 como dexamos dicho con Bastero. (pág. 76)

   El canónigo Mayans, basándose en las mismas razones alegadas por Sánchez, le rebate sus criterios y anota en sus manuscritos autógrafos:

   [Pg. 370] Pág. 76, n. 128. Esta impugnado por las mismas razones. (Para) el autor de la Historia de los trovadores era desconocido D. Alonso II de Aragón, conde de Barcelona i de Proenza el primero de los trovadores españoles; i conocía más a D. Alonso el Sabio, rei de Castilla, de quien no sabemos que patrocinasse la poesía lemosina; i véase cómo habla D. Thomás en la pág. 169 deste tomo.

   Observemos cómo sigue firme en su criterio respecto a la mayor antigüedad de Alfonso II en relación al Poema del Cid, de ahí que siga considerándolo como "el primero de los trovadores españoles". No obstante, si erró en esta parte, debemos reconocer su acierto respecto a las otras diferencias interpretativas. Para mayor claridad en la exposición, remitámonos a la alusión que Juan Antonio hace en una nota anterior:

¿y los que entre estos últimos fueron sobresalientes en hacer poesías útiles y agradables sean llamados doctores en el arte de trovar. Concluye el rey declarando que no impone pena ni premio al que quebrantare o guardare esta declaración. Así la súplica como la declaración están concebidas en un estilo muy patético; pero ¿quién podrá adivinar si la declaración es verdaderamente del rey o si Riquier la formó atribuyéndola al monarca?

   Según puede comprobarse, ambos autores siguen aferrados a sus respectivas ideas. Sánchez sigue con su criterio de situar a Berguedá en el siglo XIII y, guiado por él, llega incluso a sustituir a Alfonso II de Aragón por Alfonso el Sabio. Juan Antonio rechaza esas afirmaciones y alude al planteamiento de Sánchez de infravalorar la composición trovadoresca de Alfonso II de Aragón.

   En cuanto a la cronología de Guillem de Berguedá, será Riquer quien de nuevo dará la razón a Juan Antonio cuando afirma que Berguedá era "hijo primogénito de Guillem, vizconde de Berguedá y de Berenguela" y que nuestro trovador "aparece ya `atestat¿ el año 1143, aunque en esta fecha debía ser muy pequeño" (I, pág. 74).

   Queda demostrado, pues, que Berguedá vivió en el siglo XII y no en el XIII como defendía Sánchez; y suponiendo que llegara a primeros del siglo XIII, iniciaría esta centuria de avanzada edad. De lo expuesto se deduce que el rey Alfonso (a quien hace referencia Sánchez) es Alfonso II de Aragón (1162-1196) y no Alfonso el Sabio de Castilla.

   Pao de Bembibre. En realidad, y en consonancia con lo que dice Martí de Riquer, es poco lo que sabemos de Pao de Bembibre. Y escasa es la referencia que sobre este autor hace Sánchez en sus publicaciones: "De Pao de Bembibre, poeta catalán a lo que parece por el nombre y contesto de la carta del marqués (de Santillana), no tenemos noticia" (pág. 77).

   [Pg. 371] Juan Antonio, fiel a su lengua materna, matiza con precisión: "Pág. 77, n. 130. Pao de Bembibre: en la pág. LVI dice, Pao de Bembibre. Creo que debe decir: "Pao (Pau) de Benviure".

   Martí de Riquer lo llama Pau de Bellviure, y nos dice que de este personaje sólo poseemos en la actualidad una poesía y una estrofa. Y afirma que ¿según dice Ausias March¿ este poeta murió por amor "de cuya cosa no tenemos ninguna otra referencia" y que el marqués de Santillana lo mencionaba entre los mejores poetas catalanes, aunque al colocarlo al lado de Guillem de Berguedá revela no tener una idea exacta de la época en que vivió, ya que los versos conservados indican que casi con seguridad pertenece a la segunda mitad del siglo XIV o la primera mitad del XV (I, pág. 646).

   Mossén Pere March. Según Riquer, en la segunda mitad del siglo XIV y en los primeros años del XV "s¿escola" la producción literaria de los hermanos Jaime March, señor d¿Erampunya (1335?-1410), y Pere March, señor de Beniarjó (1338-1413), este último, padre del gran Ausias March. Eran biznietos de un Pere March, el cual en 1249, en el reparto de Valencia recibió tierras y casas en Gandía y fue notario de Barcelona (I, pág. 543).

   También Sánchez habla del personaje: "De mosén Pero March el viejo tampoco tenemos noticia segura; pero diciendo Rodríguez, en su Biblioteca Valentina, que el padre de Ausias March se llamó Mosén Pere March, como se verá adelante hablando de Ausias March, nos inclinamos a creer que éste fue el que el marqués (de Santillana) alabó de poeta y de valiente e honorable cavallero. El marqués llamó el viejo, o porque era muy anciano, o para distinguirle de otro del mismo nombre y apellido que no lo era tanto, o para denotar que había muerto" (pág. 77).

   Frente al criterio de Sánchez, vemos de nuevo el de Juan Antonio Mayans, quien anota su propio punto de vista sobre el autor:

   Pág. 77, n. 131. Mossén Pero March el viejo. Es cierto que este es mossén Pedro March, padre de Ausias March. Quando dice esto no prueva a que huviesse otro mossén Pedro March joven, sino que expressa que este poeta era el más viejo trovador de su familia. March lo vell, March lo jove; se ha de atender al linage, no al nombre propio.

   Será de nuevo Martí de Riquer quien dirá la última palabra sobre el tema. En su comentario sobre el texto del marqués de Santillana, origen de las divergentes interpretaciones. Incluso cita textualmente: "Tres poemas y 9 poesías constituyen la obra conservada de Pere March. El marqués de Santillana en su Prohemio los menciona con las palabras siguientes: `Mossén Pero March, el Viejo, valiente e honorable cavallero, fiço assaz gentiles cosas, e entre otras escrivió proverbios de gran moraidat¿. Le llama el `Viejo¿, sin duda para evitar confusiones con su nieto Pere March, o Peiró, del cual nuestro poeta era tutor. Por lo que respecta a los `proverbios de [Pg. 372] grand moraidat¿ que le atribuye, si no se trata de una vaga referencia a sus poesías sentenciosas, se han perdido" (I, pág. 553).

   Pedro IV de Aragón. Sánchez, que conocía mejor los escritores castellanos, tributa menos alabanzas a los autores de la corona de Aragón. En cambio, Juan Antonio insiste en valorar los poetas "lemosinos". Respecto al citado monarca, escribe Sánchez:

   Juan Francisco Andrés Ustarroz coloca entre los poetas aragoneses de su Agánipe a don Pedro Infante de Aragón como autor de un poema que compuso y recitó en el palacio de la Aljafería de Zaragoza, a la coronación de su hermano Don Alonso IV; en el qual poema habla muy importantes doctrinas sobre el arte de reynar. (pág. 78)

   Juan Antonio desea contrarrestar la escasa atención que, a su juicio, tributa a los autores de la corona de Aragón, e intenta con sus aportaciones exaltar los méritos de Pedro IV:

¿pág. 78, n. 133. Sólo da a conocer a D. Pedro IV de Aragón por astrólogo i alquimista; pero no como historiador; i su libro de la Etiqueta de su Palacio que no ha salido a luz, es lo más curioso i singular que España tiene en este assunto. Véase a D. Nicolás Antonio en el tomo II de la Bibliotheca Antigua de España. Por esta obra fue llamado el Ceremonioso.

   Martí de Riquer aporta, como es lógico, muchas noticias sobre Pedro IV que ignoraba Sánchez. Analicemos las aportaciones que el historiador catalán hace en este sentido.

   El reinado de Pedro III de Barcelona y IV de Aragón (1336-1387), que abarca medio siglo, supone una época de madurez de las letras catalanas respecto a la prosa. Según Riquer, en la época del Ceremonioso, se sigue de cerca la producción luliana. Lo cual explica que, durante dicho reinado y frecuentemente por inspiración del monarca, la producción de obras en prosa llegó a un respetable nivel: historiografía original, traducción de otros idiomas (francés, latín, castellano), legislación, literatura sacra, ciencias médicas, astrológicas...

   En este reinado predomina la influencia francesa en las letras catalanas. Aparecen las primeras obras de influencia renacentista italiana y surgen abundantes versiones de autores clásicos latinos. Todo ello hace surgir una corriente que se manifestará más abundantemente en el siglo XV. Por otra parte, la calidad lingüística consolidada por Ramón Llull dará perfección y uniformidad a la prosa del siglo XIV, que tendrá en la Cancillería (tan reorganizada y codificada por el Ceremonioso) una norma y una guía (I, pág. 480).

   Quizá Sánchez ignorara la extensa obra del Ceremonioso. Es posible, además, que los Mayans tuvieran más noticias sobre el monarca aragonés. [Pg. 373] A este respecto conviene recordar que don Gregorio citará a Nicolás Antonio. En esa línea, no sólo expone la idea, sino que también indica el camino para encontrar las fuentes.

   Y de nuevo Riquer viene a avalar lo expuesto por Juan Antonio, y realiza un amplio estudio sobre la obra histórica del monarca. Bajo la inspiración directa de Pedro IV se redactó cierta obra histórica con el título de Cronica dels reys d¿Aragó e comtes de Barcelona, que vulgarmente se conoce con el nombre de Crónica de S. Juan de la Peña, conservada en dos redacciones: una extensa (en latín, catalán y aragonés) y otra resumida (en catalán). Parece que existió un texto latino, hoy perdido, que era divulgado el año 1359, del que puede ser que procedan las versiones vulgares: la catalana (que ya existía en 1366) y la aragonesa (que fue encargada en 1372).

   El texto latino perdido, conservado en versión vulgar, posiblemente fue traducido por Guillem Nicolau, rector de Maella, el cual años después tradujo las Heroides de Ovidio. Esta crónica trata de los míticos pobladores de la España primitiva de Aragón y Navarra, de los condes primitivos de Barcelona y de los soberanos de Cataluña y Aragón hasta Alfonso el Benigno, aunque los manuscritos le añaden capítulos sobre reinados posteriores para ponerla al día. Riquer señala las fuentes: la Historia del arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada (del que ya existía una traducción catalana), el Cronicón Villarense y cierta crónica navarro-aragonesa. Al llegar a la historia de Cataluña propiamente dicha sigue los Gesta comitum barcinonensium y datos y documentos más inmediatos para la historia de los condes más recientes. Esta Crónica es una introducción a la gran crónica personal de Pedro el Ceremonioso.

   Pues bien, la última de las grandes crónicas catalanas es la que, puesta en primera persona mayestática ("Nos"), en boca de Pedro el Ceremonioso, por deseo explícito del autor, tiene el título de Libre en qu¿es contenen tots los grans fets... dins lo temps de nostra vida. Dicha titulación revela que el Ceremonioso se considera autor de la obra.

   Después de esta exposición, que naturalmente no era tan bien conocida en el siglo XVIII, es necesario confesar cierta extrañeza de que Sánchez, trabajador y buen conocedor de la bibliografía de su tiempo, dedicase tan poca atención a la obra de Pedro IV. Juan Antonio se limitó a pedir mayor interés a un escritor, cuya crónica era bien conocida por los hermanos Mayans.

   Ramón Muntaner. Pese a que la personalidad de Muntaner nos llega presentada como la de uno de los cronistas más importantes de la Corona de Aragón, tanto por la calidad de su Crónica como por la importancia del esclarecimiento del período histórico que relata, su obra viene impregnada de cierto matiz poético. Ello explica su inclusión, por parte de Sánchez, en el grupo de poetas provenzales. Veamos sus palabras:

   [Pg. 374] Ramón Muntaner o Montaner, catalán, que nació hacia los fines del reynado de Jayme I de Aragón y escribió en catalán la crónica deste príncipe, fue trovador que compuso un poema de 237 versos, como se puede ver en el cap. 271. Intitulóle Sermó, y trata de la expedición de dicho D. Jayme de Sardeña y Córcega. Este cronista, en el capítulo último, habla de la coronación de don Alonso IV en la Alfajería y dice que el Infante don Pedro, hermano del rey, compuso dos canciones que se cantaron en aquella función, y que después recitó 700 versos en que se moralizaban las insignias reales, corona, cetro, etc. (pág. 79)

   El propio Riquer admite dicho matiz y señala los aspectos trovadorescos de la Crónica de Muntaner, y concreta, citando el Sermó, "que es un poema al estilo de gesta, imitando la métrica de Gui Nanteuil". Tras copiar una de las doce estrofas del Sermó, puntualiza Riquer que se caracteriza "per una sèrie de solucions provençals (xascús, li comte, cresó...), car com Ramón Lull, Muntaner quan escriu en vers no es desprén del provençalisme" (I, pág. 463).

   A este respecto, es significativa la tradicional minuciosidad con que el canónigo Mayans enjuicia las palabras de Sánchez:

   Pág. 79, n. 133. No observa la cronología que deve en los poetas provenzales para que no se reconozca la serie continuada de su estado floreciente i antigüedad. De la poesía de Ramón Muntaner habla Bastero en la Crusca Proenzal. Merece disculpa p. 79, n. 133 en llamar cathalán a Ramón Muntaner, porque los valencianos se llamavan también cathalanes, pero este héroe insigne era valenciano; ya lo dije a Cerdá.

   La opinión de Juan Antonio, avalada por Martí de Riquer, es muy probable. Muntaner nació en Cataluña, pero se incorporó a la vida valenciana, si bien nunca dejó de intervenir en los asuntos catalanes. Martí de Riquer nos cuenta su peripecia vital con su participación en acciones políticas y en batallas militares así como sus viajes. Después de viajar por Francia y Oriente, residió en Mallorca y finalmente se casó en Valencia. He aquí el resumen de la vida expresada en palabras de Riquer: "El año 1325, Ramón Muntaner, nativo de la villa de Peralada y ciudadano de Valencia, en su alquería de Xilvella, que está en la huerta de Valencia, comenzó la redacción de su Crónica. En 1332 se traslada a Mallorca, para servir al nuevo rey, Jaime III, que 17 años antes había cuidado con tanto amor. Jaime III lo hizo caballero y Muntaner murió en Ibiza el año 1336" (I, págs. 449-454). Como puede observarse, la afirmación de Juan Antonio de que Muntaner era valenciano tiene su parte de verdad.

   Pedro III de Aragón. Sobre este monarca escribe Sánchez en Su Colección de poesías...:

   [Pg. 375] Quadrio (tomo 2, pág. 114) dice que don Pedro II de Aragón, que murió el año 1213 peleando contra los católicos a favor de los albigenses, fue poeta; y que Guillermo Catel, historiador de Languedoc vio poesías suyas en proenzal, en un códice que contenía las de 120 trovadores. Y en la pág. 132 dice que don Pedro III de Aragón que murió el año de 1388 también fue poeta, y que Catel vio canciones de este rey; y añade que su hijo don Jaime I fue gran apreciador de la poesía catalana y buen poeta. (pág. 79)

   De nuevo Juan Antonio comentará estos juicios de Sánchez. Su conocimiento de la historia le permite establecer una serie de precisiones.

   Pág. 79, n. 133. Dice que "don Pedro III de Aragón, que murió el año de 1388 también fue poeta, i Catel vio canciones de este rei; i añade "que su hijo D. Jaime I fue grande apreciador de la poesía catalana i buen poeta". ¡Quántos yerros ai en este período! D. Pedro III de Aragón murió el año 1285; el que murió el año 1388 fue D. Pedro IV el Ceremonioso. Pero este rei no fue padre de D. Jaime I sino D. Pedro II que murió en el año 1213, hijo de D. Alonso el trobador más antiguo de España. El hijo de D. Pedro III de Aragón no fue D. Jaime, sino D. Alonso III. Ya deshace en el núm. 134 parte destos errores; pero inclinándose, según su sistema, a hacer trobador a D. Pedro III i no a D. Pedro II, como lo manifiesta el nombrar al invicto rei D. Jaime el conquistador, de quien ai obras manuscritas que no han visto la luz pública en la real librería de S. Lorenzo del Escurial.

   Vayamos por partes. Sobre la muerte de Pedro III de Aragón, actuales estudios vienen a confirmar el criterio de Juan Antonio. Según Riquer, el rey Pedro IV el Ceremonioso hizo una revisión del texto de la crónica que escribió, sobre todo de los capítulos IV, V y VI. En dicho trabajo es posible que colaborara su tesorero, Ramón de Vilanova, refrescando la memoria del monarca en hechos que él también había vivido. Esta redacción definitiva puede fecharse entre 1382 y 1383 y la muerte del rey ocurrió el 5 de enero de 1387 (I, pág. 489). Recuérdese que Juan Antonio la situaba en 1388, muy cercana a la dada por Riquer, en contraste con las fechas de Sánchez. Las otras fechas de reyes dadas por Sánchez, no es necesario decir que son erróneas y no hace falta consultar muchos libros de historia medieval para coincidir con los datos señalados por Juan Antonio.

   Una vez más, el método minucioso y crítico de Juan Antonio demuestra el rigor con que el canónigo Mayans se enfrentaba ante los datos históricos. Fue, en ese sentido, un buen discípulo de don Gregorio.

   Jordi de Sant Jordi. Estamos ante un autor que llevó desorientados a nuestros dos historiadores de la literatura. Tanto Sánchez como Juan Antonio iban muy desviados en sus juicios cronológicos sobre los años de vida de Jordi de Sant Jordi y, si bien erraron en sus juicios literarios, Sánchez estuvo más lúcido que el olivense. Veamos el juicio de Sánchez:

   [Pg. 376] Mosén Jorde de Sant Jorde, según se lee en la carta del marqués (de Santillana), fue poeta valenciano conocido ahora comúnmente por Mosén Jordi, que quiere decir, Mosèn Jorge. Beuter en la dedicatoria de su crónica, y otros muchos que le han seguido con admirable docilidad, han dicho que Jordi floreció por los años de 1270, que fue de la casa del rey don Jayme I de Aragón, y se halló en su compañía en la tormenta que corrió en frente de Mallorca, año 1250 o poco más, navegando su armada a la conquista de Tierra Santa; cuya historia escribió el poeta con el título indicado. Dicen también que el Petrarca hurtó de Jordi algunos versos, vendiéndolos por suyos en la lengua italiana. A la verdad los versos que se dicen hurtados son una traducción del lemosino al italiano o al contrario. Traemos en ambos idiomas en prueba del hurto, Beuter, Escolano, Argote de Molina, don Nicolás Antonio, Manuel de Faria y Sousa, Ximeno, Quadrio, Bastero, Rodríguez y otros. Pero porque no todos tendrán a mano alguno de estos autores donde puedan ver y cotejar estos versos, se ponen aquí:

MOSÉN JORDI

E non he pau, et non tinch, quim guarreig,

vol sobre cel, et non moví de terra,

e non estrench res et tot lo mon abras:

hoy he de mí, et vull altri gran be

sino amor, dons azo que será

                                                    PETRARCA

Pace non trovo et non ho da far guerra,

et volo sopral cielo et ahiaccio en terra,

et nulla stringo, et tutol mondo abbracio,

e ho in odio me stesso, et amo altrui

si amor non he, che, dunque et quel que io sento (págs. 81-82)

   Si Juan Antonio hubiera tenido las cosas claras, hubiera juzgado muy duramente esas palabras. Pero el canónigo Mayans estaba tan confuso y equivocado como Tomás A. Sánchez. El falso juicio sobre la cronología de Jordi de Sant Jordi llevó a Juan Antonio a cometer error tras error.

   Sus únicas observaciones dignas de atención son las estrictamente lingüísticas, en que establece una serie de correcciones gramaticales. Da por sentado que los versos sobre la tormenta debían estar en lengua provenzal y en su tiempo desaparecidos. Las modificaciones gramaticales son las siguientes: "quim guarreig ¿ léase, quim guerreig/ vol-bol/ nou-no¿m/movi-moch/estrensch-strenych/abras-abraço/et vull altri-et vulla altri/sino amor, dons azó que será ¿ si no¿s amor donchs, açó, ¿qué será?".

   Juan Antonio parte de una idea fija: que los versos de Jordi de Sant Jordi son anteriores al Petrarca y, por tanto, se trata de una copia de Petrarca. Desde esa perspectiva escribe: "El otro verso: hoi he de mi, et vullch a altri gran be. El hoi no es odio, como tradujo el Petrarca, por no entender el vocablo, sino que significa náusea, que en castellano se dice gana de vomitar. [Pg. 377] Me parece que hoi deve escrivirse sin aspiración. ¿ El otro verso; Si no¿s amor, donchs, açó que será? Cotejando con el de Petraca, se ve que en éste es una traducción poco feliz, a un verso en su original mui elegante. Lo mismo se ve en el primer verso: E non he pau, et non tinch quim guerreig, que explica mui bien el dessas(o)siego del ánimo, sin que huviesse quien le hiciesse guerra, i que el Petrarca no comprendió su sentido. Estas observacion(es) hacen ver que mossén Jorge fue un trobador original i que el Petrarca, aunque el mayor hombre de su siglo, no comprendió, ni pudo expressar las bellezas del original. En una palabra, hacen ver quál es el original i quál la copia".

   Y sin embargo, ambos historiadores estaban equivocados y de demostrarlo se ha encargado Martí de Riquer. No voy a referirme a todas las reflexiones sobre la poesía de Jordi de Sant Jordi. Me limitaré a resumir los datos biográficos de Riquer para demostrar que los razonamientos de Sánchez y de Juan Antonio eran erróneos. El primero cronológicamente es Petrarca y, en consecuencia, los versos de Jordi de Sant Jordi son una simple traducción, más o menos acertada.

   Jordi nació a finales del siglo XIV en el reino de Valencia. Es calificado por el historiador catalán como "uno de los líricos más considerables de la literatura catalana anterior a Ausias March". Es esencialmente un poeta cortesano y militar, y ambos aspectos quedan reflejados en su obra. Disfrutó del favor de Alfonso el Magnánimo, que no cesará de distinguirle: en 1416 ordena que se le pague una cantidad para sufragar los gastos de un viaje a Francia que Jordi de Sant Jordi debe realizar por orden del rey. Entre 1416 y 1419 recibe del rey donativos en metálico, concesiones de impuestos y presentes en ricas ropas. Alrededor de estos años, otros jóvenes poetas recibirán estos o parecidos obsequios, lo que indica la existencia de un ambiente de funcionarios, cortesanos y poetas que el rey tendrá en Nápoles, una de las cortes más brillantes del Renacimiento.

   Finalmente, la fecha de la tormenta a que alude Sánchez, no es 1250, sino alrededor de 1420. Dicha fecha adquiere un valor singular en la vida de Jordi de Sant Jordi: toma parte en la expedición a Córcega y Cerdeña en la que participaron otros poetas como Ausias March y Luis de Videña. Ese mismo año, Alfonso V el Magnánimo concedió a Sant Jordi la alcaldía de Vall de Uxó y fue nombrado caballero.

   Y en el caso concreto que nos ocupa, Riquer, que supo ver el influjo de la poesía provenzal en Jordi de Sant Jordi, señala con claridad el influjo de Petrarca. Y no deja de observar que esa imitación indica que Sant Jordi sólo supo ver en Petrarca la herencia medieval (I, 464-469).

   De cualquier manera, es necesario ser justo en la exposición. Y debo decir que las palabras de Tomás A. Sánchez demuestran una intuición nada frecuente en las interpretaciones coetáneas sobre la historia de la literatura:

   [Pg. 378] Para dar o negar el crédito a toda esta relación que tantos escritores han creído por ahorrar el trabajo de examinarla, convendría saber lo primero, la calidades del manuscrito en que se contiene dicha historia, si es antiguo o moderno. Lo segundo, si la descripción de la tormenta se hizo en prosa o en verso. Lo tercero, si en lemosino o en qué idioma. Lo quarto, si el título indicado es traducido modernamente al castellano, o puesto en su historia en otro idioma por el mismo Jordi. Porque si es puesto por Jordi, no se hace creíble que, poniéndose a escribir la historia de un suceso en que se halló, y en que tuvo gran parte, ya no tuviese presente, ni pudiese fixar el año en que sucedió. Lo qual arguye que si Jordi se halló en la tormenta, no escribió la historia de ella, y si la escribió no se halló en la tormenta, ni conoció al rey don Jayme más que como le conocemos ahora. Si el título de la historia es puesto en castellano modernamente, no parece verosímil que el traductor pusiese de suyo el año 1250 o poco más, no hallándolo así en el original. Porque además de que sería faltar a la verdad de la introducción, se haría sospechosa la historia, citando con tanta incertidumbre y tan a vulto el año que ni devió ni pudo ignorar el autor original. Por lo que toca al hurto pretendido, el Petrarca era uno de los mayores, o acaso el mayor poeta de su tiempo, y su fama tan grande que se desdeñaría de hurtar a Jordi sus pensamientos. Estas reflexiones me hacen dudar de la relación de Beuter con todos sus sequaces y de la antigüedad de Jordi. (pág. 82)

   Hábiles reflexiones sobre un tema que la falta de documentos y una tradición historiográfica errónea habían hecho confuso. No tenemos todas las observaciones de Juan Antonio, pero en ninguna de las páginas conservadas pone en duda las fechas de la vida de Sant Jordi, que no duda de colocar en el siglo XIII, ni tampoco de la fecha de la tormenta, de la que quiere ver una narración en la Crónica del mismo Jaime I. 113

   El imaginario Febrer. Después de las páginas que han desaparecido de los apuntes de Juan Antonio, aparece un tema que llenó las páginas de los historiadores del siglo XVIII. Era un autor que servía de referencia cronológica de otros escritores, en este caso de Ramón Muntaner. Así, Sánchez:

   He tenido en mis manos esta obra, y he leído muchas de sus trovas. Confieso que no me hallo en estado de juzgar de la antigüedad de su lenguaje; pero viendo que de las que leí, pocas se resistían a mi inteligencia, llegué a desconfiar que fuesen de la antigüedad que se pretende. Ramón Montaner que nació hacia los fines del reynado de Jayme el I fue por consiguiente contemporáneo del Febrer, si a éste le sacó de pila el dicho rey, como se pretende. Ruego pues ahora al lector que lea las trovas que [Pg. 379] hizo Montaner, y se hallan en el cap. 271 de su Crónica, y comparadas con las de Febrer, haga un juicio comparativo de la antigüedad de unas y otras. (pág. 87)

   El autor interesó en el siglo XVIII a Ximeno, Sarmiento, Galiana, sin olvidar a Agustín Sales y a los hermanos Mayans. Un autor reciente, que ha clarificado muchos de los puntos entonces discutidos, es Abdón M. Salazar, en El escudo de armas de Juan Luis Vives (Londres 1967).

   La mayor parte de la primera nobleza valenciana tiene su origen en la reconquista. El mayor título nobiliario ¿hasta bien entrado el XIX¿ consistía en llevar un apellido de linaje ilustre, que se hallara en el Llibre del Repartiment y blasón de armas descritas en las Trobes heráldicas, supuestamente trovadas por Jaume Febrer durante el reinado de Pedro III el Grande, hijo y sucesor de Jaime I el Conquistador.

   En cuanto a les Trobes se refiere, Salazar afirma que se empezaron a editar por Pascual Marín en el Diari de Valencia (1-IX-1791) y, sin concluir su edición, las recogió en edición bilingüe en un volumen titulado Trobes de Mosén Jaume Febrer, Caballer (Valencia 1796). Simultánea e independientemente se estaba realizando otra impresión. Resumiendo: desde 1791 hasta 1869 se realizaron 6 ediciones.

   Nadie había mencionado les Trobes hasta 1686, cuando el jurado de Valencia, Onofre Esquerdo Sapena, conocido de todos los genealogistas y heraldistas valencianos, aunque nada había publicado, las prosificaba en una obra inédita que tituló: "Relación de las familias de nobles de la ciudad y reino de Valencia". Si hemos de creer a Ximeno, los manuscritos de Esquerdo se conservaban en la biblioteca de don Gregorio Mayans e insistió en que les Trobes eran de Jaime Febrer, y no de Jaime Esquerra, arriesgándose a afirmar que Febrer las había escrito en 1276, o a más tardar en 1281, en el reinado de Pedro III el Grande, a quien estaban dedicadas. Esta cronología fue rechazada por Sarmiento que, con aplastantes razones históricas, convenció a los estudiosos valencianos de su error cronológico. En consecuencia, los valencianos recurrieron a la existencia de dos Jaime Febrer, uno de los cuales, del siglo XIII, era el autor de les Trobes. 114 Y al publicar Pérez Bayer la Bibliotheca Hispana de Nicolás Antonio, incluyó a Jaume Febrer en el volumen II de la Vetus. Por su parte, Teixidor se dedicó a demostrar la autenticidad de les Trobes. Y del mismo criterio participaban Galiana y los hermanos Mayans. Desde esta perspectiva, se comprende la actitud de Juan Antonio al respecto:

   [Pg. 380] Pág. 87, núm. 142. El Muntaner está impresso de orden de la ciudad de Valencia más de dos siglos atrás i sobre un código que devió escrivirse en vida de su autor. Si a Febrer huviese tocado igual suerte la tuviera digna de venerarse. La calidad del estilo ayuda mucho a tenerle por fácil, como a Jaime Roig, i por difícil como el de Ausias March. El de Febrer se ha de cotejar con el de Roig. Quánta dificultad ai en entender a Píndaro?

   Aunque Sánchez sospechaba que el problema de Febrer no estaba claro, estaba muy lejos de pensar que se enfrentaba con una falsificación de la obra de un autor inexistente. Pero no dejaba de observar que, supuesto que Ausias March era un poeta posterior a Febrer en siglo y medio, la escritura del primero era mucho más difícil de entender que la de Febrer que, por más antiguo, debía ser de comprensión más difícil: "Véase la prueba, y hágase el cotejo de esta trova de Febrer que trae Ximeno en las Adiciones y correcciones" al final de su tomo I de los Escritores de Valencia con una octava de las de Ausias March. Dice Febrer hablando de sí y de su escudo:

Trobant se en Mallorca lo meu Pare amat

servint a son rey qu¿el feu, veedor

de lo suo exercit, e de allí ha passat (pág. 87).

   Puede observarse la duda sistemática de Tomás A. Sánchez, que Salazar acepta con cierto reconocimiento de su inteligente sentido de la realidad histórica. Las líneas generales expuestas por Sánchez son: 1) Nadie describe sino copias de les Trobes. 2) Comparando el lenguaje de les Trobes con el de la Crónica de Jaime I, escrita en su reinado, y con la de Ramón Muntaner, resulta arcaico el de las crónicas y moderno el de les Trobes, mucho más moderno incluso que las poesías de Ausias March. 3) Si, en efecto, fuera el traductor del Dante, como se dijo, ya no sería del siglo XIII, sino del XIV. 4) Hay vocablos y expresiones castellanas en les Trobes, enteramente extrañas al habla catalana o valenciana del tiempo de Jaime I y Pedro III. 5) El lenguaje poético de les Trobes es completamente diferente al de los trobadores y también al lenguaje cortesano del tiempo de Jaime I y Pedro III. Finalmente, Sánchez advirtió que en la trova en que Febrer habla de sí mismo se descubre una afectación sospechosa y un estilo tan moderno que no parece puede ser anterior al siglo XV (Salazar, págs. 20-21).

   No hay duda de que el planteamiento de Sánchez es muy superior al de Juan Antonio. El canónigo se inhibe del problema de fondo, y se limita, como en el caso de Jordi de Sant Jordi, a señalar una serie de matices lingüísticos, sin entrar en el fondo del problema, dado que creía sin duda en la autenticidad de les Trobes y en la paternidad de Febrer. Así señala: "Pág. 89, n. 143, lín. última: de lo suo exercit-del seu eixercit". Respecto a pág. [Pg. 381] 88: "fes se-ferse/ m¿en peny-m¿empeny-me empuja... ¿ La de Ausias Marcha está mui elegante, i mui claro, i no ai más distancia de lo de Febrer que la facilidad de Febrer, que es mayor que la sutileza i sublimidad de Ausias".

   En cuanto al método y dudas de crítica histórica, Sánchez se manifiesta muy superior a Juan Antonio. El canónigo Mayans parte siempre de la convicción de la autenticidad de les Trobes y utiliza todos sus argumentos desde esa base, sin aceptar ninguna duda: "Pág. 86, n. 143. Mossén Febrer nació en Valencia después de su conquista, año 1238, i en ella el rei D. Pedro vio en casa de Febrer los escudos de armas, siendo él ya viejo, i no eran menester sino sesenta años para hacer con Dante lo que Santillana dice que practicó con él. ¿Qué cosa más natural? Tengo por cierto que Febrer alcanzó los principios del siglo XIV".

   También Sánchez estaba convencido de la existencia de Febrer, pese a las dudas que antes vimos expuestas. Y, convencido de la existencia, en vista de las dificultades cronológicas, buscó unas fechas que consideraba más apropiadas. "De todo esto infiero que los dos poetas Jordi y Febrer florecieron a fines del siglo XIV y que acaso alcanzaron los principios del XV. Que mientras Beuter y todos sus sequaces no aleguen algún documento más antiguo que la carta del marqués de Santillana, en apoyo de la pretendida antigüedad, se debe estar a la autoridad del marqués, que es de tanto peso en esta materia: que el Petrarca no hurtó pensamientos a Jordi, sino que éste los tomó del Petrarca caso de que se hallen en alguna poesía de Jordi, que Beuter no citó, ni quantos han seguido tan ciegamente su autoridad. Por lo que toca a las Trovas de Febrer, otras muchas obras se han fingido en el mundo con tanta apariencia de realidad, y se les ha buscado en la antigüedad padre a quienes prohijarlas aun en materias que podían importar menos a sus padres verdaderos, que las sobre dichas Trovas a quienes las hayan fabricado. En la trova que queda puesta, y en que Febrer habla de sí tan menudamente, se descubre una cierta afectación sospechosa de particularidades, y un estilo tan moderno, que no parece puede ser anterior al siglo XIV" (pág. 89).

   En contraste, todos los valencianos del XVIII defienden con pasión la anterioridad de Jordi de Sant Jordi respecto al Petrarca así como la autenticidad de les Trobes de Febrer. Valgan de nuevo unas palabras de Juan Antonio: "Pág. 89, n. 145. No se opone lo que dice el marqués de Santillana de Jorge de San Jorge a lo que deve atribuirse a Jorge del Rei. El cotejo de los versos de mossén Jorge con los del Petrarca hace ver que en aquél son originales; i en éste trasladados. ¿ La verdad tiene cierto carácter inimitable, i éste se trasluce en las Trobas de mossén Febrer. ¿ En la troba de Febrer no se descubre afectación sino sencillez".

   Son argumentos sentimentales sin ningún fundamento histórico. Parten de una idea fija sobre la autenticidad de les Trobes. Y como Juan Antonio, Teixidor y Berní. Quizás haya que buscar la raíz de esta obcecación en un [Pg. 382] error previo. Así, según Abdón Salazar el error previo radicaría en la explicación del origen del Llibre del Repartiment. En el XVIII creían que, en el Llibre, iba el rey Jaime I asentando los nombres de los centros urbanos, ciudades y villas más o menos importantes, que cedía a los barones, caballeros, órdenes militares, monasterios, iglesias y milicias concejiles que tomaban parte en la reconquista. Hoy se cree más bien que el origen jurídico de las donaciones y repartos está en los acuerdos tomados en las cortes que preparaban las campañas valencianas, sobre todo en las de marzo de 1236, en las cuales el rey promete repartir la tierra reconquistada a los caballeros, prelados y clérigos que fueran a la expedición, aunque en la práctica los repartos alcanzaron luego a gentes que, ni formaron parte del ejército expedicionario, ni tan siquiera eran caballeros, prelados o clérigos (Salazar, pág. 23-24).

   Sea cualquiera la razón del error, lo cierto es que ciertos prejuicios cegaron a los valencianos del siglo XVIII, y entre ellos a Juan Antonio, para no ver las contradicciones. La atribución de les Trobes a Jaume Febrer era un error histórico sin base documental. En este caso, Juan Antonio falló al no aplicar el método histórico que con tanta insistencia exigía en sus cartas.

   Precisamente la fe ciega con que aceptó la autenticidad de les Trobes de Mossén Febrer es posible que clarifique el error de la explicación del escudo de armas de Juan Luis Vives, y toda la ficción de que perteneciera a la familia de los Vives de Verger. De este asunto ha dado cuenta Abdón Salazar, que ya indicaba que se trataba de una familia de conversos. Los estudios de José María de Palacio y de Angelina García han venido a ratificar el origen judío de los Vives.

Divergencias respecto a expresiones valencianas

   El término "lemosino", que ciertos autores aceptaron como denominación de una lengua hablada en el país de Limoges, es usado entre los escritores del siglo XVIII como término que abarca las lenguas valenciana, catalana y mallorquina. De esa forma quieren expresar el sentido de unidad del idioma. Fue utilizado generalmente por los eruditos del XVIII y aparece en la obra de Sánchez o en los Apuntamientos de Juan Antonio. Así escribe Sánchez, comentando las dificultades lingüísticas de las falsas Trobes:

   En toda la obra se hallan muchas voces y expresiones puramente castellanas las quales se puede dudar si estuvieren introducidas en el lemosino en los tiempos del rey don Jayme. En campo de plata se lee a cada paso, aunque también se lee en camp de argent. Sobre el apellido Barba, en cuyo escudo hay espada de plata, dice el poeta:

La espada de plata en lo camp vert

es de Antoni Barba un aragonés.

   [Pg. 383] Continúa Sánchez con el estudio del apellido Catalá, en cuyo escudo está pintado un perro, y añade:

Lo escut de ses armes es un gos rapant

que en bon llemosí y en llengua francesa

y també en llatina ca es nominat (págs. 143 y 146).

   También Juan Antonio entra en el estudio de las expresiones de las Trobes y, en este caso, se vislumbra su esfuerzo por demostrar su autenticidad:

   Pág. 90, núm. 146. Valencia fue poblada de catalanes i de aragoneses, qué mucho pues que en ella se usassen las voces argent i plata promiscuamente? ¿ Qué mucho que en el apellido Barba, diga:

La espada (léase espasa) de plata en lo camp vert

Es de Antoni Barba un aragonés.

   En una troba, que no tengo presente, pone Febrer por consonante a Bocarient i Argent.

   Prosigue Sánchez su análisis, de gran rigor filológico, demostrando que también a un castellano puede interesarle la lengua "lemosina".

   Aquí el poeta, tomando del apellido Catalá, que es lo mismo que Catalán, la primera sílaba formó un perro, y dixo que este animal se llamaba Ca en las tres lenguas. Del apellido Catalá con menos violencia se podía deducir gato que perro, animal por animal; porque en la baja latinidad catus, en el francés antiguo kat y en lemosino gat, significan gato. Pero dexada aparte esta puerilidad y la falsedad de la significación que se le da a la palabra o sílaba ca en la lengua lemosina, francesa y latina, repárese en la conjunción y que es frecuentísima en estas trovas, y véase si se halla otra en toda la Crónica de Montaner, o en las poesías de Ausias March, o en el Carro de las donas de Fr. Francisco Ximénez, o en el Consulado del mar, o en otro autor lemosino antiguo; pues en todos los que he visto he hallado siempre e pero nunca y, introducida después.

No deja de sorprender el contraste con la interpretación de Juan Antonio:

Pág. 90, n. 147, no ai que reducir a las reglas de una crítica rigurosa las etimologías de un trovador genealogista, quando las de los jurisconsultos son bien ridículas. Es cierto que ca y gos o perro es palabra lemosina, i de ella viene el diminutivo cadell por catulus o cachorro; i los bandos de gnerros i cadells o gats i goços. De la fuerza que tiene la gn en el lemosino habla Bastero en la Crusca Proenzal. I en cuanto a la francesa basta que se diga chien i en latín canis, para el intento de explicar las armas de Catalán.

   [Pg. 384] En el mismo campo lingüístico, se presenta otro punto discutido: don o en, usados en la lengua "lemosina". El problema lo planteó Sánchez en su afán de precisión crítica sobre les Trobes:

   En dichas trovas el nombre de Jayme se halla escrito algunas veces Jacques pero las más Jaume. No dudo que en la lengua lemosina se escribe y se pronuncia ahora Jaume, y que la Crónica del inclit rey don Jaume, escrita por Montaner se imprimió en Barcelona por Jaume Cortey el año de 1562; pero en los tiempos en que se pretende floreció Febrer se escribía Jacme, sincopado de Jacome, como se puede ver en toda la citada Crónica y en la que se atribuye a dicho rey impresa en Valencia el año de 1557 y en el Libre de consolat dels fets maritims, impreso en Barcelona año de 1592, en fol., en el qual fol. 102 y 110, por don Jaime se lee en Jachme, en ordenaciones de este rey, hechas el año de 1271. Cien años después del Rey Don Jaime todavía se escribía Jacme, como consta del códice citado en el núm. 132 escrito por Jacme March, el año de 1371. Y aunque en el título de la sobredicha Crónica se lee Don Jaume, no por eso se debe creer que lo escribió así Montaner, sino que el que cuidó la impresión, o acaso el mismo impresor, en cuyo tiempo el Jacme se había ya alterado en Jaime. El Don no fue usado de los lemosinos que ponían en su lugar En, quando el nombre empezaba con letra consonante; i así Montaner usó perpetuamente de las expresiones en Jacme, por Don Jayme, en Pere, por Don Pedro. Pero cuando el nombre empezaba por vocal, ponían antes una N como Nanfós por Don Alonso, Nugo por Don Ugo, etc. Notándose pues tanta diferencia entre el estilo y lenguaje de las Trovas, y el que usaron los antiguos catalanes y valencianos, no podemos persuadirnos a que Febrer sea de los tiempos del Rey Don Jayme el Conquistador. (pág. 91)

  Vuelve de nuevo a plantearse Sánchez el problema de la cronología de Febrer, cosa por otra parte insoluble, dada su inexistencia. Juan Antonio sigue anotando objeciones a lo escrito por Sánchez:

   Pág. 91, n. 148. Sobre la variación con que se escrive Jaime, i Jacme, i Jaume, bastan las mismas pruevas que cita para hacer ver su uso promiscuo nacido de un reino poblado de aragoneses con su Jaime, i de catalanes con su Jacme, i de valencianos suavizándolo con su Jaume.

   El Don ha tenido varias alteraciones en el reino de Valencia. El rei D. Jaime le da a los aragoneses, i no a los cathalanes. Unos i otros conservaron su uso en el reino que conquistaron. Con el tiempo los valencianos le adotaron i le hicieron característico de los nobles i los generosos, caballeros i ciudadanos estavan sin él.

   El estudio filológico que acabamos de leer nos demuestra la meticulosidad con que el canónigo Mayans trataba los temas relacionados con su lengua materna y el interés que puso en el conocimiento de todo lo valenciano. [Pg. 385] Aunque en este caso todo está en función de demostrar un hecho histórico inexistente: la autoría de les Trobes por Febrer y la fecha de redacción.

   [Pg. 385] Aunque Tomás A. Sánchez volverá a exponernos sus ideas sobre el origen del término "lemosín".

¿pero si alguno dixere que Montaner era catalán y Febrer valenciano, debo prevenir que ambos debieron usar un mismo lenguaje, si fueron, como se pretende, contemporáneos. Bastero en la Prefación a su Crusca Proenzal, como buen catalán, quiere que del Condado de Barcelona pasase al de Proenza la lengua llamada Proenzal y no al contrario. Lo cierto es que la lengua catalana, la proenzal y la lemosina, fueron una sola lengua, a lo menos desde que los condes de Barcelona empezaron a ser condes de Proenza: y que esta lengua se llamó lemosina, porque se originó de la latina en el Lemosín cuya capital es Limoges. El año de 1102 Ramón Berenguel, Primer conde de Barcelona, casó con Dulce hija de Gilberto, conde de Proenza, y por este enlace los condes de Barcelona empezaron a serlo también de Proenza. Es creíble que este haya sido el motivo de hablarse en los dos condados una misma lengua, esto es, la lemosina, si es que antes eran diferentes. (pág. 92)

   Juan Antonio discrepa parcialmente de Sánchez y defiende el origen valenciano de Muntaner: "Pág. 92, n. 149. Montaner era valenciano i ai muchos cavalleros en este reino a quienes es mui honroso el venir de su familia: en él tenía sus Estados".

   Ahora bien, Sánchez discrepaba en su Colección de estos criterios y abordaba el tema con mayor amplitud:

   Esta fue la lengua materna de D. Jaime el Conquistador; esta la que se hablaba en la corte y la que se usaba en el pueblo, y esta la que tanto ilustraron los trovadores proenzales en sus composiciones. Conquistada Valencia, que la tenían los moros, por el rey Don Jayme, pasó a este reyno la lengua catalana, y fueron ésta y la valenciana una misma lengua, aunque de muchos años a esta parte son dos dialectos de la lemosina, por haber tomado la catalana voces de la francesa, y la valenciana de la castellana, como observó el erudito don Gregorio Mayans (Orígenes tomo II, pág. 58). Habiéndose pues criado Febrer, aunque valenciano, en la corte del rey don Jayme, y habiendo sido contemporáneo de Montaner, como se quiere, debía notarse entre los dos una muy grande semejanza y conformidad en el estilo y en las palabras, aunque cuando Febrer escribiese ya conquistada Valencia. Concluyo diciendo que a Beuter, que fue el primero que hizo contemporáneos del rey don Jayme a los dos poetas Jordi, y Febrer, no se le debe dar crédito en esta parte en pena de haberle él dado en su Historia a fábulas Berosianas y cuentos de viejas, y de haber vendido sus congeturas por verdades averiguadas y referido muchas cosas sin testimonios correspondientes, como dice don Nicolás Antonio en Petrus Antonius Beuter. (pág. 93)

   [Pg. 386] Todas estas razones, como puede observarse, están dentro de los argumentos que invaliden la existencia de Febrer en el siglo XIII, pero siempre dentro de la fe en su existencia. Ahora bien, en su argumentación Sánchez pretendía al mismo tiempo demostrar, mediante sus estudios, la procedencia lemosina del catalán; a partir de aquí sus razones irán encaminadas a sentar las bases del origen común de las lenguas catalana y valenciana.

   El canónigo Mayans, sin embargo, ignora el asunto en sus apuntamientos y se dirige únicamente a lo relacionado con Muntaner:

   Pág. 93, n. 150. Los reyes de Aragón descendientes del conde de Barcelona D. Ramón Berenguel, conservaron la lengua de su familia, como en sus escritos lo hicieron ver el rei D. Jaime i el rei D. Pedro. ¿ Muntaner passó su vida fuera de su patria, y por consiguiente tenazmente conservó lo que avía aprendido en su niñez; i sobre todo no ha avido alteración de copiantes en su historia. El copiante Uribarri está bien pintado en la p. 229.

   Y Juan Antonio continúa con sus objeciones, anotando en la misma página lo siguiente:

   Pág. 93. Qué tiene que ver que Pedro Antonio Beuter adoptasse las fábulas del Beroso Aniano con que manifestasse el uso que el Petrarca hizo de Mossén Jordi? Cómo se escrivían en España estas cosas?

   Sobre Ausias March. Según afirma Martí de Riquer, Ausias March era hijo del poeta Pere March y de su segunda mujer Leonor Ripoll. Dicho matrimonio se celebró en Valencia en 1379. No es extraño, pues, que Sánchez sitúe el nacimiento de Ausias en dicha capital, pese a que, según dice Riquer, tenga sus dudas sobre el año y lugar de su nacimiento. El historiador catalán cree muy verosímil que naciera hacia 1397 en Gandía (II, 472). Veamos lo que nos dice Sánchez:

   Mossén Ausias March

, natural de la ciudad de Valencia, fue uno de los mejores poetas de su tiempo. Al principio de la traducción que hizo Jorge de Montemayor de las obras de este poeta, poniéndolas en castellano, se halla su vida escrita por don Diego de Fuentes y trasladada, según se lee allí, de sus antiguos originales; por donde sabemos que los padres de Ausias fueron Mosén Pero Marco o March y Leonor Ripoll, que vivían en Barcelona, su patria, y porque tenían hacienda en Valencia se pasaron a vivir en esta ciudad, en donde nació nuestro poeta. Este Pero March creemos que fue aquel mismo que el marqués (de Santillana) alabó de valiente e honorable cavallero Ogias Marco (dice el padre Mariana, Historia de España, lib. 23, c. 3, lib. 23, c. 3) poeta en aquella era muy señalado y de fama en la lengua lemosina o de Limoges: su estilo y palabras groseras, la agudeza grande, el lustre de las sentencias y de la invención aventajado. Vivía este poeta, quando el marqués escribió su [Pg. 387] carta, y según dice el mismo Mariana, fue familia de don Carlos Príncipe de Viana, y también fue poeta y murió en Barcelona a 23 de septiembre de 1461. Sin embargo de esto, dice con mucha satisfacción D. Diego de Saavedra (República Literaria, pág. 32) que dio pensamientos a Petrarca para que con pluma más elegante los ilustrase y hiciese suyos; siendo así que Petrarca floreció un siglo antes que Ausias March. (pág. 94)

   Es necesario reconocer que Sánchez tenía un gran sentido cronológico y sabe descartar la teoría de Saavedra Fajardo que hacía a Ausias anterior a Petrarca. Por lo demás, en líneas generales encuadraba la vida y la actividad poética de Ausias.

   Juan Antonio tenía mayor conocimiento de las circunstancias vitales del gran poeta. En consecuencia, dará más detalles y pormenores respecto a su origen y al pueblo del que era señor:

   Pág. 94, 151. Mossén Ausias March era valenciano, como él lo dice:

La velledad, en valencians mal prova

E non se yo com faça obra nova.

   Los suyos eran señores de Beniarjó i Pardines en la huerta de Gandía. De Pardines se ven aún las ruinas inmediatas a Beniarjó. En las bóvedas de la iglesia antigua deste pueblo, dedicada a san Marcos, se ven aún las armas del linage de March. Más abajo de la azud, o represa, que da agua a la puerta de Gandía i de Oliva, ai otra llamada la azuteta de March, que conserva su apellido. El autor de la Vida de Juan Luis Vives (Gregorio Mayans), que está para salir a luz, congetura con verosimilitud que su madre Blanca March, era desta familia, porque Juan Luis era de los Vives de Vergel (del Verger) domiciliados en Denia.

   Dejemos los errores de Juan Antonio sobre el parentesco de la madre de Juan Luis Vives con la familia de Ausias March. Si hubiera conocido los procesos que sufrió la familia de Vives y la vinculación con los conversos, con toda seguridad hubiera rechazado la última conjetura, que uno no sabe si atribuir a Gregorio o a Juan Antonio.

   Una última observación de Juan Antonio a la Colección de Sánchez: "Pág. XXXIX. También es notable entre las obras del marqués de Santillana el título de la Comedieta de Ponza en que pintava la batalla que se dio entre los genoveses i los catalanes, valencianos i aragoneses. ¿ El Canto del Turia de Gaspar Gil Polo no ha sido conocido hasta su reimpresión de Londres. Rodríguez i Ximeno no le vieron ni desfrutaron. A él se deve la noticia de Jorge del Rei, distinto de Jorge de San Jorge".

   Por tanto, podemos conjeturar que Juan Antonio quiso anotar sólo los autores valencianos que aparecían citados en la Colección de Tomás A. Sánchez. ¿Excesivo particularismo del canónigo Mayans al anotar sólo a estos autores? ¿Partidismo valencianista? Da la impresión de que Juan Antonio quiso insistir en los poetas valencianos porque, según su criterio, [Pg. 388] quedaban menos valorados que los castellanos. Cosa, por lo demás, normal pues Sánchez sólo pretendió hacer una Colección de los poetas castellanos más antiguos. Pero también son conocidas algunas polémicas regionalistas. Y el mismo Sánchez arremete con dureza contra Sarmiento porque manifestó especial interés en defender a los autores gallegos, como en el caso de las Coplas de Alfonso X el Sabio, y conceder mayor antigüedad a los poetas gallegos que a los castellanos.

   De cualquier manera, en las divergencias existentes entre Sánchez y Juan Antonio, vemos que el historiador castellano demostró un conocimiento extenso del estado de los estudios de su tiempo sobre la literatura "lemosina". Y lo más importante, demostró tener una buena visión de historiador, al manifestar sus dudas cuando los datos no coincidían. Y lo que es más, en algunos casos planteó sus dudas en poetas cuyas obras no se correspondían con la fecha atribuida. Así en el caso de Jordi de Sant Jordi, cuya ubicación con la que se atribuía a la cronología tradicional no le parecía muy coherente. Y fundamentó sus dudas en los puntos adecuados. O en el caso de Febrer, del que, convencido de su existencia, no podía admitir la antigüedad atribuida al observar la lengua utilizada, que de ningún modo coincidía con la del siglo XIII, fecha supuesta de su existencia.

   En cambio, Juan Antonio tenía mejor conocimiento de la lengua y de la cronología general de los reyes. Pero carecía de esa intuición del historiador nato y quiso justificar su criterio con los conocimientos concretos de la historia de la antigua corona de Aragón. Pero no supo ver, en esas irregularidades lingüísticas, los errores cronológicos ni la ficción del inexistente Febrer, y mucho menos dudar de su existencia.

2. Juan Antonio Mayans y Vega Sentmenat

   Los intelectuales catalanes constituyen el grupo más importante, después de los valencianos, que tiene relación con don Gregorio Mayans y, en consecuencia, con su hermano Juan Antonio. Ciertas circunstancias explican, según Mestre, el origen y desarrollo de dichas relaciones, basadas en una verdadera amistad e interés cultural común. La familia Mayans, que era austracista, se estableció en Barcelona, al tomar Valencia el ejército borbón después de la batalla de Almansa (1707). En Barcelona estudió el erudito latín, retórica y poética en el Colegio de Cordelles e hizo amistad con los hermanos Finestres y otros miembros de la sociedad catalana.

   Estos primeros contactos amistosos se intensificaron durante sus años de universitario en Salamanca. Más tarde, serán estos compañeros de estudio quienes relacionarán a don Gregorio con el mundo intelectual de Cervera. A través de Finestres, conectará Mayans con los intelectuales catalanes, recibiendo a la vez abundantísima correspondencia que le mostraba la marcha [Pg. 389] de la vida intelectual en el principado. Dentro de esta recíproca relación se distinguen dos aspectos: el influjo de Mayans en las obras históricas aparecidas en el principado y su afinidad en el interés por la lengua materna.

   Naturalmente, Juan Antonio no actúa al margen de dichas relaciones. Su trabajo queda incluido en la orientación histórica que recibe de su hermano. Así vemos cómo, después de publicar Aymerich sus Praelectiones cervarienses en 1750, Finestres manifestó su interés por recoger las inscripciones latinas existentes en Cataluña. Ante esa noticia Gerardo Meerman se ofrece a publicarlas y Mayans manifiesta su alegría, y escribe: "Si emprende Vm. la Colección de Inscripciones querría verla antes de publicarla. Mi hermano Juan Antonio i yo tenemos algún conocimiento de este género de estudio".

   Pero el influjo mayansiano no se limitará únicamente a la Universidad de Cervera. Llegará también a la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. A pesar de que Finestres no posee un concepto elevado de dicha entidad, sus discípulos tuvieron mejores relaciones con la docta institución. Así Barcalli, discípulo de Finestres, aparece íntimamente unido a la Academia de Barcelona.

   Por otra parte, Barcalli estuvo muy relacionado con Juan Antonio durante el año en que el olivense residió en Tortosa como arcediano de Culla. La confianza debió ser grande pues años más tarde, cuando Juan Antonio era ya canónigo de Valencia, y como ya pudimos observar, se permitió exponerle en carta muy personal duras censuras contra Vicente Blasco, rector de la Universidad y protegido del gobierno.

   Además, desde Valencia, Juan Antonio escribe a Barcalli una carta en la que desarrolla estos tres aspectos: el interés por el pasado histórico, la necesidad de recurrir a la lengua "lemosina" para investigar sus documentos originales y la invitación a la Academia de Buenas Letras para que oriente sus investigaciones en esa doble actitud.

   Los consejos sobre el estudio de la historia de Cataluña y de la lengua catalana, expuestos por el canónigo de Valencia en esta carta, alcanzaron un amplio desarrollo en la correspondencia con Vega Sentmenat, miembro de la Academia de Buenas Letras. Esta correspondencia gira sobre un tema de preocupación común a los intelectuales catalanes y valencianos: la necesidad de elaborar, en el caso de aquéllos, un Diccionario catalán-castellano. La preocupación data de 1778, año en que Carlos III decretó que se enseñase latín y retórica en castellano. El Diccionario facilitaría la enseñanza del castellano, a la vez que conservaría la memoria del catalán.

   Vega Sentmenat desea los consejos de Juan Antonio, y el valenciano aprovecha la ocasión para exponer su pensamiento sobre la lengua, las razones de su decadencia y los medios de recuperación, así como le comunica las noticias que posee de libros que puedan ayudar en la elaboración de un gran Tesoro de la lengua catalana. La carta ha sido publicada por Mestre. [Pg. 390] Pero, dada la excepcional importancia para conocer el pensamiento de Juan Antonio, me permito publicarla entera:

   Muy señor i favorecedor mío. Cathaluña es una de las provincias más notables de Europa i la ilustración de sus cosas deve tener un lugar mui principal en sus moradores. Las cosas deste mundo están en un trasiego continuo. Su lengua en España i en Francia huvo tiempo en que fue la más culta, pero en ambas partes ha tenido igual desgracia passando de dueña a criada, i los interessados en su conservación son los primeros que la han abandonado con menor o mayor prisa. En esto los valencianos hemos ganado la palma, como más inmediatos al riñón de Castilla. En ella ocupó lugar mui preeminente Alexio Venegas en tiempo de Carlos V en su precioso libro De la agonía i tránsito de la muerte, i puso por cuarto pecado del español el no saber i el no querer saber. Vamos, pues, a vindicar el descuido de nuestra lengua con ese que Vmd. intitula Thesoro de la lengua cathalana i ciertamente essa provincia es la que deve tomar a su cargo la empressa porque es la que mantiene esta lengua i la que conserva más memorias de ella.

   Nuestros vecinos los franceses siempre han tenido la imprenta más floreciente i, por consiguiente, más abundancia de libros. Creo que recientemente han publicado una diligente i abundante colección de sus antiguos trobadores, cuyo conocimiento es necessario para el asunto. Los tres tomos que de los castellanos ha dado D. Thomás Sánchez tienen unos pequeños diccionarios que contienen muchas voces que son nuestras. Para esta empressa servirá muchíssimo el Glossario de Du Cange i enseñará los libros aún nuestros que deven desfrutarse, como Spelmano, Barthio, Vossio, Borrichio, Menagio, Vulcanio, Mazochio. El Repertorio de Molino explicando las voces de los Fueros de Aragón encaminará a las de los Usages de Cathaluña. A esto deve dirigirse el trabajo. Me acuerdo aver leído en Olivano la diligencia que avía puesto en comprehender la Jurisprudencia cathalana, que él considerava ya como desconocida en su tiempo. El barón de Senckemberg embió a pedir a mi hermano i señor los letrados antiguos cathalanes por la semejanza que tenían con los alemanes. Curiosidad digna de avergonzarnos. De contado del Diccionario de Lebrija, traducido en cathalán, del de Torra i del Gazofilacio, puede formarse uno que sirva como de fundamento para la empressa del Thesoro. Lo que escrivió Carlos Ros aquí en Valencia es despreciable. Con todo se ha hecho raro.

   El vocabulario de Juan de Resa para entender a Ausias March, i el de Bastero en la Crusca Proenzale, pueden servir para los trobadores.

   Pero para una empressa como ésta son menester veinte años de trabajo quando menos, i qué sucederá en ellos en tanta desidia como reina en nuestros tiempos? Qué egemplo más a la mano que la parálisis que padece la Academia Real de la Historia de Barcelona, que Vm. intenta avivar con su actividad? Faltará espíritu? No, antes bien se pecó por excesso, pues se querían hacer cosas grandes sin entretenerse en las pequeñas. Qué otra cosa son las vastas obras de las Memorias (académicas) de [Pg. 391] París, Transacciones Filosóficas de Londres, Diario de Lipsia, i otras colecciones, sino un compuesto de pequeñas disertaciones. En el tomo I de la Academia se citavan algunas de assuntos mui curiosos i que devían averse comunicado al público i que tal vez no será difícil recoger i enmendar la falta que huvo. Plausible idea la del Thesoro de la lengua cathalana; pero no sea ésta la única. Acompáñese con la publicación de otras obras originales como lo serán siempre en la historia los comentarios del rei D. Jaime el de Aragón, las Chrónicas de Ramón Muntaner i del rei D. Pedro. Desentiérrense el original de Bernardo Desclot. Tráiganse essos cancioneros de los provenzales de Roma. El que avía en Gerona en poder de los expulsos se desapareció. El Thesoro se ha de destinar para su inteligencia, si no los thesoros se convertirán en carbones. I en qualquier idea literaria se han de tener unos pensamientos mui ceñidos en el coste, i en el tiempo, porque se ha de pelear contra toda suerte de males, ignorancia, pereza, pobreza, embidia i malignidad. Que estuviera, que no estuviera, el embarazo de la compañía de libreros de Madrid, sucedería lo mismo en las provincias, porque el mal está en ser tan corto el número de los aficionados a la erudición i con los ribetes de pobres i desvalidados.

   Yo celebro que Vmd. sea tan afortunado que pueda gozar de la Historia de los condes de Urgel de Momfar, que es la primera noticia que tengo de ella. El marqués de Mondéjar estimava en mucho la de Moncada de las cosas de Vich, que en parte ha desfrutado Flórez. La impressión de estas i otras obras, bien escritas como las de Ribera, es el remedio pronto i eficaz de ilustrar la historia. Pensar que esto se ha de conseguir por obras que se han de trabajar quando los venideros querrán i podrán, es passar el tiempo en imaginaciones alegres, i siendo éste el siglo de las luces quedar a escuras. Apunta Vmd. la dificultad que ai en imprimir en Barcelona. En qué provincia ai más abundancia de industria, papel i dinero? Pero falta que no es éste el medio de ganarle, ni el de lograr los empleos, ni el de grangearse la estimación; el que más estudia i más sabe es más despreciado. A pelo viene el gran Finestres cuyas obras no podían venderse ni sacar una pequeña parte de su coste.

   Devemos esperar que el Sr. Dou dará i comunicará parte de su fuego al Sr. Rialp para que lleve a cabo la empressa que tomó a su cargo.

   D. Francisco Cerdá tiene ya impressas las Memorias históricas del rei D. Alonso el Noble del marqués de Mondéjar, que mi buen hermano i señor franqueó para esse fin, como también lo hizo las de D. Alonso el Sabio, que es el príncipe más bien ilustrado de España, según Vm. avrá visto. A aquél piensa añadir segundo tomo en folio imprimiendo Fueros, Cortes i Monumentos para su ilustración, que todo será no la de un reinado sino de un siglo. Este grande de Castilla ha sido afortunado en que su fama póstuma aya caído en manos de los valencianos Martí, Mayans i Cerdá. Siempre passará de un año para publicarse este segundo tomo. Este es el camino de renovar la historia, i el que se deve imitar i poner en práctica.

   La comunicación de Vmd. me honra i me sirve de prueva de que vivo en el mundo, pues encuentro con quien tratar. En este pueblo apenas se [Pg. 392] puede vivir. Dios nos consuele i guarde a Vmd. para ilustrar su patria. Valencia a 18 de febrero de 1783. Sr. D. Josef Vega i Sentmenat.

   En esta espléndida carta sobresale, en primer lugar, el entusiasmo por una lengua y literatura en otros tiempos esplendorosas y el sincero afán de revitalización. Por lo demás, resulta evidente el conocimiento de los autores básicos que pueden servir para la defensa de la lengua, lo que expone con claridad para que los académicos de Barcelona lleven a cabo ese Tesoro de la lengua catalana de que hablaba Vega Sentmenat.

   Señala, asimismo, el contraste de la despreocupación de su tiempo por el cultivo de la lengua frente al entusiasmo de otros tiempos en los que sí había interés por su cultivo. Y junto al Tesoro, anima a los académicos de Barcelona a que publiquen las obras fundamentales escritas en catalán: Jaime I, Muntaner, el rey Pedro IV, Desclot, manuscritos inéditos "como los cancioneros provenzales". Porque, a juicio de Juan Antonio, el Tesoro no debe servir sólo para entender el castellano. Debe aprovecharse la ocasión para propiciar la comprensión de los tesoros literarios de la lengua.

   Resulta coherente con los intereses de Mayans el hecho de que incite, de manera insistente, a la publicación o aprovechamiento de los libros históricos. En este sentido, en la correspondencia con Vega Sentmenat, no se limitará a dar los nombres clásicos ya citados, sino que aludirá a los tratados y colecciones de documentos históricos recogidos por los monjes de Bellpuig de los Avellanes (Caresmar, Pasqual, Martí). Ni dejará de alabar los trabajos historiográficos catalanes del mismo XVIII, aunque estén redactados en castellano, como los de Masdeu y Capmany.

   Es decir, el canónigo Mayans sigue día a día el amplio movimiento cultural catalán de fines de siglo. Por ello se lamentará de la decadencia cultural de los valencianos, con un evidente deseo de revitalización:

   Nada de eso puede hacerse en Valencia desterradas de ella las letras amenas i dominando la fiereza. Aunque sea contra viento i marea conviene navegar adelante encaminándose al bien de la nación; i toda junta no puede compararse con essa provincia, i para prueva desta verdad venga la Oración del Sr. Dou, que en él i su hermano ai un par sin par de hombres de mérito (29-IV-1783).

   Juan Antonio lucha entre su interés y entusiasmo por elevar el nivel de los trabajos intelectuales entre los valencianos y el desánimo que le produce la comprobación de su decadencia.

   En trescientos años nunca las letras han estado tan amortiguadas en este pueblo como ahora, que a los males comunes añade otros particulares (27-IV-1784).

   [Pg. 393] Lo peor de esta situación es, a su juicio, que la decadencia está provocada por los mismos valencianos. El canónigo Mayans no comprende cómo sus paisanos adolecen de falta de interés por recuperar el uso de su lengua materna. En carta al mismo Sentmenat censura esta actitud, aunque no deja de confesar el interés del centralismo político por acabar con el uso de la lengua:

   Entre las instrucciones secretas que tenía el gobernador militar de Tarragona, que murió en Alicante, una de ellas era acabar el lenguaje del país. Lo mismo se mandan en éste; aunque no es menester cuidado en practicarlo, porque los valencianos saben arruinarse a sí i a sus cosas primorosamente. No ai fuerzas para resistir esta política que no se me acomoda (12-VIII-1783).

   En contraste con la censura que dirige a la actitud indolente de los intelectuales valencianos, Juan Antonio alaba a quienes mantienen su amor por la lengua. Así recuerda con añoranza a los valencianos que, en tiempo de los estudios de su hermano, mantenían el uso hablado de la misma en Salamanca: don Gregorio, Juan Bautista Cabrera..., mientras recrimina a quienes se acomodaron al uso de la lengua castellana. La respuesta de Vega Sentmenat demuestra que la situación sociológica respecto a la lengua materna es distinta en Cataluña: "Aquí hay afición al lenguage provincial i generalmente se tacha no hablarle entre nosotros si acaso algún fachanda quiere castellanisar. Lindo exemplo para fortificarse en lo mismo el de su hermano i señor que qual otro cisne concluyó con aquellas tan dulces palabras ("cuidem vosté de Joan Antoni") que serán siempre prueba de la ternura del amor que le professó. Entre tanto que no hay que esperar mayores medras, hagamos pues lo que decía Esquines" (19-VIII-1783).

   A juicio de Mestre, que podemos confirmar con textos manuscritos de Juan Antonio, el canónigo Mayans consideraba que el último tercio del XVIII señala un momento de decadencia cultural valenciana. Juan Antonio había podido observar la continua fuga de estudiosos valencianos a la corte. Los hombres de letras valencianos de la segunda mitad del siglo, no sólo no encuentran obstáculos para establecerse en la corte, como los habían encontrado Martí o don Gregorio, sino que, favorecidos por los gobernantes, intentan controlar el mundo cultural valenciano desde la corte. El caso típico es el de Pérez Bayer a cuyo alrededor encontrarán apoyo los ilustrados valencianos. Quizás el único que no encontró acogida favorable fue Cerdá Rico. Estos intelectuales recibían el influjo mayansiano mientras residían en Valencia pero, al llegar a la corte, entraban en el círculo político de Pérez Bayer. Juan Antonio será claro en su juicio:

   La corte lo que suministró fue dinero para sosacar i atraher los oficiales de Valencia por muchos años (10-XII-1785).

   [Pg. 394] El canónigo Mayans siente indignación ante tal actitud y así se trasluce en sus cartas, al tratar de los empleos de la real biblioteca. Juzgaba, y con razón, que Pérez Bayer sería bibliotecario real si lo pretendía y, según afirma, así lo esperaban sus secuaces que "se prometen varias plazas subalternas vacantes en la bibliotheca". Y añade con fina ironía: "Si allí se establece otra colonia valenciana como la de S. Isidro, será este país más odiado i arruinado" (30-IX-1783).

   Se refería Juan Antonio al número de profesores valencianos que gracias a Pérez Bayer y su amigo Manuel Villafañe, a quien había logrado nombrarlo director del Instituto de San Isidro, ejercían allí su magisterio.

   Por lo demás, Juan Antonio repite en varias ocasiones el desprecio de algunos escritores castellanos por los hombres de letras valencianos. Veamos un texto en que el canónigo censura la actitud de Juan de Iriarte, bibliotecario real y émulo de don Gregorio, buen latinista, pero con cierta envidia por el dominio de las lenguas clásicas que tenían Martí y Mayans:

   En la de Iriarte extrañará Vmd. la guerra que se hace a Martí, por un papel suelto hallado dentro de un libro atribuido a Tribaldo, mediano humanista, desacreditando a un sugeto cuya habilidad han admirado Italia, Inglaterra, Alemania i Holanda, acompañado de una ingenuidad que le hizo vivir en un triste hemisferio. Pero en aquel pueblo no ai más criterio para el mérito literario que ser valenciano o cathalán, i por ahí juzgan si es ligero o pesado, basto o culto. Degémoslos gozando del mundo i seríamos felices, si nos dejassen quietos en los rincones en que han sido acogidas las letras en España en este siglo (29-IV-1783).

   La idea de Juan Antonio ha quedado clara. En el caso de Juan de Iriarte lamenta que no repare en los medios dirigidos a desprestigiar todo lo relativo a las escritores catalanes y valencianos. En este caso, se siente vinculado al mundo cultural. Y, en algunos textos, parece ampliar este criterio a los castellanos en general:

   Los castellanos nada saben, ni quieren saber, del lemosín, i assí no es mucho que Higuera en el falso Chronicón de Luitprando, Era 728, n. 153, de la edición de Ramírez de Prado, pusiesse por distintas la lengua valenciana i la cathalana, que no avía, i es tal vez el yerro menor que allí se contiene. Los valencianos son colonos de los cathalanes, con mezcla de aragoneses; pero la vecindad de Castilla ha corrompido más su modo de hablar (9-IX-1783).

   Confesión más clara de unidad de la lengua catalana y valenciana imposible. En la misma línea se manifestará Vega Sentmenat: "¿Qué diferencia hay de la lengua valenciana a la catalana que merescan contarse por dos distintas lenguas, como veo, siendo la de Vms. ahún en orden primera a la [Pg. 395] nuestra en la enumeración de las diez lenguas que se usaban en España, como dice Luitprando escriviendo a Juan XII?" (2-IX-1783). En una evidente oposición al centralismo, en el caso concreto de toledanizar la zona mediterránea, confesará su actitud, en una frase explícita de su idea, en carta a Vega Sentmenat: "El Segre i el Gudalabiar han de tener su corriente al Mediterráneo, dejando al Tajo la del Océano" (7-III-1786).

   Juan Antonio observa hechos concretos que confirmen el elevado nivel cultural de los hombres de letras de la antigua Corona de Aragón. Así, tomando el ejemplo de Masdeu y los jesuitas de la provincia aragonesa exiliados en Italia, plantea su superior nivel intelectual respecto a Castilla, al tiempo que muestran el método de enseñanza que elevó la cultura española del Siglo de Oro:

   Gran gusto he tenido viendo en la gaceta la idea del abate Masdeu, barcelonés, que arrinconará a los Mohedanos i Feijones. Por último tenemos otra prueva de que nuestros lemosines son los abates de provecho que hacen ver prácticamente cómo se instruían los españoles que florecieron en el siglo décimo sexto en Italia, Francia i Países Bajos (26-VIII-1783).

   A juicio de Juan Antonio, la decadencia cultural valenciana aparece ligada al centralismo. Por la abolición de la autonomía universitaria, en primer lugar. De aquí las acusaciones directas que Juan Antonio dirige contra el canónigo Blasco que, siempre de acuerdo con Pérez Bayer, facilitó los manejos de la corte en su afán centralista. Al ser nombrado rector vitalicio de la Universidad de Valencia por real decreto, acabó con el último reducto de autonomía de que aún gozaba la ciudad de Valencia.

   A pesar de todo, Juan Antonio cree que esto no debe impedir el culto y la investigación de la historia de la lengua "lemosina". En este sentido, su criterio es permanente. Así, en carta a Vega Sentmenat, afirmará que los cancioneros lemosines deberían leerse por los españoles con notas, explicaciones y aun traducciones (14-X-1783). Y no dudará en comunicar noticias de libros de estudio sobre el "lemosín": Vaisset, Historia du Languedoc (7 vols.) o Charpentier, Suplemento al Glosario de Du Cange, 4 vols. con catálogo de voces lemosinas (2-XII-1783).

   Así mismo, Juan Antonio lamentará que se pierdan algunos manuscritos "lemosines" por falta de interés de los historiadores. En consecuencia, comentará en carta a Vega Sentmenat que los libros de los jesuitas están amontonados en Madrid, al tiempo que añade que cuando despierten del letargo, se habrán perdido preciosidades. Y anota que también aporta su colaboración personal, habiendo mandado copiar los coloquios de Despuig en Tortosa, al tiempo que lamenta que su hermano no se decidiera a copiar el manuscrito lemosín de los jesuitas de Gerona (27-XII-1783). En esta línea se comprenden las palabras de Juan Antonio a Vega Sentmenat: "Estimo a [Pg. 396] Vm. el ofrecimiento del cancionero lemosín, aunque tengo mis cosas abandonadas por falta de tiempo; con todo le emplearé en esto, siguiendo el genio" (7-III-1786).

   Pero Juan Antonio no es un fanático. Interesado por la lengua "lemosina", no desprecia por ello la literatura castellana. Igual que su hermano Gregorio, le preocupa y fomenta el cultivo del castellano y de las ediciones en ese idioma. Amante profundo de España, proporciona material a Cavanilles en el momento de escribir las Observaciones contra Masson. Aunque, eso sí, piense que ese tipo de apologías es oropel, pues el único modo de reivindicar las glorias de España es producir obras maestras, dignas de elogio universal. Y, por supuesto, como hemos podido observar, Juan Antonio colabora con los intelectuales que editan obras clásicas castellanas: Cerdá, Llaguno Amírola, Juan Antonio Pellicer...

   Pero no deja de resultar apasionante la relación con los hombres de letras de Cataluña. En el caso concreto que nos ocupa, ese cálido intento de reivindicación de la lengua y la literatura "lemosinas". La invitación de Vega Sentmenat era una circunstancia propicia para fomentar la actividad de la Academia de Barcelona.

   Ante los académicos encargados de redactar el Diccionario Vega Sentmenat expuso las ideas y proyectos de Juan Antonio. Es una manifestación más de la conexión directa entre la actividad erudita de los Mayans y los esfuerzos de los hombres de letras catalanes en el interés común por reivindicar la lengua.

   La reforma de los estudios históricos proyectada por don Gregorio en la primera mitad del siglo XVIII no alcanzó la meta apetecida, al menos en Valencia. Los intelectuales valencianos que pudieron observar de más cerca la meta trazada, a través de las Constituciones de la Academia Valenciana, no comprendieron el alcance de la empresa. Ni siquiera vislumbraron el ideal propuesto sobre el conocimiento de nuestro pasado. Los historiadores que emprenden esta última tarea (Sales, Ximeno, Teixidor) son hombres de archivo y de historias locales. Ninguno de ellos tiene cualidades de historiador de amplios horizontes. Forman una generación acumuladora de datos, necesaria si se quiere, pero de ahí no pasan.

   Falló la segunda generación. Los intelectuales valencianos de más garra y prestigio marchan a la corte y cambian la dirección de sus estudios. Habría que recordar, sin embargo, que, además de Muñoz y Cerdá Rico, ya aludidos anteriormente, sólo el conde de Lumiares estudió con interés la epigrafía del reino de Valencia. Coincide este momento con la decadencia cultural que apunta Juan Antonio.

   Cataluña hereda, en la segunda mitad del siglo, la gran iniciativa cultural que anteriormente había poseído Valencia. Ese es al menos el juicio de Juan Antonio. Los historiadores catalanes realizarán un esfuerzo de acumulación, pero también de síntesis. En Cervera, Bellpuig de los Avellanes, la [Pg. 397] Academia de Buenas Letras, trabajarán en la línea trazada en gran parte por don Gregorio.

   Y junto a las instituciones, los individuos. Hemos visto los elogios de Juan Antonio a la Historia crítica de España de Masdeu. Y, como no podía faltar, el canónigo Mayans elogiará las Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona de Antonio Capmany. Y con razón, porque Capmany es, sin duda, el mejor historiador de la Ilustración española. En Valencia, por supuesto, no hay ningún historiador que de lejos se asemeje a los valores de Capmany. Puede que Juan Antonio tuviera razón al afirmar el resurgir de los intelectuales catalanes, frente a la decadencia de la ilustración valenciana.

3. La correspondencia de Juan Antonio con Carlos Andrés

   La importancia de esta correspondencia radica en que los datos contenidos en ella tenían un destinatario de gran relieve intelectual: el jesuita exiliado Juan Andrés. El abate Andrés fue uno de los intelectuales más famosos en la Europa de los últimos años del siglo XVIII, gracias a su obra Origen, progreso y estado actual de toda la literatura.

   No voy a aportar datos nuevos que cambien la visión de la figura intelectual de Juan Andrés. Aunque ahora no tenga la fama de su época, ha sido estudiada recientemente por historiadores extranjeros (Mazzeo) y españoles (Batllori, Domínguez). Ni siquiera voy a descubrir la relación con los Mayans, que ha sido analizada por Mestre en Historia, fueros y actitudes políticas. 115

   Mi intención es analizar brevemente el interés de Juan Antonio en facilitar noticias relativas a la historia de la lengua y literatura "lemosinas". La correspondencia del canónigo Mayans no está dirigida personalmente a Juan Andrés. Como estaba prohibido mantener correspondencia con los jesuitas exiliados, Juan Antonio escribirá a Carlos Andrés, hermano del jesuita, que a su vez transmitirá las noticias literarias a su hermano Juan. 116

   Ya demostró Mestre que el jesuita Juan Andrés conocía personalmente a los hermanos Mayans desde 1763, cuando era profesor de Retórica en la Universidad de Gandía. El mismo jesuita confiesa en carta a don Gregorio el agradecimiento por el favor de prestarle libros para sus clases, así como la confesión directa por las enseñanzas que recibía en sus visitas a la casa del erudito en Oliva. Cuando llegó el momento de la expulsión, don Gregorio [Pg. 398] pretendió que Andrés no saliese de España y abandonara la Compañía, pero el jesuita siguió el camino de sus compañeros al exilio italiano, donde alcanzó los años de plenitud intelectual y la merecida fama por sus trabajos literarios.

   Cuando Juan Andrés empieza a redactar su ambiciosa obra, necesita consultar libros que no posee o busca noticias sobre autores de los que tiene escasas referencias. Este es el sentido de la carta de Carlos Andrés a Juan Antonio:

   No dudando del afecto, bondad i vasta erudición de Vm. i teniendo mui presentes los ofrecimientos sinceros que Vm. repetidas veces me ha hecho, me tomo la libertad de solicitar dos noticias que mi hermano desea y nadie como Vm. podrá suministrarlas. El Sr. Dn. Gregorio en una carta a Meerman habla de un diccionario que se halla en el Monasterio de Silos; mi hermano cita al Sr. Dn. Gregorio (hablando de este diccionario) en la pág. 211 de su obra, pero allí habla de un diccionario para probar la antigüedad del papel de lino; ahora quisiera alguna noticia de él como diccionario; qué cosa viene a ser i de qué tiempo puede creerse que sea. El diccionario más antiguo latino de que mi hermano tiene noticia es el de Papías, autor del siglo XI, i estando el del Monasterio de Silos escrito en letra gótica, podía ser anterior. La otra noticia que desea es el de sugetos antiguos que haian hecho obras gramaticales sobre la lengua castellana; tal vez el rei D. Alfonso el Sabio, a quien deve tanto nuestra lengua, haría alguna cosa por sí, o mandaría hacerla, o en tiempo de Juan el II, pero esto es bachillería mía; Vm. dirá lo que sea del caso. (31-XII-1782)

   Este fue el inicio de una relativamente corta correspondencia, pero muy interesante para conocer el estado de la investigación en el momento en que Andrés redactó su obra de literatura comparada. En la cartas aparecen intercambios de noticias sobre el origen del teatro, de la Celestina, el teatro de Torres Naharro, o la Comedieta de Ponza... Son unos pocos ejemplos de los numerosos temas centrados en la literatura castellana.

   Mas aquí nos interesan los temas relativos a la lengua y literatura valenciana. El primer autor que aparece en la correspondencia es Jaume Roig. El 7 de enero de 1783, Juan Antonio comunica a su corresponsal que le envía la copia de unos versos de la Cudolada de Jaume Roig. Y añade:

   Italia acaba de dar una magnífica edición de Anacreonte, dedicada al Sr. Infante D. Gabriel. Pero deve estar en ella el Anacreonte valenciano, i en poder del hermano de Vmd. A buelta de Madrid le compré en San Felipe (Xátiva) de la edición príncipe no castrada, faltaba el frontispicio que copiaré, i señale Vmd. la persona a quien le aya de entregar, a fin de que el hermano de Vmd. tenga este obsequio de gente que hereda el afecto a la casa de Vmd. Si las letras lemosinas no estuvieran moribundas deviera [Pg. 399] Mossén Roig reimprimirse con notillas, que a mí no me sería difícil hacerlas, por tener un egemplar interpolado con hojas blancas i en todas ellas bastantes materiales para la empressa. Pero falta el tiempo i el gusto; i aun el texto no se puede sufrir en este siglo en que se truncó, i de palabra se recogió por los inquisidores, sin que esto prueve que las costumbres estuviessen más estragadas en tiempo de Roig que en el corriente. (8-I-1783)

   Es un buen testimonio de la generosidad de Juan Antonio, pero también de su interés por conservar la memoria de los escritores valencianos del gran siglo. En efecto, la Cudolada estaba ya en manos del tío de los Andrés, y el hermano del abate lo agradece con toda generosidad (14-I-1783). Según testimonio de Juan Antonio, no sólo envió la obra de Jaume Roig, sino que añadió la copia de la página que faltaba a la edición prínceps. Así lo confiesa Carlos Andrés que agradece cordialmente el favor: "Recibí la carta de Vm. con fecha de 18 de este mes, e inclusa la copia de la primera oja de Jaime Roig, i antes de aier recibí la Cudolada de éste; de todo doi a Vm. repetidas gracias quedando singularmente reconocido a los muchos favores de Vm." (31-I-1783).

   Surge espontánea la pregunta. ¿Influyeron estos datos y noticias en la gran obra del abate Andrés? Sería muy difícil probarlo definitivamente, pero me atrevo a transcribir unas palabras del Origen, para indicar la probable presencia de las noticias y el envío de la obra de Jaume Roig: "Si se puede llamar a Ausias March el Petrarca de los provenzales, un contemporáneo suyo, Joanot Martorell, es apellidado por Bastero su Bocaccio, y a su Tirant lo Blanch le corresponde el primer puesto entre las prosas provenzales, como al Decamerone el de las toscanas. Por el mismo tiempo, aunque algo más joven que Ausias March, escribió Jaume Roig, igualmente valenciano, cuya obra poética, llamada por algunos Cudolada..., ha sido frecuentemente, y aun en nuestro siglo reeditada y comentada por hombres doctos". 117

   En las mismas cartas en que hablan de Jaume Roig, aparece el interés por un escritor clásico de la lengua: Fenollar. Será Juan Antonio quien suscite el tema porque no sabe con certeza si posee la obra entera. Y lo hace en un contexto en que vuelve a lamentar la represión que sufren los autores lemosines:

   Nuestros poetas lemosines por todas partes se van aniquilando. El golpe que se ha dado al retor de Vallfogona es fatal. Con dificultad avría en Valencia media docena de egemplares. Los que sirven a la diosa de [Pg. 400] Chipre no militan en sus tropas por las persuasiones de Ovidio, Roig, ni García, que nunca leyeron. Es cabalmente lo que Vmd. dice que la hoja que está suelta i encuadernada con Roig es de Fenollar i Scrivá. I por si tiene Vmd. a la mano esta obra sírvase de desatarme la duda de si la tengo entera. (8-II-1783)

   Carlos Andrés se tomó la molestia de buscar la obra de Fenollar. Él personalmente no la tenía, pero buscó en la real biblioteca; estaba en el catálogo pero no en el estante. Supo que la tenía Monfort, y copió la página que deseaba Juan Antonio. (18-II-1783; 4-III-1783)

   Como puede observarse, estos textos vienen a aumentar los testimonios del afecto que Juan Antonio sentía por los escritores en valenciano. En este sentido, no duda en facilitar todos los datos que puede a quienes se preocupan e interesan por la lengua y la historia literaria "lemosinas". Al mismo abate Andrés le envió los Apuntes que ya conocemos sobre la Colección de los poetas castellanos anteriores al siglo XV. El testimonio de Carlos Andrés es inapelable:

   Mi hermano me encarga diga a Vm. que ha leído con particular gusto las reflexiones que Vm. hizo aquí sobre la obra de Dn. Tomás Sánchez, i que le dé repetidas gracias como también por los ofrecimientos que Vm. le hizo, i para corresponder de algún modo, hace a Vm. los mismos, quedando con vivos deseos de tener ocasiones en que poder servirle. (4-III-1783)

   Desconozco qué uso hizo de esos apuntes, ya analizados con anterioridad, el abate Andrés. Es cierto que cae en el mismo error de identificar lengua provenzal con el catalán-valenciano, como Juan Antonio, pero eso era error general en la época. Lo que queda claro como táctica intencionadamente buscada es el interés por dar noticias sobre la cultura valenciana, al tiempo que manifiesta una gran diligencia por recoger los antiguos códices manuscritos que contengan las manifestaciones literarias del "lemosín". Valgan como síntesis de esas dos preocupaciones unas palabras que, comentando la Vida de Vives, acaban demostrando su empeño por copiar los códices provenzales:

   Son tres los tomos que ai impressos de la colección de las obras de Juan Luis Vives, pero solamente se han publicado dos: en el primero está la Vida a que ha faltado la corrección de quien se anticipó a gozar de morada más apacible. Al que no sea afecto al país parecerá contener cosas que pudieran omitirse, o abreviarse, pero no devemos perder ocasión de dar a saber hechos i dichos que de otro modo quedarán en el olvido: creo que se libran de él muchas noticias de nuestros paisanos... Si el sacar copias de los Cancioneros Proenzales, que cita don Antonio Bastero, fuera cosa de docientos pesos, yo los diera: en ellos están las pruevas de ser los lemosines padres de toda la poesía de Europa. No sé si el Sr. D. Juan logrará oportunidad de desfrutarlos. (11-III-1783)

   [Pg. 401] Y es que los hermanos Mayans buscaron con interés los textos más antiguos de la lengua materna. Así tenían en su biblioteca, entre otros tesoros literarios, Ordinations fetes per lo Senyor En Pere Rei de Aragó sobre lo Regiment de tots los oficials de la sua cort, en código manuscrito antiguo (22-VII-1783).

   Dentro de esta línea, y dado su buen conocimiento del valenciano, moderno y antiguo, se comprende muy bien la colaboración en una empresa relacionada con la poesía y los códices provenzales. Todos los jesuitas exiliados de la corona de Aragón, identificaban la lengua provenzal con la catalana-valenciana, y defendían el influjo de los provenzales en la literatura europea. También participaban de estas ideas los provenzalistas italianos, especialmente Gianmaria Barbieri en un libro que dejó inédito: Del origine de la poesia rimata. Fue el abate Tiraboschi quien quiso publicar el manuscrito de Barbieri, pero encontró la dificultad de traducir los textos provenzales. Pidió ayuda a Juan Andrés, y éste recurrió al compañero de destierro Joaquín Pla y a Juan Antonio. En este último caso por medio de su hermano Carlos. He aquí la invitación hecha a Juan Antonio:

   He recibido la Biblioteca con que Vm. regala a mi hermano y se sirvió entregar a mi tío. Doy a Vm. gracias de mi parte, y anticipo las de mi hermano quien seguramente apreciará mucho el regalo y por sí y mucho más por quien lo hace. Conozco lo molesto del encargo de mi hermano de traducir los versos provenzales que remití a Vm., pero la misma dificultad hizo preciso el acudir a Vm. como que no había otro recurso; no quisiera que los vivos deseos que Vm. tiene de complacer a mi hermano le empeñasen en un trabajo enfadoso que le quite el tiempo que Vm. puede emplear en beneficio de la república literaria. (7-VII-1786)

   Juan Antonio responderá con prontitud y nos aclarará de qué Biblioteca se trataba y, sobre todo, aceptará el encargo con ilusión e interés:

   La bibliotheca de España del P. Andrés Escoto es rara i exquisita i digna del Sr. D. Juan. Su autor vivió en Tarragona con D. Antonio Agustín, en Toledo, Zaragoza, Valencia i Gandía, i vio todo lo florido de España. He querido dar esta memoria de lo que estimo el mérito de su hermano i señor mío. Presto tendrá Vm. los Trobadores i daré razón de mi persona, combatida de grandes disgustos i fastidios. (15-VII-1786)

   Otras noticias relativas a la cultura valenciana aparecen en la correspondencia: descripción minuciosa del libro de Eiximenis, Regiment de la cosa pública (12-IX-1783, 27-III-1784), o los elogios a los trabajos historiográficos de Pascual, el monje premostratense de Bellpuig de los Avellanes que había encontrado manuscritos catalanes antiguos en el monasterio de Roda (7-X-1783)... Pero en ningún caso tienen la trascendencia de la traducción de los poetas provenzales que fueron a manos del P. Andrés en Italia.

   [Pg. 402] Sin tratarse de un historiador genial y creador, Juan Antonio colaboró en la empresa de reivindicar el estudio de la lengua "lemosina", y entregó con generosidad su tiempo, el conocimiento de nuestro pasado y el entusiasmo con que trabajó siempre en ese campo de la historia literaria valenciana. Ese encargo, que confesaba deber a su hermano y señor, fue cumplido con entrega e ilusión. Puso lo que tenía: trabajo y generosidad. Sin ser un historiador capaz de arrastrar a sus seguidores, siempre fue un hombre respetado por su trabajo, erudición y rigor en sus estudios. Se equivocó también, como todo hombre, pero ahí queda su testimonio de afecto por el pasado de su tierra y su interés por el cultivo de su lengua.

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70  J. A. Mayans a Vega Sentmenat, 12-VIII-1793, BMV, Serrano Morales 7276-58.

71  Ximeno, Escritores del reyno de Valencia, vol. II, voz Mayans, Juan Antonio.

72  G. Mayans, Epistolario Mayans y Pérez Bayer.

73  J. A. Mayans a Barcalli, 7-XI-1791, texto en Mestre, Historia, fueros..., págs. 287-288.

74  J. A. Mayans a Vega Sentmenat, 12-V-1787, BMV, Serrano Morales 7276-58.

75  A. Mestre, "El descubrimiento de Fr. Luis de León..."; R. Corts i Blay, L¿arquebisbe Fèlix Amat (1750-1824) i l¿última Il·lustració espanyola, Barcelona 1992.

76  J. Rubió Balaguer, Historia general de las literaturas hispánicas, pág. 218.

77  J. Rubió Balaguer, Historia general..., pág. 224.

78  Ibíd., 229.

79  Ibíd., 225.

80  Ibíd., 229.

81  Texto en Sanchis Guarner, Els valencians..., pág. 103.

82  Ros, Cualidades y blasones..., pág. 5.

83  J. Rubió Balaguer, Historia general..., pág. 231.

84  Ibíd., 315.

85  C. Llombart, Los fills de la morta-viva. Apunts biobibliografics, Valencia 1883, pág. XI.

86  Mestre, Historia, fueros..., pág. 276.

87  Ros, Cualidades y blasones..., pág. 7.

88  Ros, Breve explicación de las cartillas valencianas. Conclusión.

89  Íd., ibíd., Conclusión, pág. 175.

90  Ros, Diccionario valenciano-castellano, Prólogo, págs. 19-20.

91  Íd., Breve explicación de las cartillas, págs. 8-9.

92  Ibíd., 19.

93  Ibíd.

94  Ibíd., págs. 13-14.

95  Carta de Galiana a Ros en el Diccionario valenciano-castellano.

96  Mestre, Historia, fueros..., págs. 277-278.

97  Prólogo de Hartzenbusch a los Orígenes.

98  Mayans, Orígenes, pág. 338 de la edición de Hartzenbusch.

99  Íd., ibíd.

100  Íd., ibíd., pág. 339.

101  Íd., ibíd., pág. 340.

102  Íd., ibíd., 341.

103  Íd., ibíd., 343.

104  Mestre, "Interés de los amigos extranjeros de Mayans por la lengua lemosina", en El mundo intelectual de Mayans. El artículo había sido publicado en valenciano en las Actas del Congreso de Historia del País Valenciano de 1981. Las citas de las cartas son tomadas de este artículo.

105  Sales, en su "Juicio" al Diccionario de Ros.

106  Milà i Fontanals, De los trovadores en España. Estudio de la poesía y lengua provenzal. Obras completas, II, Barcelona 1889.

107  Mayans, Orígenes, núm. 78.

108  G. Mayans a G. Cramer, 24-I-1756. Texto en Mestre, "Los libreros ginebrinos y la Ilustración española" en Influjo europeo y herencia hispánica, págs. 135-157.

109  Mestre, "Aportaciones de los hermanos Mayans a Escritores del reyno de Valencia de Vicente Ximeno", en El mundo intelectual de Mayans.

110  J. A. Mayans, Historia española I, BAHM, 302.

111  Como las fuentes de este apartado son la obra de Sánchez, los apuntes de Juan Antonio y la Historia de la literatura catalana de Martí de Riquer, me limitaré a dar las notas necesarias.

112  Mestre, Humanismo y crítica histórica..., págs. 135-150.

113  Juan Antonio sigue siempre fiel a la idea de que Petrarca copia a Jordi de Sant Jordi y, a partir del comentario a las págs. 83-87 de Sánchez, sigue refutando punto por punto las afirmaciones del castellano. Desgraciadamente falta la hoja 3 de las anotaciones autógrafas del canónigo Mayans.

114  Esta hipótesis arranca de un texto de Beuter. El error estriba en haber leído Jaume por Andreu, con lo que se convertía al traductor del Dante en Jaume Febrer, mencionado en ciertas donaciones de Jaime I en 1237, pero sin atribuirle Trobes algunas.

115  Mestre, Historia, fueros..., págs. 355-359.

116  Las cartas de Juan Antonio a Carlos Andrés se conservan en BMV, Serrano Morales 7276-56; las de Carlos Andrés a Juan Antonio, ibíd., 7261-1. A partir de ese momento indicaré las fechas en la redacción.

117  Texto en M. Batllori, La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid 1966, págs. 508-509.

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